Recuerdos y confesiones

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Me había quedado paralizada a su lado, mirando también hacia la tienda. No sabía que hacer, ni como actuar. Principalmente, no quería abrir la boca para no meter la pata. Pensé que necesitaba su tiempo, parecía que ese lugar era aún difícil para él y de seguro lo seguiría siendo durante bastante tiempo.

Dejamos pasar los segundos, la gente seguía su vida alrededor de nosotros. Jóvenes susurrando y sonriendo de forma cómplice en grupos, niños corriendo y jugando mientras huían de los adultos, parejas enamoradas y también discutiendo, personas de negocios que caminaban deprisa con la cabeza agachada, pensando seguramente en todo lo que tenían pendiente por hacer... 

Nos quedamos congelados en un oasis: él mirando a la tienda, yo mirándole a él. Y cuando parecía que tendría que dirigirle la palabra, arriesgándome a que se enfadase por cortar ese momento, un chico negro se acercó corriendo hacia nosotros librándome de la carga que estaba dudando si soportar.

- ¡George, amigo! - agitaba las manos y su pelo largo con rastras revoloteaba hacia todos los lados. Una sonrisa enorme y contagiosa ocupaba toda su cara. Llegó hasta nosotros sofocado - Hacía... mucho... que no pasabas por aquí. ¡Ains! Debería ponerme en forma, no estoy... acostumbrado... a estas carreras...

- Pero si solo han sido veinte metros, Lee. - contestó el pelirrojo, cuyo semblante había cambiado y mostraba una pequeña sonrisa irónica - Estas hecho un desastre, ¿no te estarás gastando lo que te pago en golosinas y dulces?

- Más o menos... - dijo poniéndose una mano en la cabeza - Esto va como la seda, Weasley. No se como no prefieres estar aquí divirtiéndote en vez de ser un muermo de profesor... 

George solo se encogió de hombros y a su semblante volvió un poco de la profunda tristeza que le había embargado antes. Su amigo no se dio cuenta, puesto que estaba mirándome fijamente de una manera que me estaba poniendo nerviosa.

- Tu eres... - dijo pensativo mientras seguía escrutándome - ¡Marta Black! La mejor golpeadora de los últimos años. ¿Cómo te va todo?

- La tercera mejor golpeadora - dijo George entre dientes.

- Esa es tú opinión - contesté con una sonrisa irónica - Cuanto tiempo sin verte, Jordan. Soy profesora en Hogwarts de Pociones, así es que todo genial. ¿Y tú?

- Pues pasándomelo en grande - dijo con enegía - cuidando de el imperio hasta que vuelva el jefe. La tienda va genial y no me puedo quejar. Aunque, entre tu y yo, creo que el dueño debería de subirme el sueldo porque si no fuese por mí ...

- Lee - dijo George tajante - Ya te dije que te pusieses tú el sueldo, mientras todo vaya bien.

- ¿Ves lo que tengo que aguantar? - contestó pasando el brazo por mis hombros y hablándome en tono confidencial - ¿Cómo puede ser tan cruel? Ponerme a mi responsabilidades teniendo que elegir lo que gano... ¡Es un monstruo!

Los dos soltamos una carcajada mientras George nos miraba como si nos hubiésemos vuelto locos. Cuando nos serenamos, Lee le contó un poco como estaba yendo la semana y le pidió permiso para algunas gestiones. El pelirrojo asintió conforme con todo y declinó la oferta de Lee de pasar a ver unos cambios que había hecho en la zona de pociones de amor, alegando que teníamos prisa en acabar los recados. Me dio un abrazo para despedirse, prometiendo que nos veríamos en el torneo, pues le habían pedido narrar la última prueba. 

George y yo continuamos en silencio, andando despacio, cada uno sumido en nuestros pensamientos. Mi cabeza estaba un poco descolocada, quería sacarle el tema de por qué no quería entrar a su tienda (obviamente, lo de tener que terminar los recados era una excusa pues ya habíamos acabado), pero me parecía demasiado personal y se podía molestar. Aunque por otro lado a lo mejor le sentaba mal que no le dijese nada, parecería que no me interesaba.

Mientras me estaba volviendo loca, el pelirrojo pasó a un local que parecía un bar. Esperé en la entrada sin saber que hacer, pero entonces este sacó la cabeza por la puerta y me indicó con un gesto de la cabeza que entrase. Así es que obedecí.

El local era antiguo y ruinoso, solo había cuatro pequeñas mesas llenas de polvo y la luz estaba totalmente ausente. Además, el color azul grisáceo de las paredes le daba un aspecto más mortecino. El olor a humedad era muy fuerte y solo había una persona bastante desaliñada que parecía dormir apoyada en una de las mesas con una jarra en la mano. El camarero, al que no te gustaría encontrarte en un callejón oscuro, nos trajo dos cervezas en cuanto nos sentamos. Seguramente no había más cosas para elegir.

Me senté delante de George, bastante cerca debido a que la mesa era muy pequeña. Nuestras piernas se tocaban por debajo de esta y el roce con su cuerpo hizo que se me pusiese la piel de gallina. Pegó un gran trago a su bebida mientras y puso la cabeza apoyada en sus manos, con los codos en la mesa. Pensé dejarle su espacio, acompañarle. Si quería contarme algo, ahí estaría para escucharle. Si no, le haría compañía silenciosa.

- No se si debería contarte esto, pero creo que me vendría bien hablarlo con alguien - dijo con voz seria mientras indicaba al camarero que nos pusiese otra cerveza, aunque yo apenas había tocado la mía - Me cuesta hablarlo con mi familia y con mis amigos... bueno, me he ido alejando de ellos los últimos años.

- Me encantaría que confiases en mí - dije despacio y calmada - es tu decisión, si no quieres podemos seguir bebiendo en silencio.

- No - contestó mientras daba un largo trago a la cerveza - Tengo que sacarlo, antes de que acabe devorándome más aún. 

>>Desde que murió mi ... desde que murió Fred me ha sido imposible volver a Sortilegios Weasley. Era nuestro sueño, de los dos. Me resulta insufrible hacerlo sin él. Así es que deje que Ron y Lee se encargasen del negocio mientras yo entraba en una espiral de autodestrucción, alcohol y compasión. Seguí unido a Angelina, a pesar de que no la quería, solo para poder estar más cerca él.

>>Dejé el piso encima de la tienda, volví con mis padres y todo pareció ir a peor. Nadie me decía nada, estaba demasiado irascible y pensaban que mi actitud era normal. Continué con la dinámica hasta que recibí la carta de Mcgonagall ofreciéndome el trabajo.

>>Lo vi como una oportunidad para cambiar, para poder encauzar mi vida. Llegó un día después de una gran discusión con Angelina que me hizo replantearme que estaba haciendo con mi vida, mi... Fred no querría eso. Acepté y empecé a intentar alejarme de ella, lo que dio lugar a las discusiones que has presenciado. No me porté bien con ella, ni con nadie...

>>Me prometí a mi mismo que volvería a la tienda, quería intentarlo hoy pero... No he podido, aún no me veo con fuerzas. Gracias a Lee que lleva todo como nosotros lo haríamos, no se ha derrumbado. Se que algún día podré hacerlo, pero no será hoy.

Tras terminar esa frase en susurros, nos quedamos los dos en silencio. No sabía que decir, pero creo que él tampoco necesitaba que le dijese nada. Solo que le escuchase. Dio un suspiro y se irguió en el asiento, como si se hubiese quitado un peso de encima, y me dirigió una sonrisa triste.

- Bueno, al fin lo he dicho. Gracias por escucharme, a pesar de lo mal que me he portado contigo...

- No importa - dije cortándole, ese no era el momento de reproches.

- Si importa. He sido un capullo y entiendo que mi odio hacia tu apellido y tu casa es totalmente irracional. Me costó verlo, Hermione y Harry quisieron hacérmelo entender muchas veces, pero me alimentaba de ese rencor porque las personas que de verdad causaron ese daño ya no están. O cumplen su castigo. No es excusa pero...

- George -dije con voz suave mientras tomaba su mano por encima de la mesa. Miró hacia ella pero no la quitó - De verdad, lo entiendo. Yo misma estuve mucho tiempo renegando de mi sangre y todo lo que tuviese que ver con ella. Al igual que tú entendí que yo no soy como ellos. Que puedo crear mi propio legado e intentar que no se vuelva a repetir. 

- Eso es muy bonito - contestó mientras daba la vuelta a su mano y agarraba la mía, me puse nerviosa al notarlo.

- Es lo correcto. Además, lo importante es que te has dado cuenta de tu error y lo sientes.

Nos quedamos así, mirándonos mientras nuestras manos se entrelazaban. Estábamos en silencio, compartiendo con los gestos lo que no nos atrevíamos o necesitábamos expresar. Si no hubiésemos tan relajados y ensimismados en nosotros mismos, nos habríamos dado cuenta de una sombra que nos miraba desde la puerta. Y entonces, puede que todo lo que pasó los siguientes meses se hubiese evitado... O no. Nunca lo sabremos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro