Capitulo 6

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—¡Vamos, Mayne! No es para tanto —dije tratando de calmar la situación.

—No digas que no es para tanto porque sí lo es —exclamó entre dientes. Obviamente no se le había pasado el enojo todavía.

—Es un pequeño raspón. Prometo que te lo pagaré.

—Uno —se giró bruscamente mientras me señalaba—, dañaste a mi bebé y eso no te lo perdonaré. Y dos, si no lo hacías igual te iba a obligar —después de eso siguió su camino.

Me quedé en mi lugar unos segundos sintiéndome herida, ya que él fue el que prácticamente me obligó a manejar tan a oscuras. Y claro que se lo dije.

—¡No pensé que pasaría esto! —casi gritó en respuesta a mi reclamo. Cuando se dio cuenta trató de relajarse respirando profundo—. Perdón si me exaspero pero sabes muy bien el cuidado que tengo con mi carrito. Es mi bebé.

—Lo sé, y yo también lo siento. Además, ya no será el único bebé que tengas —sonreí mientras bajaba y subía las cejas con burla. Él bufó pidiendo que me callara mientras abría la puerta principal de la casa.

La pelea que tenían mis padres se escuchaba desde antes de llegar, pero no les préstamos mucha atención. Seguimos nuestro camino hacia nuestros cuartos pero mientras subíamos las escaleras escuchamos a papá llamarnos.

—¡¿Dónde coño estaban ustedes a esta hora?! —tenía la respiración acelerada al igual que mamá, los puños cerrados y los ojos casi fuera de sus órbitas. Lo hemos visto así Miles de veces, parece un animal cuando está en ese estado.

—¿Y a ti qué te importa? Ya somos adultos.

—¡A mí me respetas, maldita sea! ¡Y mientras vivan en esta casa…!

—Y una mierda, ya somos mayorcitos —Mayne ya sabía lo que se venía así que me agarró del brazo y corrió escaleras arriba hasta nuestras habitaciones. Cada quien entró en la suya y casi al instante escuché a papá gritar un montón de insultos hacia nosotros. Después sus pasos fueron directo hacia su cuarto.

Unos minutos después se pudo escuchar a mamá gritarle que se fuera al sofá, pero por más palabrotas que soltara terminó haciendo lo que le dijo.

Yo ya estaba en pijamas, acostada boca arriba mirando el techo. No podía parar de pensar en todo lo que hablamos Mayne y yo. Tanto en su casamiento como en lo que me dijo de Ranzel.

Él no me gusta, claro que no. Simplemente me sorprendió que mi mellizo asegurara que le gusto a su mejor amigo. Hace muchos años que no lo veo, solo en las fotos que me muestra Mayne de él de vez en cuando, pero nunca les presto demasiada atención, no quiero darle más razones para que piense que sí me gusta, porque no es así.

No lo es.

Suspiro pesadamente mientras me levanto, miro la hora y noto que ya es media noche. Salgo de mi cuarto y entro en el de mi hermano. Lo inspecciono y como siempre, tiene todo regado por todos lados. Lo único que tiene arreglado es su escritorio donde tiene su laptop y unos cuantos cuadernos.

Fijo mi vista en su cama, él está boca abajo mientras ocupa toda la cama con sus extremidades. Me acerco a él con cuidado para despertarlo, pero cuando me agacho él abre los ojos, asustándome.

—Te escuché entrar —me explica mientras se pone boca arriba dejándome espacio a su lado.

—Perdón si te desperté…

—No lo hiciste —me acosté poniendo la cabeza en su pecho y él su mano en mi espalda mientras la acariciaba—. No puedes dormir, ¿eh?

—No. No dejo de pensar en lo que me dijiste.

—¿Tan malo es? —rio con suavidad, pero yo me quedé seria. Mayne se calló y me hizo mirarlo—. Pequeño saltamontes, el que me vaya a casar no significa que me alejaré de ti. Nunca podría separarme de mi melliza.

—Pero te vas a tener que mudar en algún momento, no pueden estar los tres aquí para siempre. No tendrás tanto tiempo como antes, habrá más responsabilidades y cosas más importantes que yo.

—Nada será más importante que tú.

—Ya veremos eso cuando nazca el bebé —volví a acostar la cabeza. Escuché como suspiró y se restregó la cara con la otra mano. No es que esté celosa, pero tampoco estoy muy feliz con todo esto.

No me mal entiendan, estoy feliz por mi hermano. Pero no me gusta la idea de quedarme sola, de que nos separemos y lo vea muy poco. Su bebé y futura esposa serán su prioridad de ahora en adelante, ya no tendrá tanto tiempo y llegará un momento en que ya no esté a mi lado cuidándome y haciéndome bromas.

Ya nada será igual.

La voz de Mayne me sacó de mis pensamientos.

—Te amo, y te juro que aunque no tenga tiempo o esté demasiado cansado siempre buscaré la forma para verte y hablar contigo así sean dos minutos. Eres mi hermana, mi melliza —enfatizó—, nuestro lazo es más fuerte que nada. Nunca te dejaría completamente sola.

No dije nada, no podía, tenía un nudo en la garganta que me lo impedía. Lo único que pude hacer fue abrazarlo fuertemente mientras respiraba profundo para pronunciar lo siguiente:

—Somos mellizos, estamos conectados… —mi voz sonaba un poco ronca, Mayne me abrazó igual y siguió nuestro lema.

—… y por eso somos perfectamente raros.

♔︎♕︎♔︎♕︎♔︎

Hoy era el día, el día en que Mayne y Ámbar hablarían con mis padres. Me he planteado miles de escenarios esperándome lo peor, especialmente por papá, pero espero y todo salga bien. Igual, uno nunca sabe con exactitud cómo puede reaccionar una persona.

Estoy ayudando a mamá a poner la mesa, todo y todos estamos listos a excepción de eso. Mayne ha tratado de controlar sus nervios durante todo el día, lo ha hecho bien, ni mamá ni papá se han dado cuenta, solo yo.

—¿Sabes quién es esa amiga que traerá tu hermano? —pregunta mi mamá de repente mientras trae la comida, me acerco a ella para ayudarla mientras trato de pensar en una respuesta.

—Tal vez por fin se dignó a presentarnos a una de sus novias.

—No creo, siempre ha sido muy reservado con esas cosas. En especial porque nunca se queda con una chica por más de unos cuantos meses.

Asentí dándole la razón.

—Entonces no sé quién será.

Al terminar nos sentamos en la sala mientras Mayne la iba a buscar a su casa. Antes de salir papá le preguntó por qué haría eso y él simplemente respondió “Un verdadero caballero nunca deja a una dama viajar sola”. Mamá y yo nos miramos aguantando la risa.

Ya cuando llegaron notamos que no solo era Ámbar, sino sus padres.

—Mamá, papá, ella es Ámbar y ellos sus padres —Mayne los señaló. Ámbar dio una sonrisa cordial mientras estrechaba las manos de nuestros padres.

—Buenas noches, soy el padre de Ámbar; John—habló después su padre. Un hombre alto y delgado, de piel clara y ojos marrón oscuro. Es calvo desde hace unos pocos años pero se deja crecer el bigote ya lleno de canas.

La esposa; Jane, hizo lo mismo. Ella es de piel oscura y cabello crespo, sus ojos son del color del mar tan claros que puedes verte perfectamente en ellos. Ámbar es una copia idéntica de su madre, resaltando a donde quiera que vayan por sus voluptuosos cuerpos y esos ojos que hacen un hermoso contraste con su piel.

Después de las presentaciones nos fuimos a sentar en la mesa. Tuvimos que poner otras dos sillas ya que no esperábamos a los padres de Ámbar, pero no hubo ningún problema.

Durante la cena se repartieron diferentes preguntas para ir rompiendo el hielo y no hacer la cosa tan incómoda. Miré a Mayne a mi lado, sus manos estaban algo tensas mientras comía y respondía las preguntas que le hacían, Ámbar estaba frente a Mayne y parecía estar igual.

Me parece curioso que todavía no les hayan preguntado qué son ellos y el por qué de esta cena.

—Y… Ámbar. Dinos, ¿trabajas? ¿estudias? —preguntó mi papá.

—Las dos cosas. Estoy estudiando veterinaria y para ayudar a mis padres en los gastos decidí empezar a hacer algunos trabajos.

—¿Trabajos de qué? Si se puede saber —papá había fruncido el ceño tan profundo que daba miedo. Incluso el tono usó dio a entender que le dio la vuelta a la situación. Todos lo entendimos, y no puedo explicar la vergüenza que sentí en ese momento.

—Se-señor, no sé qué trabajos pensó que hago. Le aclaro que me refería a hacer manualidades, vender chucherías y cosas como esas. Puede que no sea mucho pero algo ayuda.

Se escuchó un golpe bajo la mesa al tiempo que papá se giraba a ver a mamá molesto. Obviamente lo había golpeado.

—Disculpen a mi marido, a veces se hace películas donde no las hay —trató mamá de apaciguar la situación, pero la familia Soller seguía disgustada. Y con toda la razón del mundo.

Todo quedó en un silencio incómodo. Nadie se atrevía a hablar. Mayne y Ámbar se daban miradas de vez en cuando hasta que un momento después pude ver a Mayne asentir pero a Ámbar algo fastidiada.

Se levantaron de sus lugares llamando la atención de todos. Mi hermano rodeó la mesa hasta estar al lado de Ámbar y la agarró por la cintura, pero la quitó de inmediato al ver el rostro de John.

—Señoras, señores y señorita, la otra señorita aquí y yo tenemos que darles una noticia.

Todos seguíamos sin decir nada. Esperamos que mi hermano dijera algo pero lo único que hizo fue sonreír mientras le daba con el codo a Ámbar para que fuera ella quien lo dijera. Suspiró mirando a sus padres y luego a los míos, por último me miró a mi.

—Mayne y yo nos casaremos. También seremos papás.

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