Reuniones y desencuentros

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Cuando abrí los ojos lo encontré con los suyos clavados en mí, pero rápidamente apartó la mirada y su expresión volvió a ser de odio. No sabía por qué siempre George Weasley se cruzaba en mi camino. Aun así, noté que estaba tardando demasiado en dejarme en el suelo.

—Cuando quieras —dije intentando zafarme.

Me soltó, pero siguió sin apartarse de mí. Se notaba que estaba midiendo mis fuerzas, intentando intimidarme para que me apartase. Había vuelto a clavar sus ojos en los míos, intentando que reaccionase de alguna manera con la culpabilidad que él pensaba que debía tener. No lo consiguió, me mantuve firme. Al menos durante unas décimas de segundo.

—George...

—Tienes que tener cuidado con el bosque y estas zonas —dijo con seriedad—. Ahora soy el responsable y aunque no me importe lo que te pase, seré el culpable. Por cierto, para ti soy Profesor Weasley o señor.

—Claro, señor —respondí con ironía. Me estaba cansando demasiado toda esta lucha—. Y ya que lo dice, sé cuidar de mi misma. No tiene que volver a ponerme la mano encima.

—Pues no lo parece —contestó alejándose—, pero gracias por el aviso.

Recogí mis cosas y volví al castillo. Estaba muy furiosa, pues no entendía la actitud de ese chico. No me conocía de nada, ni habíamos cruzado mas de dos palabras antes de ese año. En algún momento deberíamos solucionar nuestros problemas o al menos yo lo intentaría. Pero en ese instante lo único que quería era no volver a verlo en mucho tiempo.

A pesar de todo, la tarde pasó tranquila. Pude darme un baño y preparar una cantidad suficiente de materiales para mis próximas clases. Después de cenar me acerqué a nuestra sala común para esperar a los demás jefes. Tendríamos que hablar de como había ido el primer día y nuestras primeras impresiones con los alumnos. Me había puesto cómoda, una camiseta de tirantes corta y unos pequeños pantalones de chandal. Mi tripa estaba a la vista, pero me encontraba tan cansada que me daba igual. Solo quería que acabase todo lo antes posible e irme a descansar.

El primero en llegar fue Ernie Macmillan que me sonrió y se colocó a mi lado, a pesar de tener muchos sitios libres. Le devolví la sonrisa fijándome en lo mucho que había cambiado: su pelo seguía siendo rubio, pero estaba mucho más alto y sus brazos eran enormes, se notaba que había pasado mucho tiempo en el gimnasio. Unos hoyuelos se adivinaban cuando sonreía y todo en el desprendía seguridad, al contrario que le pasaba en el colegio. 

Comenzamos a hablar de cosas intranscendentes esperando a los demás. La siguiente fue Luna, con esa expresión de dulzura. Me hizo recordar el incidente con Pansy por la mañana y sentí lástima por ella. Siempre había sido muy buena conmigo y éramos compañeras de biblioteca en los años escolares. Debería estar pendiente de las intenciones de la morena, no quería que le hiciese daño.

Por último, apareció George con un jersey que llevaba una F estampada en él y desaliñado. Seguro había estado toda la tarde por los exteriores arreglando el lugar. Su cara seguía estando enfurruñada. Siempre había recordado ver a los gemelos Weasley riendo y haciendo bromas, pero se veía que ya no le quedaban fuerzas nada más que para aparentar delante de los alumnos.

—Comenzamos nuestra primera reunión como jefes de las casas— dijo Luna dando unas palmadas acompañadas por pequeños saltos.

—Comencemos y acabemos rápido —contestó George, sentándose con gesto despreocupado en el sillón que había en frente de mí.

Luna fue la que habló durante casi toda la reunión. Yo estuve atenta en todo lo que pude, Ernie, de vez en cuando, le contestaba soltando carcajadas en incluso dándome codazos para que le siguiese las gracias. Yo sonreía cortésmente cuando lo hacía, incluso hubo un momento en el que posó su mano en mi rodilla, despreocupadamente. Me sonrojé aunque él no se dio cuenta, pero al mirar para otro lado vi que George se estaba dando cuenta, lo que hizo que me sonrojara aun más y me levantase fingiendo estirar las piernas. 

—Bueno —continuó Luna—. Creo que es importante mantener una actitud positiva y que deberíamos ayudar a Marta para que los pocos alumnos de Slytherin se sientan apoyados. 

—No veo por qué es necesario —dijo George con malicia—. Si por mí fuera, esa casa podría desaparecer y ninguno lo sentiríamos.

—Son niños, profesor. Y nuestra casa es tan necesaria como las demás. —Me dirigí hacia él, enfadada.

—Son mortífagos. Hijos de mortífagos. Personas que ayudaron a quien tú sabes y que provocaron todo este sufrimiento en el mundo mágico.

—¡Ninguna persona debería pagar los errores de sus padres!

—No estoy tan seguro de ello —dijo encarándome con ferocidad. 

En ese momento me derrumbé. Fue como volver a empezar todo de nuevo. Choqué contra él y me dirigí a mí cuarto ante la atenta mirada de Luna mientras me llamaba con insistencia. Cuando entré noté un portazo en la habitación de al lado, que era la de George. Me tumbé en la cama y lloré hasta que sentí que alguien entraba. Me puse de pie pensando que era Luna, pero me encontré a Ernie. 

—No debes de hacerle caso —dijo con una sonrisa—. Está amargado.

—Gracias, Ernie —dije acercándome al baño—. Es muy amable de tu parte. Quiero darme una ducha y acostarme, pues ha sido un día largo. 

—Claro —dijo apoyándose en el marco de la puerta del baño y levantándose un poco la camiseta distraídamente, por lo que pude ver sus abdominales perfectos. Me sonrojé, para no variar—. Pensé que a lo mejor te apetecería un poco de compañía.

Mientras se acercaba, retrocedí hacia la pared. Me estaba incomodando esa situación. Nunca había estado con un chico a solas y su actitud me ponía demasiado nerviosa. Además, yo solo quería dormir. Acabó acorralándome justo al lado de la puerta de la habitación mientras posaba sus manos en mis mejilla. Eran muy suaves y sus ojos me miraban con deseo, pero lo único que podía pensar era en que no quería estar allí. 

—Por favor, Ernie. De verdad, no es buen momento —susurré.

—Claro que sí, preciosa. Esos ojos negros me vuelven loco. —Puso su mano en mi cintura, agarrándome con demasiada fuerza. Intentó besarme, pero yo fui más rápida y lo esquivé, haciendo que pusiese su otra mano, que antes había estado acorralándome contra la puerta, en mi pecho—. De verdad, te gustará. Déjate llevar.

—¡No quiero! —dije en voz más alta, intentando zafarme de sus brazos que eran demasiado fuertes.

En ese momento sentí como a mi izquierda la puerta se abría con fuerza y alguien separó a Ernie de mí, empujándolo hacia la cama con la que no se tropezó de milagro. Había confusión en sus ojos, pero estaban fijos en la persona que lo había hecho retroceder.

—Te ha dicho que no, Macmillan. Deberías dejar de molestar a tus compañeras.

Él apretó los brazos y se dirigió hacia la puerta donde George Weasley estaba plantado con furia en su mirada. Al encarase con él, sonrió.

—Solo estábamos jugando, ¿a que si? —me dijo y yo aparté la cara para que no viese mis lagrimas. Había faltado muy poco para que esto se me fuese de las manos. Si no llega a ser por...

—Si quieres jugar con alguien que sea contigo mismo. Ahora, largo —contestó Weasley en mi lugar.

Cuando abandonó la habitación yo seguía mirando hacia otro lado. Las lagrimas recorrían mi rostro y lo único que quería era estar sola y ducharme. Me sentía sucia. Notaba como George seguía en la puerta, pero no tenía fuerzas para enfrentarle.

—¿Estas bien? —dijo con firmeza.

—¡Y a ti que te importa! —contesté con una furia que no era propia de mí, abracé mi cuerpo y me deslicé hasta sentarme en el suelo—. Déjame en paz.

—Tienes razón. No me importa.

Cuando noté como cerraba la puerta me derrumbé, empecé a llorar desconsoladamente y me hice un ovillo en el suelo. Allí, sobre la dura y fría piedra, me quedé dormida.


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