Capítulo 12

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Capítulo 12

Todo cambió en el momento en el que @HHSsays anunció que mi segunda cita sería, nada más y nada menos, que con Malcolm Graham. Según las palabras de algunos comentarios de Instagram, literalmente, «Malcolm está fuera de la liga de Anne Luntz», pero aun así... parece que no era así.

Tan pronto como la cita había sido anunciada en Instagram, un mensaje privado de @HHSsays me había llegado con una pregunta muy simple y concisa:

«¿Aceptas la cita con Malcolm Graham?». Yo no había contestado, aún. No sabía si aceptaba y una parte de mí pensaba que no quería tener ninguna cita con nadie que no fuera Ryan. Después, otra parte de mi mente se imaginaba de vez en cuándo dónde sería mi cita con Malcolm, cómo saldría y de qué iba a hablar yo con ese chico.

Malcolm era bastante guapo, aunque debía reconocer que no era mi tipo. Su cabello era pelirrojo, su piel pecosa y sus ojos marrones. Parecía simpático, pero debía ser sincera y reconocer que a veces se comportaba un poco como un imbécil.

Ryan y él eran inseparables, siempre lo habían sido, y para mí parecían la noche y el día: Ryan era tranquilo y silencioso, Malcolm sembraba el caos allá a donde iba y parecía cargado de una inmensa energía que no se quemaba nunca. Ryan no hablaba mucho, la verdad, y cada vez que hacía una broma en público, a mí me parecía bastante ocurrente, pero él bajaba la mirada y solía dar la impresión de encontrarse incómodo cuando mucha gente se encontraba alrededor. Malcolm, en cambio... soltaba cada cosa que le pasaba por la mente, como si no hubiera un filtro en él. Y, si algo sabía sobre ese chico, era que organizaba fiestas locas en su casa. No hace falta que mencione que yo nunca había estado en ninguna de esas fiestas.

Era casi humillante reconocer que mi hermana Alia sí solía ser invitada y que a veces trataba de convencerme para ir, pero yo me negaba en rotundo porque la invitación nunca se refería a mí y porque... ¿qué iba a hacer yo en una fiesta de esas si prácticamente no había hablado jamás con nadie? Especialmente si Ryan se encontraba allí, habría sido patético que me viera acudir sola y pasar toda la fiesta alejada en un rincón sin que nadie se me acercara durante más de un par de minutos.

Así que ahora, al parecer, Malcolm estaba interesado en mí. Probablemente era la última persona en el instituto a la que esperaba gustarle.

A raíz de la publicación en @HHSsays, mi popularidad pareció crecer aún más y, no solo eso, ¡mi suerte comenzó a cambiar de forma positiva!

En los días siguientes, las risas disminuyeron considerablemente en los pasillos y a veces mis compañeros se acercaban a mí en las clases y en el recreo, me hablaban, compartían sus deberes conmigo, me invitaban a hacer planes con ellos... aunque yo los rechazaba la mayoría de veces, al fin y al cabo me parecía que esa sería una relación de puro interés porque ahora yo era la novedad del instituto.

No dejé que esta nueva «fama» me impresionara. Sabía que lo hacían porque Malcolm había puesto los ojos en mí, no porque yo les cayera bien ni porque quisieran ser mis amigos. Aun así, agradecí que la hostilidad disminuyera y a los pocos días incluso olvidé conscientemente que alguien había saboteado mi taquilla a propósito con el fin de... a saber con qué fin.

Otra de las cosas que cambió esos días fue mi relación con Jessica. Pasamos de ser compañeras de clase que jamás se habían dirigido una mirada entre ellas a charlar de vez en cuando en clase y volver juntas a casa casi todos los días. Jessica tenía dieciocho años y sus padres le habían regalado un coche pequeño pero bonito de color gris. Ella hablaba y hablaba sobre coger el coche y marcharnos de viaje a las highlands un fin de semana. También incluía en esos viajes a sus amigos y solía repetirme: «Si quieres llevar a tus amigos, ellos también están invitados». Yo me quedaba callada, porque mi única amiga allí era Tatti, más interesada en estudiar que en tener una vida social activa, y mi otra alternativa era Richard, que estaba a 100 millas de Edimburgo.

Esa mañana, tras una hora de historia y otra de literatura, me dirigí a la clase de educación física. Acababa de cambiarme de ropa para poder ponerme unas mallas de deporte grises y una camiseta ancha y negra de la conocida marca de cervezas irlandesa «Guiness». Esa camiseta me había costado varias malas miradas por parte del profesor, pero yo no pensaba cambiármela. Era cómoda y a veces me servía de pijama, le tenía cariño.

En mitad del gimnasio pude distinguir la imagen de Jessica, vestida con un crop-top muy ceñido de color rosa brillante y unos pantalones negros y cortos. Definitivamente, las malas miradas de mi profesor podían concentrarse en ella durante toda la hora... pero eso me hizo gracia. Aunque pareciera que Jessica ponía mucho esfuerzo en resultar atractiva, en esos últimos días había descubierto que en realidad eso formaba solo de su estilo extravagante que tenía más que ver con su afán de parecerse a modelos y actrices famosas, no estaba interesada en conseguir que un par de adolescentes hormonales le miraran los pechos durante las clases.

Jessica era guapa, divertida y popular. Y yo no dejaba de preguntarme una y otra vez por qué no había funcionado lo suyo con Ryan. Una vocecita malévola en mi cabeza me repetía constantemente que, si Ryan no se había quedado con Jessica, mucho menos me daría una oportunidad a mí.

—¡Anne! —me llamó Jessica desde el centro de la pista de baloncesto—. ¿Quieres estar en mi equipo?

Yo me encogí de hombros. Me imaginaba que sí, ¿por qué no?

Todos los alumnos de último curso realizábamos la clase de gimnasia juntos y de vez en cuando realizábamos partidos de distintos deportes en los que nosotros mismos formábamos los equipos. Nadie se acordaba nunca de elegirme para su equipo... hasta ese momento.

—Tengo que contarte algo —me susurró Jessica, acercándose a mí durante solo un segundo.

Después salió corriendo hasta el otro lado de la pista, donde, me percaté, ya había empezado el partido. Yo no era muy buena haciendo ejercicio, la verdad, mucho menos si me comparaban con Berta, por ejemplo, que era la estrella de todos los deportes. Apenas habíamos empezado a jugar cuando ella misma tomó el balón y casi me derribó de un empujón.

—¡Ah! —me quejé.

—¡Perdón, jefa! —se disculpó Berta sin dejar de correr. De pronto se quedó parada frente a la canasta, afinó el tiro y encestó el balón—. ¡Dos puntos para los Warriors!

Los chicos de mi equipo resoplaron y Jessica aprovechó para acercarse a mí y susurrarme algo «disimuladamente».

—Tienes que prepararte para el final de la clase, ¿vale?

—¿Por qué? —pregunté.

El balón regresó al campo y alguien me lo lanzó sin previo aviso. Yo no supe que hacer y corrí con él un par de metros.

—Eh, eh, ¡eh! ¡Esos son pasos! —me recriminó Berta, que sacaba su yo más competitivo en esa situación.

—Perdón. —Lancé el balón a una de mis compañeras.

Jessica volvió a acercarse.

—Te lo digo solo para que no te pille desprevenida. Malcolm quiere hablar contigo después de esta clase.

Yo enarqué una ceja.

—¿Hablar de qué?

—¡La cita, Anne!

Ostras. La cita. No la había aceptado aún.

Esta vez fui yo la que esquivé a Andrew para llegar de nuevo hasta mi nueva amiga. Me dio la impresión de que Andrew estaba muy pendiente de nuestra conversación y esto me hizo poner los ojos en blanco. Si de todas formas iba a tener que contarle todo más tarde para que pudiera escribir un artículo sobre eso...

—¿Y qué le respondo?

—Pues no sé. Espera a ver qué te pregunta, ¿no?

Me reí nerviosamente y el balón me golpeó en la cabeza. Yo me repuse como pude y mi vista se dirigió a algunos chicos que contemplaban el partido sentados en las gradas. Ryan era uno de ellos así que enrojecí al instante. No había duda de que había contemplado el golpe que acababa de llevarme.

—No sé si quiero salir con Malcolm —reconocí—, tú lo conoces, es tu amigo. ¿Me gustaría?

Jessica se quedó pensativa un segundo y después me miró con sinceridad.

—No creo, la verdad. Pero él... —sin ningún disimulo señaló hacia las gradas y yo enrojecí aún más cuando me encontré con esos ojos verdes que tanto me gustaban observándome—. Ryan. Ryan te va a gustar seguro.

—Pero la cita es con Malcolm, no con Ryan, Jessica. No sé qué hacer, yo nunca he habla...

—Nunca has hablado con él, blablablá. Ya lo sé, Anne... ¡y si te soy sincera, según tú, nunca has hablado con nadie de este instituto!

Debería haberme enfadado su comentario, pero más bien me hizo soltar una pequeña carcajada nerviosa. De hecho tenía razón.

—Nunca haces nada... hasta que lo haces.

El balón cayó de nuevo en mis manos y esta vez lo utilicé para dar un par de pasos con él y tirárselo a Jessica. Esta marcó un tanto y los jugadores de mi equipo aplaudieron profusamente. Berta gritó, decepcionada.

—¿Entonces qué quiere decirme Malcolm? —le pregunté cuando regresó de su segundo de gloria.

—Te va a invitar a su fiesta del sábado. Y yo creo que esa es la cita —me guiñó un ojo.

Yo contemplé la grada una vez más y pude ver que junto a Ryan, Malcolm también observaba el partido con interés.

Si ese chico me abordaba en mitad de todo el mundo para invitarme a salir con él, probablemente me derretiría de la vergüenza y me convertiría en gelatina en ese mismo gimnasio... pero si además lo hacía estando delante de Ryan, corría el riesgo de hacer que todo el edificio explotara con tal de desaparecer de allí.

Pero como aún no podía prever la situación, no me quedó más opción que seguir jugando y actuar como si nada pasara. Solo esperaba que, cuando llegara el momento, pudiera manejarme y parecer una persona medianamente inteligente frente a Malcolm. Como si eso fuera a cambiar algo.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro