Aún era joven cuando vivíamos en el bosque y vi morir a mis padres que fueron asesinados sin ningún tipo de compasión, luego llegaron hasta mí, me lastimaron, me maltrataron solo por diversión; fue muy doloroso atravesar por todo eso.

Con el pasar del tiempo, poco a poco fui recuperándome y superando aquel mal episodio que me dejó cicatrices por todo mi cuerpo, me mudé a la ciudad y afortunadamente conseguí un buen empleo en un edificio bastante acogedor. Al principio todo iba muy bien, estaban felices de que yo estuviera allí para recibirlos.

Todo parecía ir mejorando, hasta que llegada una ocasión ya no me tomaron en cuenta, ni a mi trabajo, me sentí bastante triste pero lo dejé pasar el primer día. Al segundo seguían pasando frente a mí sin ni siquiera voltear a verme ¡me sentí muy enfadado!; y así continuó por varios años más.

Todavía extraño a mis padres, las cicatrices serán siempre el amargo recuerdo de aquella aflicción que sigue imperando en mi interior, las personas dejaron de reparar en mí cada vez que ingresaban al edificio.

Supongo que el trabajo de ser una puerta nunca será muy fácil.