CAPÍTULO 14 - NIYLAH

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Estaba a punto de amanecer. Clarke se contuvo todo el camino a casa. Pero cuando se dejó caer en su cama, lloró, lloró y lloró hasta quedarse seca.

***

Lexa sólo quería dormir y que un nuevo día le trajera la calma y la claridad de ideas. Se sentía mal, muy mal, aunque su razón le decía que había hecho lo correcto como policía; al fin y al cabo había resuelto, a su manera, el caso. No sabía si también se habría resuelto, incluso más rápidamente, si Clarke hubiese estado al tanto de todo, pero sí sabía que había hecho lo correcto y que lo volvería a hacer otra vez. Pero se sentía fatal. Tenía ganas de gritar, de llorar de impotencia, pero no lo hizo, hacía mucho tiempo que no lo hacía y parecía que sus ojos tampoco lo iban a hacer esta vez. Estaba tan cansada que, por suerte, enseguida la rindió el sueño.

***

Y llegó un nuevo día. Lexa estuvo conteniéndose toda la mañana para no llamar por teléfono a Clarke. Le daría un tiempo... unas horas, al menos. Pero cuando llegó la tarde ya no pudo contenerse más y la llamó. Clarke miró el nombre en su móvil y lo dejó sonar.

—Clarke, ¿qué pasa que no lo coges?

—Es la innombrable.

Raven ya sabía toda la historia y, por su bien, no dijo nada. Nunca había visto a su amiga tan enfadada con nadie, así que mejor no echar más leña al fuego. Conocía a su amiga, y sabía que cuando estaba así de cabezota era imposible tratarla. Ya hablaría con ella en unos días, cuando se le fuera pasando, y le diría que estaba siendo ahora ella la dramática con el tema, que no era para tanto.

—¿Encuentras algo o qué? —el tono de Clarke rozaba lo borde.

Raven, como siempre, estaba buscando posibles clientes en internet.

—De momento no, pero con lo que te han pagado los Green podemos hacer la campaña de publicidad en la web que tengo en mente. Eso sí que será efectivo. Nos lloverán los clientes, podremos elegir y me contratarás como Experta Suprema en Todo lo que lleva Enchufe... o algo que suene mejor.

Clarke asintió sin hacerle mucho caso, estaba sumida en sus propios pensamientos derrotistas.

—No debería aceptarles el dinero, nada de lo que he hecho en el caso ha influido para encontrar a Jasper.

—No empieces otra vez, por favor, has cogido a una banda de narcos, tía, has trabajado en otra línea de investigación, eso es todo.

—Sí, lo que tú digas.

—No se te ocurra rechazar la pasta.

A Raven le dio un escalofrío el hecho de que su amiga no dijera nada, como si se lo estuviera planteando.

—Clarke. No.

—Que no, Raven, pesada, que lo voy a aceptar. Calla ya, anda. Tendrás tu cargo en la mierda esa de los Enchufes, no te preocupes —no sonó gracioso, sino borde.

—Espero que se te pase pronto, porque vaya humor, colega.

Clarke volvió a hundir su cara en el portátil, donde estaba redactando el informe de sus intervenciones para la resolución del secuestro de Jasper..., intentando explicarlo todo de manera que su contribución en el caso no fuera meramente testimonial. Porque necesitaba el dinero, porque si no... Cómo odiaba a Lexa en esos momentos.

***

En su despacho, Lexa sostenía el móvil en sus manos, deseando que sonara y que fuera Clarke, porque había visto su llamada perdida y se la devolvía. Pero no sonaba. Si necesitaba tiempo, se lo daría. Dejaría pasar unos días. No entendía por qué la echaba tanto de menos, si sólo se conocían desde hacía apenas doce días... Pero eso era un hecho... o un pecho. Lexa sonrió tontamente al recordar su propio desliz verbal. Y agradeció que Clarke no comentara nada al respecto; a lo mejor no se había dado cuenta o a lo mejor no quiso incomodarla... Parecía que tenía buen corazón. Clarke...

—¡Lexa!

La detective se sobresaltó y Clarke salió de sus pensamientos de golpe, al igual que el móvil de sus manos, que cayó sobre la mesa con estruendo.

—¿Qué pasa Indra? ¿Es que no sabes llamar?

—Sí sé llamar, y lo he hecho tres veces, parecía Sheldon Cooper.

—Perdona, ¿qué quieres?

—La reunión.

Lexa miró su reloj y alzó las cejas sorprendiéndose de lo tarde que era.

—Vale, ahora mismo voy.

La detective se levantó y pasó por delante de la oficial.

—¿Todo bien?

Indra la vio muy seria, por supuesto mucho más seria que en los últimos doce días.

—Sí.

Pero Indra sabía que no.

***

Un par de días después, Lexa volvió a llamar por teléfono a Clarke, pero esta le cortó la llamada para dejar claro que no deseaba hablar con ella.

La investigadora estaba con Raven y Octavia, era viernes y se habían juntado como tantas otras veces en el piso de Clarke para tener una "noche de chicas", que consistía, básicamente, en comer pizzas y beber.

—¡Por nosotras!

Ya habían cenado y ese era el tercer brindis de la noche, que se prometía larga.

—Al final este finde no hemos hecho la escapada —dijo Raven a Clarke—, pero el próximo la haremos y no te libras.

—De acuerdo, pero con Finn paso.

—Pues ven sola. O llama a mi hermano.

—No sé... De momento no quiero ver más policías en mi vida.

Raven y Octavia se miraron. La hermana de Bellamy sabía más o menos lo que había pasado con Lexa, se lo había contado Raven, pero no intuía la profundidad de la herida que había causado en Clarke.

Y en ese momento, media hora después de haberle cortado la llamada, Lexa le mandó un wasap:

Lexa: Siento de veras que las cosas hayan salido así. ¿Podríamos tomar un café?

Clarke: Yo también lo siento. No me apetece quedar.

La cosa le quedó clara a Lexa. Creía sinceramente que en unos días se le pasaría, pero le estaba cerrando las puertas, y una intensa desazón empezó a invadirla.

En cuanto Clarke terminó de escribir el wasap apagó el móvil.

—¿Quién era? —preguntó Octavia.

—La jefa de tu hermano.

Ya ni siquiera la llamaba por su nombre.

—Clarke... ¿estás bien?

—Perfectamente, y porfa, no hablemos de esa tía, ¿de acuerdo?

Octavia se sorprendió de su reacción.

—Pues sí que te ha dado fuerte. La chica tendrá sus motivos para hacer lo que hizo.

Clarke se bebió de golpe su segundo mojito.

—Mira, Octavia, la jefa de tu hermano me ha impedido hacer bien mi trabajo, me ha mentido descaradamente y me ha engañado como una zorra sin escrúpulos. Y quiero olvidar que existe, así que no me la recuerdes, ¿vale?

Octavia volvió a mirar a Raven interrogante y esta se llevó la mano a los labios e hizo como si cerrara una cremallera sobre ellos, o sea, que mejor que no siguiera con el tema.

—Hace un montón que no salimos por ahí a bailar —dijo Clarke en un tono mucho más afable. ¿Por qué no vamos a un sitio de ambiente?

—¿Ahora? —Raven puso cara de pereza.

—Tía, si aquí estamos bien —se quejó Octavia.

—De verdad, cuando tenéis pareja os volvéis unas sosas y unas egoístas.

Raven la miró con sentimiento de culpabilidad y, finalmente, cedió.

—Bueno, venga, yo me apunto.

—Voy a cambiarme.

Y Clarke se levantó de un salto y se fue a su habitación.

—Yo paso —dijo Octavia—, que luego no paro de quitarme tías de encima.

—Mira la fantasma, no será para tanto.

—Vaya que no. El gaydar conmigo les va fatal.

—Algo tendrás, O.

—Pues no, no me importaría, pero es que no. Ya está. Y paso de que me agobien.

—¿Le importará a Clarke si le digo a Luna que se venga con nosotras?

—Pues sí. Esta noche creo que se la tendrás que dedicar a ella en exclusiva.

—Qué morro.

Octavia se encogió de hombros excusándose por su inminente ausencia.

***

Lexa estaba tirada en el sofá, viendo la tele sin verla, dejando que sus pensamientos vagaran libres por donde quisieran llevarla, que no era muy lejos de Clarke. El móvil sonó y vibró sobre sus piernas y le dio tal susto que salió disparado al suelo.

—Mierda, mierda, mierda.

No quería que se cortara la llamada si era Clarke. Lo cogió y vio que no, que no era ella, sino Anya.

—Dime.

—Nena, que es viernes, ¿salimos?

—No, hoy no.

—¿Por qué?

Lexa no le había contado nada de los últimos acontecimientos con Clarke. Su amiga había estado absorbida por el proyecto de su clínica y ella tampoco es que tuviera muchas ganas de hablar.

—Estoy cansada.

—¿Pasa algo?

—No.

Pero su amiga la conocía muy bien.

—Sí pasa.

—Que no.

—Que sí.

—Sólo estoy cansada, Anya.

—Pues vale. ¿Qué haces?

—Ver la tele.

—Pues nada, cariño, te dejo con tu superplán.

—Hasta luego.

—Hasta luego.

Y colgaron. Lexa dejó el móvil con desgana sobre la mesita de centro y se dejó caer de nuevo en el sofá, abúlica total.

***

Raven y Clarke ya llevaban media hora en el local, bailoteando y bebiendo. Al final, Raven le preguntó a su amiga si le importaba que Luna fuera con ellas, y Clarke le dijo que claro que podía ir. La verdad es que tenía un plan bien definido en mente y le daba igual quién la acompañara: quería ligar. Por primera vez en su vida, había ido a un bar de ambiente con el claro propósito de ligar con una mujer. Enseguida apareció Luna, y se fue derechita a su chica, a la que saludó con un hambriento morreo. Clarke puso los ojos en blanco, se podían cortar un poquito más en público, pensó, parecía que se iban a follar ahí mismo. De pronto se dio cuenta de que parecía una vieja cascarrabias, y se bebió todo el mojito de un trago.

Raven habló sobre los labios de su novia, inaudible para Clarke.

—¿Bailamos?

—¿Y Clarke? La vamos a dejar sola...

—No le importará, hoy ha venido en modo "follable". Lo lleva escrito en la frente.

Luna sonrió ante el comentario de su chica.

—Clarke, nos vamos a bailar.

La chica asintió sin importarle mucho y se dio la vuelta para llamar a la camarera.

—Otro mojito, cuando puedas.

La chica le guiñó un ojo y se fue a buscar las bebidas. Y en cuanto Clarke se dio la vuelta, acodándose en la barra, ahí estaba ella, sonriéndole de oreja a oreja: su compañera de la universidad, Niylah.

—¿Clarke? ¿Eres tú?

—Hey, Niylah, cuánto tiempo.

Y se dieron un par de besos a modo de saludo. Niylah había venido con dos amigas, pero no le importó dejarlas abandonadas para hablar con ella.

Durante los siguientes veinte minutos se dedicaron a ponerse al día de sus vidas: Niylah flipó literalmente con lo de que Clarke fuera investigadora privada, le pareció lo más; ella tenía una tienda de artesanía en una urbanización de playa. También recordaron viejos tiempos y, casi sin darse cuenta, empezaron a tontear. Clarke ya llevaba cuatro mojitos entre los que se había tomado en casa y los que se tomó en el bar, y Niylah guardaba muy buen recuerdo de ella...

—¿Estás con alguien? —preguntó Niylah, y esperó la respuesta bebiendo de su copa sin dejar de mirar a Clarke a los ojos.

—He venido con dos amigas, están por ahí morreándose.

Niylah le sonrió seductora.

—No me refiero a eso, sino a si tienes pareja.

—Ah, no. ¿Y tú?

Niylah negó con la cabeza. Clarke estaba lo suficientemente bebida como para no estar nerviosa, pero tenía la lucidez suficiente como para saber exactamente qué estaba haciendo y qué iba a hacer. Ella también guardaba un buen recuerdo de su compañera de carrera.

—La verdad es que me ha sorprendido verte aquí —dijo Niylah.

—Pues vengo de vez en cuando.

—Seguro que ligas un montón.

Clarke sonrió tontamente.

—Qué va. No ligo nada.

—No me lo explico, será porque no quieres.

—Será.

—¿Y hoy? ¿Quieres?

—Depende de con quién.

Niylah sonrió satisfecha porque eso pintaba muy bien.

—¿Te acuerdas de aquella fiesta? —Niylah se acercó para hablarle al oído—. ¿Cuando me dejaste que te besara?

Clarke afirmó sonriendo seductora. La tenía a escasos centímetros de su cara, inclinada hacia ella porque era más alta.

—Sí que me acuerdo. —Y aprovechó la cercanía para elevar su rostro y susurrarle en los labios—. Fue algo así.

Y la besó. Niylah respondió inmediatamente al contacto y abrió la boca para acariciar con suavidad los labios de Clarke con su lengua. Entonces la agarró de la cintura y la atrajo hacia sí para profundizar el beso, que era húmedo e intenso. Clarke la agarró de la nuca y se perdió en ese beso. Quería quitarse a Lexa de la cabeza, pero lo que consiguió, sin embargo, fue recordarla y desearla aún más. No sintió los dragones en el estómago que le provocó el beso de la detective, pero ahora sólo sabía que esa noche quería más de Niylah.

***

Lexa seguía tirada en el sofá, con la mantita echada por encima. Parecía un gatito enroscado en sí mismo en busca de calor. El timbre sonó y cerró los ojos con pesar, porque sabía quién era. Efectivamente, Anya apareció al otro lado de la puerta cargada con un pack de botes de cerveza y una bolsa gigante de patatas fritas. Lexa la miró seria sin invitarla a pasar.

—¿Me vas a dejar pasar o qué?

Lexa se apartó para que pasara su amiga y cerró la puerta tras ella. Anya dejó las bebidas sobre la mesa, abrió una lata y se sentó en el sillón, mientras que Lexa se recostó de nuevo en el sofá, como si no hubiera nadie más en la sala.

—Cuando te enamoras te pones fatal, de verdad.

Eso sí que pilló a Lexa totalmente desprevenida, tanto que se incorporó y se sentó en el sofá.

—Yo no estoy enamorada.

—Vaya que no. Vas a tener que hacer algo para olvidarla o recuperarla. Cuanto antes empieces, mejor.

Lexa tragó saliva, era inútil negarse a la evidencia, así que simplemente, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Su amiga le cogió la mano, y ella aceptó sin rechistar esa muestra de afecto.

—Cuéntame, anda.

Lexa se soltó la mano para coger un bote de cerveza.

—Pues ha pasado lo que te dije que iba a pasar, que tuve que traicionar la confianza de Clarke... Y ahora no me habla, no quiere saber nada de mí, no contesta a mis llamadas, me las corta, le he pedido tomar un café por wasap y directamente me ha dicho que no quiere quedar. Ya está.

Anya le tomó de la mano de nuevo.

—Ya se le pasará, cariño, sólo han pasado dos días.

Lexa asintió, pero, ahora que había empezado a hablar, no quería parar. Se reclinó hacia atrás de nuevo con los ojos cerrados y siguió hablando.

—No quería que le pasara nada... No quería que le pasara algo como a Costia.

Anya abrió mucho los ojos, estaba literalmente alucinando de que su amiga fuera capaz de nombrar a su exnovia muerta sin que rompiera a llorar, o se escuchara un trueno apocalíptico..., de hecho, no la nombraba nunca.

—Cariño, no siempre va a pasar eso..., pero ¿por qué no se lo dices a ella?

—Ya te he dicho que no responde a mis llamadas, no quiere hablar conmigo.

—Espera unos días, dale tiempo, ¿de acuerdo? Si ha de pasar algo entre vosotras pasará, y si no, que le den. Ya verás cómo te olvidas... Hace nada ni siquiera podías nombrar a Costia... y ahora mira. El tiempo lo cura todo.

—El tiempo no cura una mierda, Anya. Y si para salir de un pozo hay que meterse en otro, pues vaya una putada.

Anya estaba preocupada por su amiga, pero al mismo tiempo alegre porque ahora, después de mucho tiempo, fuera capaz de verbalizar lo que le pasaba. Aunque ella no lo creyera, sí que el tiempo curaba, si no todo, sí lo suficiente. Anya pensó que con tomarla de la mano no era bastante, así que hizo lo que tantas veces hacía cuando les iba mal con las familias de acogida o con otros compañeros del orfanato: abrazarse a ella, en un abrazo donde Anya, de mayor envergadura que Lexa, la envolvía por completo con sus brazos. Y, poco a poco, la desazón que sentía Lexa se fue calmando. Al menos de momento.

***

Niylah le quitó la camiseta a Clarke e, inmediatamente, se quitó la suya. Por unos segundos observó su bello torso, pero no se demoró mucho en quitarle el sujetador para liberar esos generosos pechos. También se quitó el suyo y llevó a Clarke hasta la cama, hasta colocarse a horcajadas sobre ella. Niylah se inclinó sobre su cuerpo y la besó con ansias, con un ímpetu que despertó la entrepierna de Clarke, que pedía más contacto. La comerciante sabía leer los ritmos que necesitaba la investigadora, y los siguió a la perfección: dejó un reguero de besos húmedos en su cuello mientras presionaba el sexo de Clarke con su pelvis; acarició sus pechos y mordisqueó sus pezones haciendo que su espalda se curvara. Le desabrochó el botón del pantalón y se lo quitó del todo, como hizo con el suyo, y metió sin reparos la mano bajo su ropa interior, impregnado sus dedos con los flujos de Clarke. Le introdujo un dedo, luego dos, que movió al mismo ritmo con que movía su lengua dentro de su boca. Clarke gimió pensando en Lexa, en que todo aquello se lo hacía Lexa a ella o ella a Lexa. Tenía ganas de llorar por pensar en ella. Pero, simplemente, se dejó llevar por lo que sentía y dejó que su cabeza pensara en quien quisiera. Niylah fue bajando su boca desde la suya, saboreando la piel de su cuello, de su pecho, de su vientre, hasta llegar a su sexo, a su clítoris, que succionó sin descanso hasta que Clarke se estremeció bajo sus dedos y su boca. Y a Clarke estuvo a punto de escapársele un "Lexa".

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