"또 가면을 쓰고 널 만나러가"
Todas las noches al cerrar mis ojos tu bella sonrisa, tus ojos, tus cejas, tu nariz, tu cabello, todo en ti venía a mi mente una y otra y otra vez.
No podía hacer nada sin que tu rostro hiciera acto de presencia en mis abundantes lagunas mentales.
Y es que me hacías ver fuego hasta en la más espesa nieve.
Mar en el más caluroso desierto.
Oro en la montaña más grande de carbón.
Y estrellas aún cuando el Sol brillaba en su esplendor.
No salías jamás de mi mente, así que decidí poner la máscara en mi rostro y salir a arreglar mi jardín, porque al parecer, el joven azul adoraba robarse mis flores, en especial, mis orquídeas.
Plantaba por aquí y por allá, cortaba unas cuantas hierbas y regaba otras más.
El jardín era lo único que me mantenía vivo, lo único por lo cual no me había ido.
Eran las seis en punto; no tardabas mucho en llegar así que tome mis cosas y me oculté dentro de mi guarida, de mi lugar seguro. No quería espantarte con mi apariencia.
Llegaste igual de puntual que siempre, pero esta vez llevabas dos cestas y las llenaste a una velocidad increíble. ¿Qué hacías con ellas?
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