C-33 EL CASO DE LEÓN CARVAJAL [EPÍLOGO 1/4]

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Thiago ya llevaba varios días siendo, oficialmente, el hijo de Juliana y Valentina. Y ya tocaba presentarlo a la familia y a los amigos.

El jardín de la casa de Elena y Jacobo estaba repleto de caras conocidas para todos, menos para el pequeño. Allí estaban Victoria, Violetta, Jackie, Debora y Nick; también algunos compañeros de la comisaría: David, Sophia, Beltran, Kevin y Michael. Y, por supuesto, Macario. Era media tarde y el sol todavía estaba alto cuando Juliana y Valentina salieron al jardín escoltando al niño, que, con gesto tímido, alternaba la mirada entre sus observadores y el suelo.

—Hola —dijo con un hilillo de voz.

Un murmullo de saludos recorrió el jardín. La primera en acercarse fue Victoria, que se agachó delante del niño con los brazos abiertos y le dio un achuchón tan escandaloso que le hizo sonreír.

—Pero qué guapísimo eres, Thiago. ¿Cómo no me habíais dicho que era un bombón?

—Esta loca es Victoria —le dijo Valentina—, ya te acostumbrarás a ella.

Victoria le guiñó un ojo y le cogió de la mano.

—Para ti soy la tía Victoria. Ven, que yo te presento.

La actitud abierta de la chica hizo que al niño se le quitara un poco la vergüenza.

—Mira, voy a empezar por este tío calvo. —Y se acercó a Macario, que estaba sentado en un taburete con la espalda muy tiesa. —Es el papá de Juliana y se llama Macario.

—Hola —saludó Thiago educadamente.

—Hola —dijo el militar intentando dulcificar su rostro con una sonrisa—, soy tu abuelo.

Y el hombre se agachó para darle dos besos al niño; un gesto que quedó de lo más forzado, no por falta de afecto, sino porque el militar no tenía costumbre de mostrarlo.

—Lo sé, me han enseñado fotos...

—Anda —se sorprendió Victoria—, entonces llevas ventaja. Vamos a ver —y tiró de él un poco—, ¿quién es esta señora?

—Elena, mi abuela, y él es Jacobo, su novio.

Elena puso una sonrisa de oreja a oreja y le dio un par de besos.

—Hola, cariño.

El chico asintió y la mujer le dio un abrazo.

Victoria volvió a tomar al niño del brazo para que pasara delante de todos los presentes. Los fue señalando uno a uno mientras esperaba su respuesta.

—¿Y esta quién es?

—Violetta, y es tu novia.

—Muy bien. —Miró hacia sus orgullosas mamás—. ¿Le están entrenando para un concurso o algo así?

—Es que es muy listo —dijo Valentina.

—¿Ah, sí? ¿Y quiénes son estos señores tan fuertotes?

—Beltran, Kevin, Michael y David, que es el novio de Jackie, que es esa de ahí.

El niño señaló con mucho desparpajo a la chica.

—Y esta señora es Sophia, y esta es Debora, y su novio Nick. Y ya está.

Victoria abrió mucho la boca como si Thiago hubiera hecho algo prodigioso.

—Encima de guapo eres listo, guau... seguro que hasta tienes cosquillas.

Victoria empezó a tocarle en los costados hasta hacerlo reír y retorcerse.

Juliana y Valentina, que se habían quedado junto a Macario, observaban la escena con una sonrisa en los labios y un brillo de emoción en los ojos. Gracias a Victoria, el niño había perdido la timidez, y el resto de la tarde fue de unos a otros hablando y preguntando y respondiendo con naturalidad.

En un momento de la tarde, cuando Elena vio a Juliana lejos de Valentina, se acercó a ella y le habló en voz baja.

—Ya me ha dicho Valentina que vas a reabrir el caso de León.

Elena la miró muy seria.

—Sí, así es. ¿Estás bien con eso?

—Yo sí, la que me preocupa es Valentina. Será mejor que la mantengas alejada del caso y que no le cuentes nada o se obsesionará. Tienes que dejarla al margen.

—Valentina y yo también hemos llegado a ese acuerdo.

—Pero la conozco y te preguntará, lo sé, pero mantenla fuera.

—No te preocupes, así lo haré.

Se miraron durante unos segundos, Juliana sin saber qué más decir, hasta que su suegra habló de nuevo.

—Me alegro de veros tan felices.

Elena le cogió del brazo en señal de afecto y Juliana sonrió como agradecimiento por el cumplido y por el gesto cariñoso.

La tarde avanzaba y, poco a poco, todos se fueron marchando, todos menos Jackie y David, porque el chico se había quedado jugando con Thiago en la canasta que había instalada en la parte trasera de la casa. El niño casi no podía con la inmensa pelota de baloncesto, pero David tenía mucha paciencia y le repetía sin cansarse la técnica para un perfecto lanzamiento. Y allí lo encontraron sus mamás cuando fueron a buscarlo para marcharse, jugando y riendo con su nuevo amigo.

Todo había ido bien, Thiago había estado cómodo y parecía un niño completamente feliz. Juliana y Valentina estaban bien. Todo fluía... Solo había una mancha que impedía que la felicidad fuera completa: hasta que no se resolviera el caso de su padre, Juliana sabía que Valentina no descansaría del todo.

***

Un mes después.

Sophia entró en el despacho de Juliana sin llamar. La detective la estaba esperando, así que dejó lo que leía sobre la mesa y se dirigió a su encuentro con expectación. Sin mediar palabra, la oficial le tendió los documentos que traía.

—El informe.

Lo que Juliana tenía ahora entre las manos y leía con avidez era el resultado del nuevo estudio forense que se había hecho al cadáver de León Carvajal. Un mes de intensa investigación, en la que habían contado con la colaboración de Victoria, les había llevado hasta ese punto. La detective terminó de leerlo y miró a Sophia buscando su reacción.

—¿Lo has leído?

—Claro.

En ese inquietante momento, Valentina apareció en el umbral de la puerta, que se había quedado abierta.

—Valentina...

—Hola.

Juliana le devolvió el informe a su oficial.

—Muy bien, Sophia —dijo con tono profesional—, archívalo, luego lo vemos.

Sophia sabía que no quería que se hablara de la investigación delante de Valentina, así que se limitó a asentir y a saludar a la investigadora cuando pasó por su lado al salir del despacho.

—¿Es un buen momento? —dijo Valentina aún parada en la puerta.

—Sí, claro —respondió la detective con tono convincente—. ¿Ocurre algo? ¿No ibas tú a recoger a Thiago?

Valentina se acercó a Juliana y le dio un beso en los labios a modo de saludo.

—Pues sí, pero mi madre libra otra vez esta tarde y dice que se lo queda un ratito... Está librando mucho últimamente, yo creo que cambia turnos para poder recogerlo. ¿Tú qué crees, detective?

Valentina tiró con sutileza de su chaqueta para acercar su cuerpo un poco más. Juliana le sonrió y le acarició la cintura.

—Yo creo que tu intuición es acertada.

—¿Y sabes qué significa eso? —dijo con voz ronca.

—¿Qué?

—Que tenemos un par de horas... para nosotras solas.

Valentina elevó las cejas haciendo ver su verdadera y lasciva intención. Pero Juliana le respondió mordiéndose el labio inferior con gesto frustrado.

—Cariño, no puedo salir todavía..., ha surgido algo. De hecho, voy a llegar un poquito tarde... Creo que cenaré aquí.

Valentina dejó de sonreír de golpe y la miró con una mueca de pesar.

—Últimamente siempre llegas tarde, ¿no tendrás un lío con Sophia? —dijo con sorna.

La ocurrencia hizo a Juliana resoplar.

—Me has pillado.

—Ya... Pues tú te lo pierdes —dijo seductora.

—Lo sé —dijo Juliana haciendo un puchero.

Se quedaron durante unos segundos mirándose a los ojos; Valentina, escrutándola, mientras que Juliana a duras penas aguantaba su mirada..., hasta que la retiró.

—¿Novedades?

Juliana sabía a qué se refería y sí que había novedades, pero se encogió de hombros demorando la respuesta. Por supuesto, Valentina también era consciente de que lo que mantenía a su mujer tan ocupada era el caso de su padre; además, disimulaba fatal.

—Valentina...

—Lo sé, lo sé. No me digas nada, pero creo que estás llevando un poquito lejos lo de no contarme nada de nada, ¿no?

—Así me lo pediste.

—Ya...

—Las cosas van bien —sentenció.

Valentina la miró en silencio hasta que se dio cuenta de que esa era toda la información que le iba a sacar del caso.

—Bueno, te dejo. Corre con Sophia a terminar lo que sea que estuvierais leyendo. Me voy. Adiós, cariño.

La investigadora le dio un ligero beso en los labios y se encaminó hacia la puerta del despacho.

—Llegaré en cuanto pueda.

Valentina elevó una mano como diciendo que estaba bien, que no se preocupara. En cuanto la puerta del ascensor se cerró tras ella, Juliana se dirigió dando grandes zancadas hacia la mesa de Sophia, que la esperaba con el informe de la autopsia en la mano.

***

Cuando llegó Juliana a casa, Thiago ya se había acostado y Valentina estaba a punto de hacerlo. Tras intercambiar saludos y besos, la detective se dejó caer en el sofá visiblemente agotada. Recostó la cabeza sobre el hombro de la investigadora, y esta le acarició el pelo con ternura.

—¿No te irás a convertir en una adicta al trabajo?

—mmmno —dijo somnolienta.

—¿Has cenado?

—Sí.

—Pues vamos a la cama.

Juliana la obedeció, fue al baño y se quitó la ropa en tiempo récord y, en menos de cinco minutos, ya estaba entre las sábanas siendo abrazada por Valentina desde atrás.

—Thiago quería esperarte antes de irse a dormir.

—Pobre.

Valentina no tenía sueño.

—¿Mañana podrás venir antes?

—No lo sé.

Por fin se dio cuenta de que no estaba muy habladora, así que optó por el silencio... y por acariciarle el pelo y darle besos en el hombro desnudo y deslizar la mano costado abajo hasta la pierna... intentando despertar alguna reacción placentera que la activara y, como consecuencia, calmar su propia necesidad. Pero Juliana no reaccionaba. Valentina se incorporó lo justo para verle la cara de perfil y susurrarle al oído.

—Juliana...

Pero Juliana se había dormido ya. Valentina sonrió, le dio un leve beso en la mejilla y musitó un "buenas noches, cariño", aunque sabía que no lo oiría.

***

Al día siguiente, Juliana se marchó tan temprano que no pudieron desayunar los tres juntos. Thiago se llevó una nueva decepción por no verla tampoco esa mañana. El niño adoraba tanto a mamá V como a mamá J, pero su conexión con Juliana era especial.

En cuanto llegó al despacho, Valentina se sumergió en el caso de estafa a seguros que llevaba entre manos. Una compañía había quedado tan contenta con sus servicios que le proporcionaba casos de forma continuada. La investigadora se había convertido en una experta en detección de fraudes, y la mayoría de las veces lograba desenmascarar de forma legal al caradura, pero el de ahora era uno de esos casos en el que no tenía más remedio que darse un impulso con alguna artimaña algo heterodoxa para, después, ir sobre seguro y saber cómo y cuándo conseguir la prueba legal que poder presentar ante sus clientes. Y ese terreno poco ortodoxo era el de Victoria, con cuya colaboración y compañía no había contado desde hacía un mes, desde que Juliana la reclutó para la investigación de León Carvajal. Pero por arte de magia, cuando más la necesitaba, Victoria tenía una tarde libre y se la iba a dedicar a ella y a su caso.

En cuanto oyó las llaves en la puerta, la investigadora saltó de la silla y la recibió con un abrazo.

—¿Me abrazas? Eso es que quieres algo gordo —dijo Victoria.

—Tonta, si es que hace mucho que no nos vemos.

—Nos vimos el fin de semana.

—Pero tomando un aperitivo que no duró nada.

—Es que si no pasaba un día completo con Violetta, me mataba.

—Pues sí que estáis liados con... el caso, ¿no?

Valentina dibujó unas comillas al decir "caso" porque, obviamente, se refería al de su padre. La ingeniera se separó de ella y se dejó caer en el flamante nuevo sofá del despacho; de hecho, la investigadora había renovado todo el mobiliario, señal de que el negocio no le iba mal.

—Ni te imaginas. Estoy tan liada que no tengo tiempo ni de masturbarme.

—Tú siempre tan fina.

—Anda, la remilgada, ¿es que tú no te masturbas?

—Pues desde que estoy con Juliana, no.

—Pues vaya aburrimiento.

—Pues... últimamente, un poco sí, la verdad, a lo mejor me lo pienso.

—¿Problemas en el paraíso?

—No, mucho trabajo.

—Pues darse placer a uno mismo es sanísimo.

—Ya...

—Pero, en serio, ¿es que tú y Juliana ya no cogen?

—Joder, Victoria, que sí, pero hemos bajado un poquito la frecuencia... Juliana llega agotada...

—O sea, que en lugar de siete veces al día ahora solo lo hacéis tres, ¿no?

—Contigo no se puede hablar, ¿eh?

—Bueno, bueno, sí que estás tiquismiquis.

—Ya, perdona, es que estoy un poquito estresada últimamente, la verdad... entre otras cosas, porque Juliana no me cuenta nada del caso.

Valentina miró a su amiga de manera inquisitiva, y ella le respondió cerrándose la boca como si de una cremallera se tratara. Lo que indicaba que de ella tampoco iba a sacar nada.

—Bueno, volviendo al tema del que sí podemos hablar —añadió Victoria—: despiértala comiéndole el coño, eso no falla.

—Victoria, ¿tienes que ser tan vulgar?

—Mira, como te me vuelvas una finolis, paso de hablar contigo.

—Vaaale... Háblame como te salga del potorro.

—Esa es mi Valentina, zafia a la par que elegante.

—Qué tonta.

—Tú más.

Las dos sonrieron con la confianza que dan años de decirse obscenidades. Pero la investigadora no había acabado con el tema y seguía dándole vueltas.

—Y es que encima está Thiago, y tiene un oído finísimo, y no podemos... hacer mucho ruido.

—Ya, que antes gritaban como perras y ya no pueden, ¿verdad?

—Y no es por falta de ganas, créeme, ¡joder! No veas lo frustrante que es estar conteniéndose todo el rato, así no me acabo de relajar, ¿entiendes? Y encima anoche ya ni eso, Juliana cayó redonda, como un tronco; jamás la he visto dormir así. Y yo mirándola con ganas de lamerla entera, ¿me entiendes? Y cuando no está el niño, Juliana está en comisaría. Y cuando está tenemos que ser supersilenciosas... y es difícil.

—Lo entiendo.

El timbre sonó y las cogió tan ensimismadas en la conversación que las dos pegaron un bote.

—¿Esperas a alguien? —preguntó Victoria.

—No.

Valentina se levantó y miró por la mirilla. Lo que vio al otro lado de la puerta la hizo mirar a Victoria con cara de absoluta sorpresa. Abrió y entró él.

—¿Alan?

—El mismo, rubia.

Y pasó sin esperar una invitación.

—Pasa, no te cortes —ironizó Valentina.

—Hola, guapa —dijo con media sonrisa mientras escaneaba a Victoria con la mirada, después se dirigió a Valentina—. Qué, ¿le has dado ya pasaporte a la poli estirada esa?

El tipo miró a la investigadora con chulería. Era un auténtico macarra y Victoria le miraba mal.

—¿El pelos este es el pringado de la Ice Nation?

—Eh, sin faltar.

Victoria no lo había reconocido con la frondosa barba.

—Sí —confirmó Valentina—, es que va de incógnito... hasta que abre el pico, claro, entonces es inconfundible. ¿Qué quieres, Alan?

—Pues... —dijo sentándose con las piernas abiertas en el sillón junto al sofá—. Tengo un trabajito para ti.

—¿Qué trabajito? —preguntó Valentina desconfiada.

—Mira, resulta que le debo dinero a un mafioso, y quiero que le robes a él, que luego me des el dinero a mí, y así yo le pago... y a ti también, claro —dijo de un tirón como si tal cosa.

Valentina le miró con una mezcla de incredulidad y de guasa, y a continuación miró a su amiga para ver su reacción: a Victoria le faltaba poco para estallar en carcajadas.

—¿Es una broma? —preguntó la investigadora.

—No he venido desde Arizona para soltarte una broma.

—Pero, ¿tú estas loco o qué?

Alan ignoró el comentario y el tono desdeñoso de Victoria y continuó hablándole a la investigadora.

—Me han dicho que haces maravillas con un ordenador, así que cuélate en una cuenta del mafioso y se la limpias; y ya está, no tienes ni que moverte de aquí, rubia.

—¿Y ya está? —ironizó la "rubia".

Valentina flipaba, pero Victoria frunció el ceño con ¿interés?

—Aquí la que lleva el tema tecnológico soy yo —se reivindicó.

Alan miró a la ingeniera y enseguida supo que tenía esperanzas con ella, al menos, profesionalmente hablando.

—Ya entiendo, así que sois socias... yo pensaba que estabais liadas.

Valentina elevó las cejas con hartazgo, pero Victoria lo miraba intrigada, sopesando realmente su propuesta.

—¿Quién es el mafioso? Dame datos.

Su amiga le clavó la mirada.

—Victoria...

La ingeniera se levantó del sofá y se dirigió hacia su mesa, donde la esperaba el ordenador perpetrador de ilegalidades.

—Primero hago lo tuyo, Valentina, es una chorrada, de verdad, te paso un móvil y te cuento lo que tienes que hacer con él, ¿vale? Con que te acerques un par de metros al móvil del defraudador es suficiente.

Mientras decía esto, Victoria había encendido el ordenador, había sacado de su bolso un móvil y se lo había tendido a una atónita Valentina.

—Mira —continuó enseñándole el teléfono—, esta es la aplicación, le metes el número de móvil del tipo, te acercas, le das a detectar, después a clonar, y en menos de un minuto te sale: ¡clonado! Y ya está, cada vez que reciba una llamada dará una señal acústica y será como coger tú la llamada, además, la puedes grabar pulsando aquí, ¿entiendes?

Valentina se había enterado, sí, pero seguía alucinando con la actitud de la ingeniera. Alan, que también había estado atento a la explicación, se acercó a ellas.

—¿Ese es todo el misterio? Eso lo puede hacer cualquiera —intervino el tipo—. Seguro que eso es lo que me hicisteis a mí.

Las dos le ignoraron.

—Victoria, ¿lo vas a hacer?

—Sí.

—Pero...

—No se enterará, y el tío es un delincuente, seguro que se lo merece.

Valentina inspiró fuerte para serenarse y miró al hombre muy, muy seria.

—¿Por qué le debes dinero, Alan? —La investigadora quería saberlo, como si de lo ético de las acciones del tipo dependiera lo ético de robar dinero a un delincuente.

—Estaba harto de trabajar en la gasolinera, ¿vale?, me daba dolor de cabeza el tufo ese. Así que monté un negocio y ahora soy empresario.

—¿Qué negocio?

—Un bar...

—¿Un bar de qué tipo?

—Tranquila, fiera, un bar normal, para beber, para bailar, sin drogas, limpio. Algo seguro, ¿entiendes? Y no le iba a pedir dinero a un banco, joder. Se lo pedí a Sinclair... Wallas Sinclair.

—¿Y quién es ese? —preguntó Victoria.

—Pues un mafioso, joder, ya te lo he dicho. Drogas, putas... ajustes de cuentas... ese rollo.

—Joder, Alan, entonces ese tío es peligroso.

—¿Y por qué te crees que quiero pagarle ya?

—Quieres robarle.

—Pero no se va a enterar, ¿no? —miró a Victoria.

—Claro que no —aseguró la ingeniera.

Valentina cabeceó porque no le gustaba nada lo que oía.

—Y tiene que ser pronto, porque el tío parece que tiene prisa en cobrar... y el bar va bien, pero lento, ¿entiendes? Y no me deja en paz, el cabrón.

—Lo voy a hacer, Valentina, tú vete tranquila y clona el móvil del cojo ese del seguro.

—Sí, sí, claro, me voy supertranquila.

—Venga, que sí, ¿cuándo me han pillado, eh? Nunca.

Victoria le cogió su chaqueta y el bolso y se los puso en la mano, apremiándola a marcharse.

—Hasta luego, rubia, ya me entiendo yo con la morena.

—Soy morena —rectificó Victoria.

—Pues ya me entiendo yo con la morena —le sonrió seductor—. Que a lo mejor roba también mi corazón.

Victoria puso cara de asco y agitó los brazos como si rechazara físicamente ese trasnochado piropo.

—Buah, lo hago si te callas, ¿vale?

Valentina miraba a uno y a otro, sin creerse todavía lo que estaba pasando.

—Me voy.

Y Valentina se fue, localizó a su objetivo, le siguió, clonó su móvil y lo vigiló durante un rato, esperando que recibiera alguna llamada delatora que no se produjo.

Tres horas más tarde de su partida, regresó al despacho. Abrió la puerta y allí no había nadie, pero, nada más entrar, oyó la estridente risa de Victoria. Pasó a su antiguo salón y allí se encontró a su amiga y a Alan bebiendo cervezas, riendo y hablando como si fueran viejos colegas.

—Hey, rubia, únete a nosotros.

—¿Ya está hecho?

—Claro, hace ya una hora que le trincamos pasta, y Alan tiene una cuenta segura y opaca —miró fijamente a su nuevo amigo—, que cerrará en cuanto le pague al mafioso, ¿verdad?

—Verdad, verdad —aseguró Alan—, lo voy a llevar todo legal. Voy a ser un respetable hombre de negocios.

—Seguro... —dijo Valentina con ironía.

—Ya me ha contado la morena que os va todo... sabía que tenía esperanzas con vosotras.

La investigadora miró a uno y a otro con hartazgo y se dirigió al frigorífico para abrirse una cerveza.

—No sé por qué no me extraña que os llevéis bien —dijo dejándose caer junto a su amiga.

—La química es la clave. Aquí hay química.

Valentina miró entonces la media docena de botellines que había sobre la mesa.

—Yo lo que creo que hay son demasiadas cervezas, pero bueno.

—Ya, lo que sea... El caso es que no me vuelvo a Arizona hasta mañana, así que esta noche estoy aquí, ¿por qué no salimos por ahí los cinco?

—¿Qué cinco?

—Su novia va a venir enseguida —dijo señalando a la ingeniera— y tú podrías llamar a la poli, ¿eh? Y nos vamos por ahí a tomar la última...

—No puedes dejarte ver por aquí, Alan.

—Podemos ir a algún sitio donde nadie de la Ice Nation me conozca... por ejemplo, a algún sitio de los suyos, de esos de lesbianas, a mí no me importa.

—Claro que no te importa —Victoria sonrió de medio lado antes de llevarse la botella de cerveza a la boca.

—Te juro que nunca sé si hablas en serio o en broma —dijo Valentina.

—Este tipo no bromea nunca, Valentina, si cuela, cuela.

—Si me hubierais conocido antes de cambiaros de acera...

La investigadora se giró de golpe hacia el tipo con gesto feroz y fue a hablar, dispuesta a explicarle al tipo que ser bisexual no era cuestión de ir cambiando de acera. Victoria se lo leyó en la cara y la detuvo.

—Déjalo, Valentina, tómate un par de cervezas y te acabará haciendo gracia, te lo aseguro.

Su amiga le hizo caso, no merecía la pena educar a semejante ejemplar masculino, así que se llevó a la boca la primera cerveza de esa noche, total, Juliana volvería tarde del trabajo, absorbida por completo por "el caso", así que no tenía nada mejor que hacer, ni ganas de pensar.

***

Estaban desnudas en la cama, de lado, mirándose a los ojos y regalándose caricias. Habían hecho el amor de forma serena, casi sin querer, como si fuera algo inevitable, algo consustancial a estar vivas, como respirar. Estaban cansadas, tanto por la larga jornada laboral como porque habían estado más de una hora amándose. Muchas veces se dejaban llevar por la pasión y practicaban sexo de forma ardiente, con la rapidez explosiva de un sprint. Pero otras veces, como esa noche, era más como una carrera de fondo, sin prisas, controlando el deseo, dosificándolo, recreándose en el paisaje de sus cuerpos, en las caricias, en los olores, en el tacto, en el sonido de sus respiraciones... en todos los sentidos.

Valentina acarició los labios de Juliana con los dedos, y esta se los lamió primero y atrapó uno con la boca después, y un escalofrío recorrió la espina dorsal de su compañera.

—No hagas eso —suplicó.

—¿No te gusta?

—No, es horrible —mintió con una sonrisa.

Juliana también sonrió y se dio la vuelta para ver la hora del reloj sobre la mesilla.

—Dios, me tengo que levantar en cinco horas.

Se miraron de nuevo en silencio, frustradas por tener que dormirse cuando se estaba tan bien despierta.

—Juliana...

—Dime.

—¿Va bien el caso?

—Sí. ¿Y el tuyo?

La detective desvió el tema con agilidad.

—Bien... La verdad es que es un rollo, pero me pagan.

—Ajá.

Valentina podía ver cómo se le caían los párpados, definitivamente vencida por el sueño.

—Buenas noches, cariño.

—Buenas noches.

Y un minuto después, cuando Valentina la creía dormida, Juliana le habló de nuevo.

—Valentina.

—¿Qué?

—Mañana vamos a interrogar a Williams.

La investigadora sabía que si iban a interrogar a alguien de tanto peso es que tenían algo importante.

—¿Qué tienen?

Juliana se incorporó para mirarla a los ojos.

—Hemos exhumado el cuerpo de tu padre, Elena nos dio el permiso. Tenemos algo, Valentina. No te puedo decir más. Aún no.

A la investigadora se le aceleró el pulso ante la posibilidad de esclarecer la muerte de su padre, pero sobre todo por la rabia que sentía.

—¿Y la rata?

—¿Woden? —Valentina asintió—. Aún es pronto.

—Quiero a la rata.

Su mirada era una orden. Juliana se inclinó para darle un beso en la frente y le acarició la cara.

—Haré lo imposible para que así sea.

Su compañera asintió. Quería seguir hablando, preguntándole, sonsacándole, pero era mejor que no supiera, que no presionara a Juliana, que la dejara hacer.

—Lo sé. Descansa, mi amor.

Y le devolvió el beso, esta vez, en los labios.

Juliana se durmió enseguida, pero a Valentina le llevó un buen rato hacerlo.

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Primero que nada quiero darles las gracias a todas las que se tomaron el tiempo de votar por mis historias en la competencia, lo valoro muchisisisimo, en verdad muchas gracias  🙏🏻

Esta historia NO me pertenece, es una adaptación realizada con la autorización de la su autora @SilviaKa1

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