Capítulo 21

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Capítulo 21

Sentarme a escribir era para mí todo un ritual. Vertí mi zumo de manzana en un vasito de plástico y tomé aire profundamente antes de posar mis dedos en el teclado de mi ordenador en el aula del periódico.

La sala, pequeña y algo desordenada, olía a revistas y a plástico nuevo. Para mí se trataba de un lugar que me transmitía paz y seguridad. A unos metros de mí, se encontraba el colorido portalápices de Tatti, justo frente a su ordenador. Junto a la puerta, Berta había dejado su bolsa de deportes, porque no cabía en su taquilla y necesitaba ponerse su ropa deportiva dentro de un par de horas para entrenar. Sobre el pequeño escritorio de Andrew reposaban cuatro o cinco periódicos y revistas de actualidad... todos teníamos allí nuestro pequeño espacio donde nos podíamos sentir nosotros, donde podíamos ser como quisiéramos. Ahora, además, la revista comenzaba a venderse de verdad y habíamos sacado unas cuantas libras cada uno con el número anterior, así que todo parecía ser mucho más serio y profesional para nosotros.

El sonido de alguien llamando a la puerta me hizo saltar, pues no lo esperaba. Me puse en pie, dispuesta a responder y sabiendo que no sería nadie de la revista; ellos no llamarían sino que entrarían directamente.

Me sorprendí al encontrarme cara a cara con Ryan.

—Imaginaba que estarías aquí, tu amiga Tatti me lo dijo.

No supe cómo reaccionar. ¡Ryan estaba allí! Yo no tenía muy claro lo que había sucedido el otro día en la casa de Malcolm, recordaba la parte en la que había estado sobria... pero me temía que probablemente había hecho el ridículo con Ryan. Quizás incluso más de una vez.

—Hola —lo saludé y no pude evitar sonreír como una tonta.

No quiero sonar estúpida al decir que la razón de mi sonrisa es que era muy guapo... más bien, no era solo eso sino que... era Ryan. Y Ryan significaba mucho para mí.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

—Claro, por supuesto —contesté haciéndome a un lado.

Ryan nunca había estado en esa sala y por un segundo pensé que verlo allí era casi como si lo hubiera invitado a pasar a mi habitación. Lo observé unos instantes sin saber qué decir y él pareció bastante entretenido curioseando entre la enorme cantidad de documentos.

—Guardamos cada uno de los ejemplares que hemos publicado en la revista desde que se fundó —expliqué.

—¿Y eso cuándo fue?

Sonreí.

—En el 1962... Lo que significa que tenemos más de 550 revistas amontonadas aquí.

Ryan se sorprendió genuinamente y se quedó parado frente a la estantería donde reposaban todas y cada una de esas revistas. Desde la primera que había inaugurado la revista del instituto... hasta la última, en la que yo me había declarado accidentalmente.

—¿Puedo? —preguntó.

Yo asentí con la cabeza y lo vi agarrar una revista al azar. Por el color de la tapa supe que era de finales de los años ochenta.

La ojeó unos segundos y sonrió, mostrándome una de las fotos en la que los alumnos de un curso habían ido de excursión y miraban a la cámara, ataviados con sus vaqueros demasiado grandes y las largas melenas rizadas y cardadas.

—Menudas pintas llevaban —comentó—, espero que la gente no piense eso de nuestra generación cuando vean las fotos del instituto.

—Lo harán —me reí.

Ryan cerró la revista y la dejó de nuevo sobre la estantería. Después paseó su dedo por todas las demás hasta llegar a la última que había sido publicada, la que, sin duda, parecía más nueva y en mejor estado. No la tomó, tan solo posó su mano en ella un segundo mientras me daba la espalda.

—He oído que vas a tener una cita con Lee —dijo casualmente.

Solté el aire que tenía en los pulmones, sorprendida por esa afirmación —ya que ni siquiera era una pregunta. Ryan no se giró para mirarme y yo lo agradecí.

—Sí, me lo pidió ayer. Al menos... ha tenido la cortesía de preguntarme antes de ir directamente a esa cuenta de Instagram. Me da la sensación de que hacer lo que ellos digan... hace que la cita se vuelva falsa, como si fuera un espectáculo.

Ryan tardó unos segundos en contestar.

—Bueno, pero tú has accedido a participar. ¿No?

—Imagino que sí —susurré.

Cuando por fin se dio la vuelta y pude ver sus ojos verdes, solo encontré cercanía en ellos. Me reproché a mí misma porque durante un segundo había pensado que quizás le molestaba el hecho de que fuera a tener una cita con otro chico. Me di de bofetadas ante ese pensamiento: yo no le gustaba a Ryan y cuanto antes lo asumiera mejor.

—Espero que te vaya bien, entonces. Lee parece un buen tío.

¿Ves? Le daba igual. Hasta me estaba deseando suerte. Me removí, ligeramente incómoda ante sus palabras.

—¿Y por qué me estabas buscando? —cambié de tema—. Creía que estarías en clase.

—Yo pensaba lo mismo de ti.

Tomé mi identificación como reportera y coordinadora de la revista del instituto y se la mostré.

—Este es mi pequeño «trabajo». Me libra de una hora de clase una vez a la semana.

—Vaya. Ojalá pudiera conseguir una de esas yo también, me he tenido que escapar ante las narices de McKintosh —dijo con humor, cortando toda la tensión que se había acumulado anteriormente—. Lo cierto es que venía a hablar de lo que comentamos el otro día en la casa de Malcolm. Rastrear quién pudo filtrar tu texto.

Tragué saliva.

—Imagino que estamos en el lugar correcto, entonces.

Ryan frunció los labios en un gesto pensativo durante un segundo.

—¿Estos son los únicos ordenadores desde los que subís la revista?

Asentí con la cabeza, señalando a las seis pantallas que se encontraban ante nosotros en seis pequeños escritorios.

—Aunque son viejísimos —comenté—, funcionan mal y a veces también traemos nuestros propios portátiles si necesitamos usar algún programa más complejo o si hemos guardado allí el material que vamos a publicar.

Ryan suspiró.

—Lo que nos deja con la posibilidad de seis ordenadores prehistóricos conectados a la red de internet del instituto y la posibilidad de otros seis, o más, ordenadores propios conectados a... a saber dónde.

—Al final siempre acabamos enviando el documento final a la imprenta desde aquí.

—¿Con algún correo electrónico en particular?

Yo bajé la vista, algo avergonzada porque sabía que habría un montón de cosas que no podría contestar simplemente porque no tenía la más remota idea.

—No, o bueno, sí. Tenemos una cuenta de correo electrónico para la revista que no usamos muy a menudo. Yo fui quien envié el texto a la imprenta esta vez, con el correo de la revista. Fui muy tonta al no revisarlo, podría haberlo evitado todo...

Ryan asintió con la cabeza.

—¿Este es tu ordenador?

Asentí. Era el único con la pantalla encendida y un documento abierto, con apenas un par de oraciones escritas en él. Ryan se sentó frente a él.

—Necesito que accedas a tu correo electrónico. Imagino que tienes aquí los e-mails de todos los participantes en la revista, ¿verdad?

—Sí, están todos: Tatti, Andrew, Lisa, Berta y Damien.

Ryan tecleó muy muy rápido y de un momento a otro se abrieron frente a él todas las direcciones de correo electrónico a las que yo había mandado un mensaje en las últimas semanas.

—Esa es la imprenta —señalé.

—Perfecto —susurró él—. Nos va a llevar algo de tiempo porque estos ordenadores son arcaicos... pero encontraremos quién envió el mensaje manipulado. Ya lo verás.

Y el brillo de sus ojos me dijo que encontraría a esa persona que parecía querer hacerme daño y que no me decepcionaría. Que, al menos en eso, no lo haría.

<3

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