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La pelinegra estuvo merodeando por el pasillo en busca de su respectivo casillero. Era temprano así que decidió tomarse el tiempo con calma.

—¡Lisa, Lisa! —el alegre llamado de su mejor amiga la hizo detenerse.

—¡Rosie! —sonrió ampliamente, corriendo con rapidez hacia los brazos extendidos de la alfa.

—¿Cómo amaneciste, eh? —preguntó en tono dulce, abrazándola por un buen tiempo.

—Muy bien. ¿Y tú?

—Igual que siempre, con mucho sueño —bromeó, separándose de la omega—. Pero muy, muy feliz de verte.

—No exageres~ —golpeó levemente su abdomen.

—Un día es como un año para mí —dramatizó, haciéndola reír—. Pero no importa, vamos a dejar nuestras cosas —rodeó los hombros de la más baja y juntas se dirigieron hacia dicho lugar.

Al llegar, Rosé fue mucho más rápida en coger sus cuadernos y cerrar su casillero, para luego recostarse de lado y observar a la omega con curiosidad.

—¿Y pasó algo? —cuestionó, intentando ocultar su traviesa sonrisa.

—¿Sobre qué? —terminó con su trabajo y se puso frente a la rubia.

—No sé, quizás sobre cierta alfa de cabello naranjo y ojos gatunos —se encogió de hombros, felicitándose mentalmente al ver las sonrosadas mejillas de Lisa.

—No sé a qué te refieres —su mirada vaciló con timidez.

—Oh, claro que sí sabes —canturreó divertida.

—¿Por qué no nos vamos ya, uh? —la evadió, empezando a caminar rápidamente.

Lisa no tenía pensado contar algo con respecto a Jennie. ¿Y si la alfa se enojaba? Aún no podía pasar por alto todo el mal genio que Jennie se cargaba cuando se trataba de algún omega. Manoban no quería correr algún riesgo.

—¿Por qué huyes? ¿Pasó algo significativo? —fue detrás de ella.

—No digas esas cosas —apegó los cuadernos a su pecho—. Somos amigas y ya, no hablemos de ese tema.

—Hey, espera —posó su mano en el hombro de Lisa.

Suéltala —la voz de Jennie hizo acto de presencia.

Lisa instintivamente se quedó quieta por completo. El tono era muy fuerte para su loba y sabía de sobra que la dueña de aquella voz solo podía ser Jennie Kim.

Rosé se alejó de la omega para dar vuelta y ver a la pelinaranja, haciendo que Lisa hiciera lo mismo, sintiendo como el aroma de Kim estaba medio agrio debido al enojo.

—¿Disculpa? —arqueó una ceja. Roseanne podía ser una chica muy educada y alegre, pero al ser alfa, su loba tampoco podía dejarse mandar por otra.

—Te disculpo —sonrió ladina—. Solo quería aclarar que soltaras a mi omega.

Si bien Lisa estaba sonrojada, esta vez el color carmín en su rostro fue mucho más efusivo.

—¿Qué? —susurró incrédula, no siendo notada.

Déjame pasar —le gruñó, intentado rodear a Rosé.

La australiana colocó sus manos en el pecho de Jennie, empujándola.

—No permitiré eso. ¿Eres consciente de cómo estás? Asustarás a Lisa —le devolvió el gruñido.

—Tú no eres nadie para decirme qué hacer —la encaró, su mandíbula estaba notoriamente tensa y su mirada trataba de dominar a Park.

—Estás haciendo un maldito problema por nada.

¿Te parece poco tocar a mi omega?

—¡Deja de usar esa puta voz! —bramó con fuerza—. Ponte límites, Kim.

—¿Y sino qué?

La pelinegra se alarmó, por más que sabía que estaba corriendo peligro al presenciar una discusión entre alfas, su loba le decía una y otra vez que calmara a Jennie.

A su alfa.

—¡Espera, espera! —la omega dejó sus cuadernos en el suelo y por instinto, abrazó a Jennie fuertemente—. Cálmate, respira con tranquilidad —le susurró con suavidad.

Rosé retrocedió al ver las acciones de su amiga. Realmente quedó escéptica ante la imagen que parecía muy lejos a ser posible. No lo dudó mucho y salió de aquel pasillo rápidamente.

Las cosas parecían haberse calmado.

Jennie sostuvo a Lisa de la cintura, llevando su nariz a la unión del cuello y hombro de la tailandesa, en donde su aroma era mucho más fuerte.

—Así, tranquilízate por favor —comentó, dejando suaves caricias en su cabello naranjo.

Suspiró de alivio al ver que la respiración de Jennie en su piel empezaba a regularse.

Intentó soltar sus feromonas, sintiendo luego que la mayor rodeaba su torso con ambos brazos de manera posesiva. La nariz de la Jen rozaba su cuello con delicadeza, aspirando el dulce olor a manzana y caramelo.

—¿Estás mejor? —dudó al momento de preguntar, pero de cierta forma se sentía bien al notar que Jennie no había reaccionado de mala manera con ella—. Lamento si te incomodo —llevó sus manos a los hombros de la alfa, intentando separarse.

—No, no, espera. Solo un poco más —pidió suavemente, acercando a Lisa hacia su pecho de nueva cuenta.

Kim no podía evitarlo. La preciosa omega destilaba un aroma tan suave y dulzón que la hacía sentir cálida y relajada.

Una sensación completamente maravillosa. Una tan fuerte que pudo calmar con los golpes de su loba debido a los incontrolables celos.

Había mucho que aprender y mejorar. Pero con Lisa a su lado, la neblina empezaba a desaparecer lentamente.

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