¡Felicidades estás perdido!

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Nos distanciamos de la interestatal 85 y corrimos por calles pobladas hasta que pedí un descanso, el cuerpo todavía me dolía por el accidente. Algunos magullones en mi piel se tornaban tan oscuros como el cielo. Nos detuvimos frente a una iglesia y me senté exhausto con la cabeza hecha un lío en la escalinata.

Ya era completamente de noche y la bulliciosa ciudad exhibía sus edificios luminosos retando la intensidad de las estrellas, los autos trascurrían en cada cuadra; para mí todos podían ser La Sociedad y los miraba como si quisieran matarme mientras recuperaba el aliento.

La iglesia era de un color sepia y hecha únicamente con ladrillos, a la izquierda de las escaleras un estrecho camino te llevaba a la otra cara del edificio y era resguardado por un pequeño bordillo que exhibía un cartel. Petra se sentó allí junto al metálico cartel que decía «Primera iglesia Presbiteriana» Sobe esperó en la calzada a que los autos se detuvieran, no supe que se pretendía y no me molesté en averiguarlo.

Tenía la mente enfrascada, los pensamientos se agitaban dentro de mi cabeza pero yo no podía oírlos. No tenía sentido alterarse tanto, pensar cosas que por más que meditara en ellas no les encontraría sentido. Respiré aire y me acerqué hacia Petra. Vi por encima de su hombro que escrudiñaba el maletín plateado y que éste brillaba levemente en la oscuridad. Estaba introduciendo la clave, los cerrojos se abrieron emitiendo un chasquido y me asomé para curiosear.

Adentro no había más que un archivo. Una carpeta de oficina con muchos papeles dentro y rodeado de goma espuma saltó a nuestra vista ¿Goma espuma para papeles? A Petra se le ensombreció su mirada de colores y por unos momentos solo había oscuridad en ellos. Escudriñó la primera hoja, leyó los primeros reglones, se detuvo súbitamente y elevó sus ojos lentamente hacia mí. Dudó, volvió a contemplar el papel y se humedeció los labios. Parecía consternada. Sacó el archivo, pateó el maletín y se guardó las hojas en la mochila con un movimiento veloz.

—Oye ¿no vamos a leerlo? —inquirí preguntándome por qué los había guardado como si fueran un arma asesina.

—No, Jonás —dijo jugueteando con una de las correas de su mochila—. Por algo el agente no se molestó en escondernos la información. Es porque sabe que nos encontrara de todos modos y porque esta información no nos hará bien. Es como una venganza.

Guardó silencio unos segundos.

—¿Estás pensado en tus padres?

Asentí.

—A medias.

—Piensa en ellos pero de otra manera —no sabía a lo que se refería. Sonrió nerviosa y añadió antes de que pueda preguntar—. Por ejemplo qué es lo que le gusta a tú madre o de que trabaja.

—El arte.

—¿De qué trabaja tu papá?

—Es trabajador social, también sabe psicología y se encarga de niños con padres desastrosos.

Noté que estaba cambiando el tema de conversación. También noté que los archivos la habían sacudido. Si hablaríamos de otra cosa sería de algo que no sean los gustos o habilidades de mis padres. Me senté a su lado y vi todos sus brazaletes, ella también los observaba.

—¿Qué fue lo que hiciste con esa serpiente antes del accidente? —pregunté, por algo se tenía que empezar.

Noté que estaba comprimiendo los nudillos, me reprendí por ser tan tenso. Petra asintió como si esperara una pregunta de ese calibre y rió un poco cansada.

—Sabía que ibas a preguntármelo aunque debería darte más crédito pasaron veinte minutos desde el accidente y creí que lo harías cuando bajamos del auto —observó el brazalete dorado de serpiente que descansaba inerte sobre su brazo y me pregunté cuándo había vuelto a ponérselo o cuándo había vuelto a ser serpiente.

—Verás, planeaba explicarte todo de mí cuando lleguemos al Triángulo, entonces las cosas serían más claras. Porque mi nombre es muy conocido allá, no me mal entiendas —se apresuró a aclarar— no soy popular. Más bien soy la chica que tuvo un problema de estómago y alguien lo grabó vomitando en todo el piso y ese video se pasó a todas las escuelas del país.

—¿Te pasó eso en el Triángulo?

—¡No! —ella rió de tan sólo pensarlo y por primera vez en la conversación me miró a los ojos—. Es que me conocen pero no por lo genial que soy, aunque deberían conocerme por eso —bromeó—. No, no, me conocen porque nadie quiere ser como yo.

 Iba a decirle algo como «¿Quién no querría ser como tú?» pero apenas la conocía y hubiera estado de más.

 Aunque en esa tarde conocí dos cosas de Petra. La primera era que en momentos de estrés solía patear lo que sea. La segunda era que en una conversación no le sostenía la mirada a nadie, siempre observaba otro punto, por lo general hacia delante, como si pensara dos cosas a la vez. Sólo me miraba a intervalos y por alguna razón su mayor defecto fue lo que más me gustó de ella.

 Un auto se detuvo con las ventanillas bajas y Sobe asomó su cabeza hacia el conductor, colocando sus manos en el botón que el dueño del auto iba a presionar para subir el cristal. Sobe compartió unas leves palabras con él, sonrió simpáticamente, elevó una mano saludando y se acercó hacia nosotros arrastrando su pierna defectuosa con brío.

—¿Y cómo eres? —le pregunté.

—Digamos que no nací aquí. Nací en otro pasaje donde la serpiente no es más que el juego de «tengo tu nariz»

—¡No van a creer esto pero estamos en Atlanta! —gritó Sobe acercándose hacia nosotros con su andar chueco, saltando, curvando las piernas y abriendo las manos como si estuviera presentado un producto barato.

—¿Y eso? —pregunté digiriendo lo que Petra acaba de contarme e intentando actuar con naturalidad.

« ¿Otro pasaje?» no dejaba de preguntarme en mi embrollada cabeza. Quería hacerle millones de preguntas pero se sentiría acosada además primero deseaba saber dónde nos encontrábamos y cuánto tiempo había pasado desde Grand Forks. Pero algo en mi interior me decía que esa no era toda la verdad ¿Por qué los del Triángulo no la querrían sólo por ser de otro pasaje? No lograba encontrarle sentido, se suponía que allí todos eran iguales, personas que quieren vivir la vida tranquila sin La Sociedad molestando por ahí.

—¿No sabes nada de geografía? —preguntó Sobe. Su aspecto afligido había cambiado por completo se encontraba totalmente erguido con una sonrisa luminosa en los labios—. Estamos en Atlanta, Georgia —dijo como si eso lo explicara todo.

—¿Y eso? —volví a preguntar.

 —Quiero recordarte que él es de Sídney, jamás vino a este país y yo ni siquiera nací aquí —recalcó Petra.

—Estamos a un Estado de Florida. Florida está cerca de Cuba ¡El tonto de Tony nos adelantó medio camino y ni siquiera lo supo!

El rostro de Petra se iluminó.

—Y eso no es todo. Yo pasé casi toda mi niñez de un lado a otro con mi hermano y recuerdo que en Atlanta había un pasaje que te llevaba a Cuba, de ahí podremos tomar un bote al Triángulo.

Petra se levantó de un salto, lo abrazó y le dijo con aire orgulloso que no era tan tonto como todos decían.

—¿Quién, quién decía eso?

Ella se encogió de hombros con una sonrisa.

—Ah, ya sabes. Todo el mundo.

—Oigan —los interrumpí no terminaba de entender cómo funcionaban las puertas y los pasajes, por lo que entendía yo las cerraba así que mi boleto de ida no sería en primera clase—. No entiendo.

—Y luego me dicen tonto a mí —refunfuñó Sobe corrió su cabello de corteza como si imitara a Tony y me rodeó los hombros con el brazo—. Mira Jo ¿Puedo decirte Jo?

—Como quieras.

—O Nás como te apetezca —sugirió.

—Jo está bien.

—Bueno Jo, lo que haremos es cruzar la puerta a ese pasaje y una vez en el pasaje sólo caminaremos unas horas hasta encontrar la otra puerta que lleva directo a Cuba. No me mal entiendas hay puertas que te llevan a otras partes de este mundo, por ejemplo a tres cuadras de aquí recuerdo que hay una escondida en un callejón que te lleva a Egipto. Pero no tomaremos esa. Sólo tomaremos la que te lleva a ese pasaje creo que el mundo se llamaba... era...Dadirucso —dijo resuelto, chasqueó los dedos con energía y luego añadió— o algo así. Después de unas horas en Dadirucso buscando la puerta a Cuba la encontraremos y estaremos en el Triángulo antes de notarlo.

—Pero yo cierro puertas no las abro —dije con obstinación.

—Lo sé pero somos dos Abridores y un Cerrador. Estaba pensando que tú casi no tienes idea de lo que eres, si nos esforzamos tu presencia casi ni se notará, tendríamos que tener mucha mala suerte para que el portal no se abra. Además tenemos que evitar Florida, mientras más te acercas al Triángulo más agentes hay.

—Una cosa más —añadí—. ¿No habías dicho que estaba la posibilidad de que los portales se puedan abrir en la otra punta de ese mundo? Podríamos desviarnos más en lugar de acercarnos.

—Sí bueno... eso de que la puerta no se abra en el mismo lugar generalmente sucedería porque estás tú. Casi nunca me pasó, bueno nunca me pasó, sólo sé que puede suceder si viajas con un Cerrador. Mira, es como que te tires de un paracaídas, esta la posibilidad de que no se abra pero eso casi nunca pasa, es más son casos aislados, casos de mala suerte. Ahora imagínate que me tiro en paracaídas pero con una tonelada encima, el paracaídas hará la misma función que si no tuvieras la tonelada, intentará aminorar la caída, pero el resultado puede que no sea el mismo ¿Comprendes? Tú eres esa tonelada que va a matarnos.

—Vaya.

—Pero si nosotros mientras caemos nos esforzamos por hacer que esa tonelada no se note, por ejemplo no sé... rompiéndola en pedazos. Entonces el paracaídas comenzará a funcionar ¿Entendiste?

—S-sí. Eso creo —el segundo ejemplo me había desconcertado más.

—Me esforzaré al máximo porque la puerta se abra en el mismo lugar y si no ya se me ocurrirá algo. Además en Dadirucso recuerdo que había medios de transporte rápidos, unos coches raros... pero había —concluyó.

Algo en su explicación me decía que me estaba engañando. De hecho sentía que me engañaban en muchos aspectos pero eran mi única posibilidad de recuperar a mis hermanos, no podía apartarlos con mi desconfianza. Me tragué todo el recelo que corría por mi mente y esbocé lo mejor que pude una sonrisa.

Petra se colocó las correas de la mochila en sus esbeltos hombros, la manga de su camisa se había cortado por el accidente pero después de eso se veía bien. Ella meneó la cabeza y murmuró algo como « ¿Desde cuándo pones ejemplos en tus explicaciones?» y él respondió «Desde que comenzaron a escucharlas»

Petra rió levemente y observó la ciudad.

—¿Dónde está la puerta a Dadirucso?

Sobe sonrió y nos rodeó los hombros de ambos con sus brazos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro