Prólogo

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El general se levantó de la silla posicionándose al lado del escritorio. Miró a todos sus estudiantes hasta detenerse en una, se aclaró la garganta antes de hablar.

—Señorita Fornéz —llama a la chica. La pelirroja se levantó parándose firme—. ¿Qué estrategia usaría para sacarle información a un hombre?

Habló resaltando la última palabra. La chica de cabello rojizo la miró fijo a los ojos. Toda ella se tenso por la pregunta, pero eso no la hará salirse de sus casillas.

—Utilizaría mis encantos, mi General —respondió con una sonrisa disimulada.

El General sonrió de manera divertida.

—¿Está diciendo que se acostaría con un sospechoso para sacarle información, o para cumplir sus deseos sexuales?

Todo el salon comenzó a murmurar cosas. La chica se sento en su puprite de mala manera.

Los ojos de la pelirroja se cristalizaron con lágrimas de rabia que amenazaron por salir. Pudo sentir las miradas de todo el salon en ella, y más la de su hermano.

—Le he hecho una pregunta, Fornéz —habló amenazante el General—. ¿Información o deseos sexuales?

—Cuando dije que usaría mis encantos no me refería a acostarme con el —le explicó firme la pelirroja al levantarse de su puesto nuevamente—. Le hablaría de manera seductora, lo provocaría, y ahí le sacaría la información, mi General.

Lo miró con odio, mientras que ella solo veía diversion en los ojos del General.

—¿Qué tipo de... —fue interrumpido por el otro estudiante de apellido Fornéz.

—Esas son armas secretas que no pueden ser relevadas —el chico pelirrojo sonrió divertido.

El General abrió la boca para replicar, pero fue otra vez interrumpido por la campana de la academia.

La clase que tienen los cadetes con él terminó. Todos salieron del salón.

La chica pelirroja tomó su mochila y la puso en su hombro dándole una mirada a su hermano para que se acerca a ella. Ambos se miraron fijamente hasta que la aclaración de garganta del General los interrumpe.

—Femenina Fornéz, puede retirarse —le pide de manera exigente con la vista en el hermano de la mencionada.

La chica fulmina con la mirada al hombre frente a ella y sale del salon con prisa.

—¿Qué ganas con ser así, papá? —le pregunta el chico pelirrojo.

—Aquí y en donde sea, soy el General Fornéz para ustedes.

—Guao, como diga, mi General —el pelirrojo se paro firme e hizo un saludo militar, sarcástico.

—Si soy así es porque tu hermana no tuvo que venir aquí.

—Deja el maldito machismo y eso de que una mujer no puede pertenecer al ejército —le soltó, irritado.

—No me hables de esa manera porque te reporto y estas fuera de esta academia —amenazó.
El pelirrojo rio con amargura.

—Por favor, no me hagas reír. Todos aquí saben que eres mi padre y la Coronel mi madre. ¿Quién es más que quién? Obvio mi madre. Y no solo eso, mi expediente esta limpio, ¿crees que me van a echar solo porque te dije la verdad? —negó con una sonrisa divertida—. Papá déjanos en paz ¿sí? Megan y yo no tenemos la culpa de que mi mamá y mi tía sean personas más importantes que tú en esta formación militar —se encorvó un poco y se despidió de manera militar—. Me retiro, mi General.

El General Fornéz mantuvo su postura firme y expresión seria mientras su hijo pasó por su lado para salir del salón. Miró al frente, donde se encontraba su hermana recostada de la pared cruzada de brazos.

Su hermana alzó la mirada y se apresuró a acercarse a él.

—¿Qué te dijo, Mayne? —le pregunto. Su hermano le pasó el brazo por los hombros y comenzaron a caminar por los pasillos de la academia.

—Lo mismo de siempre —se encogió de hombros—. Que no debiste haber entrado a la academia, que seguirá con ese carácter de mierda, que mamá y la tía Lola no tienen porqué ser más importantes que él, que se arrepiente de haber nacido. Nada nuevo.

—¿En serio dijo todo eso? —preguntó Megan, riendo.

—No, pero estoy seguro que lo pensó.

—Quizás tenga razón, no debí haber entrado —murmuró.

—Ey, ey —se detuvieron en medio del pasillo. Mayne se posicionó delante de su hermana colocándole las manos en los hombros—. Lo que piense ese imbécil no tiene porqué afectarte.

—Es nuestro padre, no hables así de él.

—Sí, es nuestro padre. Pero no por eso dejaras que tu sueño quede en el olvido sólo porque a él no le parece bien. Y no por eso respetaremos a alguien que no nos respeta.

—Mayne, pero...

—¿Pero qué? —frunció el ceño—. Anda dime —se cruzó de brazos.

—Pero que le den —murmuró, evitando sonreir.

—Eres rara ¿sabes? —miró a su hermana con una mueca de confusión.

—Somos mellizos, estamos conectados... —subió y bajó sus cejas animando a su hermano a seguir. Él sonrió.

—...Y por eso somos raros.

Megan le sonrió a su hermano. Esta paso sus brazos por el torso de él dejando recostada la cabeza en su pecho, haciendo la diferencia de tamaños presente. Mayne le recibió el abrazo, rodeándola por la espalda y acariciando su corto cabello.

—No entiendo —soltó de repente la chica después de unos minutos de silencio.

—¿Qué no entiendes?

—Ese lema —seguían abrazados—. Somo mellizos, estamos conectados y por eso somos raros —el chico se lo pensó un momento

—Somos mellizos, estamos conectados y por eso somos raros —lo volvió a repetir lentamente.

—Sí que somos raros —se separó un poco la chica para mirarlo.

—Y eso esta bien —expresó orgulloso el chico—. Lo perfecto aburre.

—Ese lema lo inventamos de pequeños.

—¿Y...?

—Deberíamos cambiarlo —sonrió de oreja a oreja.

—Pero me gusta ese —el chico le hizo un puchero a su hermana.

—Vamos, hay que actualizarnos —dio brincos como niña pequeña.

—Está bien —se separaron y volvieron a caminar por los pasillos, cruzados de brazos—. ¿Qué sugieres?

—Qué tal... Mellizos conectados raramente perfectos —miró a su hermano con entusiasmo.

—Eso ni siquiera rima —la miró con una mueca.

—¿Y eso qué? —se quejó—. A ver ¿Tú qué tienes en mente?

—Somos mellizos, estamos conecta...

—¡No me jodas, Mayne! —exclamó la hermana.

—Perate, perate —le hizo un gesto con la mano.

—Se dice, espérate —murmuró ella con los ojos entrecerrados.

—Lo que sea. Somo mellizos, estamos conectados y por eso somos perfectamente raros ¿eh?—la chica miró a su hermano con el ceño fruncido. Se lo pensó un momento y recordó cuando inventaron ese lema, formándose una sonrisa en su rostro.

Un lema como ese no lo podía dejar en el pasado. Lo inventó su hermano una vez que se metieron con ella, haciéndole levantar el ánimo.

—¿Esa sonrisa en un sí? —inquirió el chico Fornéz, sacando de los pensamientos a su hermana.

La chica asintió rápidamente. Él le sonrió y sin decir otra palabra sigueron caminando con destino a la oficina de la Coronel Miller.

♔︎♕︎♔︎♕︎♔︎

La Coronel Miller se encontraba sentada en su silla acolchonada, mirando con nostalgia el retrato sobre el escritorio de sus mellizos cuando eran pequeños.

Unos toques en la puerta la hacen hablar sin dejar de mirar la foto.

—Adelante —accedió ella.
Por la puerta entró su hijo con los ojos tapados y una sonrisa divertida.

—¿Estás haciendo algo inapropiado? —preguntó con diversion a su madre.

—Muy chistoso jovencito —respondió la Coronel, levantándose y rodeando el escritorio para abrazar a su hijo.

Por el hombro de este ve a su hija, ella le sonrió débilmente a su madre. La Coronel frunció su ceño separándose de su hijo para dirigirse a ella.

—¿Te sucede algo? —le pregunta preocupada.

—No, no pasa nada —le mintió la chica evitando que la voz se le quiebre.

—Hija, pero si estas a punto de llorar —suelta la madre preocupada.

—Es que... —fue interrumpida por su hermano.

—El imbécil con el que te casaste y nos engendraste le falto el respeto.

—¡¿Que te ha hecho?!

La melliza al ver que ya no le podia mentir a su madre le conto lo que había pasado.

—Y todo porque les tiene envidia a ti y mi tía Lola.

La coronel Miller negó con molestia y desaprobación.

—Hablaré con él —ambos asintieron—, y será mejor que se disculpe. Podrá ser su padre o hasta el mismísimo diablo,vpero nadie se mete con mis hijos.

Megan se limpia el resto de las lágrimas que salieron de sus ojos mientras que su madre corre a abrazarla.

—Quiero que ambos me escuchen —los mellizos miraron a su madre atentos—. Megan, no dejes que ningún imbécil te falte el respeto, vales más de lo que crees. Y no por que tu padre te diga esas cosas abandonaras tus sueños, tú puedes cumplirlos, mi niña —la chica sonrió con seguridad hacia su madre.

—Está bien, mamá.

—Te apoyare en todo, corazón —dejó un beso en su frente—. Y Mayne —el mellizo sonrió—, deja de coquetear con las demás —su sonrisa decayó rápidamente mientras su melliza rio por lo bajo—. Es broma, bueno tal vez no tanto. Aún así, cuida de tu hermana y de ti, no permitas que algo les pase, no estaré con ustedes para siempre y quiero que estén juntos cuando eso ocurra. Sé que tendrán sus vidas privadas, pero no pierdan la comunicacion, no pierdan esa confianza, ese amor, ese respeto y lealtad de hermanos que ambos se tienen mutuamente.

El mellizo asintió abrazando a las dos mujeres más importantes en su vida.

—Lo prometo, mamá —besó la frente de su madre—. Y lo prometo, rara.

—Tambien prometo seguir estando contigo, raro.

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