[🎷| ÚNICO ]

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[ LEE KNOW rules the world ]

—¡Señor Lee!

Detuve mi andar buscando a quien me había llamado. Alguien del personal externo al escenario se acercó e hizo el intento de tomar el saxofón que sostenía entre mis manos; no obstante, mi rostro se de transformó en una mueca seria que imponía una silenciosa negación al advertir aquella acción; para suerte del chico fente a mí que vestía ropas oloseas de garzón, mi mueca hizo el efecto necesario en él como para que se alejara en un innecesario halago hacia mi desempeño sobre el escenario.

No lo necesitaba, sabía que mi manejo del saxofón era excelente pues poseía una técnica limpia y perfecta que lograba cautivar a todo el mundo en compañía de mi gran habilidad para improvisar. Mis shows sobre el escenarios eran los mejores de toda Nueva Orleans. El rey del Jazz entre todos los locales era yo, no necesitaba halagos que dejaran en claro lo ya obvio.

Sin embargo, sonreí en su despedida con falso agradecimiento. Muchos eran sensibles, y yo no estaba  para lidiar con los llantos y corazones rotos de fanáticos que desconocían el significado de la palabra «privacidad.

En la ida de aquel camarero, fueron cuestión de segundos para que unapersona poco peculiar se posara frente a mí con sus cabellos rosados pegándosele a la frente debido al sudor, las ,anos en las rodillas y el aire correteando lejos de sus pulmones al punto de casi asfixiarlo. Asimilando la escena frente a mí con un pobre perro callejero, decidí esperar unos segundos hasta el chico pudo recuperar la compostura para hablar sin ahogarse con su propia saliva.

—A usted...—dijo en un suspiro ahogado, aún intentando recuperar el aire—. Le... le buscan en la barra, Señor Lee—dijo el chico, sonriendo temblorosamente .

¿Buscarme? ¿Quién me buscaría?

La curiosidad no tardó en mostrarse a través de una clara mueca.

Normalmente era visitado y buscado hasta las canicas por insignificantes fanáticos locales, pero tampoco tenía amigos en la zona y mucho menos familia que pudiera visitarme en mis tiempos libres. Aunque tampoco lo deseaba, poner mi tiempo en visitas que mayormente serían sorpresas y poco planeadas solían causarme mal humor; siempre perdía tiempo en celebraciones repetitivas que carecían de factor sorpresa, y perder el tiempo en cosas poco útiles era un error que yo no buscaba heredar.

—¿Buscarme? Si es algún fanático que busca verme, por favor hazle saber que estoy demasiado ocupado como para ir—dije mientras guardaba el saxofón en su estuche tras revisar que todo estuviera bien con él. Un vez estuviera listo, lo tomó con una de mis manos y volví a ver al chico que con ojos brillantes veía lo que sostenía. Entonces agregué:—De hecho, haz eso con cualquiera de ellos que venga. No tengo tiempo para...

Fui interrumpido.

—No es un fantásti... fanático, Señor Lee—balbuceó nervioso—. Dice ser un detective y quiere interrogarle.

( * * * )

—¿Es usted el Señor Lee?—preguntó un joven castaño con rasgos asiáticos sentado junto a la barra.

—¿Quién más vendría si no fuera así?—respondí tomando el atrevimiento de usar tal tono, ganando un mirada molesta pero sorprendida por parte del contrario.

Pero no tomé mucha importancia; mi respeto hacia el cuerpo legal y de justicia, en general, era a duras penas existente. No lograba encontrarle los pies ni la cabeza a aquellos desgraciados que manejaban la seguridad de cientos de personas a diario.

¿Cómo podría respetar a un grupo delictivo de personas que cobraban por su trabajo y se vendían, usando como servicio mi vida y la de centenares más? Los policías, especialmente ellos, eran solo un clan de ladrones vestidos de trajes azules con un privilegio a libertad que era patrocinado por la mafia más grande del mundo: El gobierno.

Detectives, jueces, abogados... ¡Todos eran miembros de eso!

Claro, el yo decir todo ya era algo hipócrita de mi parte. Pero entre ellos y yo había una gran diferencia: ellos se vendían finalmente  para otros, mientras yo era mío, hacía por y para mí.

Aunque mis acciones podían ser sucias, no eran influenciadas por externos. Todo nacía de mí, porque, nuevamente: era por y para mí.

—¿Para qué necesitaba de mi presencia, detective...?—intenté encontrar algún apellido o nombre por el cual llamarle, pero no hallé nada y pronto la frase quedó al aire.

—Bang, Detective Christopher Bang.

Sonreí.

Su tono serio y poco flexible habían hecho sonar interesante su nombre, por el cual me había dado cuenta de que tenía unas innegables raíces coreanas. Pronuncié su nombre en mi mente, deleitándome con las sílabas que lo conformaban.

Y fue cuando lo marqué.

—Detective Bang—dije su nombre con lentitud—, ¿para qué me requería?—pregunté nuevamente.

Hice una seña al hombre tras la barra y pedí una bebida al azar, pues desconocía lo que sea que en este lugar se vendiera. Me negaba a volverme un cliente recurrente del alcohol, y más si era de ese lugar.

Una carpeta de color negro y casi vacía se posó frente a mis ojos, la mano enguantada del oficial se deslizó lejos de esta. Sus dedos largos y estulizados —pero no tanto como los míos— captaron mi atención.

—Como ha de saber, últimamente se han visto varios casos de desaparición lo últimos tres meses—dijo acompañando su hablar de movimientos sutiles con su mano que daban gracia al relato—; todas las víctimas han sido por la zona y una de las más recientes ha sido Lee Felix, su hermano menor y quien estaría cumpliendo cinco años de casado con Han Sohwa hoy mismo, ¿cierto?

—Efectivamente, detective—respondí.

Tomé la carpeta hasta ponerla en frente mío completamente, y la abrí; fotos en blanco y negro captaron mi atención, en ellas podía ver claramente a mi hermano en compañía de su esposa. En otras, una figura borrosa caminando; la entrada de un lugar; una mancha desconocida y oscura en el suelo de su habitación...

Ladeé la cabeza viendo cada imagen.

—La última vez que se le vio fue hace una semana, a dos cuadras de este bar—dijo, captando mi atención—. Según su cuñada, Felix vendría camino al bar para charlar con usted sobre una herencia que su abuelo le habría dejado.—La mirada color chocolate del detective me escrudiñaba de pies a cabeza, claramente juzgando—. ¿Sabrá algo de él, Señor Lee?

En toda historia de asesinato siempre había un sospechoso, y donde el responsable casi siempre solía ser el mayordomo familiar. Y tanto en la ficción como en la realidad, también era así. Lo sé, lo viví, porque siempre he sido el sospechoso principal en toda escena del crimen; yo mismo debía soltarme de todo tipo de acusaciones.

—¿Desaparecido?—Le vi asentir con una expresión dura, así que puse mi mejor tono lamentero y agregué:—Lamento decirle que no he tenido contacto alguno con mi hermano desde hace meses, y hace una semana la calle por la cual mi hermano vendría en camino, estaba cerrada por remodelaciones para el Great Show que se hará este año. No hay forma que él haya pasado por ahí con todos los obreros trabajando.

Su rostro se frunció levemente y una de sus cejas se alzó con duda.

—¿En plena nevada e invierno?

Me encogí de hombros.

—Temas de la constructora, no míos. Siempre ha sido así—dije desinteresado, tomando de un sorbo a la bebida que el señor tras la barra apenas me entregaba.

El disgusto se mostró en mi rostro no solo al ver el tiempo de retraso, si no al notar el vaso goteando como si fuera un helado; chorreaba por todas partes haciéndome cuestionar si estaba roto. No obstante, di un sorbo en seco que me raspó la garganta; desconocía qué era, pero su mezcla de sabor agria y amarga generó repulsión en la boca mi estómago.

Rápidamente lo dejé a un lado lejos de mí y centré mi atención en él.

—Entiendo—se limitó a decir antes de acomodarse en su lugar y pedir algo al bartender. Luego, y sin mirarme todavía, volvió a hablar:—Dicen que es de los mejores saxofonistas de la ciudad, Señor Lee, ¿Desde cuándo trabaja en este club?

—Me sorprendería si no lo fuera, detective—dije sonriendo cual arrogante—. Aunque el arte y la música en Nueva Orleans han ido evolucionado, mejorando e innovando a grandes escalas los últimos tiempo, sería una calamidad negar el talento nato que poseo.

Mi tono pareció sorprenderlo un poco, o quizás fue lo que dije. No podía estar seguro y tampoco comprendía el porqué de su sorpresa, para mí era normal decir cosas como esas.

¿Acaso eran mentira? Para nada.

Y de no serlo —cosa imposible—, ¿por qué habría de lamentarme a mí mismo en ese tipo de miseria? Muchos de los males que mataban al ser humano tenían como raíz la falta de auto-reconocimiento.

—Parece tener un gran autoestima, señor Lee.

Sonreí.

—De no tenerla estaría en otro lado, detective.

( * * * )

Resulta que nací en Corea del Sur un veinticinco de Octubre.

Resulta que mis padres tomaron la decisión de mudarse a Nueva Orleans —lugar donde conocí el jazz— unos meses antes de separarse.

Resulta que viví con mi madre y heredé la casa de papá: una gran mansión de estilo francesa que robaba la atención de todo el que pasara por la cuadra. Era la envidia de cualquiera.

Y al final del cuento, resulta que vivía por y para el jazz —además de por y para mí mismo—. El jazz era mi segunda razón de existir, significaba tanto que si me pedían describirlo me negaba a hacerlo, porque sentía que entonces estaría limitando su significado y lo mancharía por completo. Un gran error que una persona podría llegar a cometer, era ponerle palabras a su amor por algo; porque las palabras limitan con su mero peso y no dejan que las cosas se extiendan como se deberían extender.

Amaba el Jazz más que cualquier otra cosa; creo que fue mi amor por él lo que me llevo a donde estaba ahora. Porque incluso bajando al nivel más gélido y lúgubre de la casa, donde el invierno era eterno y los demonios dormían: yo me sentía feliz.

Feliz porque sabía lo que estaba cerca.

Feliz porque luego de prender la luz del sótano y poner guantes en cada una de mis manos, pude ver un nuevo público al cual encantar; con sus sonrisas rojas y ojos saltones, los gritos de mis invitados eran ahogados por trozos mugrientos de tela llenaban sus bocas; la saliva les manchaba hasta el cuello mezclándose con la mugre, sangre y agua.

Lucían como indigentes, aún cuando intenté embellecer a cada uno con costosas prendas que estaban a la medida. No obstante, eran el público para el nuevo show nocturno de Know.

Entonces, subí el pequeño escenario que había junto a las escaleras y caminé hasta el final de este, donde una larga mesa yacía. Ahí, habían todo tipo de cosas: cuchillos, cuerdas, cadenas; guitarra, tambor; lapiz, cuchara y ¡un centenar de cosas más! Pero yo fui directo al estuche que contenía a mi saxofón.

Una vez lo tuve entre mis manos caminé hasta el centro donde el micrófono estaba y la luz captaba toda la atención. Desde ahí, parecía tener el mundo a mis pies, como siempre.

Aclaré la garganta en un carraspeo antes de hablar.

—Bienvenidos, bienvenidas sean. Esta noche tendrá el privilegio de presenciar un show privado, pero exquisito, de mí.

Los gritos aumentaron, así como el sonido forzado que hacían las cadenas contra el suelo y las sillas. Sonreí al notar la emoción de todos, especialemente la de mi hermano, quien yacía en primera fila mirándome ensimismado.

Así quería que fuera todo, realmente.

—Soy Know, Lee Know—me presenté—. A sus servicios.

Y lo logré, ¿o no?

El saxofón pronto tomó poder de mí y la música fluyó. La mezcla perfecta que había nacido del blues y el ragtimes, tomó tal poder de mí que olvidé lo que estaba enfrente mío. Pero no era mi culpa,  amaba el Jazz a tal punto de que un otro yo salía. Lee Know dominaba el mundo, y yo ni nadie podía hacer algo para detenerlo.













N/A:

Año nuevo se me fue y no alcancé a escribir ni actualizar nada. Un desastre, qué decirles.

No obstante, decidí publicar este pequeño one-shot que hice para el @FlyKingSquad y el proyecto de Jazz & (V)lues; digamos que hice una adaptación del mismo escrito. La versión original pueden encontrarla en el libro del squad junto con otros maravillosos escritos y ediciones que crearon lxs miembrxs. ♡

Sin más que decir, les deseo un feliz año nuevo de una vez. Luego se me va a olvidar y capaz me quedo dormida antes de las diez de la noche. 🤡

En fin.

¡Gracias por leer!
Feliz año nuevo, ¡nos leemos pronto!

—Shadow.

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