Capítulo XXXIII

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¿Por dónde debía comenzar para empezar? Son tantas cosas las que se debían tener en cuenta para comenzar a organizar, para empezar, Meliodas se lo dejó a su disposición y gusto; sin embargo, ¿Cómo sabía si hacía algo que a él le desagradaba? Tal vez no debía tomar tanta libertad pensándolo bien.

Por otro lado, el tiempo, ha escuchado por bocas ajenas que se han tardado incluso más de un año en organizar una boda y aun así siempre salía algo de imprevisto. ¡Mierda! ¿Si algo salía mal?

No estaba alegre e irónicamente se preocupaba porque fuese un desastre.

—Primero que nada, las cosas básicas debes discutirlo con Meliodas. — la interrogante acosó la pequeña mente de la albina. —Ya sabes, los invitados, las fechas, colores, todos esos pequeños detalles debes discutirlos con él, así puedes darte la idea de cómo comenzar a estructurarla. — aconsejó la rubia de labios rojos.

—Pero... — por una razón logró adivinar esa duda.

—Déjame adivinar, te lo dejó a tu elección todo para que te sintieras cómoda. — asintió. Gelda rodó los ojos en un suspiro exhaustivo. —¡Demons! Zel me hizo lo mismo; tuve que jalarle sus lindos cabellos ya que él no quería ayudarme cuando nos casamos. Se puso a dramatizar de más, parecía un niño.

—En pocas palabras, oblígalo a que te ayude. — confirmó la rubia contraria. —Un objetivo importante en una pareja comprometida es trabajar juntos y saber comunicarse. ¿Qué mejor discutiendo sobre la boda?

Elizabeth lo medito unos segundos, tenían razón. Estaba insegura, hablarlo con él sería incómodo y necesario para que este matrimonio se lleve de la mejor manera y factible para ambos.

—Entonces, tendré que hablar con él más tarde de esto. — la verdad pensar solo le robaba el aire, ni empezaba y comenzaba a marearse de tanto peso encima que esto le generaba o simplemente eran sus ganas de huir lo más lejos posible del continente si era necesario.

Después del compromiso, descubrió que planear unas nupcias era aún peor.

— Elizabeth. — llamó más autoritaria la de ojos fucsias dejándola tena en su lugar. —¡Una boda se planea con mucha anticipación!, te recomiendo hablarlo de una vez. — antes de que pudiese oponerse, está no le permitió hablar. —Sin rechistar ni peros, vete ahora señorita. — se vio incrédula, ni su propia madre le hablaba tan autoritaria. Solo se cruzó de brazos.

—Bien...

[...]

Estaba tranquilo y relajado después de tener algo de tranquilidad y sin ningún molesto aparato móvil resonando incesante; no creía que la gente insistente era aún más estresante que su propio trabajo, pero al menos ya no debía preocuparse de eso por un largo rato, o eso pensaba hasta ahora...

—¡¡Capitán!! — otro problema asomándose. Su mejor albino de ojos rojos interrumpió abruptamente en la puerta. —¡Felicidades amigo! Al fin te vas a casar. No sabes lo feliz que estoy por ti. — fingió limpiar una lágrima falsa.

—Gracias Ban. Si vieras que yo también. — respondió con poco ánimo y amargo sarcasmo. No le molestaba, pero inundarse de las mismas palabras desde toda la mañana le parecía agobiante hasta innecesario. En cambio, su mejor amigo soltó una cantarina bocanada armoniosa, perdiéndose en el romance que emergía de la situación.

—El matrimonio es hermoso; te das cuenta que tu mujer no es tan adorable como crees. Con Elaine era amor y cariñitos cuando solo éramos unos adolescentes enamorados, después de casarnos, me insulta y parece conejo. — Meliodas torció una mueca, no sabía si lo hacía a propósito o definitivamente el albino era innecesariamente explícito con su vida íntima.

—No necesito saber todo lo que sucede en tu vida conyugal, ¿sabes? — el más alto soltó una risa negando. Que pobre ingenuo si cree que sabía lo que significaba un "cónyuge".

—Mi amigo, no sabes lo mucho que te puede sorprender en el matrimonio.

Mientras tanto, después de discutirlo y ser literalmente obligada por Derieri, la de ojos bicolores se encontraba suspirando con nerviosismo y algo cohibida por las fugaces miradas de su alrededor. Sentía aún más cercanas los susurros a sus espaldas, esa extraña aura de duplicidad al notar su presencia en ese edificio. Definitivamente estar con el rubio no sonaba como mala idea en esos momentos.

Aclaró un poco su garganta y avanzó a donde se encontraba aquella secretaria de mirada azul totalmente concentrada en su trabajo.

—Hola buen día, ¿sabe si...?

—¡Señorita Goddess! — interrumpió antes que pudiese terminar de formular su pregunta, dejándole una expresión extraña a contraria. ¿Qué es ese cambio de compostura? Primero se portaba deliberadamente indiferente y grosera con ella, ahora parecía que le tenía hasta miedo. —El joven Demon estará feliz de recibirlo en su oficina.

—Eh, ¿gracias? — esta le dejaba el paso libre a la oficina y ni se tomó la molestia de avisarle su presencia. Se hundió de hombros y solo esperaba no interrumpirlo, sin dejarse de preguntar de la actitud tan formal de la peli verde. "Que extraño; tal vez sea por el tema del compromiso". No debía ser otra cosa. Ser parte de esa prestigiosa familia era un boleto al respeto liberal por parte de la mayoría.

A medida que se acercaba, lograba escuchar una segunda voz con su prometido, al menos no estaría interviniendo en algún asunto importante. Sin embargo, su mueca no se hizo de esperar al encontrarse con la presencia del mejor amigo del rubio hablando de lo que parecía ser como su mujer lo controlaba a su merced.

—Luego de eso, te mandaran a lavar, planchar, cocinar... — suspiró. —En si, ¡tu mujer te hará su esclavo! — Meliodas solo escuchaba atentamente sin opinar con su puño en la sien esperando a que ese albino terminara de quejarse de lo mucho que "sufría" siendo domado por su adorable esposa.

—Meliodas. — el rubio recuperó su compostura al ver aquella mujer caminar hacia él con una expresión difícil de adivinar.

—Elizabeth.

—¡Elizabeth!, es un gusto verte de nuevo hermosa. — antes de que este pudiese entonar otra melodía al momento de acercarse, esta dio un paso atrás en modo de defensa. Aún no podía tenerlo cerca de ella.

—Por favor aléjate o te meto una orden de restricción. — advirtió de mala manera causando la burla del más bajo. Ya no le veía el caso de seguir siendo amable con él, después de todo lo sucedido lo que podía hacer era solo alejarse hasta recuperar esa confianza.

—Pero no tienes que ser tan agresiva. — los ojos bicolores fruncieron. —Por cierto, felicidades por el compromiso, me alegra que se encontrara un buen partido. — no sabía si tomarlo como halago o sentencia. —Yo me retiro capitán. — este asintió agradecido internamente.

Una vez fuera del lugar, Meliodas no evitó mirar a la jovencita de expresión vacilante y algo inquieta mientras mordía sutilmente su labio inferior.

—¿Qué sucede, preciosa? — frunció el ceño, ¿en serio era necesario ese mote halagador? Sus mejillas solo se tapizaron en un leve rosado negando.

—Nada; solo quería hablar contigo respecto a nuestro compromiso. — tomó asiento frente a él mostrando determinación en su rostro. —Esto es algo de los dos y hay que hablarlo en cuanto tengas tiempo... — este tomó el teléfono de la oficina interrumpiéndola en seguida.

—Deldrey, que nadie me moleste hasta que Elizabeth se vaya, ¿de acuerdo? — la Goddess quedó boquiabierta. —Estoy accesible para ti; discutamos. — parpadeo un par de veces. ¿Ahora?

—Sabes que no debías. — el contrario sonrió entrelazando sus dedos de sus manos antes de posicionar su barbilla encima manteniendo esa expresión de ligera burla.

—Ya lo hice.

—Imbécil. — logro escuchar musitar.

—También te quiero. — bromeó soltando una bocanada. —Bien, ¿Qué quieres discutir exactamente? — respiró profundo. Realmente le causaba nervioso y cierto malestar que estrujaba su conciencia, más no podía sola o al menos eso fue lo que Derieri dejó en claro.

—Deberíamos empezar por el lugar, fecha y el número de invitados aproximado. — comenzó. — En base a eso es como puedo dar inicio al resto de los preparativos. — los ojos verdes se desviaron pensativos.

—Hmm, bien fecha, creo que ya lo tenemos establecido. El número de invitados, déjame hablar con mi padre y tu confirma con tu madre, pero solo los que consideres cercanos. No me mal entiendas, pero...

—A mí tampoco me gusta estar en multitud, no te preocupes por eso. No creo que de mi parte exceda de 50 personas. — ladeo una mueca. Incluso ese número era excesivo, pero tampoco se preocupaba, sería difícil juntar una cantidad más grande. —Bien, ¿el lugar?

—¿Quieres un lugar cerrado o abierto? ¿un salón quizás? — negó rápidamente con horror.

—Creo que mejor un lugar al aire libre. Me sentiré ofuscada encerrada con tantas personas. — Meliodas agradeció esto. Se tomó otro momento para pensar hasta llegar a una idea que quizás los dos estén de acuerdo.

—El jardín de la casa es enorme como para 200 personas aproximadamente, te puedes sentir más cómoda en un lugar que ya conoces. No tendrás que moverte mucho. — los ojos de la albina brillaron.

—¡Perfecto! — mantuvo un desdén pensativo, divagando en otras cosas que podría discutir en ese momento, por ejemplo, ¿una celebración civil o religiosa? —Huh, veamos. ¿Te molesta si es solo un registro civil? — este negó. —Bien. Debo comenzar a buscar los papeles que necesitamos para los trámites, los testigos, las invitaciones, las decoraciones. — poco a poco su pequeña mente comenzaba a divagar. —Quizás flores... no, flores no, tal vez solo listones o tal vez luces o quizás ambas combinadas, no mejor luces y flores...

¿En qué momento se levantó de su lugar y comenzó a caminar de un lado a otro? El Demon veía con curioso interés el repentino optimismo de su pareja a la vez que recitaba en voz alta sus gustos e ideas que tenía para dicha boda. Solo se encargaba de asentir o negar a cada sugerencia que salía de la boca de la albina, incluso parecían que las temáticas no terminaban, pues con cada nuevo detalle se le ocurrían nuevas ideas que incluso llegó a creer que podría ser buena en un ámbito creativo o artístico.

Y pensaba que ella no deseaba hacerse cargo.

—Parece que ya tienes todo bajo control. — pese a su negatividad y absurdas ideologías del matrimonio, le vio asentir con determinación infalible. ¿Era normal que incluso eso le pareciera atractivo? No iba a negarlo, le gustaba su repentina exaltación y agresividad, pero simplemente le dejaba sin palabras cuando tenía una certera indudable.

—Algo así, se me acaba de ocurrir de hecho. — admitió. Era como si de pronto comenzara a visualizar dicho día, aunque no lo esperaba, tenía algo indescriptiblemente emocionante que la motivaba. —¿Te gustaría las flores o luces? En lo personal las rosas amarillas suenan como una buena elección o las blancas ¡o ambas! No, en vez de rosas, margaritas... hum, es difícil decidir.

—Creí que irías por flores rojas. Ya sabes, son las que comúnmente usan al igual que las rosas. — la contraría negó.

—Son muy clichés y muy comunes. — realmente amaba las flores rojas, más las rosas, pero pensar en usar un color simbólico de amor en un matrimonio sin él, no le parecía necesario. Sería irónico. —Hm, también podría incluir algo en color azul o verde. — Meliodas dibujó un rostro algo confuso, comenzar a querer experimentar con colores le parecía peligroso.

—Nishishi. Solo no coloques colores por montones y hagas de nuestra boda una especie de celebración abstracta sacada del vanguardismo. — soltó a reírse dejando a Elizabeth con una expresión sarcástica.

—Hilarante. — curveo la ceja soltando un suspiro. Por primera vez se tomaba algo en serio y el blondo se ponía a bromear, ¿Quién lo comprendía? —Bien, necesito dos testigos y tú deberías ir confirmando los tuyos.

—De acuerdo, es sencillo ¿quieres discutir algo más? — lo pensó por un largo momento terminando por dar negativa a su respuesta.

—Por ahora creo que ya sé por dónde empezar o al menos me puede dar la idea. Así que, si me disculpas, debo hacer unas vistas y llamadas. — este asintió.

—Si necesitas algo más solo asegúrate de avisarme con anticipación, no siempre puedo cancelar compromisos. — debió suponer que ella no planearía algo tan grande sola y tenía razón, no podía dejarlo así solo a su elección si es que no quería un total desastre en caso que esta hiciera de las suyas.

—De acuerdo, lo haré por ahora tengo que hablar con mi madre y ver la cantidad de los invitados. También debo comenzar con las invitaciones y decoraciones. ¿Tal vez deba contratar un weadding planner o proveedores? Pero no me gusta lidiar con gente extraña con las que quizás termine peleando. — un puchero se dibujó en sus labios comenzando a inquietarse.

—Liz es diseñadora de interiores y tiene experiencia en el diseño gráfico y diferentes tipos de ambientes, puedo pedirle que nos ayude o te de mínimo un consejo. — Elizabeth se vio algo dudosa. —La conozco desde hace años y creo que preferirías alguien con quien ya has socializado. Sé que ella es de confiar. — tenía un punto, no convivió lo suficiente con ella como para juzgarla, pero al menos no le resultaba una completa extraña. Ella era una gran opción si es que era experta en lo que el rubio alegaba.

—Bien, dame su número yo la contacto. — espera, ¿ella iba a contactarla? Tal vez esperó a que él llamara, pero que ella decidiera por su cuenta era nuevo, aún más después de su última interacción.

Tomó una pluma y rápidamente escribió el número del contacto correspondiente a la ojizarca.

—Solo no se vayan a matar entre ustedes por un desacuerdo. — advirtió brindándole aquel número que en seguida guardó en su bolsa.

—No prometo nada, cariño. — retó sonriente. —¿Tanto te preocupo, huh? — Meliodas rodó los ojos; ese semblante burlón, comenzaba a iniciar otra de sus tentativas a la que claramente no caería o eso intentaría en dado caso.

—Tal vez. — se hundió de hombros. La albina no dejaría pasar la oportunidad, ¿Cuándo fue la última vez que hizo de las suyas? Si era un pequeño juego que tenían, ¿Qué de malo tenía intentar entretenerse? No era nada ilegal, después de todo eran una pareja.

—Yo creo que sí. — su rostro repentinamente cerca del suyo, una mano jugueteando en su hombro, su escote tentativo seduciéndolo. Luchó por no bajar aún más la mirada y perderse en cada curva que esa perspectiva brindaba; sin embargo, sus ojos también eran traicioneros que lo embobaban.

—Y yo creo que no es conveniente que ahora hagas este tipo de insinuaciones. — lejos de apartarla, solo le retaba a ver lo límites de su trastada oculta. Su rostro sereno atento a su facción, su mano tomando su barbilla limitándose a tocarla más y estampar sus labios con los de ella, solo esperaba que esto no llegara lejos.

—Meliodas, ya tengo las... — tal vez se adelantó a los hechos. Zeldris se mantuvo quieto frente al par de amantes que rápidamente tomaba distancia como si fuesen dos adolescentes descubiertos en uno de sus secretos encuentros. El mayor maldijo a su hermano en ese momento.

—Perdón joven Demon, yo le dije que no lo molestara, pero... — la pobre secretaría se encontraba alterada y añorando piedad por su empleo, por el contrario, el rubio suspiró.

—Tranquila Deldrey, puedes irte. — así lo hizo agradeciendo internamente. Pocas veces los Demon solían tener consideración ante el más mínimo error y que este la hubiese tenido, era considerado casi un milagro. —Zeldris, ¿podrías tocar antes de entrar?

—Por favor, continúen y finjan que no estoy aquí. — carcajeo en bajo logrando que ambos solo se desviaran miradas entre sí, acción que solo le causaba más gracia al azabache. ¿Por qué simplemente no admitían su mutua atracción? —Planeando la boda ¿eh?, asegúrense de no llevar a pianistas que me duermo.

—¡Cierto!, olvidaba el tema de la música y nupcias. — regresó a la realidad como si hubiese recibido un golpe; ¡aun había cosas que abarcar! y no pensaba dejar nada de lado. —Tengo cosas que hacer y poco tiempo. No vemos Zel, adiós Meliodas, hablamos después. — olvidando la bochornosa escena anterior, se marchó rápidamente del lugar mientras trataba de enlistar lo que necesitaba hacer mentalmente. Tal vez necesitaba más que simples consejos.

—¿Y? — ladeo una sonrisa.

—¿Y tú qué? — gruño arrugando el entrecejo. No sabía porqué sentirse frustrado. El hecho que no respetara su privacidad o por el hecho que se le ocurriera interrumpir cuando por fin tenía un acercamiento a la peli plata.

—¿Qué tal vas con tu tan amada novia? Veo que se divierten juntos. — una idea cruzó su mente en ese momento, tal vez como pequeña venganza por su grotesca interrupción no sería tan malo.

—Pensándolo bien, necesito tu ayuda. — los ojos del contrario brillaron ansioso y entusiasmado. Pocas veces se sentía con el privilegio de ayudar al mayor.

—Claro que sí, todo por mi querido hermano mayor, ¿Cómo te ayudo?

—Necesito una lista de invitados. — su sonrisa se desvaneció al instante. —Cuanto antes, por favor.

—Creo que estoy ocupado y... — el rostro de su hermano lo dejó sin escapatoria y sin más que balbucear. Ya había pasado antes por la planeación de una boda, pensar en lo mismo solo le hacía querer soltar berrinches y pucheros como un pequeño al que le obligaban a algo tan simple como tender su cama. —De acuerdo. — se dio por vencido. —Tanto discutí con Gelda de esto en nuestra boda y ahora de nuevo tendré que lidiar con esta pesadilla.

—No seas dramático. — rodó los ojos mientras el aludido soltó un grito interno. Odiaba planear bodas y lo comprobó con su esposa.

[...]

La noche había llegado y la albina en ningún momento se había detenido en su búsqueda de toda información que requería para comenzar a preparar aquella boda que esperaban más el resto que ella misma. Desde los papeles que necesitaba para el registro hasta calcular el tiempo que necesitaba estar al pendiente del resto de los detalles. Sin embargo, ahora se encontraba frente al computador con una taza de café a la mano y el teléfono en su oído izquierdo al llamado de Meliodas mientras recorría la lista de todos los nombres de sus familiares y amigos cercanos; agradecía que no eran muchos.

"¿Entonces un aproximado de 120 personas?", la albina concordó junto el rubio que no querían algo enorme y con desconocidos por donde quiera, solo una celebración más íntima para la comodidad de ambos y así evitar comentarios del exterior. "No son muchas, pero aun así considero que me sentiré incómodo entre tantos".

—No eres el único Demon, solo falta que lo confirmen o en caso que traigan algún acompañante y te recuerdo que no conozco a toda tu familia. — murmuró sin apartar la mirada de la pantalla pensativa.

Tenía sus familiares como primos más cercanos, Lionés, Pendragón, Archangel... entre otros apellidos conocidos y con los que más ha tenido cercanía, sin olvidar a algunos amigos cercanos que había hecho en la agencia con su madre.

"Lo sé, tranquila. Cambiando de tema, ¿Ya hablaste con Liz? Si no, yo le puedo pedir el favor; no tienes que lidiar con ella". Interrumpió. Elizabeth solo negó.

—De hecho, ahora mismo le iba a llamar, pero solo quería discutir ese tema contigo antes. — la puerta de la entrada principal se abrió revelando a su madre exhausta de tantas campañas a las que se vio enredada, más no deseo rechazar. —Te hablo mañana Meliodas, buenas noches. — con esto finalizó la llamada.

—Elizabeth, cariño, ¿Qué haces tan tarde? — la mujer se acercó a su hija con una enorme curiosidad por lo que en esos momentos se encontraba concentrada. —¿Qué es eso?

—Necesito terminar la lista de invitados o al menos de los más cercanos a nosotras. — los ojos zarcos se ampliaron en sorpresa.

—¡Vaya!, no creí que estuvieses tan entusiasmada preparado tu boda. Me alegra que seas responsable.

—Tengo que actuar ya, el tiempo es limitado. — soltó un largo suspiro, pero aun había algo que le incomodaba o más bien le llenaba de ilusión a pesar de saber que sería lo contrario. —Madre... ¿Crees que mi padre quiera venir? — el rostro de su madre decayó después de ver ese abatimiento en sus ojos. ¿Qué debía hacer? Ese hombre solo era una egoísta insensible que solo ansiaba el libertinaje como vida.

—Yo... Podría intentar hablar con él y convencerlo; tal vez sí... — Elizabeth soltó un aire brusco, no esperaba más de su padre y aun así tenía una fe que terminaba lastimado.

—No, déjalo así. — le brindó a la mayor una sonrisa despreocupada. —Yo hablaré personalmente con él, así escucharé por mi cuenta sus excusas.

—Lo siento cariño, solo quiero que ya no tengas más decepciones con tu padre. — acarició su cabellera seguido de un beso en su sien como único gesto de consolación. —Te puedo ayudar con tu lista, tengo la manera de contactarlos. — la joven asintió con emoción.

—Claro, solo permíteme en lo que hago una llamada. — se apartó un poco de su progenitora marcando al número que su pareja le brindó esa misma tarde, esperando a que pacientemente la pelirroja respondiera. —Hola Liz, soy yo Elizabeth. Meliodas me dio tu número y es que, en realidad te recomendó porque necesito tu ayuda. ¿Crees que mañana podríamos vernos? — A decir por su sonrisa, se deducía que la respuesta fue positiva. 

.

.

.

Lo prometido es deuda ^^

¿Qué les pareció? La verdad tuve que leer articulos sobre boda, así que lo primero que recomendaba era una platica entre pareja, así que ¿por qué no? Estos dos necesitan más cercanía después de todo uwu

Y esto se pone mejor; esta vez Elizabeth quiso empezar sus travesuras, ¿quien empezará la siguiente vez? 7u7

Sin más, gracias por leer

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