C-22 MÁS QUE SOBREVIVIR

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng




Justo antes de la fiesta, tras las palabras que le dijo Sophia en la comisaría, Juliana había decidido que quería recuperar a Valentina. Había sucumbido ante la evidencia que exigía su corazón. Y le entraron las urgencias. Ella, que todo lo meditaba con paciencia, de repente se sintió ansiosa por actuar cuanto antes. Porque tuvo la certeza de que había perdido tontamente un precioso mes, y sintió el temor de que quizá fuera demasiado tarde, de que quizá Valentina ya no se fiara de ella, o de que, simplemente, estuviera harta de esperar. Y la actitud de Valentina durante la fiesta de cumpleaños le había indicado que, aunque tuviera alguna oportunidad, no iba a ser fácil.

Ya entrada la madrugada, poco a poco se fueron marchando todos los invitados. Cuando Juliana lo hizo, apenas quedaban media docena de personas. Quería hablar de nuevo con Valentina, pero consideró que su presencia ya no estaba justificada y se marchó. Una hora después, lo hicieron Jackie, David, Violetta y Victoria, que se habían quedado para recoger y limpiar.

No habían pasado ni cinco minutos desde su marcha cuando sonó el timbre. Valentina abrió sin mirar a través de la mirilla, ya que pensaba que sería alguno de ellos, que habría olvidado algo. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio a Juliana al otro lado de la puerta, mirándola con esa intensidad que derribaba sus defensas.

—Juliana...

—¿Puedo pasar?

—Sí, claro. ¿Ocurre algo?

Valentina se apartó para permitirle entrar y cerró la puerta cuando lo hizo.

—Quería hablar contigo.

—¿Has vuelto de tu casa?

Valentina estaba alucinando.

—No. Estaba esperando abajo a que se fueran todos.

La investigadora elevó las cejas incluso más sorprendida aún.

—¿Y por qué has hecho eso?

—Quería hablar contigo.

Valentina se cruzó de brazos en actitud defensiva.

—Ya hemos hablado.

Quería sonar distante, pero sus ojos expresaban otra cosa.

—Quería saber cómo estabas, cómo has pasado este mes —se interesó Juliana.

Valentina la miró a los ojos. No necesitaba más explicaciones, sabía a qué se refería.

—¿Tú qué crees? —preguntó dolida.

—No lo sé.

—¿No lo sabes?

Juliana la miró intensamente, como si quisiera adivinar sin palabras el estado de su alma.

—Pues regular... sobreviviendo.

La detective continuó mirándola, buscando qué decir a continuación.

—Te mereces algo más que sobrevivir...

Juliana la miraba tan fijamente que Valentina tardó unos segundos en responder.

—Eso pienso yo...

Juliana bajó los ojos a sus labios, quería besarla, aunque no sabía si tenía algún derecho. Pero lo iba a hacer de todos modos. Lentamente, acercó su rostro al de Valentina, que lo echó hacia atrás rechazando en un principio ese beso, pero sólo en principio, porque a medio camino se arrepintió y volvió hacia ella hasta chocar sus labios con los suyos, con fuerza, sin despegarlos, agarrándola de la nuca para apretarse más a ellos. Poco a poco fueron abriendo la boca y el beso se fue humedeciendo, pero sin perder la lentitud y la delicadeza. Era sorprendente experimentar cómo esos sutiles contactos conseguían enviar oleadas de placer hasta el último rincón de sus cuerpos.

—Juliana... —dijo Valentina separándose de ella.

—¿Qué?

—No juegues conmigo.

—Nunca lo haría.

—¿Y por qué ahora esto después de un mes?

"Porque te quiero", pensó. Quizá era muy pronto para tener esa certeza, pero la tenía. Su mente analítica había procesado todos los sentimientos que Valentina le provocaba y no tenía dudas. Pero era una temeridad decírselo dos veces.

—Porque me he dado cuenta de que sobrevivir no merece la pena... Deseo vivir, y contigo me siento viva.

Valentina pegó su frente a la suya y sonrió.

—Qué dramática te pones...

—Es lo que siento.

—Pues no vuelvas a desaparecer.

—No lo haré.

—Te lo digo muy en serio.

—Yo también.

—No te daré más oportunidades.

Juliana asintió con aceptación, sin dejar de mirarla para mostrar su disposición a no renunciar a ella más. Valentina le acarició la cara y Juliana le rodeó la cintura con los brazos mientras depositaba suaves besos sobre su boca, su nariz y su mejilla.

—Lo siento.

Valentina se separó y la miró severa, pero sus labios sonreían.

—Siempre lo sientes. Confía en mí, no me dejes fuera y así no tendrás que sentirlo tanto. ¿De acuerdo?

La detective asintió de nuevo devolviéndole la sonrisa.

—De acuerdo.

Valentina bajó la mano desde la cadera hasta su muslo izquierdo.

—¿Te duele? He visto que sigues cojeando un poco.

—Estoy bien. Sólo me tira un poco al caminar... Pero es normal, enseguida pasará.

—Pero es mejor que estés acostada, ¿no? Sí. Te voy a acostar. —Y le guiñó un ojo—. Hoy has estado mucho tiempo de pie.

Valentina la cogió de la mano y la guio a través del salón hasta el dormitorio, hasta su cama. Se desvistieron despacio, delicadamente, recreándose en la desnudez que cada prenda caída mostraba. Juliana acarició y besó la herida superficial que dejó la bala en el brazo de la investigadora, y esta hizo lo mismo con la que la detective tenía en el muslo. Se metieron desnudas entre las sábanas y se abrazaron y besaron con calma, sin urgencias, sabedoras de que tenían por delante todo el tiempo del mundo. Pero la calma no duró mucho, y pronto comenzaron a besarse profundamente, con hambre atrasada, apretando sexo contra sexo, que cada vez demandaba más contacto. Juliana se colocó encima y Valentina se dejó hacer. Le mordió el labio inferior y luego la barbilla. Después continuó dejando un reguero de besos por su pecho y mordisqueó y lamió sus pezones hasta dejarlos duros y sensibles. Valentina cerró los ojos para sentirlo todo mejor, al tiempo que su respiración se hacía irregular y dejaba escapar suaves gemidos, arqueando su cuerpo estimulada por cada beso y cada caricia. Juliana siguió acariciado con la lengua el abdomen hacia abajo, hasta encontrarse con su pubis. Entonces se detuvo y levantó la vista.

—¿Te puedo hacer sexo oral?

Valentina paró en seco sus movimientos, abrió los ojos y miró a Juliana.

—Por dios, no me pidas permiso. Cierra la boca y hazlo. O sea, abre la boca y hazlo.

Las risas de ambas llenaron la habitación. Juliana le echó una última mirada, que provocó en Valentina un escalofrío, antes de separar sus muslos y hundir la lengua en su sexo. Lamió todos los rincones, esparciendo la humedad por él. La investigadora se movía deseosa de más contacto, así que la detective dedujo que ya era el momento de penetrarla con dos dedos y de estimular el clítoris con la boca. El ritmo lo marcaba la propia Valentina, balanceándose sobre su mano, subiendo poco a poco el ritmo de sus movimientos. También lo elevó Juliana, intensificando la energía de sus embestidas, hasta que llegó un intenso orgasmo, acompañado de un sonoro jadeo y una fuerte sacudida en su cuerpo. Inmediatamente, Juliana trepó hasta su boca y le lamió los labios. Valentina atrapó su lengua. Y así estuvieron jugueteando un rato, hasta que la investigadora se colocó sobre la detective, dispuesta a devolverle todo el placer que le había proporcionado a ella.

Repitió todos y cada uno de los recorridos que antes hiciera la lengua de Juliana, después lamió todo su sexo, sin pedir permiso, y acabó de nuevo en sus labios, besándolos sin tregua mientras que la penetraba intercalando caricias lentas e impetuosas. Cuando percibió que el orgasmo llegaba, masajeó su clítoris sin descanso, hasta que el placer inundó cada rincón del cuerpo de la detective, que se dejó caer sobre la cama entre intensos espasmos. Después vinieron la relajación y la respiración pesada sobre la boca de Valentina, que no había dejado de besarla en ningún momento.

***

—Buenas días, señor Nava —dijo Williams.

—Buenas días, Little W.

El señor Nava era un hombre de pelo negro y barba canosa, de unos cincuenta años, con gafas y pinta de oficinista y que, sin embargo, llevaba la voz cantante en la conversación. El alcalde Steve Williams era alto y corpulento y le sacaba casi una cabeza. Había sido elegido casi cuatro años atrás, convirtiéndose en el primer alcalde negro de la ciudad.

—Muy urgente tiene que ser para convocarme un domingo.

—Mika me ha llamado. Estaba preocupada por si su nombre y el de Miller aparecían entre los papeles de Gylls. Y resulta que ha descubierto que la policía tiene intervenidos sus teléfonos. Se acercan a ti, Williams.

—Y a ti.

—Son tus asesores, no los míos.

—Pero trabajan para ti.

—¿Y quién sabe eso? Espero que sólo tú.

—Sólo yo, se lo aseguro.

—Eso espero. Como también espero que hagas algo con el equipo de policías que lleva el caso.

—Eso es imposible. Lo lleva el capitán Beltran Camacho y es incorrompible.

—Pues habla con tus asesores y haced que no tengan nada más a lo que agarrarse. Limpiad los ordenadores, revisad las cuentas. Quiero que todo quede impoluto.

—Ya lo está, señor Nava.

—Pues revísalo otra vez.

—Así lo haré.

—Y céntrate en la campaña y posterga todas las operaciones hasta después de las elecciones, tienes que ganarlas.

—Las encuestas van muy bien.

­—No te confíes y haz que se cumplan.

—Descuide.

—Me marcho. Espero que la próxima vez que nos veamos sea para darme buenas noticias.

—Yo también lo espero.

***

Eran más de las diez cuando despertaron abrazadas, y ahora era Valentina la que rodeaba la espalda de Juliana. Se incorporó levemente, lo justo para besarla en el hombro y después en la mejilla.

La detective se dio la vuelta y quedaron mirándose en silencio. Entonces Valentina le acarició el rostro y pasó su dedo gordo por encima de sus labios.

—Creías que ibas a morir, ¿verdad?

Pensaba en ese "te quiero" que le dijo, que creía producto de ese temor. Pero no compartió con ella este pensamiento.

—Sabía que la herida era grave, sí. Y temía que si cerraba los ojos no los volvería a abrir.

—Lo siento. Fue todo por mi-

—Shhh.

Juliana llevó un dedo a sus labios para que callara.

—Tú me salvaste la vida dos segundos antes, cuando hiciste la maniobra que te enseñé. Lo dejamos en un empate, ¿vale? Las dos tenemos la misma culpa y el mismo mérito, y las dos estamos vivas.

Valentina, por fin, sonrió y se perdió en la profundidad de esos ojos marrones, como tantas otras veces.

—No habrás vuelto porque viste todos esos pretendientes detrás de mí, ¿verdad?

Juliana frunció el ceño, dando a entender que en absoluto había sido así.

—No, ya lo había decidido antes.

—Ya...

—Lo sentía así independientemente de ellos.

Juliana se puso tan seria que Valentina no tuvo más remedio que sonreír de nuevo. La miró unos segundos en silencio, después se fijó en su torso y llevó la mano hasta uno de sus pechos y lo cubrió con ella por completo.

—Mira, es perfecto para mi talla de mano.

Juliana sonrió e hizo lo mismo con un pecho de Valentina, y comprobó que también lo rodeaba casi por completo con su mano.

—También el tuyo es mi talla de mano.

La investigadora volvió a mirar el pecho de la detective.

—Perdona, me está llamando.

Acercó la boca a él y lamió y besó el pezón hasta que se puso erecto. Juliana rio y manoseó el pecho de Valentina que tenía agarrado.

—Sí, a mí también me pasa... Los tuyos me llaman a todas horas.

—¿Mis pechos?

—Sí.

—Vaya, son unos maleducados.

—Que va, me lo piden por favor.

—Qué tonta eres.

Valentina la besó dulcemente mientras sonreía. Estaban relajadas y esos tiernos besos las llenaban de un placer tranquilo. Cuando se separaron, estuvieron un rato en silencio, con las manos entrelazadas. No podían dejar de tocarse con toda la gama de intensidades y sutilezas. Entonces Valentina volvió a mirarla seria. Algo le rondaba de nuevo la cabeza.

—Tengo que contarte algo.

—¿El qué?

—Me ha llamado Beltran para que introduzca a alguien de mi confianza en la campaña de Williams. Me ha contado por encima cómo está el caso.

Juliana también se puso seria.

—Me habló de esa posibilidad.

—¿Y qué te parece? No iría yo, además, el alcalde me conoce. Sería muy sospechoso. Pero yo lo supervisaría todo.

—Nunca me ha parecido buena idea meter a civiles en investigaciones policiales, ya lo sabes.

—Pues fuiste tú la que me llamó cuando empezó el caso Soul.

Juliana se quedó callada, la habían pillado. No consideraba oportuno decirle que no sabía qué hacer para volver a verla y que sólo se le ocurrió eso.

—Así, es... Y mira cómo acabó.

Valentina bajó la vista. No estaba de acuerdo con Juliana, pero reconocía que tenía parte de razón. Además, la detective casi muere intentando salvarla a ella, a una civil en una investigación policial.

—Si no quieres no lo haré.

Juliana recordó las palabras que le dijo Sophia, que Valentina era libre. Y no iba a ser ella quien le impusiera barreras.

—Hazlo si es lo que quieres. Sólo sé prudente.

—Te lo prometo.

—¿Quién va a hacer el trabajo de campo? ¿Victoria?

—No, podrían averiguar de algún modo que trabaja para mí. Aún no he pensado quién podría hacerlo.

Era domingo y Juliana no tenía que ir a trabajar. Ella estaba dispuesta a pasar todo el día con Valentina; ahora que la había recuperado no quería separarse de ella, pero no sabía cuáles eran los deseos de la investigadora.

—¿Qué te apetece hacer hoy? Me puedo ir cuando quieras.

Valentina la miró y sonrió por su azoramiento.

—No quiero que te vayas. ¿Tú quieres irte?

—No.

—Pues pasa el día conmigo.

—Vale.

Valentina le dio un rápido beso en la nariz y se levantó de un salto.

—Voy a preparar el desayuno. Me muero de hambre. Tú quédate en la cama. Yo me encargo de todo.

Juliana la obedeció y se quedó un rato acostada, rememorando la increíble noche que habían pasado juntas. Al poco fue al baño y, cuando salió, se encontró con la mesa del salón repleta de fruta, jugo, tostadas, mantequilla, huevos revueltos y café. Le agradó que Valentina tuviera la despensa llena. Tenía la errónea impresión de que sería más descuidada con las cosas de la casa, pero no era así.

—Cuánta comida.

—Como no sabía lo que te gustaba he sacado un poco de todo.

—Está perfecto, estoy hambrienta.

—Habría hecho hot cakes, como en las películas, pero no tengo harina. Pero sé cómo se hacen, que conste.

—¿Te gusta cocinar?

—Sí, me relaja un montón.

—A mí no, me estresa.

—Pues te conquistaré con la comida.

—Ya lo has hecho.

Valentina sonrió.

—Qué ñoña te pones, me encanta.

Juliana se ruborizó un poco y sonrió tímida. Estaba feliz. Normalmente, le costaba conectar con la gente, sobre todo a un nivel tan íntimo, pero Valentina se lo hacía todo muy fácil y la conexión era muy fuerte.

—Me cayó bien Debora.

Juliana levantó la vista del café.

—¿La conoces?

—Claro, del hospital.

—Es verdad.

—Se nota que te quiere mucho.

—Somos como hermanas. Es mi familia.

—En cambio, tu padre me dio un poco de yuyu.

Juliana sonrió.

—Sí, produce ese efecto en la gente... No creas que se me ha olvidado que dijiste que yo tenía aire marcial como él.

—Aire marcial... un poco, pero como él no. El tuyo es único, cariño.

Se le había escapado ese "cariño", pero no le importó. Las dos se sonrieron tontamente, como las dos enamoradas hasta las trancas que eran.

Unas llaves sonaron en la cerradura y Valentina puso los ojos en blanco, porque sólo podía ser una persona.

—Mierda...

—¿Quién es?

La respuesta llegó cuando vio a Victoria entrar en el salón.

—¡Arriba, dormilo-!

Se interrumpió cuando vio a Juliana desayunando con Valentina... Eso sólo podía significar una cosa.

—Buenos días, Victoria —dijo la detective.

—Recuérdame que hablemos otra vez del temita de las llaves —fue el saludo de la investigadora.

—¡Joder! Esto sí que no lo he visto venir, estoy perdiendo facultades. Porque es lo que parece, ¿verdad?

Las dos aludidas callaron.

—Pues me alegro un montón, en serio.

—Si tienen algo que hacer, me voy —dijo Juliana.

—¿Tenemos algo que hacer? —preguntó Valentina a su amiga.

—No. Es que me dejé el móvil en tu habitación. En la cómoda. ¿No lo has visto?

—No... ¿y cómo terminó allí?

—Entré con Violetta para..., ya sabes, y me lo dejé allí...; pero no usamos la cama, lo juro.

Valentina puso de nuevo los ojos en blanco y Juliana sonrió divertida.

—Anda, entra y mira a ver si está.

Las dos sonrieron en silencio el poco tiempo que Victoria estuvo en la habitación, pues enseguida salió con el móvil en la mano.

—Aquí esta... Vosotras sí que habéis usado la cama, ¿eh? Cómo atufa a sexo.

—¿Algún comentario más antes de IRTE? —Valentina recalcó la última palabra.

—No sé cómo la aguantas —dijo la aludida mirando a Juliana.

—Adiós, Victoria.

—Que sí, que ya me voy... Hacéis muy buena pareja, en serio. Sois unos pibones.

—¡Victoria!

—Pero si sólo es un piropo. Ya me voy. Adiós, Juliana.

—Hasta luego.

En cuanto la ingeniera cerró la puerta, Valentina se encogió de hombros.

—Así no se lo tengo que contar. Pero ya sabes que tardará cero coma en decírselo a Jackie y que Jackie se lo dirá a David.

—Yo creo que ya lo sabe.

Valentina casi se atraganta con el café.

—Pero cómo lo va a saber si nos acabamos de acostar. ¿Es que le has llamado?

—No, no. Quería decir que ya sabe que yo... O sea, que me gustas. E Sophia también. Y Debora... y creo que Kevin también se huele algo.

—Ya, lo de Kevin ya lo sé... Por cierto, me dijo que le encargaste que me espiara o algo así. ¿Es cierto?

La detective pestañeó un par de veces antes de contestar.

—Sí.

Valentina se puso fingidamente seria durante unos segundos que a Juliana se le hicieron eternos. Pero después relajó su gesto.

—Dios, te debí causar una impresión horrible para que tomaras tantas precauciones conmigo.

—No fue horrible.

—¿No? ¿Y cómo fue?

—Muy buena.

Juliana le regaló media sonrisa seductora que no había visto hasta ahora, y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

—No sería tan buena si me tenías que vigilar.

—Lo hice por una cuestión profesional, pero sé separar el trabajo de lo personal... En lo personal, la impresión fue muy buena.

—Pero en lo profesional no.

—En un principio no, pero me di cuenta de que tus métodos eran distintos, pero efectivos. Y ahora te valoro mucho como profesional. ¿Y tu primera impresión sobre mí? Sé sincera.

—Me caíste como el culo.

—Tampoco tan sincera...

—Me caíste tan mal que quería empotrarte contra la pared de tu despacho y demostrártelo una y otra vez... Puede que algún día lo haga.

El cuerpo de Juliana también fue atravesado por un escalofrío.

—Será si puedes.

—Ja.

Las dos se sonrieron traviesas sin dejar de mirarse a los ojos.

Hacía un día espléndido, así que decidieron dar una vuelta por un parque cercano. Pero antes se ducharon juntas durante un buen rato... Y se fueron a caminar muy, pero que muy relajadas.

____________________

Esta historia NO me pertenece, es una adaptación realizada con la autorización de su autora SilviaKa1

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro