Capítulo 12

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Descubrí dos cosas esa mañana. Primero, lo espantoso que sería vivir cerca de un aeropuerto, siendo testigo de aquel insoportable desfile de aviones despegando que me ponía los nervios de puntas. Segundo, que los padres de Taiyari amaban probar la comida de todo local que se toparan en el camino.

Habíamos llegado juntos, pero prefirieron dejarnos solos mientras se paseaban por los negocios esperando el llamado. Eran las personas más divertidas del mundo, una canción alegre sobre los tristes murmullos, por lo que hizo falta su compañía. Sobre todo ante la negativa de mi voz para salir, las frases se atascaron a causa ese molesto nudo. Quería decir tantas cosas, mas no encontraba el orden.

—¿Llevas tu cepillo de dientes? —le pregunté, rompiendo el silencio. Taiyari se echó a reír. Asintió por novena vez desde que había subido al automóvil—. ¿Toalla? ¿Zapatos?

—Creo que llevo lo necesario —frenó divertido mi interminable lista.

Sonreí apenada porque siempre hacía eso cuando la ansiedad me dominaba, hablar sin parar. Era también mi método para olvidarme que cada palabra dicha a partir de ahora era más valiosa teniendo en cuenta lo cerca que estaba el final. «El final». Un nuevo arañazo a mi corazón. Guardé silencio un minuto acostumbrándome al dolor de la herida. Me pregunté cuántas más se formarían después de su partida, el número que una persona puede soportar. La abuela decía que muchísimas, pero jamás lanzaba un número.

Un odioso ruido me sacó de mis líos mentales. Observé por el enorme cristal el despegue de un avión que se levantó del suelo para perderse en las nubes blancas del cielo. Imponente, son sus enormes alas de metal, transformándose en un diminuto punto en el infinito. Inalcanzables, llevándose consigo los sueños de muchas personas, separaciones que nunca tendrían reencuentro, llantos secretos.

—¿No tienes miedo de que el avión se caiga? —solté de pronto, sin darme cuenta de lo que decía. Cerré los ojos al meditar mi estupidez—. No, no, no, no. No pienses que algo así pasará. Nunca. En realidad lo...

—¿Llorarías? —me interrumpió.

—¿Qué?

—Si sucediera.

—Más que el dueño que perdería todo su patrimonio —le contesté en tono de broma, pero él me sonrió, sabía que hablaba en serio. No habría consuelo suficiente para su pérdida. La posibilidad me revolvió el estómago con violencia—. Si estás a punto de caer, saltas —le pedí alarmada.

—Técnicamente me mataría.

—Cuando estés cerca del suelo —intenté darle otra solución que solo le robó una carcajada. El sonido de su risa, arrebatadora para su cuerpo, una calma para el mío, fue interrumpido por el primer llamado—. Oh, no —me lamenté entrando en pánico. Apreté los labios para no llorar—. Tienes que irte —le avisé lo evidente. Lo vi tomar su mochila del suelo antes de quedar frente a mí. Yo hice un esfuerzo sobre humano por mostrarme fuerte, para mantener las lágrimas dentro de mí.

Algunas personas alrededor prepararon sus cosas para marcharse también. Su pronta partida me hizo más consciente que no habría más tiempo. Ni hoy, ni mañana, tal vez nunca. Sin retornos cercanos, cambiarían de página mientras el resto nos quedábamos anclados a tierra. A una tierra que perdía el sabor sin su compañía. «¿Cómo no llorar al saberlo?», me quejé tomando un respiro.

—Sé que yo no soy la que se irá —le confesé en voz baja—, pero no creo pueda estar más nerviosa —mencioné despacio, me costaba respirar.

Taiyari me sostuvo de los hombros, debió creer que me desmayaría en cualquier momento por mi palidez. No estaba muy equivocado. Entonces para mi sorpresa Taiyari estampó sus labios sobre mi frente. Mi corazón latió deprisa, conteniendo la respiración ante su proximidad.

—Mentía, ahora me tiemblan las piernas —susurré.

—Te escribiré apenas llegue. Esta misma noche —me prometió con esa sonrisa que tanto me gustaba.

—¿Sabes cuánto tardará en llegar? —cuestioné impaciente.

—No tengo la menor idea, pero no demoraré. Mientras más pronto salga más pronto estará aquí.

—Tampoco te desveles por eso —le pedí. Tal vez estaba exigiéndole imposibles—. Debes cuidarte. Descansar es beneficioso —le recordé.

Él negó con una sonrisa de medio lado. Tuve que concentrarme en lo que hablaba para no distraerme en sus rasgos. Había días que me cuestionaba cómo aquel muchacho que no significaba nada logró ser tan importante, buscando la razón por la que un rostro que formaba antes parte de mi asquerosa rutina llegó a gustarme tanto al contemplarlo a detalle.

—Ahora te preocupas como mi madre, eh —mencionó acomodando un mechón detrás de mi oreja. Sus dedos tocaron mi mejilla y yo intenté controlar la sonrisa que brotó en mis labios.

—Solo cuídate, por favor —repetí, poco me importó si creía que exageraba.

—Lo haré.

—¡Taiyari, vamos, que perderemos el vuelo! —lo llamaron a su espalda. Sus padres se dirigieron deprisa al área de abordaje. Él les pidió un minuto. Un minuto, los sesenta segundo más largos de mi vida. Yo me despedí de ellos con un sutil ademán.

Había llegado el momento doloroso que intentaba apartar de mi cabeza. Creí que al verlo cruzar la puerta algo dentro de mí se rompería, como un cristal que cae al suelo y luego es pisoteado por una multitud. Tomé un enorme suspiro para que mi voz no flaqueara, pese a que mi tono bailaba en mi garganta.

—Haz todo lo posible por estar bien —le supliqué preocupada. No existía un deseo más sincero en mi interior que pudiera superarlo.

Y debió notarlo, no era por simple apariencia, sino palabras dichas con la más profunda honestidad. Las había sacado del fondo de mi alma, en ese sitio que reservaba únicamente para los que habían marcado mi vida.

Me miró de un modo distinto, con un agradecimiento que traspasaba de cuerpo a cuerpo. El mundo a nuestro alrededor se esfumó. Adiós a las pláticas cortas de otros que murieron antes de tomar sentido, el arrastre de las maletas cargadas de penas, las miradas de curiosos deseosos de nuevas emociones en historias ajenas.

Estábamos Taiyari y yo confesándonos, sin palabras, el impacto que tuvo el cruce de nuestros caminos en el momento exacto. No se puede olvidar a quien penetra en lo hondo de tu corazón. Y cuando creí que no habría espacio para otro recuerdo Taiyari hizo lo inimaginable.

Me tomó suavemente de la barbilla y acortó la distancia entre los dos despacio para rozar mis labios que temblaron a su contacto. Fue una tímida caricia que aceleró mi corazón al grado que creí que saldría disparado. Mi cuerpo se tensó, pero mis ojos se cerraron de a poco. Ni siquiera le llamaría un beso, duró apenas un segundo que se transformó en una eternidad. Fue su toque el que despertó un mar de emociones desconocidas en mi interior. Un cosquilleo que revolucionó mi pulso. La calidez que nació en el centro de mi pecho.

Sonreí atontada sin saber cómo reaccionar cuando nos separamos. Él me miró con ternura en sus profundos ojos negros y luego me sonrió en respuesta.

—Te veré luego —se despidió él corriendo.

Yo me quedé congelada en mi sitio. Siguiendo su recorrido sin fuerzas para dar un paso, hasta que la adrenalina me sacudió.

—¡Cuídate mucho! —grité llamando la atención de varios metiches. No me interesó su impertinencia porque logré que Taiyari se girara para dedicarme una última dulce sonrisa—. Y escríbeme. Te iré a busca si no sé de ti —le amenacé divertida.

Él levantó su mano derecha.

Negué mordiéndome el labio para retener una sonrisa, resistiendo las ganas de acariciar la zona donde su boca me había tocado. El vacío entre nosotros me pesó al ser consciente de lo cerca que habíamos estado. Me hice una promesa mientras lo veía alejarse. No importaba cómo, ni la historia que le siguiera, los sacrificios o tropiezos, tenía una nueva meta: volvería a verlo. Me rencontraría con Taiyari como la tierra con la primavera.

😭❤️ No se pierdan los capítulos de la próxima semana :'3. Gracias de corazón por todo su apoyo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro