II. Peleo sucio

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Ese había sido el último soldado consiente. Los demás se encontraban inconscientes o habían huido presa del pánico por los hechizos de Petra. Ella desplegó nuevamente la esfera en una serpiente dorada que se enroscó alrededor de su muñeca y descansó allí, junto con el látigo de cuero. Petra observó recelosa la negrura del túnel, reacia a envainar sus armas. Walton tenía acorralado a la serpiente-soldado-señor-teniente contra la pared.

La serpiente siseaba amenazante, corrí hacia Miles que continuaba suspendiendo en la cuerda observando todo como un dios en su nube. Alcé la espada, y corté la cuerda, donde era enganchada con los tubos de drenaje, el metal luminoso se rasgó como si no fuera más que aire. Miles cayó al agua y nos apresuramos a sacarlo antes de que se ahoguara en menos de un metro de profundidad, el bufó, resopló y le desprendió una mirada asesina a la serpiente que continuaba acorralada contra la pared y el cuchillo de Walton. El agua estancada se vertía por su rostro, sus cabellos rojizos se veían de color borgoña en la oscuridad.

—¿Qué hacemos con él? —preguntó Sobe inspeccionándolo, una sonrisa burlona se formó en sus labios—. Al parecer si éramos un poco peligrosos ¿O no señor?

—Señor teniente —lo corrigió Dante con las manos temblando, preso de los nervios y la ira.

—¡Ahóguenlo! —gritó Miles y Dante asintió con convicción— ¡Denle la tierra que pide, sólo que no ocupará más que un ataúd!

—¡Nadie va a ahogar a nadie! —gritó Walton alzando los brazos con gesto pacífico—. Tu opinión no cuenta Miles, te falta un tornillo. Sé que el Miles de siempre ni se detendría a pensar en ello.

—¡Me falta un tornillo por personas como él!— Vaya, admitía que le habían quemado el cerebro, eso era un avance abismal.

—Aunque me gusta la idea no creo que pueda —dijo Sobe apoyando sus manos detrás del cuello como si fuera a echarse una siesta—. No, no puedo matarlo, no es opcional yo no mató animales.

—¡Ja! —rio la serpiente pero sin diversión—. Típico de trotadores, creen que todo lo que no es como ustedes debe doblegarse debajo de sus ordenes. Ustedes deciden quién cruza los portales, quién es un monstruo y quién no y los que no tienen su increíble habilidad para la batalla y su resistencia al dolor porque ustedes son tan divinos que lo pueden todo —mencionó la palabra divino como si pensara en agua de alcantarilla— debe ser tratado como un animal.

—Lindo monólogo —respondió Sobe regresando sus ojos a la serpiente con aire desinteresado como si ya le aburriera y de repente haya perdido todo lo interesante—, pero te aconsejo que se lo digas a alguien que le importe.

—Encerrémoslo en la red. Atémoslo —sugerí y Walton asintió.

—¡No! —rugió la serpiente (si es que pueden rugir las serpientes)— ¡Prefiero morir a perder!

—Ya perdiste —contesté un poco confundido.

—Si quieres puedes morirte —ofreció Miles con un brillo asesinó en los ojos.

Dante se frotó preocupado los puños:

—Pero unos de sus soldados huyeron.

—Sí —dijo Petra guardando la daga otra vez debajo de los demás brazaletes—. Pero se fueron corriendo porque sentían que se estaban quemando. Sentían —aseguró—, es un hechizo menor, en realidad no se están quemando pero por unas horas no sé preocuparan en otra cosa que su piel. Si supiera más artes extrañas hubiera podido prevenir todo esto —se lamentó.

Agarré su mano y se la apreté con fuerza diciéndole que todo estaba bien. Petra no sabía mucho de magia pero sin duda era de gran ayuda, tal vez la más peligrosa y experimentada del grupo. Habíamos podido enfrentarnos a los soldados sin armas, si aquel montón de lodo animado no les hubiera arrebatado las armas entonces las armas habrían arrebatado la vida de la unidad. Yo ya sabía quién estaba detrás de aquello:

—¡Escarlata! ¡Escarlata ven aquí!

El montón de lodo se arremolinó a mí alrededor y la cabeza de Escarlata emergió del agua como un cocodrilo marrón, viscoso y con ojos rojo radiactivo. Sonreí al volver a verlo, creí que me había abandonado en la ribera del río pero al parecer nos había seguido a distancia. Supuse que no le gustaban los extraños porque cada vez que me acercaba a grandes multitudes me seguía pero desde lejos. Era la cosa más extraña y prudente que había visto en mi vida. Sumergí las manos en el agua y lo alcé, estaba más mojado y escurridizo que de costumbre. Él chilló de alegría como si dijera «Qué gusto verte»

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Walton al momento que ataban y envolvían a la serpiente como un paquete, junto con Sobe y Dante. Mientras tanto el soldado o señor teniente profería una sarta de maldiciones y amenazas hacia toda la raza de trotamundos.

Yo no le di mucha importancia y creo que no fui el único. Acaricié a Escarlata, si es que un montón de lodo puede acariciarse. Sentía que las manos se me hundían en su piel como una masa demasiado blanda, tenía miedo de atravesarle las escamas con los dedos pero él comenzó a vibrar por dentro, satisfecho. Escarlata me humedeció el pecho dejándome una mancha de lodo. Le narré brevemente la historia de cómo lo encontré y él me desprendió una mirada inquietante:

—¿Escarlata? ¿Le pusiste nombre?

—Sí bueno... no podía llamarlo cosa. Eso no es.

—¡SÁQUENME DE AQUÍ Y TAL VEZ LOS MATE RÁPIDAMENTE! —vociferó la serpiente.

Tenía las manos atadas a las piernas y se sacudía sobre nuestras cabezas, pendiendo de la red. Ya no se veía tan amenazador, de hecho resultaba cómico verlo pender como una piñata.

—Sí, sí, no molestes —dijo Sobe agitando una mano y chequeando las hediondas aguas.

—¡LOS MATARÉ A TODOS!

—Seguro que sí mi amigo, seguro que sí.

La serpiente rugió. No le habían sacado el casco y en parte eso me tranquilizó, no quería observar ningún monstruo más en esa noche... bueno a excepción de Escarlata, claro. Por la rabia con la que insultaba la serpiente supe que los trotamundos no se llevaban muy bien con los monstruos y viceversa. La unidad comenzó a buscar rápidamente las cosas como linternas, cascos y armas con la esperanza de que al secarse volvieran a funcionar.

Busqué mi casco y lo encontré flotando en el agua cerca de Berenice. Ella estaba atando a los soldados que flotaban inconscientes y los sentaba en el agua como si fueran muñecas en una repisa. Se encontraba enfrascada en su tarea pero tenía el rostro consternado y los ojos vidriosos. No sólo estaba así porque casi la mataban, era porque nuevamente habían sucedido cosas que ella no comprendía. Notaba sus titubeos, la manera en que observaba el techo de túnel cada unos segundos pensando en dejarnos y unirse a las tropas de arriba, que continuaban gritando y haciendo estallar cosas. Su cabello azabache estaba mojado y se le vertía sobre los hombros como alas de cuervo, su piel blanca se veía casi hipnótica en tanta oscuridad. Me incliné a su lado.

—¿Todo en orden?

No me miró siquiera, ni a Escarlata que ronroneaba en mi hombro. Escarlata se acurrucó en mis brazos y se inclinó hacia ella olisqueando la tensión de sus hombros. Berenice afianzó brutalmente el nudo de un soldado, descargando su frustración y dijo:

—Tengo dudas.

—Todo el mundo las tiene, te debo muchas explicaciones para cuando esto termine.

—Demasiadas —dijo.

—A motones —convine.

Levantó su mirada profunda y llena de sentimientos ocultos y se estremeció al observar a Escarlata.

—Tranquila, es amigable, lo encontré en el bosque. Es uno de los animales que tendrás que descubrir cuando seas una exploradora.

La idea le trazó una sonrisa en los labios y observó al monstruo un poco más entusiasmada. Berenice tenía muchas cosas en común con Petra, ambas eran un misterio, ambas eran más fuertes de lo que aparentaban y las dos se habían vuelto muy importantes en mi vida. No podía soportar verla alterada y sentía culpa de que se esfozara por ocultarlo, como si fuera ella la que actuaba mal. Aunque tenía cosas en las que pensar, como porqué anguis había provocado humo en el soldado y la serpiente gritaba tanto que no me dejaba meditar en otra cosa que no sean sus maldiciones.

Descolgué a Escarlata de mi hombro y lo coloqué entre nuestras narices. Berenice se humedeció los labios, extendió una mano temblorosa y acarició levemente en el lomo de Escarlata.

—¡Oigan! —nos llamó Sobe escurriendo el agua de su casco—. Tenemos un palacio que encontrar.

—¿Un palacio? —siseó la serpiente— ¡Si roban la esfera no se lo perdonarán! ¡Jamás se enfrentarán a Gastonia! No le ganarán, están muertos ¡Logum lo preparó para ustedes!

—¿Quién es Gastonia? —preguntó Petra frunciendo el ceño.

—Ya lo verán —emitió una carcajada pero parecía estar en plena convulsión ahogándose con algo atorado en la garganta—. No sobrevivirán a esta noche, ríndanse ahora, no si él está aquí. Ríndanse ahora. Peleen contra mí.

—¿Por qué no le amordazamos la boca a ese tipo? —preguntó Dante con impaciencia.

—¡Tócale tú la boca! —replicó Sobe.

—Oigan, no es de ácido —les recordó Petra—. Sólo es un monstruo.

—¡Típico de trotamundos! —bramó la serpiente—. Pueden rebotar de un lado a otro y abrir las brechas prohibidas entre los mundos y por eso creen...

—Olvídense de él —sugirió Walton—. Nos vamos.

No tenía idea de que era Gastonia pero no había tiempo para averiguarlo, podrían ser patrañas que se inventaba para ganar tiempo. Pero no le funcionaría con nosotros. Berenice y yo nos paramos y corrimos al interior de los túneles.

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