Capítulo II

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"¿Cómo rayos llegué hasta aquí?" Esto se preguntaba la fémina, pregunta como boomerang que iba y venía por un mismo rumbo, una y otra vez, rebotando en su cabeza.

Había sido enviada por su madre como sugerencia y como parte de un trato entre ambas; estuvo entre alrededor de veinte mujeres solteras de edades aproximadas a las del joven Demon. Ninguna tenía en claro los requisitos ni las cualidades que debían tomar, ni siquiera se detuvieron a preguntar los términos ni condiciones, pues ¿a quién le importaban cuando sabías que él era un heredero a una fortuna?

No importa que estuviesen en buena posición económica, el hecho de llevar el apellido "Demon" les motivaba lo suficiente como para querer ganar ese espacio en la familia, todas codiciaban estar al frente con un hombre de prestigiosa fama y gran reconocimiento, un hombre exitoso e inalcanzable. Sin embargo, para Elizabeth, esa no era su meta; ella era un espíritu libre, disfrutar del presente y vivir los efímeros momentos placeres de la vida día con día y olvidar el mal pasado, pero ahora se veía preocupada por su futuro.

Tropiezos forzados fueron en vano, su mala educación con los presentes no la ayudaron; sus intentos por zafarse esas cuerdas solo la ataron más para enjaularla. Solo le quedaba revolotear protestando por la libertad, no iba a parar hasta abrir la rejilla y huir.

Y ahí estaba...

—Buenas tardes, Elizabeth Goddess, soy Meliodas Demon. — la mujer no lo hizo esperar y estrechó su mano con la de él, sintiendo una calidez al momento de encontrarse.

—Buenas tardes, señor Demon. — la dulce voz de ella cautivó su sentido de la audición, mientras ella fingía su mejor sonrisa ampliando sus labios cereza.

—Por favor, toma asiento. — ofreció al separar sus manos; ella obedeció al instante quedando sentados uno frente al otro, con una mesa marcando sus espacios. —¿Prefiere café o té? — la joven cruzó sus piernas mientras acomodaba su falda antes de verle.

—Café, está bien. — el rubio chasqueo los dedos sin romper el contacto visual. Elizabeth no descubrió ninguna segunda intención a pesar de ser amable, no mostraba emoción alguna sin ser grosero, ¿Qué clase de hombre era él?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la castaña de ropas blancas, dejando una bandeja con dos tazas y varios solutos.

—Gracias Zaneri. — agradeció brevemente, la sirvienta solo asintió antes de marcharse. Meliodas se inclinó sobre la mesa, tomando una pequeña cuchara. —¿Azúcar? — ofreció.

—Tres, por favor. — murmuró aun curiosa por su carácter, por el contrario, él arqueo una ceja.

—Interesante... — agregó la cantidad dicha.  —¿Amante del dulce? — curioseo mientras meneaba el líquido.

—Algo así. — asintió levemente tomando la taza que él le extendía. —Gracias.

Sopló ligeramente antes de tomar un sorbo silencioso, disfrutando del sabor dulce y semi amargo, el vapor chocó contra su nariz. Curiosa, volteo sus ojos en su dirección observando al varón concentrado en su propia taza.

—Iré al punto. Primero, quisiera que me conceda el placer de conocer a mi futura prometida. — comenzó recostándose en el respaldo. —Comienza, Elizabeth. — dijo dando un sorbo.

—¿Siempre es usted tan serio? — cuestionó ladeando la cabeza, Meliodas solo aclaró su garganta.

—Usualmente, lo soy. — respondió con ironía. —Y también es de mal gusto cambiar de tema. — esta hizo una mueca por su forma de expresarse.

—Lo siento, Señor Demon. — se acobardó sobre su lugar.

—Con Meliodas está bien. — suavizó su tono de voz. —Si vamos a comunicarnos, deberías tenerme confianza. No tengas tanta formalidad y solo dime por mi nombre.

—Señor Meliodas, ¿está bien? — asintió afirmativo.

—Bien, ahora no evadas mis preguntas. — Elizabeth solo movió la cabeza de arriba a abajo en afirmación. —¿Dónde naciste?

—Aquí en Inglaterra. — respondió perezosamente. —¿Y usted?

—Me temo que no puedo revelarte información mía, por ahora. — dejó la taza en la mesa prosiguiendo a entrelazar sus manos mientras sus antebrazos quedaban apoyados en sus piernas. —Además, yo cuestiono aquí. — Elizabeth arqueo la ceja confusa.

—Pero creí que...

—Nunca dije que yo me abriría a ti, esto es para comenzar. — interrumpió. —¿Cómo sabes si yo te aprobaré?, cualquier información confidencial podría ser usada en mi contra, por eso soy reservado. — su voz cambió a una más gélida y hostil. —En cambio tú, no hay nada de ti que pueda utilizar si no me sirves en un futuro. — esta oprimió un jadeo indignado por insensatez.

—¿No cree que exagera un poco? — alzó un poco la voz incomodada.

—Un empresario multimillonario revelando información personal a medio continente, ¿no te parece la bala perfecta? —  recalcó con ironía. —Chandler tenía razón, eres muy curiosa como imprudente. — soltó un suspiro dejando a la fémina sin oportunidades de hablar. —Continuamos... — aclaró su voz. —¿Tienes planes a futuro?

Se removió sobre su lugar, optando por una postura más cómoda y relajada, apoyando su barbilla sobre su puño, apoyando la parte del talón sobre su rodilla. La ojizarca aclaró la garganta, viéndose forzada a enderezar su postura antes de responder la pregunta.

—Deseaba ir al extranjero. — sonrío sin contener su emoción, comenzaba a perderse dentro de sus ilusiones y fantasías. —Continuar mis estudios en administración... — soltó un suspiro anhelante despertando interés en el rubio y cierta incertidumbre, claramente era alguien que gustaba de la libertad, pero por alguna razón ella se metió a un callejón sin salida.

—¿Le gusta viajar? — tomó su taza dando un sorbo al café. La chica solo apoyó su mentón en su palma soltando un aire agobiante.

—Me gustaría, nunca he salido del país. — su resoplido movió ligeramente su flequillo mientras se concentraba a ver a través del enorme ventanal deslizable que daba vista al jardín. Se sentía como aquellas aves exóticas, extraídas de su espacio libre para encerrarlas en lujosas jaulas de oro que irónicamente dejaban afuera. 

—¿Tiene más familia? — volteo su mirada de regreso al varón asistiendo levemente.

—Los más cercanos son la familia Lionés; mis primas y tío. — encogida de hombros soltó un áspero siseo, esto le parecía demasiado personal y hasta deprimente.

—¿Bartra Lionés? —  la vio afirmar. —Él y mi padre son socios; un hombre de familia, ¿huh? — halagó, Elizabeth soltó un suspiro de melancolía jugando con la taza, sin decir ninguna palabra.

—Si, ha sido como un padre para mí. — apretó los labios. Por otro lado, este se vio algo incomodado por su tristeza y es que, aunque no lo pareciera, odiaba ver ese sentimiento brillar en los orbes de las personas; decidió dar vuelta a la situación.

—¿Tiene intereses sentimentales o ideal de pareja? — esto desconcertó a Elizabeth.

—No veo el caso que le diga mis ideales, usted es muy severo. — resoplo optando una actitud defensiva dejando la pequeña taza en la mesita.

—Como le mencione antes, no está nada asegurado. — volvió a recordar en un suspiro.

—¿Entonces qué pretende? — se cruzó de brazos alzando la voz. —Me entrevista para saber si soy la indicada para ser su "esposa" y me preguntas mis ideales de pareja. ¡¿A que carajos juegas?! — este alzó la ceja al terminar de comprobar lo cierto que eran los rumores respecto a su comportamiento temperamental e histérico; sin embargo, sus ojos delataban su miedo e impotencia.

—No juego a nada. Solo requiero conocer a mi futura prometida. — se alzó de hombros antes de inclinarse a ella —Señorita Elizabeth, ¿es mucho pedir que deje de ser tan grosera? — esta no se dejó intimidar.

—¡¿Usted puede dejar de ser tan cordial?! — frunció el ceño mostrando su chispa retadora en su ojo predominante azul. —¡Claramente si su educación se midiera en tamaños, usted sería más alto!

—¿Me insinúa que es mejor ser grosero que respetuoso? —  en un parpadeo, sus brazos ya estaban a ambos lados de la cabeza quedando ella apoyada en el respaldo ante repentina acción enjaulada. —No le he faltado al respeto en ningún momento en cambio usted es quien está por el "trabajo" y se toma la libertad de decirme de manera grosera que no le tenga respeto. Aquí es donde yo le pregunto, ¿a que juega usted? — apretó las orillas de su falda apretando los labios, sentía el corazón en la garganta y cualquier palabra titubeante quedaba atorada en la punta de la lengua. 

—L-Lo siento. — musito volteando la mirada ante repentino sentimiento de timidez.

Un suspiro de alivio la invadió cuando le dio su espacio, tomando su lugar nuevamente con una mirada opaca.

—Sus ideales en su pareja y pretendientes, amores pasados también. — esta vez sonó más como una orden que una pregunta, cosa que dejó a esta murmurando de mala gana.

—Soy un alma libre, no me gustan los compromisos. — murmuró entre dientes. —He tenido quien me pretenda, pero por lo general huyo... en especial si es algo serio. — esto tomó por sorpresa a Meliodas, ¿una mujer hermosa que podría darse el lujo de estar con más de uno si quisiera odiaba los compromisos y relaciones interpersonales?, eso no se veía todos los días.

—¿Qué piensas del romance? — rechisto rodándolo los ojos.

—¿Romance? — ampliando una sonrisa exagerada y falsa amabilidad respondió. —Debe ser lindo estar atado a una persona solo para depender de ella sentimentalmente. — nuevamente una respuesta sarcástica. Soltó un suspiro al ver el semblante sereno del contrario, como si esperara otra respuesta clara. —Honestamente nunca me he enamorado, pero tampoco quiere decir que nunca lo haga.

—¿Eres consiente que si te elijo como mi esposa, no tendrás ese placer?

—No tuve opción. — arqueo la ceja al escuchar esto, ¿a qué se refería? —Supongo que usted tampoco tiene esa ventaja de amar a quien quisiera, ya que...

—No tengo intenciones de amar. — interrumpió abruptamente. —Puedo apostar, que nunca me enamorare. — por un minúsculo momento, Elizabeth no se sintió convencida por eso, sea por el tono ligeramente tembloroso o su mirada de desilusión en sus opacos verdes. A caso, ¿sufrió de desamor antes?

—Puedo... ¿Puedo hacerte una pregunta? — el rubio asintió ligeramente. —¿Cuál es tu propósito al contratar una esposa si no la necesitas? — aire pesado apenas audible salió de los labios del Demon.

—Si quiero la parte de la herencia de mi padre, tengo que casarme. — ladeo una mueca. —Es una exigencia, así que no tengo opción como tal.

—Que codicioso. — murmuro entre dientes.

—¿Perdón?

—No nada, solo que... eh, es usted, ¿ambicioso? — sonrió nerviosamente —De buena forma, tener ambición es bueno, ¿no? — el rubio se limitó a alzar la ceja.

Los minutos transcurrieron, cada pregunta obtuvo su respuesta sin salvarse de los comentarios sarcásticos y las muecas de disgusto por parte de la albina, su lado maleducado sobreactuaba, pero su timidez aún se reflejaba en su mirada. Por otro lado, el varón se mantuvo neutro ante cada situación de exaltación, mantenía su tranquilidad externa mientras en su interior solo quería salir huyendo de la fémina. Si bien ella lo hacía con propósitos de espantarlo, sin duda lo estaba logrando, pero no tenía más opción, ella era la candidata perfecta en ciertos factores.

—Bien, con eso será más que suficiente. — se levantó de su asiento disminuyendo la tensión de su cuerpo. —Iré a discutir con mi maestro y en un momento le daré mi decisión final. Con permiso. — dicho esto, se retiró de la sala.

—Qué hombre más..¡ugh! — resoplo saliendo al patio en busca de aire fresco, se sentía sofocada en ese lugar, solo rezaba porque no la aceptara y su plan de señorita maleducada funcionara.

Mientras tanto, el mayor discutía con su tutor sobre el tema de la chica. Ciertamente era temperamental, pero nada que no pudiese tolerar.

—Bien, según las observaciones de todos es una chica grosera. — quedó pensativo un momento, había notado que a pesar de sobre exagerar su mal comportamiento, solo lo hacía como mecanismo de defensa ya que por lo visto era muy tímida y espontánea.

—¡Grosera y sarcástica! — comentó el hombre mayor. —De muy mal gusto señor. — sonrío con esperanza de que este la echara para no volver a saber de ella y escoger a otra chica más agradable.

—Entiendo que no está interesada en situaciones sentimentales ni en compromisos y menos por dinero, pero ¿por qué está aquí? — se preguntó.

—Sugerencia de su padre. La madre de la chiquilla fue una vieja amiga de la familia, bueno antes de... olvídelo. — comentó con poco interés a lo que el blondo hizo una mueca.

—En pocas palabras, él la eligió. — apretó los labios. Debió imaginarlo desde un principio, su padre se vería involucrado de una manera u otra; aun así, ella le había gustado entre todas las demás codiciosas que solo ansiaban poder.

—Como usted no tenía intenciones de buscar una mujer, él lo hizo por usted previamente por si no hacía nada al respecto, pero ya que usted planeó todo un casting, la llamó como sugerencia. Es una casualidad que cumpliera su lista de requisitos. — se alzó de hombros —Aunque estoy seguro de que no aprobó la encuesta, ¿cierto? — sonrió triunfador, aunque esta sonrisa no duró tanto al ver tan pensativo al rubio. —Señorito Meliodas, no la eligió, ¿verdad? — él no respondió, dándole a entender su respuesta.

[...]

Tan pronto como la había dejado en la inmensidad de la sala, así regresó encontrándose con ella, tan impaciente y ansiosa moviendo su pie insistentemente mientras trataba de distraerse con el panorama del jardín al que desearía volver.

Su ojo azul chocó contra su mirada verduzca, le causaba incomodidad e intriga ese semblante serio y la carencia de expresión en sus luceros; sin embargo, eran hermosos.

—Señorita Goddess, he tomado mi decisión.

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Ya el segundo Capítulo uwu.

¿Que les pareció?.

Ya les di un vistazo de como serán las futuras discusiones entre Meliodas y Elizabeth,  que serán varias y cada una diferente jeje

Bueno, sin mas que agregar, gracias por leer.

Hasta la próxima...

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Spoiler: un contrato

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