Capítulo 13

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La lluvia por fin se había dignado a llegar. Escuchar las gotas cayendo sobre el tejado y golpeando mi ventana era todo lo que necesitaba para sentirme bien. Me encantaba la lluvia.

Estiré la mano para correr la cortina, las nubes grises me saludaron desde el cielo y yo les devolví una sonrisa.

Salté de la cama antes de que las cobijas me siguieran arropando, y me metí rápidamente al baño.

Tenía ganas de ir a pasar la tarde a la casa de Samuel, pero no sabía si él tenía planes. Quizás quería pasar tiempo a solas consigo mismo. De por sí era un chico bastante solitario, yo también, pero me gustaba mucho pasar tiempo con él. Nos divertíamos. Pero ¿qué tal si justo hoy quería aprovechar para quedarse solo? Tal vez quería hacer cosas de chicos. Diablos, ¿por qué se me ocurrió pensar justo en eso? Los chicos hacen otras cosas aparte de masturbarse cuando están solos. Yo a veces hago karaoke, por ejemplo.

Mi madre me llamó a desayunar cuando escuchó que salí del baño. Bajé las escaleras descalzo, con el pelo aún mojado, sabía que me iba a regañar, ella siempre me regañaba cuando me veía andar por la casa desabrigado.

—Te vas a resfriar. Ya te dije que te seques el pelo cuando te bañes. Y encima estás descalzo y de mangas cortas, ¿quieres enfermarte como el año pasado?

—Hoy es sábado, mamá. Déjame estar distendido.

—Oh, es verdad que los sábados no se enferma la gente. —Apoyó las manos en la cintura, con el entrecejo fruncido —. Puedes distenderte sin necesidad de andar desabrigado, Elías.

Bufé, cruzando los brazos. No me gustaba enroscarme en una discusión con mi madre porque ella siempre acababa ganando. Tampoco me gustaba retrucarle porque mi niño bueno interno sabía que no se le retruca a mamá, pero mi adolescente impertinente estaba siempre allí, incitándome a contestarle.

Subí de nuevo las escaleras y me metí a la habitación.

Me preguntaba si Samuel también tenía ese tipo de discusiones con su madre. Si le gustaba andar descalzo y desabrigado por la casa. Él tenía pinta de ser un chico muy ordenado, no me daba la impresión de que lo pasara bien estando desaliñado.

Y allí estaba otra vez pensando en Samuel. ¿Será que de forma inconsciente me sentía solo y por eso estaba tan pendiente de él? O tal vez era que simplemente me llamaba la atención su estilo de vida. Creo que de alguna manera me había vuelto fan de mi primer mejor amigo, y eso, si me ponía a pensarlo en profundidad, era un poco... bueno, bastante raro.

—¿Así te gusta?

Mi madre me miró de arriba abajo, con esa expresión de madre enojada que me daba escalofríos.

Por fortuna ella también decidió dejar la discusión hasta allí. Me dedicó una última mirada antes de marcharse al comedor, y cuando desapareció, escuché la risita de mi padre.

—Sigue jugando con fuego, chiquito, y te vas a terminar quemando —comentó, sin apartar la vista del periódico.

Sonreí ante el comentario, aunque sabía que papá tenía razón.

—Pa, ¿cómo se siente uno cuando tiene un mejor amigo?

Él bajó el diario para poder mirarme. Arrugó la boca mientras pensaba en una respuesta.

—Sientes que es lo más genial del mundo. Quieres compartir todo con él, estás deseando poder juntarte y cada cosa que viven juntos es como una aventura.

Asentí, pensativo.

—Parece como una relación romántica.

—Algo así, pero no hay romance, solo muy buena amistad. ¿Por qué lo preguntas?

—Solo quería saber. Estoy intentando entender cómo piensan los chicos de mi edad. Tú pasaste por la adolescencia primero que yo.

Papá se acomodó en la butaca, cruzando los brazos.

—Ser adolescente es un poco complicado a veces. La cabeza se te hace un lío por cosas que siendo adulto quizás puedes solucionar con un chasquido. Me parece bien que quieras entenderlo, pero yo te aconsejo que no solo intentes entender, vívelo. disfruta de ser adolescente lo más que puedas, piensa que las cosas que hagas pueden tener repercusiones positivas o negativas en tu vida, eso depende enteramente de ti. La adolescencia es una etapa que define tu vida entera; puedes tener muy buenos recuerdos, o muy malos. Creo que lo mejor que puedes hacer es intentar llenarte de recuerdos buenos.

—¿Y qué hago si la cabeza comienza se me hace un lío?

—Para eso estamos nosotros, tus papás. Siempre que tengas un problema puedes acudir a nosotros, sabes que vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarte.

Mi papá era genial. Mi mamá también lo era, pero no cuando estaba de mal humor.

Esa charla me recordó la fiesta de cumpleaños de Johana. Todavía no les había mencionado nada sobre eso y no quería obtener una negativa en el último momento. Decepcionaría mucho a Samuel.

—Papá... el viernes de la semana que viene, una compañera va a dar una fiesta en su casa por su cumpleaños. Nos invitaron a Samuel y a mí, ¿puedo ir?

Papá hizo un sonido con la boca, algo parecido a un gruñido que indicaba que estaba pensando en un plan.

—Voy a hablar con tu madre para ver qué opina, pero cuando esté de mejor humor. Si le pregunto ahora de seguro va a decir que no. ¿Dónde es? ¿A qué hora empieza y a qué hora termina?

—Queda a un par de calles de aquí. La señora Colman dijo que nos iba a llevar y traer en el auto. Empieza a las ocho y termina a las doce de la noche, aunque siempre se quedan un rato más, por lo que me han dicho.

—Vaya, así que a Samuel ya lo dejaron, por lo que veo. Imagino que ninguno de los dos quiere perderse de la fiesta.

—Es la primera vez que él va a una fiesta, la señora Colman dijo que sí porque voy yo.

—Todavía no sabes si vas, Eli, ¿y si tu madre dice que no? Vas a dejar al pobre muchacho sin su fiesta. Me la pusiste todavía más difícil.

—Quiero creer que mamá no va a ser tan mala persona de no dejarme ir. La última vez que fui a una fiesta, fue al baile de primavera que se hizo en el colegio a fines del año pasado. Tampoco es que me la pase saliendo.

Él chasqueó la lengua.

—Está bien, está bien. Voy a hablar con ella. Dile a la señora Colman que en cualquier caso, si mamá nos da el visto bueno, ella puede llevarlos y yo me encargo de traerlos. Pero es mejor que esperes a que yo hable con mamá antes de seguir haciendo planes. Y tú más vale que dejes llevarle la contraria porque no te va a dejar salir ni a la esquina. Tu mamá te dice las cosas por tu bien, no para fastidiarte.

—Sí, ya lo sé.

Mis padres siempre solían consultarse absolutamente todo antes de tomar una decisión. En mi casa nunca existió el famoso: "pregúntale a tu madre" o "pregúntale a tu padre". Era todo un trámite desde que yo pedía permiso hasta que ellos hablaban y tomaban juntos la decisión. Papá siempre era el que intentaba convencer a mamá de que me dejara hacer ciertas cosas, porque en ocasiones, ella era un poco sobreprotectora, como casi todas las mamás que conozco.

al final, ese día no fui a visitar a Samuel. Pero al llegar la noche, recibí una llamada suya. Supongo que al final, los dos estábamos pensando lo mismo. 


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