27 Sobre charla sucia y amor puro - Bienvenido 2024 💕

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Fufu... fufufu... He vuelto *u*

¡Hola a todos! ^0^ Aquí Coco, quien reaparece, resucita, vuelve a la vida con esta maravillosa obra, y está lista para complacerlos con el regreso de su historia más romántica y sexy hasta ahora ^u^ 

Muchas cosas han pasado desde la última vez que dije "nos vemos la próxima semana" por acá, fufufu. Creo que fue en abril del año pasado, demoró bastante, pero por fin está loquita autora vivió lo que tenía que vivir, maduró y creció, y conoció un romance inspirador que le cambió la vida. Les explico. 

Por aquellos días en que dejé abandonada esta maravilla, la inspiración ya no me llegaba, no sabía qué más poner o hacia a donde dirigir la trama, y fue precisamente por eso que paré y me puse a investigar. Un poquito por aquí, un poquito por allá, pero no me fluía. Luego mi novio se me declaró. Y desde ahí, todo se fue al trasto XD

Me concentré en él y en lo que sentíamos, era un amigo. Casi mi mejor amigo por muchos años. Desafortunadamente era una relación a distancia lo cual lo hacía difícil, pero lo intentábamos. Al final las adversidades nos llevaron a separarnos la navidad pasada, y seguro aquellos que me siguen en otras historias lo saben, pero por acá lo repito: él y yo terminamos total y definitivamente U_U

Pero no fue malo. Sí, fue triste, fue doloroso, pero también hermoso, y me llevaré por siempre el bello recuerdo de un amor que me enseñó que se puede amar más allá del sexo, y que está bien decir adiós, siempre y cuando eso sea para que ambos sean felices. Pero adiós no es lo que vamos a oír aquí, fufufu, ¡pues el romance MeliEli continúa! ^0^

Gracias a mis experiencias estoy lista para volver a escribir, creer en el amor, y comenzar de cero más inspirada que nunca *0* Esta obra se las dedico a todos ustedes, cocoamigos que me acompañaron en mi proceso. Y también a ti, nuevo lector, si sientes curiosidad por saber qué descubrió esta autora °u^ Ahora algunas advertencias. 

Como dice el título, esta obra tiene mucho pero mucho sexo >u< Así que si no eres bueno con temas sensibles y lenguaje explícito, mejor busca en otro perfil. También, una disculpa por la desincronización del tiempo en mi obra. Estamos retomando la escritura en pleno invierno cuando, dentro de la trama de la historia, nuestros protagonistas están en verano XD Mil disculpas a todos, pero como es ficción, estoy segura que me perdonarán. También, una disculpa si ven que los personajes hablan un poco diferente a como lo hacían originalmente. La verdad es que no pude recordar al cien por cien su prosa, y además yo también he variado mi forma de expresarme como escritora. Por último, muchas gracias a mis lectores que esperaron pacientemente a que esta obra volviera UwU Sabían que lo haría, yo siempre cumplo mis promesas. Muchas gracias por seguir aquí de un modo tan fiel. 

Sin más demora, vamos al retorno de Letras y Sexo ^u^ Les mando un beso, un abrazo y, como siempre digo, ya saben qué hacer 💕

***

Sí, tenía que reconocerlo, su vida estaba volviéndose perfecta. Meliodas caminó calle abajo sintiéndose como el protagonista de un clip musical, y tarareó su canción favorita, tan contento estaba. Sacando el pecho, balanceándose de lado a lado, sintiéndose orgulloso, ¿por qué iba a contenerse cuando tantas cosas buenas le estaban pasando al mismo tiempo? La lista no era para menos.

Elizabeth, su doctora Elizabeth, le correspondía. Aún le costaba creerlo, pero era cierto. La mujer más dulce, inteligente y sexy lo amaba. ¡A él! ¡A un nerd tímido y obseso de la limpieza! Pero aquello no podía negarse. Habían demasiadas pruebas al respecto, habían pasado por muchas cosas juntos, y por si fuera poco, seguía sintiendo los efectos de esas evidencias incluso en ese momento. La libertad al respirar, la alegría, la ausencia total de miedo. Ahora que conocían el pasado del otro y ya no habían secretos entre los dos, todo lo que quedaba era el futuro brillante que estaba por venir. Pero había más.

¡Le estaba yendo estupendamente en el trabajo! Se había alarmado un poco cuando le presentaron a esa licenciada, pero tener un publicista propio era algo realmente bueno. No era que no apreciara el trabajo de los becarios, pero tenía que reconocer que, a como pintaba el libro, seguramente era mejor un gran marketing para el próximo éxito editorial. Tenía que cuadrar con Gowther para presentarle a la señorita nueva y ponerse de acuerdo con otros miembros de su equipo. Y aún había más citas por hacer.

Le había estado dando vueltas por la cabeza, pero ahora estaba seguro: quería cambiar. No, tenía que hacerlo, convertirse en la mejor versión de sí mismo para brindarle a Elizabeth algo mucho mejor. Ya estaba armando un plan, tenía lo que le hacía falta, solo era cuestión de empezar. Se detuvo entre los árboles a mitad del parque que estaba atravesando, abrió los brazos, e inhaló profundamente el cálido aire y sol de aquel espléndido día de verano. A partir de ahora, todo saldría bien. A partir de ahora, solo pasarían cosas buenas. Por supuesto, estaba completamente equivocado.

¡Ring! Sonó el tono clásico de su celular.

«¿Quién será?», pensó mientras lo tomaba sin fijarse en el identificador de llamadas. ¿Qué más daba quién fuera? Estaba tan de buen humor que absolutamente nada podría molestarlo.

—¿Bueno?

—¿Hermano? —preguntó una voz gentil y profunda del otro lado de la línea, y Meliodas sintió cómo un escalofrío lo recorría de cuerpo completo.

—¿Zel? —Llevaba meses sin oír la voz de su hermano menor. Tuvo que sentarse en la banca más próxima mientras esperaba lo que tuviera de decir el heredero de su familia.

—No sabes lo feliz que me hace escucharte. Temía que no pasaras la llamada.

—No, claro. Bueno, tratandose de ti, yo siempre... Aunque vaya, es una sorpresa, ahm... —¿Qué podía decirle? ¿Cómo empiezas la conversación con la persona a la que tuviste que dejar atrás para que fuera feliz? ¿Cómo te disculpas por el abandono, a pesar del cariño? Decidió ir por lo elemental que indicaba la educación—. ¿Cómo estás? ¿Todo bien?

—Yo estoy bien, gracias —respondió el muchacho con una nota de genuina alegría por su preocupación. Sin embargo, casi de inmediato soltó un suspiro, y Meliodas supo que tras este venían malas noticias—. Quien no está bien es nuestro padre. Hermano, él está...

—Zel —lo cortó el rubio comenzando a sentirse decididamente mal—. Ya sabes que no quiero saber nada sobre esa persona. Si es sobre ti o cualquier otro asunto, con gusto, pero por favor. Si es sobre él, no insistas.

—Pero hermano, tengo que. No es como otras veces en que me ha mandado a buscarte. Después de aquel incidente te di mi palabra de ser neutral, y lo he cumplido, ¿o no? —Era cierto. Pese a que el sueño de Zeldris siempre había sido convertirse en una verdadera familia, nunca lo había presionado a convivir desde que hicieron su promesa—. Pero me temo que este es el tipo de asunto en el que no se puede ser neutral.

—Si es sobre dinero, dejé en claro que no deseo nada de él. Si es sobre nuestra madrastra, puedes decirle que aún tiene mi afecto, pero que no pienso volver a esa casa. Si no es eso, no sé qué más podría ser.

—Meliodas —declaró tras un breve silencio—. Está enfermo —Una serie de emociones turbulentas que le recordaron el verano de Vivaldi le llenaron el pecho. Una macabra alegría, seguida de aguda culpabilidad. Una poco bienvenida tristeza. Y también, un sentimiento diferente que él había intentado reprimir toda su vida. Al parecer, las cosas no se harían más fáciles pronto. Inhaló con fuerza, soltó un suspiro y, contra su buen juicio, bajó las defensas y respondió justo lo que su amado hermano sabía que respondería.

—¿Qué tanto? —No sabía que sus problemas apenas estaban por empezar.


*

—¿Te vas? —preguntó sintiendo que el estómago, con todo y panqueques, se le caía hasta el piso—. ¿Cuándo? —Elizabeth acababa de soltar una bomba de noticia, pero aunque sabía que lo correcto era haber puesto su cara más alegre, simplemente no reaccionó a tiempo de fingirla. Ella vio claramente su angustia y, decidida a borrarla, se levantó de su silla para ir a sentarse en su regazo.

—Oh, cariño —dijo mientras tomaba su rostro y frotaba su mejilla contra la de él—, solo será por un par de semanas. Este retiro es muy importante, es una oportunidad que simplemente no puedo rechazar. —Meliodas exhaló un enorme suspiro mientras se abrazaba a su cintura, pero aunque su niño interno clamaba por hacer una pataleta y suplicarle que no fuera, su verdadero yo sabía otra cosa.

Debía felicitarla, demostrarle lo orgulloso que estaba de ella, ¡su chica era una persona muy importante! La doctora Elizabeth Liones había sido invitada por una prestigiosa organización a formar parte de su retiro como conferencista e invitada vip. Era en el extranjero, sólo los médicos y terapeutas más destacados de su ramo asistían, y su prestigio aumentaría mucho si se presentaba. Y ahí estaba él, incapaz de soltar un simple "felicidades" mientras ocultaba su cara de vergüenza enterrándola en los voluminosos pechos de su novia.

—Voy a extrañarte mucho —soltó cuando por fin sus sentimientos recobraron un poco de orden—. Sé que vas a dejarlos maravillados con tu aportación. ¿Necesitas algo para el viaje? ¿Tienes tus papeles en orden? ¿Y qué hay del itinerario? ¿Puedo llamarte durante la no... la... la no...? —Las ideas se le habían ido volando, y las palabras también. No podía concentrarse mientras veía cómo la albina se desabrochaba uno a uno los botones de su blusa frente a sus narices—. ¿...la noche? ¡Ellie! ¡No otra vez!

—Fufufu... —rió traviesa mientras revelaba su encantador brasier de encaje rosa al rubio que, ruborizado y todo, no pudo apartar la vista—. Tranquilo, no pienso distraerte, en seguida te cuento los detalles. Solo déjame contentarte primero. Me derrite lo especial que eres conmigo a pesar de que obviamente no quieres que vaya. Cariño, ¿hay alguna razón en especial para eso? —Él pensó un par de segundos antes de responder.

—No Ellie. Yo jamás te impediría hacer algo que obviamente quieres hacer.

—¿Entonces está bien si voy? —El rubio no pudo evitar reírse un poco de que le preguntara eso y, sabiendo que se arriesgaba a provocarla, le dio un breve pero intenso beso en la mejilla.

—Claro que sí. Tienes todo mi apoyo, y lo sabes. No necesitas mi permiso, pero igual te agradezco que finjas que sí y que me avises —bromeó mientras trataba de abotonarle la prenda de nuevo—. Entonces, ¿cuándo te vas? ¿Necesitas que te ayude a preparar...?

Decididamente había sido una mala idea provocarla, pues en ese momento la albina se desesperó por completo. Se puso de pie de un salto, se quitó definitivamente la blusa tirándola hacia cualquier lugar, y volvió a sentarse sobre sus rodillas, esta vez de frente y echándole los brazos al cuello. Su beso le quitó cualquier lista de la cabeza a Meliodas, y por un momento, todo fue como esa mañana antes de la llamada de su hermano. Un día, o en este caso, una noche perfecta.

—Aquí... —jadeó la ojiazul con una enorme sonrisa mientras llevaba sus dedos al interior de la copa de su sujetador—. Aprieta —Él obedeció siendo recompensado por más gemidos, y siguió explorando con la mano atrapada entre su piel y la tela mientras ella amoldaba su cuerpo al suyo.

Tal vez estaba pensando demasiado. Tal vez los problemas que se le estaban presentando no eran tantos ni tan serios como parecía. Se dejó llevar por el dulce y a la vez voraz ritmo de la albina, y antes de darse cuenta o entender cómo lo había hecho, resultó que había logrado quitar el broche del brasier. Ella soltó un grito de alegría y sorpresa mientras la tela caía, y le permitió al rubio abalanzar su boca sobre la cremosa piel mientras se frotaba sobre su erección. Y entonces fue su turno para pensar.

Aquel maravilloso hombre, su hombre, estaba preocupado. No sabía bien por qué, pero la sola noción de saberlo la hizo muy feliz. No era que le gustara que él tuviera problemas, pero conocerlo tan bien como para notarlo por sí misma la hacía sentirse profundamente orgullosa de su relación. Lo que tenían era auténtico, era real y profundo. Y sí, estaba que lo devoraba, pero también quería escucharlo, cuidarlo y consentirlo como él lo hacía con ella. Era el momento. Soltó un suspiro lleno de lascivia cuando se separó de su pezón dejando un delgado hilo de saliva, y le levantó la barbilla obligándolo a mirarla a los ojos.

—Mi amor, sabes que tú también cuentas con todo mi apoyo, ¿verdad? —Los enormes y bellos ojos verdes de su novio brillaron con esperanza, y acto seguido se ruborizó mientras trataba de limpiarse la boca—. Vamos, cuéntame lo que te está pasando —Una mirada insistente, una sonrisa pícara, y sabía que lo tenía casi a punto—. Dime, ¡lo tienes en la punta de la lengua! ¿O acaso... quieres que vaya a buscarlo?

—¿Qué? —Esa era, sin duda, la forma en que mejor se comunicaban.

Con toda la ternura que necesitaba él, con toda la pasión que necesitaba ella, un beso. La doctora enterró los dedos en su cabellera y atrajo su nuca para profundizar su unión mientras el escritor se rendía por completo, abría más la boca y la abrazaba. Parecía que, en efecto, buscaba la verdad en su interior, acariciándolo con su lengua y permitiendo que la suya correspondiera. Lo vieron con claridad al mismo tiempo. Si estaban juntos, todo iba a salir bien. La distancia y otras dificultades no importaban si se tenían uno al otro, y se separaron lentamente con los ojos aún cerrados en éxtasis. Cuando los abrieron, por fin habló.

—Recibí una llamada de mi hermano —confesó mientras ella lo miraba con expresión de sorpresa.

—¿Hablas de tu gemelo? ¿De Zeldris?

—Sí —El rubio consideró seriamente si debía decirle el motivo, pero al final, decidió que no. No era como si quisiera ocultárselo, pero no veía el caso a contarlo. El viejo estaba enfermo. No había nada que él pudiera o quisiera hacer al respecto—. Solo fue para ver cómo estaba y pedirme que me pasara por la casa, pero su voz removió algunos sentimientos y... bueno, unos cuantos recuerdos.

—Meliodas... —completamente feliz por el logro de hacerlo abrirse, Elizabeth hizo a un lado su lujuria para envolver protectoramente a su novio en sus brazos—. Gracias por compartirlo. No te preocupes, no pienso dejarte solo. Puede que esté ausente unos días, pero eso no quiere decir que te vayas a librar de mi.

—¿A qué te refieres?

—Es la primera vez que nos separamos desde que comenzó nuestra relación —explicó mientras acariciaba su rostro—. Obviamente tenía que hacer preparaciones antes de irme de viaje, fufufu.

—Ellie, ¿qué tramas? —Nervioso se quedaba corto para describir cómo se sentía, pero también sintió una gran felicidad al darse cuenta de que ya se estaba acostumbrando. A su espontánea, intensa y un poco loquita novia. La preciosa mujer vio la misma resolución en sus ojos, y se inclinó para besarlo de nuevo, retomando lo que quería hacer antes de que se sinceraran.

—Mi vuelo sale el domingo a mediodía —dijo mientras comenzaba a desvestirlo—. Ya todo está listo, y no te tienes que preocupar. Por otra parte, mis preparativos incluyen una cita mañana a las diez. Confía en mí, te prometo que te divertirás. —No dudaba que así sería, pero igual sentía que la ansiedad iba a matarlo. Para prevenir que esto ocurriera y conociéndolo bien, la peliplateada se propuso relajarlo lo más que pudiera.

—Esta no me la perdonas, ¿verdad? —preguntó viendo que se arrodillaba.

—Claro que no. Ni esta, ni ninguna noche en que sienta que me necesitas. Te amo, Meliodas —declaró mientras le abría las piernas y liberaba su miembro—. ¿Alguna otra confesión antes de tomar mi cena?

—Bueno... pues, al parecer tendré una nueva publicista personal —Elizabeth paró en el acto y levantó una ceja de forma inquisitiva—. Mael consideró que era buena idea, viendo cómo va nuestro escrito. Para mí que solo es para meterme presión y hacerme trabajar el doble, ¿no crees?

—¿Cómo se llama? —preguntó apresando su virilidad con una mano.

—¿Qué? —jadeó él, ya medio sumido en el trance sensual que ella quería.

—¿Cómo se llama esa... publicista? —preguntó mientras su mano subía y bajaba sobre su carne. Celos. Esa fuerte punzada que sintió eran definitivamente celos, pero aunque el sentimiento no era precisamente agradable, Elizabeth igual sintió un perverso placer al tenerlos. Por fin había un hombre que le importaba lo suficiente como para peleárselo a cualquiera. Se dio cuenta de que no hacía falta cuando lo escuchó gemir dulcemente mientras le comenzaban los temblores.

—No... no lo recuerdo —confesó con total sinceridad—. ¿Quieres que vaya a buscar el nombre en mi agend...? ¡Aaaaah!

«No, no quiero», pensó triunfante mientras se metía aquel cálido y palpitante pedazo de carne a la boca. «Lo que quiero es ver cómo te corres una y otra vez mientras gritas que eres mío». Y eso fue justo lo que consiguió. Cayeron rendidos ya bien entrada la noche, y al despertarse en la mañana, tuvieron que tomar dos tazas de café y un baño frío antes de salir a su cita.


*

—Vaya, esto definitivamente no es lo que esperaba. —dijo Meliodas mientras contemplaba el elegante y moderno estudio de grabación. El recinto, ubicado en una estación de radio, servía para hacer grabaciones de todo tipo: música, podcast, audiolibros, cualquier tipo de material sonoro para su uso profesional. El escritor no sabía que podrían necesitar ellos de aquel lugar, pero igual tomó la mano que Elizabeth le tendía, y la siguió bastante emocionado al lugar donde dos personas los esperaban.

—Loca, ¿qué te habías hecho? —preguntó una mujer joven de cara grisácea mientras le plantaba dos besos a la albina—. ¡Entonces es cierto! —exclamó al ver a Meliodas—. ¡Tu novio existe! Felicitaciones señor —dijo con picardía mientras sacudía vigorosamente la mano del rubio—. Por fin alguien atrapó a esta diosa huidiza.

—Sí, bueno, yo... gracias. —se ruborizó mientras trataba de impedir que se le cayeran los lentes.

—Bienvenidos —interrumpió el otro hombre, un caballero serio y maduro vestido de negro y morado—. Permítame presentarme. Mi nombre es Fraudrin, soy el gerente del lugar. Esta es Grayroad...

—¡Hola!

—Nuestra especialista. Su cabina ya está lista, si fueran tan amables de acompañarme por acá.

—¿Cabina? —preguntó él mientras los seguía.

—Ya verás —le guiñó Elizabeth. Bueno, no entendía nada, pero de cualquier forma ya estaban ahí.

Entraron al confortable espacio lleno de teclados, vieron que había un cuarto más con micrófonos que podían ver tras una ventana de cristal y, para sorpresa de Meliodas, un muro divisorio, como si la idea fuera grabar a dos personas a la vez sin que se vieran entre ellas. Para cuando aquella noción acabó de tomar forma en su cabeza, Elizabeth ya tenía la expresión dichosa de un gato a punto de comerse un canario.

—Prepararemos todo —anunció la chica de cara gris después de dedicarle una mirada cómplice.

—Siéntate aquí, cariño —lo invitó su novia señalando el enorme y mullido sofá. Entonces, aquello por fin empezó—. Bueno, señor Demon. Me parece que aunque llegamos a tocar el tema, nunca hablamos a fondo sobre erotismo y relaciones a distancia, ¿o me equivoco?

—Esto... no —rió él, nervioso pero a la vez feliz por el juego que ella acababa de comenzar—. En vista de que los personajes de mi libro no se separan durante la trama, jamás tuve la curiosidad de preguntarle sobre eso.

—Bueno, pues hoy vamos a tener un cursillo exprés —De su bolso sacó unas gafas de lectura, unas notas, y un bolígrafo. La doctora Elizabeth estaba en casa, y él se divirtió contemplándola mientras sus guías entraban a la habitación tras el cristal para probar los micrófonos—. Puede parecer evidente, pero llevar bien una relación a distancia es algo verdaderamente complicado, ¿podría decirme por qué?

—Porque las cosas indispensables para alimentar la relación se ven limitadas —respondió con confianza. Esto sí que lo sabía. Como escritor romántico, había tomado muchísimas notas al respecto—. El tiempo que pueden pasar juntos es limitado, por lo que la comunicación tiene que ser constante. Si no, puede surgir desconfianza y malos entendidos. O simplemente perder el interés.

—Exacto. No hay nada más peligroso, tanto para el romance como para el erotismo, que terminar perdiendo el interés en el otro. Por eso, los especialistas aconsejan que la pareja implemente estrategias que los ayuden a mantenerse conectados y a no dejar apagar la llama de su sexualidad.

—Ellie, ¿no crees que estás exagerando? —bajó el tono de voz al darse cuenta que los técnicos habían vuelto tras aprobar todo—. Solo te vas quince días. Y además, yo... n-no creo que nuestra "llama" se pudiera apagar. No podría. Lo que siento por ti no se apagará ni aunque pasen muchos años. —La albina sintió que se derretía con sus palabras, pues sabía en lo profundo que eran ciertas. Pero igual, no iba a dejar que eso le cortara la diversión, así que se subió las gafas, cruzó la pierna y arremetió de nuevo.

—Pero esto es un experimento, querido. Una simulación muy útil. No sabemos lo que traerá la vida en algunos años, ¿qué tal si la próxima vez que nos separemos toma más tiempo? ¡Hay que estar preparados!

«Años», pensó Meliodas sintiendo que de pronto flotaba en nubes rosas. «Piensa en mí, en nosotros, aún juntos dentro de años». ¿Qué más daba lo que su traviesa novia planeaba? Le daría el gusto, solo para pagarle la felicidad que le dio aquel comentario.

—Vale. Pues entonces, nos prepararemos a cabalidad. ¿Y qué sugiere mi especialista?

—¡Charla sucia! —Y ahí es donde el pobre casi se ahoga con su propia saliva.

—¡¿Qué?!

—Creo que es mi turno —intervino la chica gris mientras su compañero se hacía para atrás y disimulaba con una cara pétrea—. Permítame explicarle a partir de este punto. Lo que la doctora quiere hacer es una sesión especial de "charla sucia" para ayudarle a ser más abierto con ella, ganar confianza, y compartir de tal manera que, pese a la distancia, no pierdan la intensidad de lo que sienten uno por otro. ¿Ve ese micrófono de ahí? —apuntó señalando la sección de la derecha mientras el pobre temblaba—. La idea es que usted se siente ahí, le vendamos los ojos, le ponemos unos auriculares, y se permita guiar por una servidora para decirle a la señorita Elizabeth todo lo que desea hacerle en la cama... o en cualquier otro lugar. —Ya estaba. Si alguna vez había sentido que la cara le estallaba en llamas de tan rojo que se había puesto, era esa.

—En relaciones a distancia, uno tiene que ponerse creativo —continuó la explicación la aludida con una enorme sonrisa—. Llamadas ardientes, fotos sensuales, sexo por videollamada y algunos juegos a distancia. Te instruiré sobre todo lo demás cuando lleguemos a casa, pero por ahora, lo que quiero es que te desinhibas conmigo por completo.

—Pe-pe-pe-pero, ¿cómo? ¿Y en frente de...? No voy a poder, ¡no puedo!

—Tranquilícense, ¡soy una profesional! —aseguró Grayroad pasándole una hoja de certificado—. Lo que diga o haga aquí no saldrá de estos cuatro muros.

—La confidencialidad es lo más importante de nuestro servicio—sumó Fraudrin mostrándole lo que parecía un contrato y un aviso de privacidad—. Si lo desea, el material producido será borrado cuando se vaya.

—Cariño —remató Elizabeth, con un puchero tan adorable que de inmediato se sintió coaccionado—. Por favor. No es solo por el viaje. Verás... —Al parecer, ella también había aprendido algunas estrategias románticas. Puso su cabello detrás de la oreja con un gesto tímido, tomó sus manos con dulzura—, he notado que, apesar de que eres mucho más activo en el sexo ahora, en realidad, nunca me has dicho en voz alta lo que sientes o lo que quieres. Me gustaría que fueras tan honesto como yo intento ser contigo.

Se quedó de hielo cuando escuchó aquello. Tenía toda la razón. Ya lo había pensado durante algún tiempo, pero en realidad, ella hacía la parte más importante cuando se trataba de sexo. ¿No acababa de proponerse, ese mismo mes, cambiar esa actitud pasiva? ¿No quería tener más confianza, ser más directo y asertivo? Además, se trataba de ella. Si no era transparente con la persona que más amaba, ¿entonces con quién?

—D-d-de acuerdo —dijo por fin, tembloroso, pero poniéndose de pie por sí mismo—. ¡Voy a intentarlo!

—¡Excelente! —gritó Grayroad adelantándose a Elizabeth. Cinco minutos después, todo estaba listo. Sentado cómodamente en una silla, con un micrófono ante él y audífonos aislando cualquier otro sonido, un suave antifaz negro como para dormir sobre los ojos, y esperando las instrucciones de la especialista mientras Elizabeth se encontraba igual del otro lado del muro—. Inhalen —instruyó Grayroad como en una meditación—. Exhalen —Un minuto de relajación, y finalmente recibió la primera indicación—. Meliodas, piensa en Elizabeth y visualiza su rostro. Su cuerpo. Quieres hacerle el amor a esa mujer —Él tragó saliva y se relamió inconscientemente obedeciendo a su guía invisible—. Ahora, ¿qué es lo primero que le dirías sabiendo que están a punto de hacerlo? Díselo claro y fuerte.

—Ellie... —comenzó con nerviosismo. Luego carraspeó y, aunque en voz baja, soltó con honestidad lo que le diría—. Ellie, te amo. —Los audífonos no le comunicaron el gemido de su novia, o el suspiro de la técnico.

—Muy bien. Elizabeth, tu turno.

—Meliodas... —respondió de inmediato, llena de confianza—. Amor, te deseo tanto. —Las orejas del aludido se pusieron rojas, pero apretó los labios y no soltó ningún otro sonido.

—Hmm, éste es difícil —acotó la especialista viendo a su colega mientras hablaban aislados de la pareja—. Es tan tímido que hasta reprimió su gemido.

—Es porque aún te siente ahí, Gray. Déjalo. Sigue con la terapia, y verás como se suelta por sí mismo.

—¿Será? —Oprimió de nuevo el botón de hablar, y se dirigió al rubio con una voz más baja y mecánica, como si fuera una IA y no una persona—. Meliodas, di a Elizabeth exactamente qué amas de ella. Y luego, qué deseas de ella.

—Amo... —empezó de nuevo—. Todo de tí. Lo que dices, lo que piensas, amo la forma valiente en que enfrentas las cosas. Amo incluso las partes que no te gustan de ti misma, las que crees que son oscuras y vergonzosas. Y Ellie, deseo... —Se quedó callado. Parecía que no diría más. Y entonces—. Todo. —Esa última parte hizo latir el corazón de los tres. Seguidamente, la técnico se desesperó.

—Este es un romántico empedernido, ¿cuándo comenzará la charla sucia?

—Paciencia, que le toca a ella. —contestó Fraudrin. Y tenía toda la razón.

—Elizabeth —continuó la chica gris—. Di a Meliodas qué amas de él, y qué es lo que deseas.

—Meliodas. También amo todo de ti —empezó—. Amo cómo retuerces ese mechón de tu pelo cuando estás apenado, la forma en que muerdes tu labio cuando te estás conteniendo. Amo cómo huele tu cuerpo, a loción, jabón, y un poco de desinfectante —El rubio no pudo evitar reírse, pero al parecer el erotismo por fin le estaba haciendo efecto—. Amo tu voz tan dulce y suave siempre, amo todas las cosas de ti que son invisibles. Y deseo... deseo tu pene dentro de mí. Quiero que me cojas hasta que deje de pensar.

—Ahí está —sonrió Grayroad, satisfecha y aliviada al ver que el pobre se retorcía en su asiento, sacudido por la ola de placer que seguro había sentido al escuchar aquello. El resto de la charla fue, segundo a segundo, haciéndose tan fácil como pan y mantequilla.

—Deseo... deslizar mis dedos por tu pelo mientras te abrazo.

—Deseo acariciar tus esferas hasta sentir cómo se ponen tensas en mi mano mientras te la chupo.

—Deseo besar la curva de tu cuello, lamer el hueco que se forma y que sé que te gusta.

—¡Deseo apretar ese firme y redondo trasero! —gruñó ella apretando los dientes.

—Deseo... comerme tus pechos —susurró él, apenas creyendo que había sido capaz de decirlo—. Morderlos... y meterme tu pezón color rosa entero a la boca.

—Wow —sonrió la especialista fuera del aire—. Al parecer simplemente había estado conteniéndose. Mira qué relación tan intensa. Se aman, no cabe duda.

—No te distraigas y guíalos. —Siguieron así unos minutos más, permitiéndo que se dijeran lo que deseaban hacer. Faltaba la última etapa de aquella terapia, y Grayroad se abocó a ello, feliz de ver que su amiga por fin había encontrado al hombre que la ayudaría a comprender que el amor era mucho más que sexo.

—Muy bien chicos, vayamos a la etapa final. Meliodas, cuéntale a Elizabeth tus fantasías. ¿Qué es lo que quieres que ella te haga en el sexo que no haya hecho ya? —Para ese momento, el pobre ya no identificaba la voz dándole órdenes. Solo existían él y Elizabeth, solo los dos en un mundo cálido y oscuro.

—Quiero... que me ates —confesó sin ser realmente consciente de lo que decía—. Con cuerdas, cuero y todo eso. Quiero usar ese arnés del que me hablaste, esas esposas que tanto me asustan y... que me des tan duro que quede arruinado para cualquier otra mujer que no seas tú. —No podía saberlo, pero acababa de insertar en el cerebro de Elizabeth el código preciso que necesitaba para enamorarla hasta la locura.

«Ese hombre es mío. ¡Mío!», clamó mentalmente mientras tenía un orgasmo silencioso. «Voy a amarlo hasta que me muera, y por mucho tiempo más. Voy a poseerlo, hasta el último gramo de su alma, ¡voy a marcar cada milímetro de su cuerpo y devorarlo!».

—Elizabeth... —interrumpió su amiga, riendo disimuladamente mientras trataba de apagar el incendio que obviamente vivía—. Di a Meliodas tus fan...

—Tenemos exactamente las mismas fantasías, amor mío —expresó con la voz de una auténtica depredadora—. Y eso es justo lo que te voy a hacer. —Cinco minutos después, la grabación terminó y la parejita se fue dejando a Grayroad y a Fraudrin tan felices como impresionados.

—Esa chica le va a dar una cogida tan tremenda que no se acordará ni de a qué vino hoy.

—Y prepárate, porque a ti te voy a dar una igual.

—¡¿Eeeeeh?! —Al parecer la terapia de charla sucia había sido todo un éxito. Ahora solo quedaba ver si aplicarían las otras técnicas de relación a distancia una vez que ella tomara su avión. 


***

Fufufu 7u7 He vuelto 💕 Pues, voíla! Mis estimados ^0^ Como podemos ver, las complicaciones y embrollos apenas empiezan, y nuestro pobre escritor pronto se verá envuelto en intrigas y conflictos de todas las personas que giran alrededor de él. ¿Qué les sucede a su padre? ¿Qué planea Liz? ¿Elizabeth podrá con todos los sentimientos que le genera él, o hará algo drástico por asegurar su amor? Esto apenas inicia, pero como se nos abaó el tiempo por ahora, les mando un beso, un abrazo y, si las diosas lo quieren, nos vemos la próxima semana para más 💋



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