Capítulo XXV

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Se me pusieron creativos con las respuestas, huh XD 

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—En serio madre, ¿no se te pudo ocurrir un vestido más... revelador? — estiró la tela roja con un poco de incomodidad. La albina lucía un vestido rojo cereza que caía como cascada al suelo con un sugerente escote en el pecho y una hendedura que iniciaba del muslo izquierdo dejando al descubierto su pierna.

Elizabeth se sentía algo incómoda por la tela ajustada a su silueta, pero su madre insistió mucho en escoger su atuendo para la ocasión, fue error acceder. Sobre todo, le incomodaba imaginarse la reacción del rubio, ¿la vería muy vulgar o le sería indiferente? Lo más probable era que ni se fijaría en ella.

—Te ves linda no te quejes. — la rodeo mirándola de pies a cabeza, asegurándose que estuviese en orden. —Solo no te muevas mucho, un movimiento en brusco y el listón puede romperse.

La albina observó en el reflejo aquel moño que sujetaba literalmente todo el vestido. Como lo mencionaba su madre, si se llegaba a desatar su atuendo caería.

—Mejor me pongo otro, se ve que lloverá y me dará frío. — uso de excusa para quitarse esa estorbosa y sofocante tela, sería más prudente ponerse algo más simple y que le cubriera lo suficiente; sin embargo, el timbre llamando en la entrada arruinó su plan.

—Creo que ya no hay tiempo. — una sonrisa victoriosa se asomó en el rostro de su madre. —Termínate de arreglar, yo voy a atender, solo no tardes mucho. — dicho esto, la mujer desapareció de la habitación de su hija para ir a recibir aquellas visitas.

La oji bicolor solo acomodó su cabello suelto sobre sus hombros buscando cubrirse un poco, prosiguió con colocar un bálsamo cereza sobre sus finos labios. No era necesario hacerse más retoques, solo era una simple ceremonia aburrida.

Mientras tanto, la señora Goddess se encontró con la grata sorpresa de encontrarse con los hermanos Demon vestido de traje negro y la rubia con un hermoso vestido ocre con un sugerente escote en forma de "v" que iniciaba de entre los senos hasta el cuello.

—Meliodas, Zeldris...— invitó a pasar, el clima comenzaba a dar indicios de lluvia. —Gelda, estás preciosa.

—Gracias señora Goddess. — se ruborizó ligeramente ante tal halago. Un resoplido por parte de Zeldris llamó la atención.

—¿Otra vez tendremos que esperar? Primero Gelda y ahora Elizabeth, seguramente tardará horas. — su esposa soltó una risita.

—Me ofendes amor mío, el tiempo es valioso para una mujer.

—Tranquilos, ya estoy aquí. — vociferó la voz de la albina al momento que bajaba con cuidado las escaleras. —Lamento la demora.

Los discretos ojos de Meliodas la miro de pies a cabeza embolso; el color resaltaba en contraste con su piel pálida y su silueta femenina resaltando curvas tentadoras... se preguntaba si podría acoplar su mano en el corvo de su cintura.

—Bien hay que irnos, papá nos estará buscando y no queremos llegar tarde. — informó el azabache.

—Nos vemos señora Goddess. — la pareja de casados se adelantó en el camino de regreso al vehículo que dejaron aparcado.

Meliodas tragó un nudo en su garganta, ¿sería grato halagar su persona? Decidió no hacerlo, solo se limitó a tomar su mano para entrelazarla con la suya sin antes dirigirse a la mujer.

—¿Segura que no nos acompaña? — la peli plateada mayor negó levemente.

—Le dije a Froi que tenía unos pendientes, pero diviértanse ustedes. — el rubio soltó un suspiro.

—Entonces la traeré personalmente.

Ambos salieron de la vivienda siendo recibidos por una ligera ráfaga que erizó la piel de la fémina.

—Oye, no soy una niña a la que debas cuidar ¿sabes? — mencionó con un pequeño puchero a lo que este sonrío con travesía.

—No es eso. No debo dejarte libre por ahí, eres un peligro para el resto, nishishi. — los bicolores rodaron con sarcasmo.

—Que gracioso.

[...]

—Bien, vamos Zel; nuestro padre dará un discurso a los empleados en un par de minutos. — indicó el mayor provocando que el azabache soltara un quejido de pereza.

—No tengo opción. Las dejamos un rato. — antes de irse le dejó un casto beso en los labios de su esposa, acto seguido se retiró junto a su hermano en busca de su progenitor que seguramente estaría con Fraudrin en una de sus charlas llenas de carcajadas y malos chistes.

—Ven Eli, necesito un vino para no morir de aburrimiento. — su concuñada solo la tomó de la muñeca y la guió hasta la mesa donde ofrecían lujosos vinos en pequeñas copas.

Mientras Gelda se entretenía con la variedad de vinos Merlot, la atención de la albina se vio distraída con la repentina presencia de una mujer de largos cabellos lilas y ojos negros acompañada de un hombre pelirrojo.

—¿Goddess? — cuestionó con voz melosa. La aludida asintió incomoda. —Un placer, Melascula, secretaria del señor Demon. Nos hemos visto antes.

La peli plata amplió los ojos. ¡Era la misma que estuvo vigilándola todo este tiempo al momento de aspirar a ser "La Señora de Demon"! Debió suponer que era alguien muy cercano a la prestigiosa familia, aunque recordándolo bien, a diferencia de las otras chicas, Melascula anotaba muchas observaciones de ella, lo que le hizo creer que la echarían en seguida, cuando en realidad fue lo contrario.

—Si, ya la recuerdo. — titubeo.

—Vaya que forzar tu torpeza y malos modales fue contradictorio. — se burló. —Pero no iba a funcionar si les decíamos que señor Meliodas buscaba todo menos una chica falsamente correcta, pero no te sientas mal, tienes un corazón fiel y sincero, eso es lo que cuenta. — hizo una breve pausa. —A pesar que Meliodas no es fan de los sentimientos.

—Ya veo. Lamento las veces que fui grosera durante la primera entrevista. — no mentía. Recién llegó y al momento de entrevistarla ella no soltaba más que respuestas con ironía o sarcasmo al punto de desagradar a algunos.

—No hay de qué disculparse, fuiste tu misma después de todo. Disfruta la noche. — dicho esto, se fue con una copa entre sus manos dejándola algo aturdida.

La mujer era de una personalidad muy calmada, de gélida crítica y amable trato, incluso daba miedo su forma de analizar.

—Ugh, veo que conociste a la víbora. — interrumpió la rubia dando un pequeño sorbo del líquido rojizo. Esta le vio extrañada por singular forma de referirse a esta. —Así le dicen por su maña de indagar en vidas ajenas. Es buena persona una vez que la conoces, pero tiene una mala fe.

—Eso es raro.

Tanto Gelda como Elizabeth se veían algo ofuscadas por el alrededor, el ambiente era algo aburrido y no escuchaban más de bocas en bocas su relación con los Demon o cómo eran sus días en sus puestos laborales, e inclusive cuchicheaban tanto de la rubia como la peli plateada.

Sin embargo, tan pronto como Zeldris se desocupo de las cuerdas de su padre no dudo en ir con su amada esposa dejando unos momentos a solas a Elizabeth. De principio no fue tan malo, se presentó ante varios cordialmente, encabezó algunas conversaciones de manera más respetuosa posible evitando sus comentarios o burlas; no fue tan difícil, conoció a personas realmente agradables y amables, y otras algo de actitudes pesadas.

Nada podía salir mal mientras esperaba la presencia del oji verde, o eso creía...

—¡Pero mira a quien me encuentro! — los ojos zarcos captaron la figura masculina de Ban acercándose a ella.

—Oh no...

—¿Qué tal linda?, ¿el capitán te dejo sola? yo puedo hacerte compañía si lo quieres. — insinuó, extrañamente manteniendo un espacio prudente, pero sus intenciones brillaban en sus pupilas dilatadas.

—Que amable de tu parte, pero no gracias. — algo nerviosa y temerosa de que alguien malinterpretara la situación, buscó insistente al rubio con la mirada, esperaba que su presencia calmada la actitud del albino.

—¿Qué pasa aquí? — como si sus plegarias fueran escuchadas, Meliodas apareció frente a ambos peli blancos.

—Capitán, solo hablaba con tu hermosa novia.

Una mirada sospechosa que dirigió a su pareja; parecía incómoda y alterada.

—Elizabeth, ¿Qué tienes? — esta negó levemente dando un paso atrás.

—Nada, solo quiero ir a... — Ban la tomó por la espalda impidiendo que se marchara.

—¿Tan pronto te vas? espérate un momento más, princesa. — Meliodas frunció el ceño, este pegó su cuerpo al de ella causando un ligero desagrado. El gesto de la mujer se mostraba asustado, buscando ayuda con la mirada.

—Ban, suéltala.

—Capitán, ¿estas celoso? — ignorando sus palabras, la albina solo miraba a su alrededor esperando que nadie más estuviese presenciando tan incómodo escenario. —Digo, no te la voy a quitar, solo te la pediré prestada y luego te la regreso. — Elizabeth gruño indignada.

—¡Oye!, yo no soy un...

—Los mejores amigos se prestan las cosas, ¿no? — su mano apretó su cuerpo contra el suyo, tomó su mentón para mantenerla quieta frente a su rostro.

—¡Hey!, no, no... — Meliodas no lo tolero, había cruzado su límite.

—¡Ban, ya basta!, ¡esto no era parte del trato!

El par de ojos se ampliaron después de esto y unas miradas cercanas captaron la escena. Meliodas habrá sido capaz de...

—¿Trato? — forcejeo sus manos en su pecho para apartarse con brusquedad. —¿Qué trato, Meliodas?, ¿de qué está hablando? — ahora se dirigió titubeante al rubio de semblante gutural, ¿Cómo debería decirle?

—Yo también quisiera saberlo, Ban.

El trío observó a una mujer rubia vestida de blanco con al menos unos cinco meses de embarazo. La mujer poseía una mirada miel fulminando al nervioso albino.

—E-Elaine. — vacilo.

—Usted es...

—Perdón, soy Elaine... — se dirigió a Elizabeth con una sonrisa amable. —, la esposa de Ban. — finalizó soltando un bufido dirigido a su marido.

—Déjamelo explicarte mi hadita. Yo...

—Silencio Ban. — su tono de voz cambió drásticamente. El varón se vio abrumado.

La Goddess no comprendía que sucedía; primero Ban exagero sus insinuaciones galantes frente a Meliodas, después da mención de un trato entre ambos y ahora, por si ya no fuera mucho, una mujer embarazada afirmaba ser la esposa del albino.

—Meliodas, ¿Qué clase de broma es esta?, ¿Qué tipo de trato?, ¿Por qué hacer esto?, ¿Por qué? — su voz tembló ligeramente.

—No confiaba en ti, es lo que sucede. — lo dijo de una manera tan seca que rompió la frágil confianza de la albina sin saberlo. —Cuando recién llegaste, debía asegurarme que no fueras ese tipo de mujer ruin que dañaría mi imagen con cualquier otro hombre, así que le pedí a Ban que te pusiera a prueba, pero al parecer se excedió.

Los verdes repelaban contra los rojos, aunque en este momento no temía a su mejor amigo si no a su mujer.

Elizabeth se sentía mal, se sintió nuevamente tonta e ilusa creyendo en las acciones del rubio, nuevamente tenía ese miedo que la atormentó tantos días en el pasado. Creía que Meliodas no la dejaría volver a sentir esa depresión, pero dio un salto imposible de un acantilado.

Sus bicolores se enfocaron en la rubia de bajo tamaño.

—Y-Yo lo siento... Lo siento, Elaine, no sabía... — esta sonrió negando con la cabeza.

—Tranquila, Ban me lo contó todo, pero parece que tengo que ponerle altos. Discúlpame a mí por permitirlo.

—Lo siento Elizabeth, creo que si me excedí. — Ban ahora rascaba su nuca de manera nerviosa. A la mujer no le salían las palabras, no sabía cómo actuar ante esto.

"Eres muy ilusa, Elizabeth, te confías demasiado..." las palabras de Mael de cierta forma siempre volvían para recordarle su absurda benevolencia y lo patética que llegaba a ser. Nuevamente fue parte de un juego donde la afectada era ella.

—Con permiso.

Solo les dio la espalda a los hombres y salió de la vista de todos con el corazón retumbando, su estómago se contrajo dolorosamente dejando que los vidrios de agua formados en sus ojos se hicieran añicos.

—Estas muerto, capitán. — se burló del más bajo, sin embargo, Elaine soltó un gruñido de desaprobación.

—Y tú también.

—Oye, Elaine tranquila, no debes estar de pie, debes reposar. — esta lo ignoro caminando del lado contrario. Realmente estaba furiosa por la actitud inmadura del par y en parte decepcionada de sí misma por no ponerle altos a su marido. —Linda, ven...

—Ahora no, estoy muy molesta contigo. — Ban, sin dudarlo un segundo fue detrás de ella, dejando al rubio que no despegó la mirada de aquella dirección.

Maldición, hecho a perder todo. Se apresuró a alcanzarla ignorando las miradas curiosas que lograron percatarse de lo que había sucedido, con suerte eso quedaría olvidado en unas semanas.

—Elizabeth. — llamó, pero ella no se detuvo. —Eli, espera. No es tan malo como parece. — sin embargo, al momento de tomar su muñeca ella le volteo a ver con una fulminante mirada furiosa, pero esto no fue lo que le estremeció, si no el hecho que estaba llorando por su culpa.

—No tienes idea de las ganas inmensas que tengo de estrellar ese lindo rostro contra la pared. — maldijo entre dientes. —Eres un idiota, vaya que jugar de esa manera es divertido, ¿no?

Esto frustró al rubio.

—¿Qué querías que hiciera? No confió en ti después de todo. — soltó en un gruñido, pero tarde se dio cuenta después de ver una punzante desilusión en sus ojos bicolores. Decepción era lo que desbordaba de esa tempestad.

Se soltó bruscamente de su agarre y se dio la vuelta para continuar su camino.

—¿Adónde vas? — no recibió respuesta. —Elizabeth, detente. Escucha, no debí hacer eso; lo siento, no quería...

—Lo hiciste. — se detuvo a responder. —Fue estúpido creer que confiabas en mí, así como yo lo hacía por ti. — Repentinamente ya está frente a él cara a cara. —¿Sabes todo lo que tuve que soportar y todo pensando en ti?, detestaba la idea que perdieras a tu único mejor amigo que solo pude marcar distancia para que no se pasara los límites. Yo jamás hubiese traicionado tu confianza de esa manera, pero tampoco quería que perdieras a alguien querido cuando en realidad solo me tenías a prueba por tu inseguridad.

Esperaba que le gritara, que lo insultara o incluso le diera un golpe, pero se mantenía tranquila para no llamar la atención, toda esa explosión de sentimientos lo guardó para sus adentros.

—Pero demostraste que puedo confiar.

—Es lamentable, porque ahora tú serás quien deberá ganarse mi confianza. — limpió las lágrimas de su rostro. —¿Querías jugar?, creo que ahora es mi turno.

—No digas estupideces.

—Tu no hubieses hecho estupideces. — el rubio tembló ligeramente por su mirada. —¿Tan inseguro eres?, pudiste haber contratado a cualquier zorra y le hubieses pagado. Hubiera sido lo mismo con la diferencia de que a ella no le dolería esto.

—Elizabeth...

La aludida retrocedió de él al momento que este se acercó. No lo entendía, normalmente esta situación no se hubiese dado, pero él fue detrás de ella, le frustraba verla llorar, le incomodaba su rechazo. Dolía no poder expresarlo.

—Lo siento, Demon, pero necesito un poco de espacio. — apareció la rubia de ojos rojos detrás de la pareja que parecía estar buscando a su amiga.

—Elizabeth ahí estabas, ¿Qué tanto sucedió? — el rostro de la aludida se tensó en una sonrisa amable.

Había vuelto a cómo la conoció. La mujer hostil de sonrisas falsas y desconfiada con el mundo.

—Nada Gelda, un pequeño desacuerdo como todas las parejas las tienen. — la oji rojo le dedicó una mirada sospechosa a su cuñado, pero no logró hallar culpabilidad entre tanta indiferencia. —¿Me acompañas al baño?, creo que el listón se aflojó un poco. — está asintió.

Ambas féminas se retiraron al baño más cercano entre pláticas triviales, evitando tocar el tema de aquel escenario, dejando al rubio soltando un largo suspiro sin percatarse de la presencia de su hermano menor.

—Meliodas, ¿Qué le hiciste?

[...]

El resto de la velada fue algo agradable para los invitados, pero la madrugada los alcanzó en la noche obligando a algunos a retirarse de poco en poco quedando solo unos cuantos empresarios entre sus pláticas infantiles con un fino vaso de whiskey mientras mostraban sus relojes caros en la mano izquierda. Sin embargo, la albina no hizo más que olvidar lo que pasó dando tragos secos a copas de vino tinto preocupando un poco a la rubia ya que, al parecer, la furia la hacía más tolerante al alcohol.

—Elizabeth. — la aludida observó sin hablar al rubio. —Ya es tarde, te llevaré de regreso a tu casa. — soltó un suspiro. Solo dio un último sorbo ignorando el agrio sabor seco raspando en su garganta y se despidió de Gelda.

No podía evitar hacer una mueca, el vino al parecer le causó una punzada en su cabeza o quizás solo eran sus emociones atrapadas como en una olla de vapor a presión. Necesitaba sacarlo, pero no era prudente, no lo era; solo esperaba llegar a su casa para encerrarse en su cuarto y desahogarse.

Se limitó a ignorar la mirada verde mientras sentía el viento picar en sus mejillas húmedas, el panorama nocturno entorno a luces de la ciudad lluviosa era mucho más atractivo que prestarle atención al hombre que iba conduciendo, por otro lado, para Meliodas era difícil descifrar ese estado de ánimo en sus ojos apagados, solo la vio encogerse por el frío.

Aprovechó una luz roja para retirarse el saco y dárselo.

—Toma, puedes enfermarte. — no era tan orgullosa como esperaba, sin expresión lo aceptó y se envolvió en el sobre sus hombros, soltando un suspiro por sentir un poco de calor a pesar de que la situación entre ellos dos ahora estuvieran frías.

—Gracias. — alcanzó a musitar en voz débil. Meliodas apretó los labios inquieto.

—¿Tanto te importa lo que pasó? — escucho un bufido.

—Perdón por ser una persona de ostensibles emociones. — ¿Qué tan agotada debía estar emocionalmente como para no exaltarse? Prefirió no preguntar.

Después de minutos, Meliodas ya la acompañaba sosteniendo un paraguas sobre sus cabezas en la puerta de su hogar esperando a que ella buscara su llave para entrar, pero para sorpresa de ambos, la señora Goddess abrió sorpresivamente la puerta frente a ellos.

—Buenas noches señora Goddess. Lamento la hora. — Meliodas fue el primero en hablar. La joven no tardó en entrar rápidamente al hogar buscando cobijarse del clima frío.

—No hay problema, pero ya es muy tarde y el clima está empeorando, ¿en serio irás de regreso? — ese instinto maternal despertó, pero antes de que pudiese negarse, Elizabeth interrumpió.

—Estará bien mamá, estoy segura que no le importará. — Inés descartó cualquier otra razón por la cual la de ojos bicolores estaba siendo grosera, solo lo asocio a su infantil hostilidad.

—Eli, es muy tarde y es peligroso manejar así. — insistió la mujer. —No discutamos más, Meliodas hay un cuarto al lado de el de Elizabeth. — Meliodas negó con la cabeza.

—No es necesario. — insistió. La verdad es que no podría dormir tranquilo, menos estando cerca de la mujer a la que traicionó por creer que ella lo haría cuando solo era fiel a su palabra; sin embargo, Inés, al igual que su hija era muy insistente y tenaz.

—Yo digo que manejar por esos rumbos es peligroso y más con esa lluvia, no seas terco y pasa. — por más que intento hacerse para atrás no podía ser grosero con generosa invitación de la mujer, esos ojos zafiro eran cálidos y maternales que le terminaron convenciendo entre dientes.

—Gracias.

La mujer sonrió para mirar ahora a su hija que, si no fuera que aún estaba somnolienta, hubiese notado esa tristeza en los ojos de la peli plata.

—Elizabeth, muéstrale la habitación. — indicó. —Deben dormir, ya es tarde. — la aludida asintió.

La menor solo le hizo una seña a su pareja de que la siguiera hasta la segunda planta por las escaleras, acto que este captó, yendo detrás en seguida sin decir nada, solo acostumbrándose a su silencio.

—Es esa, Demon. — señaló la puerta a la vez que le regresaba el saco que le había prestado. La manera en que decía su apellido era tan lejana, pero sin detonar desprecio alguno; era un alivio, al menos no lo repudiaba. —Buenas noches.

Sin dejarle decir nada solo se encerró en su habitación ahogándose en una bocanada conflictiva al retener su necesidad de gritar. Solo necesitaba un baño tibio e intentaría dormir, al siguiente día intentaría hablar de manera civilizada ese problema, eso hacían las parejas ¿no? 

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Aww, tuvieron su primera pelea de pareja XD. Díganme, ¿Cuántos enojados aquí con Meliodas? 

Creo que mencioné una vez que incluso volverían a su actitud de antes y comenzarían de nuevo, pues es aquí donde todo su avance se fue bien bonito a perderse por los senderos de la vida :3

Tranquilos, todo se resolverá... creo XD.¡ Nha!, no se crean... o ¿si? Anyways, solo les digo que esto se pondrá algo bonito, no romántico, pero si bonito; ya saben que amo el drama antes de las tragedias.

Bien, es todo, sin más, gracias por leer.

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