Capítulo XLVI

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—¡Estoy tan feliz de verte! — sin pensarlo y con gran emoción, Goddess se lanzó al cuerpo de su única hija para abrazarla una vez en el aeropuerto. Por más orgullosa que estuviese que por fin formalizara, no podía evitar sentir nostalgia. —Fue tanto tiempo sin ti, mi niña. — besó su coronilla escondiendo su cabeza en su pecho desbordando en un amor maternal.

Fuera de lo esperado, Elizabeth nunca había sentido tanta calma reconfortante que no dudo en abrazarla con fuerza.

—No fue mucho, solo diez días mamá. — respingó ligeramente. —También me alegra verte de nuevo. — como niña pequeña, se dejó mimar por su progenitora siendo vistas por el par de verdes que, contrario a madre e hija, Meliodas prefería su espacio y sin muestras de afecto.

—¿Se divirtieron? — cuestionó al momento de entrar al avión que los llevaría de regreso a su tierra natal.

—Fue... tranquilo. — murmuró con sobreactuado tono indiferente desviando la mirada a uno de los ventanales.

"De nuevo con su frívola expresión"; la albina analizó su mirada, durante la mañana mientras esperaban en la terminal, esa actitud amable seguía impecable en su rostro, así como lo pequeños juegos entre ellos, pero ahora parecía ser el mismo de siempre. —Fue grato el lugar, muchas gracias Froi. — respondió sin despegar la mirada del perfil de su esposo hasta que sus ojos se encontraron.

Una mirada tranquila y una silenciosa sonrisa solo para ella antes de dirigirse cáustico ante los mayores.

—¿Qué tal si nos cuentan qué hicieron?, ¿qué tal se la pasaron? — comenzó con la interrogante el mayor de los Demon esperando no gran cosa de su parte, lo más seguro es que durmieron por separado y se evitaran entre sí, o de eso se encargaron de afirmar la pareja de casados; no era como si les interesara saber que pasaron más que una simple noche juntos.

Igual que la primera vez, el viaje fue largo con una duración de largas horas nocturnas para llegar en las primeras horas de la mañana en la capital de Inglaterra. Sin embargo, el extraño y repentino comportamiento cercano entre ambos, desde miradas con las que parecían tener largas charlas, las sorpresivas risas quisquillosas y la inesperada imagen de ver a la albina acurrucada en el pecho del rubio mientras dormían.

Tanto Froi como Inés se preguntaban cómo a pesar de sus diferencias, disgustos y discusiones sarcástica, lograban tener aún mejor telepatía que cualquier otra pareja melosa.

[...]

—¡Eli!, ¡Meliodas! — enunció un emocionado azabache junto a su rubia mujer esperando su llegada. —Estoy feliz que estén de regreso.

—Hola Zel. — espetó suspirando en cansancio. —Gelda. — la aludida se limitó a sonreír antes de dirigirse a la albina con emoción.

—Miren a la nueva señora de Demon. — comenzó con picardía haciéndole sonrojar. —Ya extrañaba tenerte por aquí, sentía que volvía a mi vida aburrida antes de ti, por más dramático que suene. — negó con una risita.

—¿Y en dónde está Amice? — comenzó buscando alrededor a dicha infante.

—Sigue durmiendo, pero estará despierta para nuestro primer desayuno como familia. —pestañeo un par de veces incrédula, ¿acaso escuchó bien? —Oh, ¿no lo sabías?

—No. — soltó en quejido. —Pero gracias, debo prepararme para recibir comentarios y preguntas incómodas. — soltó un resoplido, conocía bien a los progenitores, se habían guardado las cuestiones más vergonzosas para cuando estuviesen acompañados y, sobre todo el hermano menor del rubio (o más bien, su cuñado) no se quedaría atrás.

—Meliodas, ¿por qué no se van a su habitación y luego bajan para desayunar? — el rubio contrario rodó los ojos tomando ambas maletas.

—Vamos Elizabeth. — incluso la manera de pronunciar su nombre, su voz era más suave que cuando se dirigía a ella o acaso solo lo imaginaba.

—S-Si, voy. Con permiso. — indicó para desaparecer sin percatarse que los zarcos de su madre y verdes de su padre político se miraban con más sospecha; ¿alucinaban o algo ocurría u ocurrió entre ambos?

Meliodas dejó ambas maletas de lado dentro la alcoba que antes era prioritaria. Sabía que ella necesitaría su espacio para instalarse y pensándolo bien, ya no le resultaba extraño y mucho menos incómodo con su presencia a su lado, pensarlo de hecho resultaba interesante después de todo, ya se habían encontrado de una manera mucho más íntima y vigorosa que esto sería asunto sencillo. Por otro lado, sabía que su comportamiento con la fémina estaba cambiando drásticamente y era prácticamente prejuicioso en contra de su control como para sus sentimientos, pero simplemente el miedo a soltar las riendas comenzaba a desaparecer que ni se preocupaba por fingir su indiferencia, al menos no con la albina.

Se lo tomó con calma dando una palmada llamando la atención de la mujer.

—A ver, a ver, a ver... — hizo un puchero con las manos a cada lado de las caderas. —¿Qué lado del armario quieres? — ladeo su cabeza curiosa viéndole, ahora mantenía una expresión extrañamente risueña. ¿Debería preocuparse por esa actitud tan cambiante?

—¿Eh? ¡Oh! Hm... El lado derecho está bien. — respondió a lo que el rubio asintió sin rechistar.

—Estaré abajo, puedes acomodar tus cosas donde quieras, ¿sí?— dijo antes de desaparecer de la habitación que ahora compartiría con él por el resto de sus días.

Era un buen espacio, a decir verdad, aunque más formal a diferencia de su antigua habitación. Al menos por el espacio a la hora de dormir no sería un problema, la cama era suficientemente grande para que ella pudiera estar lo más lejos posible de su pareja. Sin embargo, no evitó curiosear un poco mientras acomodaba sus cosas, el aroma del rubio desprendía del closet, por ejemplo: tan adictivo y delicioso que no evitó hundir su nariz entre las camisas blancas colgadas. Un toque de bosque o hierbabuena era un plus de adicción que soltó un suspiro.

Pero sin querer, entre su distraída nariz y su torpeza al perder la noción del tiempo, una prenda cayó al suelo.

—¡Ay!, que torpe. — rápidamente bajó en cuclillas para recoger la tela y volver a acomodarla, pero una caja de madera escondida en un rincón donde la luz no llegaba llamó su atención.

Por un momento creyó que era de zapatos, pero se veía más vieja y con rasgos de humedad, ¿qué es lo que contenía esa caja? Sigilosa, viendo con antelación a todos lados para no ser descubierta, abrió la caja, revelando un montón de papeles rasgados como antiguos contratos, unas fotos atañeras y otras hechas trizas; entre ellas, la imagen que más le sorprendió, fue la de un rubio idéntico a Meliodas, pero con la diferencia que este poseía unos profundos ojos negros y mirada digna de temer. ¿Quién era él?

—Elizabeth, baja por favor... — vociferó su madre desde afuera, sacándola del trance. En seguida dejó las cosas en donde estaban, asegurándose de no dejar sospechas de su curiosidad, tal vez en algún momento pueda preguntarle al blondo. Solo omitiendo su insensatez de revisar cosas ajenas, era seguro que se molestaría.

—Eh, si mamá; ya voy. — suspiró cerrando el closet, dejando todo acomodado antes de salir de la habitación, encontrándose a su madre afuera en su espera.

—Tardaste mucho, ¿qué tanto hacías? — no se dio cuenta del reloj, ni de cuánto tiempo se quedó viendo la imagen viva de un Meliodas mucho más egocéntrico. No podía ser él.

Aquel sujeto llevaba un tono ligeramente más claro de cabello y frente descubierta, su faz era más marcada y adulta, sus ojos eran negros y distintos a este blondo de ojos grandes y verdes. Un pariente quizás... Pero ¿por qué le llamaba tanto la atención? O sería el tan temido Demon...

—Yo no hacía nada, solo acomodaba toda mi ropa. — se excusó y la mujer no dudó en creerle. En silencio se acercaron a la mesa donde el resto esperaba, tomando su lugar predeterminado al lado del rubio que le vio con ligera impaciencia.

—¿Por qué la tardanza? — preguntó en bajo.

—Lo siento, no me decidía si doblarla o colgar la ropa. — se excusó, no podía decirle que simplemente se puso a oler su ropa o que descubrió papeles que escondía en el fondo del clóset. El rubio no cuestionó más al respecto a lo que suspiró en alivio. —Hey, ¿cómo estás pequeña? — habló a la pequeña azabache sentada frente a ella.

—Muy bien, feliz ahora eres mi tía. — no evitó sonreír de ternura mientras asentía enérgica imitando la acción eufórica de la infanta.

—¡Claro que sí y tú serás mi linda sobrina consentida! — agregó contagiada de su aura inocente mientras Gelda solo negaba con gracia.

—Solo no la vayas a querer malcriar también, suficiente con Zel. — el aludido dejó de comer para mirar con reproche a su esposa, ¿malcriar? Solo daba lo que su hija merecía y creía que eso era poco.

—Oh Gelda, ¿cómo resistirme a esos ojos? — enunció hipnotizada por sus luceros y Amice lo notó, no dejaría que esa arma se le escapara de sus manos como lo hacía con su padre. —Es la única pequeña de esta familia, ¿qué quieres que haga? — una sonrisa se ladeó en la mujer rubia posando su barbilla sobre el dorso de sus manos entrelazadas. El de ojos verdes captó su travesura reflejada en ese color bermejo que no dudo en preparase resentido.

—Pues ya estuvieras procreando. — sus ojos se abrieron a la par soltando balbuceos y para empeorar, todos se interesaron por ese tema. —No sabes lo feliz que me haría tener un sobrino y malcriarlo también en contra de tu voluntad.

—Hablando de eso. — comenzó Froi con entusiasmo. —¿Piensan tener hijos? — el rubio se concentró en el fondo de la taza de café mientras la albina solo comía para mantener su boca ocupada. —Elizabeth se ve que realmente amas a los niños, no creo que tardes mucho en querer alguno.

—E-En este momento es muy pronto para hablar de eso, ¿no? — titubeó algo nerviosa mientras su progenitora negaba entre risitas.

—Tal vez por ahora, pero espero no tardes mucho. — agregó Goddess burlándose.

—Y yo que quería con quien jugar. Mami y papi no me quieren dar mi hermanito. — reprochó la más pequeña en un puchero de brazos cruzados.

—¿No han pensado en tener ustedes? — la pregunta se dirigió ahora a blonda y el azabache que, a diferencia de la recién pareja, se lo tomaron con calma y como lo más banal.

—De hecho, queremos esperar un poco más. — comenzó la de ojos rojos. —Fuimos con un médico, dijo que tenemos probabilidades altas, pero por ahora quiero estar con mi pequeña. — terminó tomando de las mejillas a la quisquillosa niña que se quejaba de los pellizcos en su rostro.

—Aunque yo insisto en adoptar otro niño. Estuvimos en varios centros infantiles. — comentó el ilusionado peli negro mientras suspiraba.

—¿Adoptarán más? — pareció no pensarlo mucho.

—Quizás otro no vendría mal, pero Gelda aún lo está pensando. — las miradas entre ambos se entendían a la perfección, así como cada decisión que tomaban.

—Cambiando de tema, Meliodas el fin de semana necesito que muestres a Elizabeth todo lo que sabes para que no haya problemas y no tenga que moverse de la empresa Goddess.

—Mucho trabajo. — se quejó en bajo tratando de amortiguar la conversación entre los peli rubios, ladeando una mueca que su cuñada captó.

—Lo entiendo, por eso yo solo me ofrecí en supervisar sucursales de la capital, además por mi horario apretado con Amice. — explicó con una sonrisa algo incómoda.

—Nadie me dijo que era mucho; no creo que sea adecuada para esto. — soltó un abucheo con abatimiento.

—Tranquila. Solo estarás una semana laborado ahí, no es mucho antes de que vuelvas a tu puesto. — trato de convencer su madre con esos ojos cautivadores de apoyo, pero poco funcionó.

No tenía de otra más que ejecutar cada orden que se requería.

"¿Por qué no leí ese contrato?"; aún se preguntaba, cómo habría sido su vida si en un principio hubiese carraspeado contra su ingrata seguridad y egocentrismo. Tal vez estaría en algún otro lado del mundo sin curiosidad por saber que habría sido de Demon, tal vez él estuviese casado con alguien más y ella en plena libertad. Más no se permitía soñar más allá de los cielos, pues su vida en esos momentos no era tan mala como pensó.

A diferencia de la primera vez que se juntaron como familia, no salió tan mal ni tan embarazosa. Aun lo recordaba con el ayer, ella termino sonrojada y retando a Demon mientras el rubio termino discutiendo con su padre; ahora solo terminaron riendo con más seriedad de cada asunto a tratar hasta que tanto Froi como Inés se vieron interrumpidos por sus respectivos trabajos.

—Ya sé, llamemos a Liz y tengamos una noche de chicas. — enunció tomando el teléfono buscando dicho contacto. —Quiero saber cada detalle en tu luna de miel. — ambas cejas rubias se arquearon con cierta perversión. La albina era mala para mentir, debía evitar toda una línea de interrogatorios y soltar más que su vida privada.

—No creo que se buena idea. — talló su brazo en señal de incomodidad, no por ella; prefería contar hasta su más íntimo secreto antes que dejar en descubierto al verdadero rubio.

—Hey hermano, te ves relajado y más tranquilo de lo que pensé. — se posó sobre su hombro deliberadamente escuchando un chasquido en respuesta.

—Fue agradable no tener que lidiar con el trabajo por un tiempo, pero supongo que hay mucho que hacer. — Zeldris aclaró su garganta gruñendo por el recordatorio de su situación laboral.

—Ni que lo digas, hubo mucho movimiento. — quería olvidarse del trabajo por un rato y, ¿cómo no usar la llegada de su hermano como excusa? —Llamé a Ban para ir a tomar, tienes que hablarnos de tu viaje. — rodó los ojos, ¿acaso no había cosas mejor en la vida que hablar de un "íntimo" viaje?

—No seas entrometido Zel. — no era que no quisiera hablar, si no que podría arriesgarse a revivir esas mismas emociones con la albina y simplemente alocarse. Con ella a su alrededor era imposible no mantenerse con las manos quietas.

—Al menos sé que sigues siendo el mismo. — soltó en quejido, esperó mucho de su hermano creyendo que algo de la amabilidad de la Goddess se le viera contagiado, claramente era más fácil que ella se amargara con él. —Vámonos.

—Ustedes dos, ¿a dónde van? — escuchó la voz de su cariñosa esposa a sus espaldas. Gelda le veía interrogante con sus brazos cruzados y una mirada que le hacía sudar.

—Cosas de hermanos. — respondió rápidamente. —Al rato vuelvo cariño. — la mujer respiró profundo.

—Te lo advierto Zel, no quiero que llegues tomado de más porque luego no te quieres levantar en las mañanas. — era un hecho, ese pequeño oji verde o era muy hiperactivo borracho o parecía roca.

—Lo prometo. — promesa que ni él mismo se creía.

—¿Qué esperas Elizabeth?, dile algo a tu esposo. — alentó la rubia a la de ojos bicolores a regañar a aquel rubio, pero por más que pensara no se le ocurría nada, ni le veía el caso hacerlo.

—¿Y que se supone que debo decirle? — los ojos de su marido le vieron con ligero reproche, esperaba que las mañas de su cuñada no se le vieran contagiadas para ser controlado igual que su hermano menor.

—No sé, adviértele o algo. —, pero por más que pensara, no se sentía con esa libertad por una razón u otra, prefería no restringirlo si es que quería que su relación avanzara de manera estable.

—No se me ocurre nada. — el rubio suspiró en alivio.

—Cuando lleven más de un año de matrimonio lo entenderás. — aseguró en un suspiro. —Ustedes dos, váyanse. — como si fuese un pequeño él que había logrado conseguir un permiso por parte de su madre, el menor agradeció con emoción para desaparecer junto a su hermano.

—No le veo el problema que se vayan de vez en cuando, ¿cuál es tu preocupación? — la rubia ni quisiera tuvo de pensar una respuesta.

—Muchas cosas; les podría pasar algo grave o enfermarse por lo mismo, pero no entienden. — resopló antes de cambiar su mueca a una curva. —Bien, en un rato llega Liz y espero que nos cuentes todo con lujo de detalle. — esto causó incomodidad de la albina, no la dejarían tranquila si no hablaba.

Mientras tanto, a las afueras de la ciudad donde aquel famoso bar prevalecía en aires medievales, los hermanos llegaron a local en busca del tercer acompañante; no tardaron mucho pues se encontraba en la barra libre.

—¡¡Capitán!!— cantó el albino de ojos rojos con ambos brazos hacia arriba. —Fue un largo tiempo sin mi mejor amigo.

—Fueron diez días solamente. — respondió correspondiendo su típico gesto de choque de manos antes de tomar lugar en una zona más alejada, donde pudiesen hablar a gusto.

—Escanor, lo de siempre. — indicó al barman quien rápidamente se concentró en su trabajo. —¿Y qué hicieron?, ¿dejaste de ser virgen? — los verdes se mantuvieron serenos con una pequeña advertencia. —No me mires así, solo pregunto. — el hombre de bigote apareció con las tres bebidas en el centro de la conversación, a lo que el peli blanco no dudó en dar un largo trago.

—Mejor cuéntanos, ¿qué hicieron? — esta vez preguntó su hermano sujetando el tarro por el asa antes de dar un sorbo.

—No gran cosa... — jugueteo un poco con la mirada en la mesa. —Se la pasó durmiendo. — suspiró, no era como si fuese una mentira, pero tampoco iba a hablar de todo lo que pasó.

—Y seguramente tú en otra habitación viendo televisión. — asintió a la afirmación del azabache. —Ya lo sabía. — el de ojos rojos comenzó a negar una y otra vez, tan insensible y poco considerado llegaba a ser con su ahora esposa, no quería pensar en cómo iría esa relación a largo plazo; aunque pensándolo bien, ¿cómo lograron vivir durante un año de noviazgo?

—Que aburrido eres capitán. Si hubiese sido tú, yo no hubiera soltado a Elaine, ni el pijama se alcanzaría a poner. — comenzó a soñar, pensando que tal vez necesitaba unas vacaciones con su amada esposa y su pequeño hijo.

—Yo hubiese preferido broncearme o pasar un buen rato en el agua con mi esposa. — continuó el menor. —¿No hiciste algo más interesante con Elizabeth o algo? Mínimo la tomaste de la mano y la fuiste a llevar a un paseo nocturno. — claro, esas largas caminatas que la albina iniciaba fueron lo que los llevó a profundizar el uno con el otro, desde conocer pequeñas anécdotas del pasado, hasta revelar temores, pero eso era algo de lo que ellos no debían enterarse.

Tal vez sonaba posesivo o territorial, pero compartir alguna experiencia vivido con ella era tan gratificante que no quería compartirlo con alguien más ni con palabras; prefería que eso se quedara entre los dos como su mejor excusa del porque seguían juntos. Por esos momentos.

—Elizabeth es la que salía sola sin mi compañía, le gusta la soledad. — respondió antes de darle un trago a su cerveza manteniendo su postura. —Fue mejor así.

—Tú no sabes tratar a una dama. — afirmó Ban de brazos cruzados. —Escucha amigo, ahora es tu esposa, debes ponerle una atención. Ya sabes, dile algo bonito, regálale una flor de vez en cuando o yo qué sé.

—Eso es innecesario. — y no lo decía por su repulsión a la cursilería, si no que la mujer era tan precavida que sospechaba de cualquier halago o regalo recibido. Si algo aprendió de ella era que amaba las acciones de las personas y no cosas materiales ni con palabras que fácilmente se pueden forzar a decir, pero eso era algo que su hermano y mejor amigo no entenderían.

Su conversación alrededor de las féminas continuo un buen rato entre tragos y tragos, de vez en cuando molestando al pequeño rubio con temas subidos de tono, más siempre lograba mantenerse rígido y hostil al respecto; sin embargo, jamás notaron al hombre peli plateado que escuchaba atento su conversación, pues el nombre de "Elizabeth" era algo que estuvo llamando su atención desde hacía un rato.

Esa mujer era un hambre codiciosa que él anhelaba y estaba seguro que lo tendría.

[...]

—Entonces ya dinos, ¿qué tanto hicieron? — perdió la cuenta de cuántas veces estuvieron haciéndole la misma interrogante y sus variantes, pero la de ojos bicolores se mantenía nerviosa y con las mejillas en rojo.

—Ya les dije, dormí mucho, pedí cada uno de los dulces de cortesía, me quedé viendo películas y los atardeceres. ¡Son maravillosos! — se apresuró a decir esperando que algo llamara su atención y se desviaran de sus intentos envolventes de más dudas.

—¿No viste el atardecer con Meliodas?, hubiese sido romántico. — mencionó la pelirroja entonando un liviano suspiro.

—De romántico no tiene ni un pelo. — mencionó por el hecho que sí estuvieron en ese panorama, pero para molestarse entre sí. "Aunque es adorable".

—Me gustaría un buen poema al atardecer de la playa. Aunque fuera de Shakespeare, Darío o Whitman.

—Lo que me gustaba cuando oscurecía, era cuando las playas se iluminaban por un efecto de organismos marinos y algo así. — finalizó sin darle mucha importancia al asunto, después de todo ella no paró de ver dicho espectáculo.

—¡¿En serio?! — exclamaron las mujeres al unísono.

—Hubiese sido un lugar hermoso para ya sabes... — las finas cejas de la ojizarca se alzaron un par de veces con picardía. —Ya dinos la verdad, ¿hicieron algo más?

—Si claro. — mencionó despreocupada. —Lo aventé como pato al agua. — lo que fue una montaña de preguntas embarazosas terminó en avalancha de risas y carcajadas entre las mujeres.

[...]

—Ya es tarde y me siento mareado. — mencionó el rubio de sonrojadas mejillas, tratando de agarrar su tarro, pero su visión estaba tan distorsionada por el alcohol que se le hacía difícil tomarlo. Sin embargo, al tomar el asa de dicho recipiente, al momento de querer tomar un trago, se derramó en su camisa. —¿Huh?

—¡¡Yo estoy muuuuuuy feliz ~!! — vociferó melódico el albino a la par del sonrojado azabache de mejillas las rojas que un farol de nochebuena.

—Gelda va a matarte. —advirtió de antemano al menor que poca importancia le brindó.

—Sip...¡hip!

—Ya vámonos. — rezongó soltando un bostezo. El peso del viaje de regreso fue agotador y el alcohol en su sangre no era de ayuda, debía aprovechar que aún estaba consciente para regresar junto el menor que estaba mucho peor.

Mientras tanto, Elizabeth veía desde el sillón a la rubia caminar de un lado a otro en angustia y sus uñas terminado entre sus dientes.

—Le dije a ese hombre nada de beber y ¡míralo!, haciendo lo contrario. — refunfuño en un gruñido. Pocos minutos pasaron antes de que la puerta se abriera dejando a los hermanos a la vista. —Y hablando de don borracho... — Meliodas apenas y podía mantenerlo de pie dado que también estaba algo mareado que tuvo que conducir muy lento para evitar un accidente. —¡¿En dónde diablos estabas?!

—Por ahí. — dijo poco tangible.

—Lo siento, lo descuide un rato. — y sin importarle, soltó al azabache dejándolo caer en el sofá con un quejido.

—Vamos Zel, tienes que dormir. — apresuró su esposa a tomarlo del brazo y ayudarle a subir a la habitación.

—Sip... Hip, amorcito... — fue lo último que dijo antes de dejarse ayudar por la rubia.

—Ven, también debes dormir. — se estiró soltando un bostezo llamando la atención del mareado chico.

—No me digas que te quedaste por mí. — esta forzó un puchero.

—No te sientas especial; por mí me hubiese dormido, pero no iba a dejar a Gelda esperando sola. — se excusó caminado por la escalera e ir a la habitación seguida por el rubio que soltó un resoplido de indiferencia; sin embargo, no evitó ver el cuerpo de la mujer apenas cubierto por una tela rosada.

A diferencia de su pijama anterior, este carecía de mangas que lo privaran de sus hombros y se mostraba más corto.

—Huh, ¿es nuevo ese camisón?, es lindo. — se le escapó decir. "Y se ve fácil de quitar". Pensó con cierta perversión.

—Si, es temporada de calor y no quiero sudar. — una vez dentro la habitación, le dirigió una mirada serena y somnolienta mientras se acomodaba para dormir. —Quítate la camisa, se ve que regaste la cerveza encima.

—¿Es eso o quieres verme si ella? — frunció el ceño, pero la de cabello plateado solo caminó a él tanteando su mejilla dándole falsas ilusiones. Inesperadamente tomó ambas mejillas contra sus dedos sacándole un quejido.

—No, realmente quiero que te quites eso para irme a dormir a gusto, pero si tu ego no lo entiende, entonces duérmete como quieras. — lo soltó para regresar a la comodidad y darle la espalda.

—Está bien, ya. — rodó los ojos con las mejillas aún rojas de su brusca acción. Olvidó por un momento que cuando tenía sueño, su actitud se tornaba más agresiva de lo normal. 

.

.

.

Se nos acabo la luna de miel, pero no todo es malo, hay muchas cosas que resolver y Elizabeth tiene cada vez más dudas que antes, ¿creen que lo hable con Meliodas o investigará por su cuenta?

No hubo mucha información al respecto más que preguntas muy pillas, pero ya les soplé que personaje se acerca ÙwÚ, de hecho... el siguiente capítulo es el bueno, ya verán porque ^^

Sin más, gracias por leer.

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