EXTRA III

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—Deberíamos mudarnos para acá en vez de volver a Corea —habló el pelinegro, bebiendo de su caipirinha, y disfrutando del Sol pegando directo en su torso desnudo. Giró su cabeza, mirando a su ahora esposo—. ¿No te parece buena idea?

Taehyung sonrió, y negó. Al parecer a Jungkook se le olvidó que cierta persona vive también en el país latino. —No sabes hablar inglés, y vas a aprender portugués que es algo similar al español. El coreano se te da bien.

—Oh, vamos. Rompes los sueños de las personas —se quejó, sentándose derecho en la silla playera en la que estaba—. Imagínate tú y yo viviendo en este país tropical, con estas hermosas playas y una vida tranquila.

—¿Te gusta mucho Brasil, eh? —bebió de su cerveza, mirando divertido a Jungkook.

—¡Me fascina! —exclamó, desplomándose nuevamente en su silla—. Es el maldito paraíso. Si obviamos el Internet que parece tortuga a comparación del de Corea, este sería mi país destinado a vivir hasta que muera... y qué mejor que vivir en esta bendición con el amor de mi vida.

—Creo que el Sol te hace delirar, amor —rió, levantándose de su silla y estirándose, dándole a Jungkook una perfecta vista de Taehyung en unos sencillos shorts y sin camisa, dejando a la vista su acaramelada piel y su increíble cuerpo.

El mayor, a comparación de él, no era muy fanático del ejercicio, a excepción de uno en donde Jungkook era participe sin reclamo alguno. Sin embargo, todo estaba en su lugar, y había la cantidad de masa muscular deseada en cada zona de su cuerpo. Añadiéndole a eso, ese rubio cabello que combinaba perfecto con el ambiente, Taehyung era un hombre de ensueños.

—Que hombre tan guapo, ¿estás solo, cariño? No tengo problemas en hacerte compañía —coqueteó descaradamente, logrando que Taehyung riera.

—Lamento informarte que vengo acompañado por mi esposo —sonrió, siguiéndole el juego—. Un mocoso narizón, grosero y descarado que amo con todo mi corazón.

Jungkook entrecerró los ojos. —Ya la cagaste, ¿cómo que narizón?

—Dije que te amaba con todo mi corazón, ¿por qué a eso no le prestas atención?

—¡Mi nariz no es tan grande!

Taehyung rió con enormes carcajadas, y tiró del brazo a Jungkook, abrazándolo y llenando su rostro de besos, en especial aquel adorable puchero disgustado por el adjetivo de antes. El menor poco a poco fue cediendo, correspondiendo los besos de Taehyung y enfrascándose en mover sus labios en completa sincronía. Lo amargo de la cerveza y lo dulce y ácido de la caipirinha se mezclaban de forma exquisita, y sintieron ese nuevo sabor tan suyo.

—Mhm... hay que volver a la habitación —murmuró Jungkook luego de separarse.

—Desde la boda no hemos salido de la habitación hasta hoy, ¿no te cansas? Hay que disfrutar las vistas también. Volveremos la semana que viene y no te quiero escuchar quejándote porque no conociste mucho —dijo, acariciando su cadera.

—Oh, no... amor, sé que estás viejo, pero no me digas que ya llegaste a ser de esos viejos.

Taehyung abrió la boca ofendido, y en un rápido movimiento tomó al menor, alzándolo en brazos, subiéndolo a su hombro derecho y encaminándose al agua salada. Jungkook gritaba y pataleaba, pero Taehyung no le hacía caso. Las personas los miraban divertidos, cosa que a ambos les gustó, pues si bien en Corea podían tener una relación "normal", aún había discriminación, en cambio en el país latino todos los miraban como si fuesen una pareja más, restándole importancia de que fuesen dos hombres.

—¡Bájame, Taehyung! ¡Lo siento, amor! ¡Era jugando! ¡Estás en la flor de tu juventud!

El mayor no le hizo caso, divertido de su súplica por ser dejando en el suelo, pero ya estaban en la orilla de la plata, así que sin pensarlo tanto lo lanzó al agua, riéndose de él. Jungkook salió del agua, echando sus largas hebras hacia atrás y mirando con enfado a Taehyung, quien se sotenía la barriga por la risa. Se agachó al agua y comenzó a salpicar al mayor, tomándolo desprevenido. Pronto ambos estaban enfrascados en mojarse el uno al otro, riéndose y robándose uno que otro beso.

Era una luna de miel para recordar.

Regresar a su departamento nunca se había sentido como un martirio para Jungkook hasta ese día en que arrastraba su maleta con pereza. La dejó en la sala y se dejó caer en el sofá, mirando el techo blanco del lugar. —Debimos quedarnos en Brasil.

Taehyung, quien entraba a la sala con su maleta y otro bolso, bostezó, dándole la razón a Jungkook mentalmente. Habían asistido a una que otra fiesta, incluso se habían hecho amigos de unos brasileros que ni sabían lo que ellos decían y viceversa, y que poco importó realmente, volviéndolos un grupo. Habían visitado los sitios turísticos del lugar, además de ir a todas las playas cercanas posibles, logrando que sus pieles se tostaran dándoles un bronceado envidiable en Brasil, y extraño en Corea.

Se tiró sobre Jungkook, sacándole el aire y se abrazó al menor con flojera. —No tengo ganas de ir hasta la habitación. Estoy agotado.

—¿Quieres tu andadera, anciano?

Taehyung levantó la cabeza, mirándolo con fastidio. —Vuelve a llamarme anciano y te voy a joder como nunca antes.

—Anciano, anciano, anciano, anciano...

Taehyung solo pudo reír agotado, abrazando a Jungkook contra él. El menor se dejó hacer, acomodándose sobre el sofá para conseguir una posición cómoda para ambos. El aroma de Taehyung se percibía desde su lugar, y aspiró gustoso aquel olor que caracterizaba a su pareja. Un olor que se sentía tan cálido como un hogar.

Aún no podía creer que estaba casado con Taehyung, y es que se sentía como un dulce sueño, sabiendo perfectamente que no era el único en sentirse así puesto que había encontrado en más de una ocasión a Taehyung mirar sus manos unidas, detallando con adoración aquel par de anillos dorados que adornaban sus dedos anulares.

—¿Taehyung...? —llamó en un bajo murmullo. El mayor hizo un sonido, sinónimo que lo estaba escuchando. Jungkook levantó la mirada hasta su rostro, encontrándolo con sus ojos cerrados, una imagen digna de admirar. Sonrió de lado, dejando un suave beso en su barbilla—. Te amo.

Los brazos de Taehyung apretaron un poco más a Jungkook. —Te amo más, niño bonito.

UN AÑO DESPUÉS

Jungkook recogió sus cosas, mirando la hora en su reloj. Estaba saliendo una hora después de su horario establecido y si no reclamaba era por el absurdo salario que le pagaban que era más que suficiente para vivir bien e incluso sobraba. Revisó su celular, percatándose que Taehyung le había avisado que estaría esperando por él fuera. Apresuró el paso, despidiéndose de sus compañeros de trabajo y saliendo del buffet.

Su lugar de trabajo quedaba dentro del centro comercial, por lo que al salir se perdió un poco por la cantidad de personas que habían. Buscó con la mirada a su, —nuevamente— pelimarrón esposo. Tomó su celular, dispuesto a llamarlo, pero lo visualizó al frente de una tienda que él conocía a la perfección. Hizo una mueca con los labios al verlo de nuevo en ese lugar. No era la primera vez, y también sabía que no sería la última vez en la que encontraría al mayor en ese lugar, y es que Taehyung había tocado el tema de forma sutil, y aunque él pretendiera no captarlas, lo hacía.

Se encaminó hasta la tienda, arreglando su cabello, el cual había recortado un poco, pero manteniéndolo largo ya que le gustaba de esa forma. Ralentizó el paso cuando estuvo cerca, detallando la mirada de Taehyung sobre los objetos del lugar, sabiendo cuán emocionado internamente estaba.

—Hola, cariño.

Taehyung despegó la mirada de la vitrina, posando sus ojos sobre Jungkook. —Hola, amor. ¿Cómo te fue hoy? Tardaste más.

—Uh, sí —suspiró—. El caso que me tocó es algo delicado y debo releer leyes y códigos para no saltarme nada. Aún no me explico cómo existen padres que no quieren a sus hijos.

—¿Es familiar? —preguntó interesado.

Jungkook asintió. —Es un caso pro bono. Un hombre abandonó a sus dos hijos, uno de dos y la otra de un año, y a la madre de estos, la cual es sumamente joven, no terminó siquiera la secundaria y no tiene como mantener a los dos niños, pero tampoco los quiere abandonar... está aterrada con que lleguen los de servicios sociales y le quiten a sus hijos.

El rostro de Taehyung se transformó en una mueca afligida. —¿Y el padre dónde está?

—Con su otra familia —resopló, y Taehyung arrugó su frente con indignación—. Tiene esposa y otros dos hijos más. Mi cliente solo quiere que él se haga cargo económicamente de los niños, pero mantenerlos con ella. La hubieses visto, lucía tan desesperada y se me rompió el corazón. Por eso pretendo ayudarla y sacarle hasta el último won a ese tipo.

—Puedo ayudarte si así lo deseas. Hasta a mí me llegó ese caso —hizo una mueca—. Tantas personas que desean hijos, y él que puede tenerlos con tanta facilidad decide abandonarlos como si se trataran de simples objetos de los cuales se puede deshacer.

Jungkook notó lo inmerso en el tema en que estaba Taehyung, y nuevamente llegó al punto de hace meses. —Quieres tenerlos, ¿cierto?

Taehyung abrió la boca, pero la volvió a cerrar, desviando la mirada. »Es muy difícil, Taehyung, pero no imposible. Puedes alquilar un vientre y-

—Pero sería mi hijo —interrumpió, mirando a Jungkook con algo de desespero—, y yo quiero que sea de ambos.

—Eso es imposible, Taehyung. ¿Por qué crees que tuvimos que irnos a otro país a casarnos? Corea no nos acepta, quizás vivamos medianamente normal, pero no podemos tener lo que las demás parejas tienen —Jungkook apretó sus labios, respirando profundo—. Incluso sigo siendo Jeon Jungkook porque aquí no se puede registrar nuestra acta de matrimonio, ¿y crees que podremos adoptar con facilidad?

»Me duele verte de este modo, quedándote al frente de las tiendas de bebés y niños solo porque anhelas un hijo, mirando con ilusión a los hijos de nuestros vecinos, incluso verte aceptando cuidar a la pequeña Hee solo porque tú deseas lo mismo, haciéndote creer que ella es tuya. Te estás haciendo daño, amor, y no soporto que lo hagas.

A Jungkook le dolía como nunca soltar aquellas crudas palabras, pero necesitaba que Taehyung cayera en la realidad. Ya no estaban en Brasil, donde se besaban al frente de muchas personas y nadie les decía nada, habían regresado a su gris país donde aún debían ser cautelosos con sus acciones para no causar ningún problema.

—Lo lamento —murmuró Taehyung, bajando la cabeza—, es solo que... tengo treinta y un años, Jungkook, siempre he adorado a los niños y ya me miraba a esta edad con un par, y saber que simplemente no puedo lograrlo es algo frustrante. Sé que no te pasa igual, eres joven aún, tu trabajo está en su mejor punto y tienes todo lo que quisiste, pero ya yo estoy en un punto en el que mis aspiraciones cambian. Tengo el trabajo que siempre soñé, vivo de lo que me gusta, y estoy casado con el amor de mi vida, y aún así soy tan avaricioso que quiero más. Quiero un pequeño o una pequeña al cuidar. Quiero criar un bebito y que me llame "papá". Siempre lo he querido...

Jungkook tragó saliva, desviando la mirada. Taehyung tenía razón en un punto, y es que él no se sentía tan necesitado de un hijo. No estaba en sus planes cercanos, ni tampoco futuros, es más, nunca había pensado en ellos. El saber que era gay desde una temprana edad lo hizo dejar de lado aquel deseo de ser padre, así que no era algo a lo que aspiraba. —Yo... no sé qué decir, lo siento.

—No importa —Taehyung sonrió de lado, y tomó su mano, llevándolo con él hasta la salida del centro comercial—. ¿Qué te gustaría comer hoy? Quiero consentirte.

—Siempre lo haces.

—Me gusta hacerlo.

Las cosas es casa no estaban mal, pero tampoco se sentían bien. Su relación seguía igual que siempre, con el mismo amor, la misma dedicación por parte de ambos, pero Jungkook podía notar el bajo ánimo de su pareja, contagiándolo sin querer a él. El tema de los hijos no había vuelto a ser tocado, y la noticia de que Seokjin esperaba a su primer hijo junto a su esposa le había pegado profundo a Taehyung. Como si la suerte no estuviera de su lado, la fotografía de Tzuyu en compañía de su pareja y su pequeña hija en brazos también sirvió de detonante. Lucía radiante, y la niña era una copia de la agraciada mujer, solo que sus ojos eran de un precioso color verde, herencia de su padre. Lo admitía, era sumamente hermosa. No era envidia lo que el mayor sentía, era añoranza. Una tan triste y melancólica que llegaba al corazón de Jungkook.

El toque de la puerta de su oficina lo hizo espabilar un poco. Estaba tan sumergido en sus pensamientos que se distraía con facilidad.

—Adelante —habló alto, y pronto la puerta fue abierta, dejando ver a su cliente en compañía de dos pequeños niños, uno más que otro. Se levantó de su lugar, indicándole a la joven que tomara asiento en la silla que estaba al frente de su escritorio, preocupado al verla angustiada—. Buenos días, señorita Lee. ¿Sucedió algo?

—Buenos días, abogado Jeon —la mujer hizo una corta reverencia, luciendo sumamente apenada—. L-lamento traer a los niños, es solo que no tengo con quien dejarlos, y... t-tengo algo de miedo.

Jungkook se levantó en cuanto la miró ocultar su rostro detrás de su mano, sollozando bajito. Se acercó hasta ella, agachándose a su lado. —Hey, hábleme, por favor. ¿Sucedió algo?

Lee Chaeryeong era una joven de apenas veinte años que estaba conllevando con todo un importante caso encima. No había terminado sus estudios ya que sus padres la habían dejado sola con su enferma abuela, por lo cual la chica tuvo que salir de la secundaria para dedicarle su tiempo a la anciana. Al morir la señora, Chaeryeong fue sacada de la casa en la cual había vivido los últimos años, y al ser menor de edad en aquel entonces no pudo reclamar por la herencia que le correspondía, siendo esta tomada por sus tíos a los cuales poco les importaba la situación de la menor.

Con algunos ahorros consiguió un pequeño y precario lugar para vivir, y trabajaba ya sea en tiendas o restaurantes para poder mantenerse. A los dieciocho conoció al padre de sus hijos, un hombre mucho mayor que la endulzó con palabras de amor para tiempo después abandonarla y dedicarse a su verdadera familia. Cuando la joven llegó a su despacho, se podía notar en sus ojos lo desesperada que estaba por ayuda, y Jungkook no tuvo corazón para negarle su apoyo, no teniendo problema alguno en no recibir remuneración alguna por su trabajo.

Mi —la dulce vocecita del menor de los niños se escuchó, y Chaeryeong secó sus lágrimas rápidamente. Jungkook le ofreció un pañuelo para que lo hiciese mejor—. No tiste.

—Oh, Soobin. Mami no está triste, ¿ves? —la joven sonrió cálidamente a pesar de sus entristecidos ojos—. Solo que hace calor y los ojos de mami sudan, muy asqueroso.

El rostro del bebito se arrugó en una mueca disgustada, y ambos mayores solo pudieron reír por la acción. Jungkook miró a la bebé, quien de igual forma lo miraba atento. Tenía unas adorables colitas en sus cabellos, los cuales parecían unas pequeñas palmeras.

—Su nombre es Jisoo, pero de cariño le decimos Lia —presentó Chaeryeong a la bebé de apenas un año—. Soobin no sabía pronunciar bien su nombre, así que la comenzó a llamar de ese modo y hasta yo me acostumbré.

—Son unos bebés muy hermosos, señorita Lee —confesó Jungkook, con el corazón ganado por aquel par de bebés de piel pálida y cabellos negros azabaches. Estiró sus manos hasta la niña, y esta con mucha confianza se lanzó a él. Jungkook sonrió—. ¿Están presentados?

—Ambos son Choi.

Jungkook asintió y se levantó con la niña en brazos, la cual se recostó sobre su pecho somnolienta. Se acercó hasta su escritorio, sacando del último cajón aquella caja de juguetes que había comprado justamente para aquellos casos, en conjunto con una alfombra acolchonada. La colocó en el suelo cerca de ellos, y le extendió la mano a Soobin, quien no sin antes pedirle permiso a su madre, salió en dirección a Jungkook y se entretuvo con los juguetes en silencio. Era un niño bien portado.

—Es bueno con los niños —pronunció Chaeryeong en cuanto Jungkook tomó asiento en su lugar, con la bebé ya dormida contra su pecho—. ¿Tiene hijos?

—Oh, no, no. Solo... tus hijos son un par de angelitos y no dan lidia —sonrió.

—Sí, ambos son tan buenos.

—¿Qué sucedió?

Chaeyoung suspiró. —Él me llamó, y me dijo que se podría hacer cargo de ambos niños... pero solo si se los daba a su mujer —la joven apretó sus manos en un signo de claro nerviosismo—. Me dijo que su esposa estaba al tanto de la situación, y que podía criar ella a mis hijos. Obviamente le dije que no, s-son mis hijos, no los quiero dar. Insistió un poco más, pero me negaba, así que se molestó y dijo que me quitaría a los niños. Que no importaba cuánto luchara, tenía todas las de perder.

—¿Grabó la conversación como le había comentado?

—En cuanto contesté la llamada comencé a grabar.

—Eso es bueno. Tenemos muchas pruebas de que los niños son suyos; tienen su apellido, con esa llamada ha aceptado que son suyos y una prueba de paternidad solo servirá para corroborar. Esto tiene sus pros y sus contras, por un lado se puede alegar que el señor Choi no ha estado al pendiente de sus hijos, más por otro lado él puede hacer una contra demanda para pelear por la custodia de los niños.

Los ojos de Chaeyoung se bañaron en angustia. —¿S-si puede quitármelos?

—Es el padre, tiene el derecho —sinceró—, pero no dejaré que eso pase. Señorita Lee, ese hombre se metió con usted siendo menor de edad, dejándola embarazada dos veces aun cuando no cumplía la mayoría de edad y no se ha responsabilizado por sus hijos. Se le añade también que es un hombre casado, y que tiene el descaro de proponerle algo tan atroz como quitarle a sus hijos para dárselo a su esposa. El adulterio ya no es penado en Corea, pero de igual modo lo deja muy mal parado, a él y a su mujer por aceptar tal trato.

»El señor Choi podrá tener estabilidad económica, que es por ese camino por el cual se afincará en el juicio, pero Soobin y Lia no lucen descuidados. Son niños completamente sanos. Ha demostrado ser una excelente madre a pesar de las circunstancias. Usted está luchando por ellos, usted y estos bebés son las víctimas de todo este caso. Lograré la manutención más cara que pueda. Ese hombre debe darles un lugar idóneo para que sus hijos vivan, una buena alimentación y la educación que merecen, y todo eso lo lograré. También debe pagar por daños y perjuicios hacia su persona, porque amenazarla con arrebatarle a los niños y abandonarla de tal forma se considera como un daño psicológico y eso también lo haré pagar.

Jungkook sonrió cálidamente cuando miró el rostro iluminado de la joven, y sus ojos algo brillosos a causa de las lágrimas. »No está sola, señorita Lee. Ni usted ni sus hijos.

Satisfecho, así se sentía Jungkook en aquel momento. Habían pasado alrededor de dos meses en que se había metido de lleno en aquel caso familiar, y luego de tantas luchas, de demandas y contra demandas, por fin había logrado justicia para Lee Chaeryeong y sus dos pequeños, con los cuales había mantenido una estrecha relación en lo que se llevaba a cabo todo el proceso legal.

No había sido para nada sencillo, y es que la situación de Chaeryeong era el gran talón de Aquiles en su caso, pero eso no lo detuvo en ningún momento, luchando hasta el final para salir ganador en el juicio. Ahora los tres vivían en un acogedor departamento, y la pensión alimenticia que les otorgaba Choi era más que suficiente para todos, y si el hombre se atrevía a incumplir con lo establecido pagaría una multa millonaria. Además de que Jungkook había contratado a Chaeryeong como su secretaria, en donde conseguía un salario muy bueno que los ayudaba. No había día en que la jovencita no le agradeciera por todo lo que hacía por ellos, más Jungkook solo podía alegar que lo hacía de corazón.

Había una pequeña zona en la cual los niños podían jugar, y no presentaban problemas, manteniendo el área de trabajo idónea para todos. De igual forma el pequeño Soobin y la adorable Lia se habían ganado el corazón de todos los abogados y secretarias del lugar, siendo consentidos a diario y llenados de amor. Si alguno de los pequeños no estaba en su sitio, entonces estaba en los brazos de alguien más, y Chaeryeong solo podía buscar de oficina en oficina a ver quién se había llevado a uno de sus hijos para pasar el rato.

Justo en aquel momento era Jungkook quien tenía a Lia en brazos. La bebé había desarrollado un apego a Jungkook algo singular, y este era recíproco. Mientras que el mayor miraba por la ventana de su oficina, la bebé se acurrucaba en su pecho, escuchando el bajo cantar de Jungkook.

—Aquí están ambos —la voz de Chaeryeong se escuchó, y Jungkook se giró hacia la puerta, encontrándose a la joven y a Taehyung—. Ya es la hora de comer de Lia, Jungkook-ah.

—Oh, es cierto —recordó y se acercó hasta la madre para entregar a la bebé. Apretó sus mejillas dejando un sonoro beso en una de ellas—. Le di una galleta antes, lo siento.

Tete.

—Hola, bonita —saludó Taehyung, dejando un beso en la mejilla de la bebé.

Chae negó divertida. —Me la van a malcriar un día de estos.

Salió de la oficina, y Taehyung atrajo a Jungkook por la cintura para besar sus labios. —Hola, esposo mío.

—Hola, esposo —sonrió, regresando el beso—. ¿Acabas de llegar?

—No, tengo rato. Soobin me entretuvo y no pudo decirle que no a nada —dijo algo avergonzado.

Así como Lia se había apegado a él, Soobin lo había hecho con Taehyung, quien al conocer al par de niños los adoró de inmediato.

—Lo suponía —rió y se separaron, tomando asiendo en el sofá del lugar—. Esos pequeños se adentraron en nuestra vida de una forma impresionante. Incluso Chaeryeong entra ahí.

—Oh, sí. Ella es la niña mayor —ambos rieron por aquel detalle. No solo Jungkook protegía a la jovencita, sino que Taehyung también la había acogido debajo de sus alas. Era una chica sumamente dulce que se dejaba querer—. Luces lindo con Lia en brazos.

Jungkook sonrió, sintiendo sus mejillas calentarse. —Me gusta tenerla conmigo. Es una preciosura de bebé. Se duerme cuando le canto y es tan tranquila que provoca tenerla siempre contigo.

—Lo he notado, ambos son muy adorables juntos.

Ambos se quedaron en silencio, sin desviar la mirada de sus ojos. Esos meses habían sido algo ajetreados, y al mismo tiempo se habían sentido como si no pasara el tiempo.

—Taehyung, no podemos adoptar —murmuró—. No cumplimos con ningunos de los requisitos para hacerlo. Incluso estuve pensando en irnos a otro país, uno donde nuestro matrimonio sea legal y que podamos adoptar... pero no quiero dejarlos.

—Yo tampoco quiero hacerlo, amor. Los siento como mi familia, nuestra familia —tomó sus manos—, pero ya no soy solo yo quien desea un hijo en nuestra vida. Lo anhelas al igual que yo, te has encariñado con Lia tal como yo lo hice con Hee.

—Y-yo... lo estuve pensando, y sé que no lo quieres de ese modo, pero es lo único que tenemos, Tae. Podemos alquilar dos vientres.

—¿Dos?

—Uno con inseminación tuya, y el otro con inseminación mía —tragó saliva—. Dos bebitos, dos hijos, tuyos y míos. Un pequeño Taehyung un pequeño Jungkook.

Taehyung miró a Jungkook, con su corazón latiendo a mil por hora. Sentía la emoción correr por sus venas, y la idea que al principio la rechazaba ahora le daba algo de ilusión.

—Sí, podemos hacerlo.

—¿Sí?

—Por supuesto que sí, amor.

Ambos tenían una sonrisa enorme en sus rostros, y no tardaron en abrazarse con fuerza. Esperanzados, así se sentían.

El proceso de alquilar un vientre no era algo que se tomaron a la ligera. Revisaron los perfiles de las mujeres con muchísimo cuidado, y escogieron a las más parecida a ellos. Su sueño era tener a un mini Taehyung, y a un mini Jungkook corriendo por la casa, así que se dedicaron a escoger a las candidatas idóneas para la ocasión.

Llenaron sus formularios y estos fueron aceptados un mes después, casi a una fecha cercana, por lo que comenzar el proceso juntos fue perfecto para ambos. El saber que ambas mujeres estaban en cinta se sintió como una dicha, y la pareja le proporcionó a las madres de sus hijos todo lo necesario para el embarazo. Una política de la clínica era no mantener mucha relación con las mujeres para evitar problemas a futuro.

El apoyo de sus amigos y familia fue inmenso, estando todos emocionados por la llegada del par de bebés a la vida de la pareja. El año había corrido, y la fecha pautada para la cesaria de ambas mujeres había llegado. Aún desconocían el sexo de sus hijos, así que la emoción estaba a flor de piel.

El primero en llegar al mundo había sido el hijo de Taehyung; un pequeño varoncito idéntico a su padre, y que lucía sumamente frágil. Su nombre era Yeonjun. Unas horas después llegó al mundo su hermanita; una preciosa copia de Jungkook, a la cual habían llamado Somi. Ambos bebés dormitaban en sus encubadoras, ya limpios y vestidos con la ropita que habían llevado para ellos. Habían sido registrados por Taehyung, ya que legalmente la familia era Kim.

—Son hermosos... —susurró Jungkook, sintiendo sus ojos llenos de lágrimas de emoción—. Nuestros hijos, Taehyung.

El mayor, —quien de igual modo soltaba una que otra lágrima— abrazó a Jungkook, sin dejar de ver a las delicadas criaturas tras el vidrio. No podía esperar a llevarlos a casa, tenerlos con ellos y enseñarles la habitación que con tanto esmero habían decorado con diseños de BT21.

Tomó de la barbilla a a Jungkook, acariciando su mejilla con su pulgar. —Gracias...

—¿Por qué?

—Por todo lo que me has dado —sonrió—. Eres el amor de mi vida, mi fiel compañero y mi más adorado anhelo. Gracias por darme el placer de estar a tu lado, gracias por darme la dicha de ser padre de dos hermosos bebés. Soy tan feliz de tenerte, mi amor.

—Taehyung... —el menor se aferró al pecho del mayor, sollozando por todas las emociones que sentía.

—Disculpen —una enfermera se había acercado a ellos, logrando separarlos—. ¿Les gustaría pasar a ver a sus hijos?

Ambos asintieron de inmediato, vistiéndose con la ropa clínica y entrando al lugar. Taehyung miró con adoración a sus hijos, y tomó en brazos a la preciosa Somi, quien sonrió al ser acurrucada entre los brazos del mayor. Jungkook, con muchísimo cuidado, tomó a Yeonjun, quien tenía sus ojos abiertos y lo miraba con interés. El pelinegro extendió su dedo cubierto por el guante, y el bebé lo tomó con firmeza, todo eso sin dejar de verlo a los ojos.

Se miraron, y sonrieron, con la cálida sensación de sus hijos ya con ellos. El sonido de alguien hablando llamó la atención de ambos, y miraron al vidrio, encontrándose a su familia y amigos celebrando y tomando fotos de ellos. Rieron sin poder evitarlo. Era una nueva etapa en sus vidas, una más de todas las que afrontarán, y estaban preparados a todo lo que viniese.

—Los amo a todos —dijo Taehyung—, mi pequeña y hermosa familia.


EXTRA 3/3

Datos curiosos de La Vez Que Casi Terminamos:

✧ Suelo escribir las ideas de los capítulos en borradores, y de esa manera me es más fácil escribir ya que no se me olvida nada. El detalle es que no siempre escribo la idea original ya que con el paso de la historia añado cosas nuevas o le doy un nuevo giro. En la versión original, Tzuyu no estaba enamorada de Taehyung. Tenía planeado que los padres de ella la obligaban a estar con él, pero luego me di cuenta de que su actitud no era coherente, es decir, ¿ella iba a ser tan mala por algo que realmente no quiere? No era lógico.

✧ Quedo complacida con el hecho de que el personaje de Tzuyu realmente causó malos sentimientos (repito, el personaje, no la persona) ya que ver que muchos le tomaron rencor significa que pude crear a alguien real, que puede ser odiado y actuar como cualquier persona lo haría.

✧ En la versión original, Jungkook sí vuelve con Taehyung, es decir, cuando hablan ellos quedan bien. Lo cambié porque también era algo incongruente. Ambos estaban dañados y ambos tenían que sanar.

✧ Durante la historia, Jungkook físicamente era el de la era de "Euphoria", mientas que Tzuyu lucía como en "Feel Special". Taehyung por otro lado solo lucía como en la actualidad, dando ese contraste de un hombre mayor con alguien mucho más joven y de aspecto juvenil como el de Jungkook.

¿Alguna pregunta sobre la historia?
Déjala aquí →

La vez que casi terminamos llegó a su fin. Gracias por leer ♡

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