Capítulo 26

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Capítulo 26

—Deberías volver a dentro a por una chaqueta —comentó Ryan.

Yo llevaba puesta una sudadera gruesa y unos vaqueros. Negué con la cabeza.

—Estoy bien, no te preocupes —murmuré, agradecida por su preocupación—, has... ¿venido hasta aquí para verme?

Ryan negó con la cabeza y miró a otra dirección, algo que en el futuro yo reconocería perfectamente como que estaba a punto de mentirme. Pero en esos momentos no lo sabía, aún.

—Pasaba por la zona. Mi abuela viven cerca y estaba cenando en su casa.

—Oh. Gracias.

Caminamos lentamente por mi calle, situada cerca del estadio de Meadowbank. A pocos minutos de allí se encontraba el parque de Holyrood, una maravilla increíble de encontrar en mitad de una ciudad: el parque era inmenso y contaba con casi 3 km². En él había montañas, un lago e incluso las ruinas de una capilla medieval.

Probablemente mis padres no habrían aprobado que paseáramos por el parque de noche, pero, ¿y qué? Caminamos durante varios minutos, sin ninguna dirección en concreto y con la única iluminación de la luna.

—Siento mucho lo de la cadena de mensajes.

Yo sonreí, aunque de forma triste.

—No has sido tú, ¿no? No tienes por qué sentirlo.

—Un loco parece haberte tomado como su marioneta personal.

Suspiré.

—Ya. Bueno... no creo que solo haya sido solo una persona, la verdad.

—¿A qué te refieres? —Ryan me miró, sorprendido.

—A que parezco la marioneta de medio instituto. No creo que la cuenta de Instagram @HHSSays tenga algo que ver con la publicación de mi carta personal en la revista... pero quién sabe qué más ha hecho la persona que maneja esa cuenta... Y lo de las citas. Soy como el hazmerreír del instituto, Ryan.

—No es así, Anne. Créeme, la mayoría de gente te admira por ser tan valiente y enfrentarte a su juego en vez de salir corriendo.

Me cubrí la cara con las palmas de mis manos.

—Empiezo a estar cansada de que la gente me diga que soy valiente. Hice lo más fácil, ¿vale? Es más fácil acudir a las citas que evitarlos y provocar que la gente me critique.

—No es verdad. Podrías haberles ignorado, haber... haber pasado de todo. Y en lugar de eso dijiste: ¿Queréis una chica estrella? —cambió su tono de voz para pronunciar las últimas palabras, utilizando el nombre por el que siempre me llamaban en esa cuenta de Instagram. No pude evitar reírme—. ¡Pues aquí está vuestra puta chica estrella!

Solté una carcajada y él también lo hizo. No quise replicar, porque sabía que él no me dejaría hacerlo.

—Muchas gracias por haber venido, no tenías por qué hacerlo.

—Me molesta que se metan contigo, que se inventen rumores y tonterías.

Tragué saliva.

—Yo... bueno, creo que no es necesario que lo diga. Pero igual que no hice nada contigo en la habitación de Malcolm, tampoco pasó nada entre él y yo.

—No tienes por qué explicarlo, sé que no pasó nada —dijo él y la confianza en su voz me dio seguridad—. Es mi mejor amigo, sé que jamás haría algo así y a ti... a ti comienzo a conocerte. Y una «doble victoria» no suena para nada a Anne Luntz. Y si lo hicieras, ¿qué? ¿A ellos qué les importa?

Sus palabras me tranquilizaban, era como si todo lo que me decía estuviera recién sacado de mis peores temores y cómo afrontarlos.

—Sabes, no esperaba para nada que fueras así.

Él se mostró algo extrañado.

—¿Así, cómo?

Se me escapó una sonrisa qué probablemente le hizo pensar que yo era una tonta enamorada.

—Durante años de visto que realmente no te conocía. Para que me entiendas, coincidía contigo en varias clases pero lo único que sabía de ti era lo que veía: tus amigos, el equipo de fútbol. Cuando eras pequeño eres muy tímido.

Me sorprendió ver cómo su voz se suavizaba.

—Tú también lo eras. Recuerdo que te sentabas en la grada junto a nuestros padres. A veces quería hablarte, pero me daba vergüenza. Yo no tenía muchos amigos por aquel entonces. Luego mis padres dejaron de acudir a las reuniones de la comunidad canadiense. Nuestras familias se distanciaron... ¿Sigues yendo a las reuniones? —me preguntó.

—A veces, no muy a menudo, ya.

—¿Cómo siguen las cosas?

—Nada especial. Los Miller se mudaron a Alberta el año pasado. Amanda y Arthur se han comprometido.

—Vaya, estoy seguro de que a todo el mundo le ha vuelto loco la noticia.

—Sí, es una tontería pero ya sabes cómo se emocionan con los matrimonios.

—¿Amanda sigue hablando con ese acento canadiense forzadísimo?

Me reí al escucharlo. Siempre Había sido un motivo de burla en la comunidad Los jóvenes, en su mayoría habíamos nacido y crecido en Edimburgo, por lo que teníamos acento escocés al hablar. Pero Amanda había comenzado a fingir acento canadiense a los 13 años desatando las risas del resto de jóvenes.

—Como recién sacada de una escena de Orphan Black —confirmé.

Ambos nos reímos. Yo me maravillé porque, aunque no hubiéramos hablado durante nuestra infancia, él había estado ahí siempre. Nos quedamos parados y Ryan me miró. Yo me sorprendía cada vez que veía sus ojos verdes tan cerca, muy muy cerca.

El ambiente se hizo pesado de repente. A pesar del frio yo sentía que mis mejillas estaban rojas y calientes. Deseé besarlo tanto como siempre lo había hecho y por un instante creí que lo haría él, porque había química; una conexión entre nosotros. Aunque... siendo realistas, quizás yo era la única que se sentía así.

—Te acompañaré a casa, no quiero que te resfríes por mi culpa —dijo de pronto, rompiendo el momento.

Me sentí incómoda, pero no lo evidencié. ¿Acaso esperaba algo diferente? Charlamos durante el camino de vuelta y puede comprobar que Ryan, a pesar de no ser hablador, era muy gracioso. Tenía esa clase de humor que me hacía preguntarme qué sucedería dentro de su cabeza en ese momento.

—¿Quieres entrar en mi casa para llamar a un taxi? —le ofrecí cuando llegamos a mi puerta.

Ryan negó con la cabeza, efusivamente.

—Cogeré un autobús, no te preocupes.

—¿Sigues viviendo en el mismo lugar?

Quizás mi pregunta no le sentó demasiado bien, ya que apartó la mirada mientras contestaba.

—Sí, bueno... de momento sí. Aún vivimos en Tollcross, pero Malcolm y yo estamos pensando en mudarnos a un piso en el centro cuando cumplamos dieciocho.

Sonaba fascinante y sonaba... muy adulto. Yo no me veía a mí misma dejando mi casa aún, pero lo cierto era que planeaba acudir a la universidad en Edimburgo y quedarme en la casa de mis padres me ahorraría un montón de dinero. Aun así, también me planteaba buscar un trabajo a tiempo parcial en cuanto acabara el curso.

—De acuerdo —susurré al llegar a la puerta de mi casa, donde nos quedamos parados—. Muchas gracias por venir hoy, ha sido...

No supe cómo terminar la frase, así que bajé la cabeza, algo avergonzada. Supe que sonreía, aunque no lo estuviera mirando.

—No hagas caso a los imbéciles del instituto, ¿vale? —me dijo.

Inesperadamente, Ryan acarició mi mejilla con un par de dedos, en un gesto cariñoso. Yo contuve la respiración hasta que él se apartó de mí. Después, solamente se dio la vuelta. Yo me quedé allí parada un par de minutos más. Mi mente estaba hecha un desastre.

Hola, amores <3
Por primera vez en mil años tengo casi una semana de vacaciones, así que, ¡yay! Espero poder subir un par de cositas que he escrito últimamente :)
Si quieres que te dedique el siguiente capítulo, déjame un comentario diciéndomelo!!
Gracias por leer, ¡mil besos!

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