George (Primera parte)

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—Esto es un desastre.

Las plantas no hacían más que crecer alrededor de la cabaña y las arañas habían decidido que ese podía ser un buen hogar. Cuando Hagrid vivía allí no se atrevían a acercarse, pues Fang era una buena razón para que esos bichos asquerosos no quisiesen tejer sus telas en las proximidades.

Pero ahora que el antiguo profesor se había tomado un tiempo sabático para poder ayudar a reconstruir el reino mágico ayudando a construir vías de comunicación con los de su especie, George se enfrentaba todos los días con una plaga a la que no le tenía demasiado cariño.

El dormir y hacer vida en la sala común de profesores, pasando por la cabaña solo durante las clases, no ayudaba mucho a que el lugar estuviese más presentable. Poco a poco había conseguido que la desidia que tenía al empezar el año le abandonase pero necesitaba aun más tiempo para volver a ser el mismo.

—Manos a la obra —dijo remangándose y comenzando a quitar las malas hierbas.

Desde que volvió de vacaciones, con todos los preparativos del Torneo, no había tenido tiempo de pasar mucho tiempo allí. Las clases habían sido más teóricas para la mayoría de los cursos por la cercanía de los exámenes extraordinarios y con los más jóvenes habían estado en los alrededores del Bosque Prohibido llevando comida y ayudando a animales heridos.

Aunque habían pasado años de la batalla, al igual que en otros sitios, en el bosque seguían notando los estragos y las rivalidades de los distintos clanes de criaturas. Los centauros intentaban mantener la paz pero los animales más pequeños necesitaban toda la ayuda que pudiesen para salir adelante.

Mientras se quitaba el sudor de la frente tras un buen rato arrancando hierbajos pensó en lo que había sucedido aquella mañana con Black. Habían pasado horas desde que se había marchado, dejándole a solar con el hurón. No quiso seguir discutiendo y se fue para intentar ver como acababa el torneo. No había conseguido prestar atención y, al final, acabó viniendo a la cabaña para hacer algo con las manos que le mantuviese ocupado para no darle vueltas a la cabeza.

Se sentó en unas rocas lo suficientemente altas para poder ver la puesta de sol desde su cima. Aun quedaban unos minutos pero le gustaba disfrutar de ese momento. Disfrutar de la soledad que desde hacía unos años le acompañaba y no había hecho por remediar. Mientras tocaba la cicatriz donde antes había estado su oreja respiró hondo para intentar liberar su mente.

Por un instante una pequeña sonrisa se acomodó en su rostro. Pensó en la chica Black, que tanto había descolocado su mundo en estos meses. Pasó de la comodidad de tener una pareja seria y una vida alejada de todo lo que le recordaba lo que había pasado a andar teniendo escapadas furtivas con una Slytherin. Quien lo hubiese imaginado.

Su apatía no le había hecho darse cuenta de que esa chica existía. A pesar de sus encontronazos, todos por culpa suya, no fue hasta la primera fiesta que se dio cuenta de que esa persona estaba orbitando cerca de él. Debido a como Angelina la trató esa noche pudo abrir los ojos y para ver que no debía estar con una persona como ella solo porque le recordase a una época mejor, cuando todos sus amigos estaban vivos. Y su hermano...

Tras su encuentro tan inesperado en los baños fue consciente de lo que le atraía sexualmente. Su figura suave y curva, casi siempre escondida bajo su túnica, y sus expresiones mientras disfrutaban del placer hizo que empezase a pensar en ella de otra manera. Su libido se despertó después de mucho tiempo y no podía evitar pensar en la próxima vez que se encontrasen. 

En las vacaciones se comenzaron a conocer un poco más, tuvieron tiempo para conversar y se dio cuenta de que era una chica muy dulce y luchadora. Sabía escuchar, veía el lado bueno de todos y quería que el mundo mágico cambiase para siempre a mejor. Ya no solo había un interés sexual, también empezó a mirarla con ilusión.

No era amor. O al menos no ese amor fogoso que aparece en las películas muggles en las que al poco tiempo de conocerse ya beben los vientos por su amada. Era un comienzo, un cosquilleo. Una ilusión. Era algo que se iba cociendo a fuego lento y el pelirrojo notaba esa sensación. La que solo puedes sentir cuando en tu corazón notas que has encontrado a una persona con la que te gusta estar.

Pero claro, como siempre pasaba en estos casos, la vida no lo pone nada fácil. En este caso, George era el que se empeñaba en poner trabas a algo que podría haber sido tan sencillo como el movimiento del agua en el mar.

—¡Ahhhg! —contuvo un grito mientras se tapaba la cara con las manos.

Se había comportado como un estúpido y lo sabía. No tenía muy claro si los celos que le surgían de vez en cuando eran provocados por su propia naturaleza, por haber pasado tanto tiempo conviviendo con la toxicidad de su exnovia o de su ignorancia sobre lo que se espera que haga un hombre ante esas situaciones. 

Esperaba poder volver a hablar con Marta sin las interrupciones de Malfoy ni nadie más. Evitaría lanzarle las pullas que acostumbraba a utilizar con todos, sería una conversación seria en la que le pediría perdón y escucharía sus opiniones para saber como mejorar. Tenía que ser menos impulsivo y comprender que las punzadas de celos que sentía eran infundadas. La confianza es importante al comienzo de lo que fuese que tuvieran, su madre siempre había intentado inculcarles esto.

El sol estaba tocando el horizonte mientras colores amarillos, rosas y azules pintaban el cielo. Quedaban pocos minutos para que el manto de la noche arropase el castillo y tendría que volver para hablar con sus alumnos. Puede que Peter Grant hubiese ganado la prueba y tendría que felicitar al chico.

Maldijo en silencio el día en el que se organizo el Torneo. Sin él no hubiesen venido los visitantes y Marta no le hubiese visto mientras Leonor le besaba. Era otro tema del que tendrían que hablar porque, en el fondo, sabía que Black no le había perdonado. No había mentido, fue ella quien lo besó, pero tenía que admitir que el tonteo con la rubia era real. Lo había hecho al darse cuenta de que podía poner celosa a Marta y tenía que haberlo parado antes de que llegasen a eso.

Además, la francesa había decidido hacerse muy amiga de Angelina y había demostrado ser como ella. A pesar de que la rechazó al momento ella seguía actuando como si entre ellos hubiese algo y en vez de seguir escabulléndose para evitar el conflicto tenía que dejar claro que no quería nada con ella, ni si quiera amistad.

Esperaba que haber aprendido de sus errores sirviese para que, al menos, Marta considerase volver a ser su amiga. Se había dado cuenta de que era una buena persona y quería tenerla a su lado para intentar volver a encauzar su vida.

—¡George!

La voz de Hermione resonó en la distancia. Parecía desesperada y asustada, por lo que el pelirrojo bajó de un salto de donde estaba y se dirigió a su encuentro. Su pelo se encontraba más despeinado que de costumbre y la falta de ejercicio físico había hecho que su carrera hiciese que se le cortase la respiración. 

Paró unos metros antes de llegar donde George estaba y se colocó las manos en las rodillas mientras gotas de sudor corrían por su rostro. El chico se acercó a ella y le puso una mano en el hombro, repitiéndole que se tranquilizase antes de comenzar a hablar.

—George... Tenemos un problema —dijo con cara de preocupación—. Uno de los gordos.

—Tranquila, Granger. Respira.

—No encontramos a Marta. Lleva desaparecida desde antes de terminar la prueba. No se ha presentado a comer ni a la clase que tenía de refuerzo a última hora de la tarde.

George frunció el ceño, no creía que la chica se hubiese enfadado tanto con él como para dejar de lado sus responsabilidades. Nunca haría eso.

—¿Habéis mirado en su habitación?¿Seguro que no está con algún alumno?

—No —contestó Hermione mientras lo tomaba de la mano y comenzaban a andar deprisa hacia el castillo —. Ni con ningún profesor, lo hemos comprobado. Además, todavía no te he contado lo peor.

—¿Qué?

Hermione comenzó andar más deprisa mientras tiraba del pelirrojo, pero como no contestaba a su pregunta este se soltó de su agarre y se quedó parado con los brazos cruzados mientras la chica intentaba moverlo. Ante la imposibilidad de hacerlo se dio la vuelta, mirándolo con cara de celeridad. No estaba para perder el tiempo.

—Hasta que no me digas que está pasando no me muevo de aquí, Granger. Odio que mi hermano, Potter y tu hagáis esas cosas para crear expectación.

—¡Está bien! —gritó exasperada mientras alzaba los brazos al aire—. Alguien ha escrito en uno de los pasillos del primer piso: «La cámara de los secretos ha sido abierta. Enemigos del heredero... temed»

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