Miré hacia Alejo, sintiéndome vacía.
Realmente era momento de dejarlo ir, no quedaba opción. Por más que me doliera como los mil demonios, tenía que hacerlo.
El chico sonreía con sus nuevos amigos y yo sentía cómo se rompía mi corazón.
Tenía que dejarlo ir, así como cambiar de jarabe a pastillas, de guardapolvo a uniforme, la vida se divide en distintos caminos, algunos dolorosos, otros llenos de complicaciones. Pero ya soporté demasiado.
Tenía que dejarlo ir, él obviamente no iba a quedarse conmigo, tenía nuevos amigos, chicos como él. No chicas tontas como yo.
Siempre voy a recordar cada momento vivido con él, porque es mi mejor amigo y eso no cambia de un día para otro. Sonreí mirándolo reír con sus nuevos amigos y pensé que era egoísta de mi parte, él tenía que descubrirse a sí mismo, era momento de soltarle la mano y volar.
Recordé con una linda sonrisa tonta y forzada la primera vez que le hablé, recordé que le había dicho "Alejo el cangrejo" sólo para molestarlo.
Luego él y yo nos volvimos inseparables...
Y aquí la tonta jugarretita el destino, nos unió, nos hicimos amigos, para luego separarnos.
Es irónico, ¿verdad?
Miré mi uniforme y por un momento sentí que mis lágrimas iban a salir inevitablemente. Bien, era mi culpa.
Era mi culpa por aferrarme tanto a mi "mejor amigo", por haberlo querido tanto.
Es mi culpa por comenzar esa tonta venganza junto a él, Ceci, Ara y Tiago.
Es mi culpa, todo culpa de eso que nos unió, La Venganza.

FIN.