Capítulo 31

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Mis dedos rozan la hoja del calendario, repaso con las yemas la forma del número, una y otra vez.

23 de Febrero.

Comienzo a hacer círculos alrededor del número, no sé que estoy haciendo.
Es una de las manías estúpidas que siempre he tenido.
Es una pequeña tradición de cada año, casi como si así el dolor fuera a hacerse más pequeño.
Agarro entre mis manos unas tijeras, dispuesta a cumplir otra tradición.

Abro las tijeras, usando una de las puntas para redondear el número, lo hago repetidas veces hasta que lo corto y luego utilizo el dedo índice, haciendo un poco de presión sobre el pedazo de papel hasta que este termina de salir.
Lo agarro entre mis dedos y pongo el calendario de vuelta en la pared.

Con una cerilla, marcho hasta el baño, enciendo el papel y dejo que el fuego lo consuma hasta casi eliminar su existencia.
Lo apago poniéndolo debajo del grifo y las tuberías se tragan los restos del papel.

Es una tradición un poco ridícula, lo admito.
Pero siento que el pecho deja de arderme un poco cuando lo hago.
Como si lo que estuviera eliminando en realidad fuera lo que ocurrió aquel día y no el papel en sí.
Regreso a mi habitación.

Oigo unos golpes al otro lado de la puerta y susurro un "adelante".
Maritza aparece con su clásica sonrisa.

Se acerca a mi sin decir una palabra, sin embargo.
Entre mis manos tomo una hoja en blanco y escribo rápido y descuidado.

“Te quiero. Sé que lo sabes pero sólo quería recordártelo. Jaqueline xx”

Le hago una doblez y estiro la mano hasta la morena. Ella lo toma aunque sorprendida.

—Dáselo a mi hermana, por favor. —Pido antes de agarrar mi vestido para agacharme sobre mis rodillas.
Retiro el cristal y me adentro en la chimenea.

—¡Princesa! ¿a dónde va?
—Apreto los labios.
—Buenas noches, Maritza.

La puerta se me resiste un poco más hoy. Tal vez porque no esté bien engrasada o tal vez porque no tengo demasiada fuerza hoy.

Cierro la puerta tras de mí y me dejo caer sobre la madera del suelo.
Las tablas crujen debajo de mi y largo un suspiro, pegando mi espalda a la pared.

Disfruto del silencio y de la oscuridad, cerrando los ojos.

Pero mi paz se ve arruinada muy deprisa.

Ethan cruza la puerta.
—Jodida escalera, cada día es más difícil subir. —Refunfuña.
Una sonrisa algo apagada cruza su rostro al verme.

No le devuelvo el gesto.
Se sienta junto a mí y subo mis piernas para abrazarme a mi misma, manteniendo la distancia.

Sintiendo la necesidad de dejarlo salir, me decido por hablar.
Soy consciente de que será la primera vez que hable de ello y eso añade una dolorosa presión a mi cuerpo.

—¿Recuerdas cuando Elalba contó que me había visto salir de la habitación y me excusé diciendo que había vuelto a tener pesadillas? —Mi voz suena tan despacio que me sorprende que logre oírla.

—Sí, creí que tenías algún problema de pesadillas.
No quise preguntar... me pareció algo demasiado personal. —Me explica.

—¿Y si te dijera que no eran pesadillas si no recuerdos?
—Frunce el ceño, se arrastra unos centímetros para pegarse más a mí y oírme mejor.

—¿Recuerdos? ¿de qué? —Tomo una larga bocanada de oxígeno y humedezco mis labios.
—Nadie lo sabe. Mis padres fingen que nunca ocurrió y Elalba apenas lo recuerda pero...
Ethan, yo no soy la heredera legítima al trono.

El aire se vuelve más denso tras mi confesión, más pesado. Como si las corrientes no fluyeran y se quedaran estancados.

—Tenías un hermano. —No me pregunta, me afirma. Se lleva dos dedos al mentón, repasando en su mente mis palabras.

Entonces, me acomodo para comenzar el relato y sus ojos se enfocan totalmente en mí.

—Cuando mis padres llegaron al trono, decidieron que no expondrían al futuro Príncipe a la presión social hasta que cumpliera diez años.
Los Reyes tuvieron tres hijos; la pequeña Elalba, la mediana Jaqueline y el hijo mayor... —Su nombre se estanca en mis labios y pauso.

«el heredero al trono y futuro Príncipe, Edward.
Aquel día era 23 de Febrero, mi hermano mayor cumplía su primera década de vida.
Era el momento perfecto para mostrarlo al mundo.
Hasta entonces, habíamos permanecido tan ocultos que nadie sabía de nuestra existencia, ni siquiera nuestro pueblo.

Pero sabían que ya había heredero al trono.
Era una mañana soleada, estábamos en el salón principal, repasando el protocolo y terminando de ser peinados y maquillados.
Elalba y yo estábamos sentadas en un sofá mientras que a Edward aún le estaban peinando.
De vez en cuando, mi hermano nos miraba y hacia algún gesto tonto para hacernos reír...
—Hago otra pausa para dejar salir una carcajada pequeña ante el recuerdo.

«...recuerdo que fingíamos estar serios cuando nos miraban los Reyes.
Pero volvíamos a reír cuando apartaban sus ojos de nosotros.
En un momento, mi hermana y yo nos pusimos de pie, ella iba a cumplir seis años y yo tenía ocho.

Recuerdo el revoltijo de nervios en mi estómago, antes de irse a repasar su discurso, mi hermano se giró hacia mí y me sonrió.
—La voz se me rompe.
Ethan pone sus brazos a mi alrededor.

—No hace falta que hagas esto, que me lo cuentes. No quiero que te sientas obligada, no necesito saberlo. —Me insiste. Limpio las lágrimas y niego veloz.

—No, no, no. Ethan, necesito hacerlo, necesito contarlo para dejarlo ir. —Humedezco de nuevo mis labios y trago saliva para continuar.

«...Recuerdo que él estaba tan calmado y seguro y me hacía sentir tan segura que pensé "va a ser el mejor Príncipe".
Esa mirada que me dió antes de marcharse, esa fué la última vez que le ví, la última vez que mi hermano sonrió.

Cuando se fué, oí el sonido de una explosión. No entendía nada, sólo estaba asustada y alterada. Nunca en mi vida había oído un ruido así, se oía lejano y extraño.
El caos comenzó con la segunda explosión y una de las paredes del salón se vino abajo.
Alguien tiró de mí, no sé quien fué.

Me estrellé contra el suelo y el dedo índice se me dobló cuando traté de frenar mi caída, grité. Pero mis gritos estaban amortiguados por más gritos.
Algo se aferró a mi mano y miré ahí.
Elalba se agarraba tan fuerte de mi que cuando todo acabó, tenía sus dedos grabados en forma de marca en la piel.

Me tapé los oídos como pude, presionando mi cabeza contra el suelo.

Con la tercera explosión llegó la sangre, estaba por todos lados, lo tiñó todo.
Y si soy honesta, no sé que pasó después o si pasó algo más, sé que cerré los ojos y me dejé ir.
Cuando me desperté, horas después, ya no tenía un hermano mayor. »

Termino el relato con la voz partida en dos y la cara completamente húmeda.
—Mis padres estuvieron tres años tratando de tener un nuevo hijo varón.
Pero no lo lograron y el pueblo, que no sabía nada de la muerte ni de la existencia de Edward, comenzó a presionarlos tanto que no tuvieron más remedio que ceder y darle el trono a la hija mayor.

«Salí a la luz a los doce años, tras estar un año completo preparándome para ello.

Como si estuviera ahogándome, tomo aire desesperada.

—Jackie, yo... —No sabe qué decir. Llevo una mano hasta su mejilla y niego, indicándole que no tiene que decir nada.
—Aquella vez cuando mentí sobre las pesadillas... todavía me siento culpable, Ethan. Usé a mi hermano muerto para no ser descubierta. —Nuevamente rompo en llanto.

Sus manos se ahuecan en mi rostro.
—Soy una hermana horrible...
—Sollozo.

—Jackie, Jackie mírame.
—Suplica.

«Hiciste lo que tenías que hacer ¿me oyes? Estabas intentando sobrevivir, es todo lo que hacías y estoy seguro de que Edward estaría orgulloso de la mujer a la que le dejó el trono.
De su fortaleza y su bondad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro