Cada vez que Helena se encuentra recostada en su habitación alza la vista hacia su ventana, él siempre parece estarla observando o tal vez creando algún plan para acecharla, nadie puede acertar sobre qué cosas habitan en la mente de un criminal como lo es él.

Y es que él posee un aspecto fúnebre y descuidado, ha diario viste de negro y no es que fuese el más atractivo, porque en realidad no lo es ni en lo más mínimo, pero siempre atrae a sus víctimas, no tiene ninguna preferencia en específico, ya que Helena ha visto de todo sin discriminación: altas, bajas, delgadas, no delgadas, de color, jóvenes o maduras, nadie se escapa de su lista ¿qué hace con ellas?, nunca nadie lo supo, porque una vez que son atraídas por sus redes, no se las vuelve a ver salir nunca.

Por esa razón Helena a pesar de tener veintiún años, va a dormir con su madre, le aterra tenerlo cerca, verlo cada día y hasta incluso de noche con una víctima diferente, no la deja dormir, la hace creer que la siguiente que caerá en sus inhóspitas redes... será ella.

―Helena, ¿no quieres que vaya a matar a la araña de tu cuarto? ―ofrece su madre cansada de la fobia de su hija mientras trata de calmarla.

―Solo... ¡quítalo de ahí junto con sus telarañas! ―afirma Helena entre temblores y sollozos.

Fin.