Capítulo 19

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—¿Podemos hablar sobre algo?

Me atoré con el puñado de papas fritas que acababa de llevarme a la boca.

Sabía que ese momento iba a llegar. Lo sabía y lo estaba esperando, pero supongo que todavía no me sentía preparado para hablar del tema. Creo que nunca lo estaría.

—¿Sobre qué? —mi tono de voz sonó un poco agresivo.

—El otro día intentaste besarme.

Su manera tan directa de decir las cosas me ponía los nervios de punta. En ese instante comprendí un poco la reacción de Nathaly, no me imagino cómo le habrá dicho que no quería salir con ella.

—Sí, bueno, no... No exactamente.

Me empezó a temblar todo el cuerpo, ni siquiera sabía lo que estaba diciendo. Definitivamente, no estaba preparado para esta conversación.

—Eli, soy ciego, no tonto. Sentí tu respiración, estabas cerca de mí y me tomaste de la cara. Eso fue lo que hizo Nathaly cuando me besó.

Otra vez venía ella a la conversación.

—Bueno, pero yo no soy Nathaly.

—No. Tú eres tú.

—Yo soy yo —repetí.

—¿Por qué intentaste besarme?

Me pasé la mano por la cara mientras mi cerebro intentaba formular una contestación creíble. Samuel indagaría hasta la médula con tal de averiguarlo si no le decía algo que lo dejara convencido. No quería mentir, pero no tenía el valor de decirle la verdad. Lo cierto es que ni siquiera yo sabía de qué verdad me estaba ocultando.

—No lo sé, ¿está bien? No sé por qué lo hice. Tal vez solo fue una demostración de cariño.

—¿Tal vez?

—Sí, tal vez lo fue.

Gateó sobre la cama y estiró la mano para intentar tocarme. Yo me esquivé. No quería que sintiera mis mejillas ardiendo por la vergüenza. No quería que me tocara porque su tacto generaba muchas cosas locas en mí que no entendía.

—¿Por qué no me dejas tocarte?

—Porque no. Hoy estás muy preguntón.

Se sentó nuevamente sobre la cama, con las piernas cruzadas.

—¿Sabes por qué rechacé a Nathaly?

Lo miré de reojo.

—Porque no te gustó como te besó.

—Hay otra razón aparte de esa.

—¿Ah, sí?

El corazón iba a romper mi pecho para irse galopando por la ventana.

—Lo hice porque estaba pensando en ti, y en que estuviste a punto de besarme.

—¿Por qué se supone que eso debería afectar tu decisión de salir o no con Nathaly? Solo fue una tontería. Algo que no debería haber pasado.

Se encogió de hombros y suspiró. Lucía un poco decepcionado por mi respuesta.

—Bien. Lo entiendo. Creo que yo lo malinterpreté todo.

—¿Qué hubieses hecho si te besaba?

La pregunta salió de mi boca antes de que pudiera siquiera pensar en detenerla.

—No lo sé. Tal vez tú besas mejor que Nathaly.

—¿Podrías dejar de traerla a la conversación?

—¿Qué tiene de malo?

—No tiene nada de malo, es solo que no viene al caso.

—Claro que sí, estamos hablando de besos. La única experiencia que tuve fue con ella y casi contigo. pero tú te acobardaste.

—¿De qué estás hablando? No me acobardé.

—Entonces bésame.

Tuve que tragar duro para no atorarme con mi propia saliva. Simplemente no podía creer que él acabara de pedirme algo como eso y que jugara con mi orgullo de esa forma tan descarada.

—¿Para qué quieres que te bese? Seguramente es para luego decir que no te gustó. —Me reí frenéticamente.

Estaba demasiado nervioso.

—No es para eso. Solo quiero que lo hagas.

Chasqueé la lengua. No sabía exactamente a dónde pretendía llegar, tampoco terminaba de entender si estaba hablando en serio o solo estaba tratando de molestarme. ¿Qué tal si me aventaba a besarlo y resultaba ser todo una broma? No volvería a salir de mi cuarto nunca más en mi vida.

—Déjate de tonterías, Samuel.

Volví a sentir su peso sobre el colchón cuando intentó a nueva cuenta acercarse a mí. Me tocó el hombro para medir la distancia entre ambos, luego me tomó del mentón. Yo ni siquiera atiné a moverme o a apartarlo. Acercó su rostro al mío y buscó mi nariz con la suya. Su aliento cálido acariciándome la boca me trajo nuevamente a ese momento, pero esta vez, él fue quien tomó la iniciativa, y entonces supe que estaba hablando muy en serio.

Apoyó sus dos manos sobre mis hombros con los ojos cerrados. Primero solo tocó mis labios con los suyos, como si estuviese midiendo mis respuestas. Luego comenzó a moverlos con timidez, de una manera un tanto inexperta, pero dulce. Nunca me habían dado un beso tan dulce en toda mi vida.

Mis brazos rodearon su cintura delgada, él deslizó sus manos hacia mi barbilla y tocó mis mejillas con las yemas de los índices, como si estuviese dibujando algo en mi rostro. Era maravilloso, su sabor, sus labios, todo de él era simplemente maravilloso.

Nos separamos un momento al cabo de vaya a saber cuánto tiempo. Él todavía tenía los ojos cerrados y una sonrisa en los labios.

En ese instante dejé de prestarle atención a mis pensamientos. No me importaba absolutamente nada más que él, lo único que necesitaba era sentir sus labios otra vez; quería besarlo una y mil veces más.

Lo tumbé de espaldas sobre su cama y volví a tomar su boca. Podría jurar que él sentiría el retumbar de mis latidos bajo sus dedos cuando apoyó sus manos sobre mi pecho, pero eso tampoco me importaba.

Nos besamos por un largo rato, no supe exactamente por cuánto. Sentía que me había vuelto adicto a su boca, a su olor, a sus dedos delgados y tibios tocando mi rostro.

Fue allí cuando supe exactamente lo que me estaba pasando: Samuel me gustaba.

—Lo siento.

Aquella revelación fue como una patada en el trasero que me trajo de vuelta a la realidad. Me senté en la cama, un poco aturdido, y solté un largo suspiro. Sentía que llevaba un buen rato aguantando la respiración. Samuel seguía tumbado boca arriba, con las mejillas al rojo vivo. Supongo que yo también estaba más o menos igual, pero no quería ni pensar en eso.

—Me... Me tengo que ir —tartamudeé, levantándome de la cama.

Tropecé con mis propios pies al salir de la habitación prácticamente corriendo. Cuando llegué a mi casa y por fin estuve en la tranquilidad de mi habitación, repasé nuevamente todo lo que había sucedido y casi acabo con una crisis de nervios. Había besado a Samuel; lo había besado con ansias, con ganas. Eso no fue un malentendido o una demostración de cariño. Lo había besado, y ahora no sabía cómo enfrentarme a este monstruo que me acechaba. 


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