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Inmóvil junto al sitial, la Censora fijó aquella escena en su memoria, sabiendo que a su regreso a Aishta debería rendir detallada cuenta de cuanto viera y escuchara. A pesar de haber presenciado incontables Asignaciones, ésta en particular le inspiraba algo cercano a la admiración. Sus ojos entrenados veían en esas Aspirantes espíritus templados y voluntades decididas. Algunas de esas muchachas eran sencillamente indomables. Sin embargo allí estaban, sin el menor rastro de orgullo, toda su atención puesta en su Regente, esforzándose por mostrarse dignas de estar allí. En cuanto a la Regente, bien, su manejo de la situación era magistral, guiando a las muchachas para extraer de ellas la información que precisaba. Alguien en Aishta iba a poner mala cara, pero el único adjetivo en su mente para calificar esta Asignación era "perfecta".

—A partir de hoy —decía la Regente— y hasta que concluyan su aprendizaje, un Maestro Superior le será asignado a cada una de ustedes. Será el responsable directo de guiarlas en esta Etapa y le deberán obediencia y respeto. Si la Estrella así lo quiere, pronto volveremos a reunirnos.

En el silencio que siguió a sus últimas palabras, los pasos de la Asistente al rodear el sitial parecieron retumbar hasta el último rincón del Templo. Andria estudió ese silencio: carecía por completo de tensión. Ni siquiera la insólita expresión de la Regente al usar el genérico masculino había hecho mella en las Aspirantes. Discípulas, se corrigió, como si los títulos tuvieran alguna importancia. ¿Y es que acaso algo podría sorprendernos ya? No era la primera vez que lo pensaba. Sentía que si habían perdido algo en los largos años que pasaran en la Escuela, eso era la capacidad de asombro.

La Asistente se situó a la izquierda de la Regente, un peldaño por debajo del sitial. Lena retrocedió hacia un costado.

—N'lil hija de S'lil —llamó la Asistente.

La muchacha se adelantó sola hacia el estrado, la cabeza inclinada antes sus superioras.

—Al'Nair será su Maestra —dijo la Regente.

Al hacerlo miró a su derecha. Un haz de luz iluminó fugazmente su semblante, mostrando el singular color dorado de sus ojos. Andria frunció el ceño. Esa marca genética era tan inconfundible como rara, y el único lugar de la Galaxia donde podía ser encontrada era Seria Finalis, el planeta exterior de Mira Omega. Los dedos de Narha tamborilearon en su brazo: "Es nativa de Seria como Lune. No preguntes." Andria asintió con un cabeceo imperceptible.

Mientras tanto, la quinta persona a la derecha del sitial avanzó para situarse junto a N'lil y enfrentar con ella a la Regente.

—La Estrella vele por ustedes.

—Ella nos mostrará el Camino —respondieron Maestra y Discípula a un tiempo.

Ambas hicieron una leve reverencia, dieron media vuelta y se alejaron para detenerse más allá de la Estrella central.

—Dagan hija de Ragan —llamó la Asistente.

—Sabik será su Maestra —dijo la Regente.

—Elde hija de Belle.

—Sargas será su Maestra.

Andria respondió al fugaz guiño de Elde al pasar a su lado con su Maestra. Sus dedos formaron para ella el signo de buena suerte en el código secreto que las muchachas compartían.

—Yasna hija de Lasna —llamó la Asistente.

—Suhail será su Maestra.

Vania y Andria se adelantaron juntas, esperando ser llamadas.

—Vania hija de Vania.

—Lesath será su Maestro.

Andria notó que las aletas nasales de Vania se dilataban, único indicio de su agitación. La muchacha avanzó con la cabeza muy erguida al encuentro de su Maestro. Lune ocupó su lugar a la izquierda de Andria y su mano le rozó la manga lo suficiente para transmitir dos palabras: "Primera Prueba." Andria observó a los dos hombres restantes, aunque le resultó imposible individualizar a Vega. Él será mi Maestro, supo sin sombra de dudas. Vio los ojos gatunos de Lune fijos en uno de ellos. Un movimiento casual le bastó para preguntar: "Yed?" Los párpados de Lune descendieron y se alzaron.

—Andria hija de Aria —llamó la Asistente.

Un cosquilleo corrió por su espalda al dar el primer paso hacia la plataforma. Sus sentidos, extraordinariamente alertas, percibieron que el pie derecho de uno de los hombres se preparaba para adelantarse. Sabe que será llamado. Mantuvo los ojos clavados en la Asistente y respiró hondo, cuidando que nada en su actitud delatara que su pulso se había acelerado.

—Vega será su Maestro.

Andria se mantuvo inmóvil mientras Vega avanzaba hacia ella. Se detuvo a su izquierda y enfrentaron juntos el sitial. Él también evitó mirarla, pero Andria experimentó un suave flujo de energía que emanaba de él y parecía envolverla, induciéndole una extraña calma. Ya he sentido esto antes, pensó.

—La Estrella vele por ustedes.

Vino a su mente un recuerdo de sí misma sentada con la cabeza gacha, temblando de pies a cabeza, y Vega inclinado hacia ella con una prieta sonrisa rozando sus labios. Esa noche, en el Sector Occidental.

—Ella nos mostrará el Camino.

La voz de Vega se unió a la suya, adoptando su tono y su cadencia. Fue así que calmó mi miedo.

Mientras retrocedían adonde Discípulas y Maestros esperaban, Andria revivió con nitidez la noche en que conociera al encapuchado que ahora caminaba con ella.

—Lune hija de Juné —llamó la Asistente a sus espaldas.

—Yed será su Maestro.

Y mirando retrospectivamente, por primera vez Andria tomó cabal consciencia de la cantidad y la profundidad de los cambios que había sufrido desde entonces. ¿Dónde ha quedado esa niña que era?, se preguntó. Y una amarga voz interior respondió: Se ha perdido para siempre.

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