CAPÍTULO 5 - ICE NATION

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Clarke desayunaba aún en pijama sobre la barra americana de su salón: con una mano sostenía un tazón de café con leche y con la otra manejaba el ratón táctil de su portátil. Buscaba en internet dibujos de manos semejantes al tatuaje que lucía Roan en su antebrazo. Encontró diseños parecidos, pero no el mismo.

El timbre de la puerta la sacó de su tarea y se dispuso a levantarse, pero enseguida sonaron las llaves en la cerradura y prosiguió navegando por la red como si nada: sabía que esa era Raven. Efectivamente, diez segundos después, su amiga apareció en el salón.

—¿Qué haces en pijama? —Raven se fijó mejor en todo el conjunto—. Y desayunando... son casi las once.

—No he dormido muy bien.

—Cuéntame, ¿cómo te fue en el garito con la poli?

Clarke dejó de atender el ordenador y miró a Raven de una manera tal que su amiga sabía que le esperaba un relato de lo más intenso. Al principio, la investigadora se lo narró todo de forma contenida, hasta que llegó al momento de la aparición de Lexa en el almacén.

—Me lo estaba camelando, me iba a decir lo que significaba el puto tatuaje y, entonces, de pronto, se empezó a escuchar fuerte la música del local, porque alguien abrió la puerta. El tipo sacó un bate de no se sabe dónde, dispuesto a abrirle la cabeza a quien fuera. ¿Y quién era? La superdetective de homicidios, allí, jodiéndome el plan. Y encima aparece con una pistola en el bolsillo de la cazadora... era sólo un bulto, pero se notaba que era una puta pistola.

Raven la escuchaba con el ceño fruncido, intrigada por la pasión que su amiga empezó a poner en el relato.

—El tipo sospechó, porque era para sospechar. Y menos mal que tengo recursos y lo hice parecer todo una escenita de celos: como si yo le fuera a hacer algún favorcito al camello para conseguir droga y mi novia entrara buscándome porque no se fiara de mí, ¿entiendes? —Raven frunció aún más el ceño—. Pero la tía es tan mala actriz que no me seguía la corriente, se quedó hecha un palo y tuve que darle un morreo para que aquello se sostuviera. Y-

—¿Quééé? —Raven alucinó.

—Que tuve que besarla para que el tipo creyera que de verdad era mi novia celosa y que no se fiaba de mí, su novia yonqui.

Raven seguía alucinando.

—¡¿Que te has morreado con la poli?!

—Joder, Raven, que no me he morreado, que fue un simple contacto labial.

Clarke omitió que el beso le hizo más cosas en el estómago de las que hubiese deseado, y que sacó su lengua a pasear más por un impulso que por un razonamiento lógico para hacer el beso más creíble.

—¡Qué fuerte cuando se lo cuente a Luna! Ja, ja, ja —Raven detuvo en seco su risa y miró a su amiga fijamente—. Te gustó...

—¡Anda ya! —Clarke tenía que hacer evolucionar su relato o su amiga la acorralaría. Y así lo hizo—. Pero lo bueno viene ahora: encima de que ella fue la que metió la pata, me echó a mí la bronca del siglo. Se puso a darme lecciones de lo que es ser profesional y se lo imaginó todo como si yo hubiese puesto en jaque la paz mundial o algo así... menuda dramaqueen.

Raven la escuchaba con una incipiente sonrisita: conocía a su amiga tan bien que juraría que hablar de ese beso la había incomodado demasiado... esto prometía.

***

Lexa iba por su segundo café de la mañana. Estaba en su despacho ojeando por enésima vez los datos del caso de Jasper Jordan. En cuanto llegó había informado a Gustus de lo acontecido la noche anterior con Clarke y Roan, todo menos el beso. Para su sorpresa, Gustus había disculpado la improvisación de Clarke e incluso alabó su iniciativa. La verdad es que el ahora capitán Woodman siempre había sido poco ortodoxo en sus métodos. Después de informar a su superior, Lexa encargó a Indra y Lincoln que les enseñaran a sus confidentes el dibujo del tatuaje que había hecho Clarke para ver qué descubrían. Ahora estaba en ese impasse tan frecuente a lo largo de los casos en el que esperaba que otros recabaran la información necesaria para poder seguir avanzando. Eso es algo que no le gustaba de su reciente posición. Es cierto que ahora podía controlar las investigaciones de forma global, a su manera, pero echaba de menos el trabajo directo en la calle. También lo hacía, pero menos, porque para eso contaba con cuatro policías dispuestos para recibir sus órdenes y patearse las calles.

Quizá se había pasado con el café. Tenía sueño y estaba cansada, pero también inquieta. Esa mañana no había salido a correr, y cuando no lo hacía sentía un incómodo exceso de energía bullendo en su cuerpo. Así que, ante la falta de quehaceres urgentes, decidió ir al gimnasio de la comisaría para destensarse un poco.

Una vez se cambió de ropa, Lexa encontró allí a Bellamy, el candidato idóneo para practicar un poco de aikido. El chico era fuerte, ágil y le sacaba una cabeza. Pero nunca podía con ella. Lexa era escurridiza como un pez y tenía la flexibilidad de un gato, aprovechaba la fuerza del oponente en su beneficio y, sistemáticamente, Bellamy daba con sus huesos en el suelo. La mujer se había propuesto alargar la lucha todo lo que pudiera, por lo que le dio un poco de tregua y no fue demasiado intensa, y así, de paso, le interrogaba un poco sobre Clarke.

—Eres amigo de Clarke, ¿verdad?

—Sí— respondió al tiempo que Lexa esquivaba su golpe—, fuimos juntos al instituto, ya sabes, con Jasper y Monty.

—Ya... ¿y cómo es? ¿Me puedo fiar de ella?

—Es responsable, si es a eso a lo que te refieres... ¡Auch!

Bellamy estampó su cara contra el suelo. No sabía cómo acabó así, estaba atacando cuando Lexa le trabó las piernas y lo derribó.

—Perdona. ¿Responsable? ¿Estás seguro?

El chico se levantó dispuesto a vencer esta vez: el gesto concentrado, la mirada intensa... Aun así, continuó hablando.

—Y también es impulsiva, creativa, tiene una forma especial de hacer las cosas.

Lexa achicó los ojos. ¿Había dicho "especial"? El chico había sonreído al hablar de su amiga... ¿A Bellamy le gustaba Clarke? Iba a descubrirlo.

—Tenéis buen rollo, entonces.

—Sí, somos colegas, quedamos de vez en cuando todo el grupo del instituto... ¿por qué?

Una idea empezó a cobrar forma en la cabeza de la detective, pero antes necesitaba saber si podía confiar plenamente en la fidelidad de Bellamy hacia su jefa.

—¿Os habéis liado?

Bellamy se quedó parado y no pudo esquivar el golpe que le asestó Lexa en el costado.

—No puedes bajar la guardia, Blake. Siempre alerta. Vamos.

El policía se levantó renqueando y se colocó de nuevo en posición de ataque.

—No. ¿A qué viene esa pregunta?

—Pero quieres liarte, ¿verdad?

Definitivamente, Bellamy abandonó la lucha y miró a Lexa con los brazos cruzados sobre del pecho, como si esperara una explicación.

—Como dices —continuó Lexa—, es bastante impulsiva, y ayer casi la lía con el camello. Así que quiero que le eches un ojo, que impidas que haga algo que interfiera en la investigación.

—¿Quieres que sea su guardaespaldas?

—Quiero que te acerques a ella y que crea que estás de su parte, pero en realidad estás de la mía, ¿entendido?

—Quieres que la vigile, que la espíe... —dijo receloso el chico.

—No quiero que la espíes, te necesito aquí, pero quiero que ella confíe en ti, que baje la guardia contigo. Usa tus encantos, pero tienes que sonsacarle si piensa hacer algo estúpido.

—Es mi amiga —se quejó Bellamy.

—Eres policía. Es una orden.

Y Lexa dio media vuelta y se marchó del gimnasio, dando así por finalizada la conversación.

Una vez en su despacho, duchada y más relajada, Lexa recibió la información que Indra y Lincoln habían recabado entre sus confidentes... Después de lo que supo, no tuvo más remedio que reconocer que el comportamiento "impulsivo" de Clarke había dado sus frutos.

***

Raven y Clarke estuvieron todo el día en el despacho buscando sin éxito en internet el dichoso tatuaje. La investigadora miró por enésima vez su móvil, aunque sabía que no había recibido ningún mensaje.

—No ha sonado —dijo la morena.

—Ya lo sé.

Y Clarke lanzó el aparato sobre la mesa con gesto impaciente.

—Dijo que te mantendrían informada, ¿no? Pues no habrá averiguado nada todavía.

—No me fío de esa tía.

El timbre sonó y Clarke fue a abrir con desgana. Al otro lado, apareció Lexa en todo su esplendor: llevaba el traje de chaqueta del trabajo, pero no con una camisa, sino con una ceñida camiseta de licra que dejaba al descubierto su cuello y sus clavículas, y se había soltado el pelo. En cambio, Clarke... iba en vaqueros, con una camiseta desgastada y una coleta mal hecha. Se sintió en desventaja.

—Lexa... ¡qué sorpresa!

—Clarke... —dijo la detective acompañando el nombre con una leve inclinación de cabeza a modo de saludo.

Clarke contuvo una sonrisa. Le hacía gracia lo seria y formal que podía llegar a ser esa mujer.

—Adelante.

La investigadora la invitó a entrar y presentó a Raven como su ayudante.

—Ella es experta en... —dudó— en todo.

Lexa sonrió a la chica y enseguida se dirigió a Clarke volviendo a su seriedad habitual.

—Nuestros confidentes han identificado el tatuaje: es el símbolo de un nuevo grupo de traficantes que se hacen llamar Ice Nation. Son irlandeses y se dedican sobre todo al tráfico de cocaína. Por ahora no sabemos si existe alguna vinculación con el secuestro de Jasper, pero por lo menos hemos abierto una nueva vía de investigación.

Se miraron unos instantes, Clarke no sabía si Lexa había terminado de hablar, así que permaneció callada. Raven observaba con atención las expresiones corporales de ambas mujeres. Lexa avanzó innecesariamente un paso hacia la investigadora, quedando ambas frente a frente, muy cerca la una de la otra. Inconscientemente, Clarke contuvo la respiración un segundo de más.

—Quería disculparme si ayer fui algo brusca contigo. Tu dibujo ha sido crucial para la investigación. No comparto tus métodos y te pido que no vuelvas a improvisar, pero te agradezco tu colaboración.

Clarke no sabía qué decir... ¡qué intensa era esa chica! La apabullaba bastante la profundidad de esos ojos verdes mirándola tan fijamente. Y la disculpa la pilló por sorpresa. Tenía que reconocer que su primera impresión sobre Lexa no había sido del todo acertada: la detective se mostraba ahora como una persona íntegra y no como la fantasma arrogante que le había parecido hasta ese momento.

—Gracias —dijo Clarke—. Entonces, ¿qué hacemos a continuación?

La investigadora se incluyó para que quedara claro que tenían que contar con ella para futuras acciones.

—Ven mañana a las once a la comisaría, tenemos una reunión para decidir cómo abordar a Roan. No hagas nada hasta entonces.

—No lo haré, tienes mi palabra.

—Bien.

De nuevo quedaron unos instantes mirándose a los ojos, hasta que Lexa se movió para desplazarse hacia la puerta.

—¿Quieres tomar algo? —Clarke sentía que debía ser amable—, ¿un café, una cerveza?

—No, gracias, me marcho ya —Lexa ya estaba sujetando la puerta—. Hasta mañana.

La policía miró a Raven y se despidió de ella con un gesto de cabeza, respondido de igual manera por la chica.

—Hasta mañana —dijo Clarke.

En cuanto cerró la puerta, Raven salió disparada hacia su amiga y la cogió del brazo para que la mirara a la cara.

—¡Pero ¿cómo no me has dicho lo buena que estaba, por dios?!

—Tan poco es para tanto.

—¿Qué no? Pero si es impresionante... Aquí hay tema. Confiésalo.

—¿Qué tengo que confesar?

—Que te gusta, por favor, si me gusta hasta a mí.

—Que no me gusta, Raven, no seas pesada.

Raven resopló, sabía que lo que había percibido era real. No le extrañaba que hubieran estado de uñas: ahí había mucha tensión, sobre todo sexual.

—¡Qué fuerte cuando se lo cuente a Luna!

—¿Qué le vas a contar?

—Que me he puesto cachonda sólo con veros.

—Por dios, Raven, eres asquerosa algunas veces. Lo que sea que estés pensando no lo pienses. Tú alucinas.

—Ya veremos.

—Pues ya veremos.

***

Lexa llegó agotada a su casa. La falta de sueño le empezó a pasar factura. Cenaría algo ligero, vería un rato la tele y se iría a la cama pronto. Entonces recordó que había quedado con Anya para que le hablara de su proyecto: su amiga era fisioterapeuta y quería montar una clínica por su cuenta.

Una hora después de cenar, Lexa se estaba tomando una copa de vino sentada en el sofá. Quería relajarse y dejar la mente en blanco. Inconscientemente, se acarició los labios con los dedos y, antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, el timbre sonó y la sacó de su ensoñación de golpe, pegando un salto en el sofá por el que casi tira el vino. Se sorprendió reaccionando como si hubiera estado haciendo algo malo. Pero no, se dijo. Le gustó el beso de Clarke, sí, pero no pasaba nada... ¿a quién le amarga un dulce? Todo estaba bajo control.

Anya le contó su proyecto con pelos y señales. Lexa la escuchaba educadamente, pero en realidad no le interesaba mucho, su mente tenía querencia por cierta chica rubia. Pero no pasaba nada por pensar. Todo seguía bajo control.

—Sería una inversión mínima, al principio sólo Nyko y yo, aunque sea sin cobrar, y después ya iríamos ampliando.

Su novio Nyko también era fisio, de hecho, se conocieron en la carrera. Ella sí trabajaba en una clínica, pero él sólo había encontrado empleo como guardia de seguridad.

—¿Qué te parece?

—Bien, está muy bien.

—¿Te pasa algo?

—¿Por qué?

—Porque ayer parecías una cotorra y hoy no abres el pico.

—Anoche dormí poco, ni siquiera he podio hoy ir a correr.

—Oh, qué fatalidad —ironizó Anya—. ¿Por qué dormiste poco?

—Tuve la misión con... la civil.

—Es verdad... ¿y qué tal?

Lexa no tenía ganas de hablar, no podría hacerlo sin sentirse mal por tener que reproducir la bronca que le echó a Clarke. Pero aun así lo hizo y, para su sorpresa, Anya, la caótica —según ella— Anya, la comprendió y se puso de su parte. Sin embargo, esto no la ayudó, más bien se sintió culpable al ser defendida por su amiga. Porque ahora ella sentía que debía defender a Clarke. Dios, por primera vez en mucho tiempo no era capaz de discernir una buena actuación policial de una mala. Su cabeza iba a estallar.

—Y ¿sabes qué? Cuando estábamos en el almacén me besó —dijo de pronto Lexa.

—¿Quién?

—Clarke.

—¿Cómo que te besó?

Lexa le explicó la situación, preocupándose esta vez de defender la improvisación de Clarke: puede que no lo hubiera hecho bien provocando esa situación, pero supo salir del atolladero, eso había que reconocérselo. Lo que no le contó a Anya fue que, cuando sintió la lengua de Clarke en su boca, una descarga eléctrica recorrió todo su cuerpo despertando zonas que habían estado dormidas desde hacía mucho tiempo.

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