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Anabelle.

Cuando me despierto mi cabeza es presa de un intenso dolor que hace que cierre de una manera forzada mis ojos. Mi mundo da vueltas y siento que toda la inmensa bruma que me rodea me hace estremecer por completo cuando en un segundo intento, trato de observar donde estoy. Mi cuerpo está fatigado y entonces, cual aves rapaces, los pensamientos surcan mi obnubilada mente:

"Todo está oscuro y estrellado... Está haciendo mucho frio y tengo ganas de retroceder pero Marcus no me deja... Marcus, está nervioso y con la mirada turbia... Una mirada de temor. Empieza la discusión y él no dice nada... Me enfurezco aún más... Entonces algo me agarra por la espalda y todo... se oscurece".

Me sobresalto de la pesadilla y despierto con el dolor palpitando en mi cabeza.

Una inminente arcada me recorre el interior y sin poder evitarlo expulso el vómito con violencia hacia un lado. El contenido me hace marear un poco y la extraña punzada desaparece tras cada expulsión. Me limpio la boca y me quedo en blanco cuando noto el sitio en dónde me hallo: la inmaculada habitación con baldosas blancas y grises me rodea y dos camas literas ubicadas paralelamente, se mueven incesantes pero de forma delicada en un sutil vaivén. Si había duda de donde me encuentro, eso desaparece cuando constato que en la pared más cercana a mi izquierda cuelga un enorme cuadro de un barco con las siglas: FG, en donde se explican las distintas formas de realizar un nudo marinero.

Reconozco las siglas, he visto por fotos el sofisticado yate de la familia Ground. Comprendo en donde estoy; mi corazón cuyo latido se había amainado tras el vómito, se vuelve a acelerar.

Estoy en una embarcación.

En... ¡Una maldita embarcación!

Y así como mi cerebro interpreta la información, de inmediato, aparecen nuevas imágenes en mi cabeza que me llevan al abismo del colapso.

"Estoy corriendo sobre la arena y apenas soy capaz de evitar el agua que toca mis descalzos pies. Mis compañeros de colegio gritan y saltan por todo el lugar y yo solo soy consciente de que me estoy alejando poco a poco de ellos. Nadie repara en mí. Y yo entiendo que no debo ir muy lejos del lugar que la profesora nos ha permitido jugar. Mi cabello se mece con el viento. No es muy largo para mis escasos cuatro años. Echo un vistazo a mi entorno y todos parecen pasársela de maravilla. Salto en un charco. El agua me salpica y me río. Lo intento en otro más profundo y repito el proceso una y otra vez. Hasta que la ola me golpea las piernas con fuerza y caigo de bruces en la húmeda arena. Mi mundo se oscurece y siento el ardor en mi boca tras intentar gritar. Mi boca se llena de agua y el ardiente liquido arremete contra mi nuevamente hasta que siento mi cuerpo hundirse más y más en el bravío mar. Mi cabeza se asoma por la superficie y nadie me observa. Ni siquiera tengo fuerzas para gritar y no intento en hacerlo porque mi cuerpecillo está sumamente ligero en el ingrávido lugar. Un pequeño haz de luz atraviesa el agua y mis ojos comienzan a cerrarse por completo cuando me hundo. Siento la calma recorrer mi ser. Siento el sabor salado en mi boca. Siento como el aire sale de mis entrañas y finalmente entregándome al abismo colosal que me rodea... dejo de sentir..."

— ¡Anabelle! ¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!

Una fuerza me sacude los hombros y abro los ojos con temor. El rostro de Dan está muy cerca de mi boca y me observa con inconfundible temor. Mis manos tiemblan y creo que estoy al punto del desmayo.

— Tranquila, tranquila –me susurra y luego, me abraza—. Todo está bien, ¿sí? todo está bien.

Sus palabras me reconfortan y puedo notar como ya comienzo a respirar con cierta tranquilidad. Estar ante un ataque de pánico no es algo que lidio con frecuencia porque para cuestiones personales después de aquel incidente que me dejo tres días en coma, jamás he vuelto a pisar una playa y mucho menos una embarcación.

— ¿Un poco mejor? –Dan me separa y me vislumbra, preocupado.

Asiento, y él cambia su semblante. Sin duda, estaba temeroso por mí. Entonces, siento la necesidad de seguir abrazándolo y no separarme de su lado. Siento la necesidad de muchas cosas. Pero por muy tonta, solo le agradezco.

— Gracias. –logro decirle en hilo de voz.

Él sostiene mi rostro entre sus manos y sus tatuajes sobresalen de su franela de algodón.

— Debemos irnos, ahora. –me dice al mismo tiempo que me ayuda a levantarme.

La música se eleva por todo el lugar. Es un sonido retumbante que me marea más y más.

— Espera un momento –digo tras verme en el espejo más cercano y reparar en el vómito del piso.

Dan niega y me toma la mano.

— Eso no importa, debo sacarte de este maldito lugar. –

Y es allí donde caigo en cuenta de todo.

— ¿Estabas al tanto de esto? ¿Sabías que me traerían aquí? –le suelto en tono grave.

Dan se detiene en la puerta hermética. No me está mirando, está de espaldas. A pesar de la música, el incómodo silencio que nos rodea me decepciona por completo y comprendo que todos fueron cómplices de esto. Incluido él.

— Nuevamente, gracias. –contesto y le doy unas palmadas en el hombro.

Estoy realmente decepcionada de todo. Mis amigos e incluso Marcus, conocen o entienden que algo así ha ido muy lejos. Si de verdad querían sorprenderme lo han hecho pero para mal. Las lágrimas surcan mis ojos y no sé si es por el movimiento de la estructura que hace que me tambalee a un lado pero cuando me golpeo contra la pared más cercana, Dan me sostiene de un brazo y me atrae hacia él.

Nuestros cuerpos están tocándose.

— Juro que no quería esto, Annie. –Masculla sin quitarme los ojos de encima.

— No lo querías pero lo has aceptado, Dan. Permitiste que sucediera y ¡Hasta le otorgaste tu yate!

Dan no dice nada, baja la mirada de forma contrita.

— ¡Suéltame! –y tras decir eso, lo empujo.

— Espera...

— Lo podría permitir de todos, hasta del idiota de Marcus. Ese grandísimo idiota al que le he confiado hasta mi vida. Pero... ¿tú? ¿tú, Dan?

El barco da una sacudida y vuelve a moverse bruscamente. Retrocedo hasta la pared y con mi espalda ejerzo presión para tener donde sostenerme.

Estoy llorando.

Y por primera vez en mi vida quiero que se termine este horripilante día de cumpleaños.

— Perdón, Annie. No era mi intención.

No le respondo. Desvío la mirada mientras el sollozo me hace un agujero en el pecho.

Dan se sienta en el camarote y se lleva las manos a su cabeza mientras comienza a gimotear. Esa actitud me toma por sorpresa. Verlo de esa manera me confunde por completo. Dan, jamás lloraría y menos delante de mí.

Es primera vez que lo hace.

Una vez que recupero el equilibro me siento a su lado.

— Dan... —empiezo a decir.

Él levanta la vista.

— Fue mi culpa. Camille me pidió prestado el yate pero juro que no supe hasta poco después que era para esto. –la música seguía sonando—. Perdóname, Annie, perdóname.

Me recojo el cabello y suspiro.

— Vámonos. –le digo.

Entonces, como algo que no se espera, unos gritos se alzan por todo el lugar. La música se ha detenido. Y comprendo que es Marcus el que está gritando. Dan me observa, y me sostiene por el brazo pero la fuerza de mi cuerpo me ha hecho levantarme de un salto y con paso firme salimos corriendo hasta la cubierta del yate para saber lo que está sucediendo. 

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