Capítulo V: El que se escapó

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Por dentro la ciudad era bastante hermosa. Sus casas estaban hechas de piedra con techos de madera.

Las calles estaban llenas de mercaderes, que vendían sus productos, importados y nacionales, al grito de "¡Pescado fresco!", o "¡Telas de Floradragón y de Dornelia!".

Los clientes no muy pudientes se quedaban en los primeros puestos de venta, mientras que los mas ricos se adentraban mas profundo por la calle comercial, donde encontrar cosas de calidad "A su altura", como decían frecuentemente.

Dayn y Kírdan entraron a la ciudad. Vieron lo concurrida que estaba la calle. Decidieron tomar otra ruta. Se fueron por una calle que había a su izquierda y se adentraron.

Empezaron a buscar un lugar donde descansar. Pasaron primero por dos posadas. La primera se llamaba "La Alegría del Viajero". Estaba llena. La segunda se llamaba "La Posada de las Ocho Felicidades". También estaba llena. Había muchos muleros que venían de Las Piedras, y paraban a descansar en esta posada. Tenía fama por su excelente trabajo, la posada.

Decidieron adentrarse otro poco, y llegaron a una que no estaba llena. Se llamaba "El Jabalí Risueño".

Entraron a la taberna. El tabernero no parecía contento de tener mas clientela.

-¿Que queréis?- preguntó fríamente el tabernero.

-Queremos pasar aquí la noche durante...- Kírdan se puso a pensar.

-Tres días.- dijo de repente Dayn.

-Sí, exacto.- le siguió Kírdan -Tres días.

-Muy bien- dijo el tabernero -Son cinco aguarrojas por día.

-Aquí tiene- dijo Kírdan tendiéndole su mano derecha, en la que llevaba las cinco monedas respectivas de aquel día.

Salieron de la taberna. Empezaron por dirigirse a las afueras de la ciudad para trazar la próxima parada.

-Yo digo que vayamos a el poblado de Selón. Allí se prepara la mejor carne de burro del reino- propuso Kírdan.

-Suena bien- respondió Dayn -Pero no es necesario. Aparte, no tenemos suficiente dinero para ello.

Estuvieron así un rato charlando de sus planes. Unas dos horas.

Cuando pararon, entraron a la ciudad de nuevo y se dirigieron a la taberna a almorzar.

Dentro estaba concurrido. Soldados, cazadores, etc.

-Tabernero, sírvenos el almuerzo- llamó Kírdan.

-Ya voy, ya voy- dijo medio enojado.

Les sirvió el plato principal de la taberna: el jabalí risueño.

-¿Esto es lo que llaman "el risueño jabalí"- preguntó Dayn mirando asqueado la comida.

-Vamos- le respondió Kírdan -Aquí debes comportarte como vadorrojí, sino nos pueden descubrir y estarías muerto. Aquí la gente desconfía demasiado de los extranjeros-

-Pero si es un asco- Replicó Dayn -Jabalí hervido en salsa de menta. Pobre animal...-

La gente presente en la taberna empezaba a irritarse de los rezongos de Dayn por la asquerosa comida. Kírdan, viendo la situación, decidió que era mejor salir de ese agresivo clima.

Se levantó de la mesa y dejo un aguarroja como propina por la comida.

Al salir de la taberna, Kírdan agarró de la camisa a Dayn y lo empujó fuertemente contra la pared, furioso.

-¡¿Que estás haciendo!?- le gritó Kírdan a Dayn, resaltando en el su ira.

-Perdóname Kírdan, es que...-

-¡No me interesa tus excusas!- volvió a gritar Kírdan -¿Que acaso no sabes que corremos peligro, aquí, en esta pútrida ciudad?-

-¿Y tu sabes que me empieza a irritar, el Kírdan ese?-

-¿Por que te empieza a irritar el Kírdan ese?-

-¿Quizás porque, no se, es un infeliz?-

-¿Sabes lo que te dice, el infeliz de Kírdan?-

-¿Que me dice el esmirriado ese?-

-¡Que solo eres un idiota inútil!- gritó Kírdan.

-¡Eh, ustedes!- dijo un hombre desde el balcón de su casa -Dejad de gritar, no dejan dormir-

-Perdonadnos, viejo- le respondió Kírdan -No pensamos que molestaríamos a la gente.

-Juventud indolente...- dijo el hombre y entró a su casa.

Kírdan aún sostenía a Dayn cuando de la oscuridad llegó un hombre de la nada.

-¿Me parece a mi, o ya nos conocemos?- preguntó el hombre.

Kírdan lo reconoció

-Si, ya nos conocemos...- dijo Kírdan -Y tenemos una cuenta pendiente.

Soltó a Dayn y sacó su cuchillo

Kírdan empezó a blandirlo con la velocidad de una gaviota. El extraño hombre, se sacó la capucha.

Era el líder de los bandidos.

Sacó una daga de su cinturón y también la blandió.

Las armas chocaban. Se besaban y tiraban chispas.

Los sonidos metálicos eran fuertes.

De repente... El sonido de alguien cayendo se escuchó.

El bandido había muerto, pero no fue Kírdan quién lo mató. De su frente, chorreaba sangre carmesí por culpa de una piedra. Había sido Dayn.

-Te debo una, Dayn- le dijo Kírdan.

Dayn se levantó y con una seña le dijo a Kírdan que lo siguiera. Kírdan le entendió enseguida. Debían huir de allí.

-Aún no han sonado el toque de queda, tenemos tiempo, pero sólo el justo- dijo Kírdan

*

Llegaron donde la taberna. Tomaron a sus caballos de los establos y salieron coorriendo de allí.

Estaban casi llegando a la puerta. De repente se escucho un cuerno sonando.

-¡Es el toque de queda!- dijo Kírdan.

Apuraron el paso. Justo cuando los guardias empezaron a cerrar las puertas, ellos lograron pasar.

-Uff, por poco- dijo Kírdan.

-¿Y ahora?- preguntó Dayn.

-A Las Piedras-.

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