𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟺𝟽

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Merchant, 11 de septiembre de 1900

Fue precisamente "Auprès de ma Blonde" la canción que resonó en sus oídos mientras soñaba. Pero la calidez y el confort que él asociaba a la preciosa melodía no existía en el reino de sus pesadillas. En cambio, lo que oía era un coro desafinado, agresivo, de unos mil hombres marchando por las calles de una ciudad en ruinas, mientras los edificios alrededor ardían en llamas.

Theodore estaba vestido como los soldados que gritaban a todo pulmón aquel estribillo, y que se movían tras su espalda hacia un destino desconocido.

Cubierto de sangre, lodo, y sudor, él sentía una satisfacción indescriptible por haber hecho algo tan cruel que llegaba a ser inenarrable.

Carcajeó de pronto por la adrenalina en sus venas o por su vil orgullo, quién sabría decirlo— y caminó hacia el río a su frente, donde vio, flotando en sus aguas agitadas, moviéndose a camino del lago Colburgue, centenas de cadáveres sangrientos y desfigurados.

Todos los rebeldes ya fueron ejecutados, monseigneur* —un sujeto le dijo a su derecha y él se volteó a mirar a la silueta ardiente de la ciudad a la que acababa de destruir, construida en el margen del caudal—. Los indígenas también.

Excelente. ¿Siguieron mis órdenes bien, de esta vez? No quiero que ninguna de esas ratas sobreviva. Mujer, niño, anciano, lo que sea.

Todos fueron neutralizados, monseigneur.

Eso espero Theodore le respondió al hombre y comenzó a caminar hacia las construcciones en llamas.

Fue tragado por el fuego en pocos segundos, pero no detuvo sus pasos. Al atravesar la cegadora pared de calor, él fue a parar en otro escenario, en un sueño distinto. 

El resplandor rojo y amarillo desapareció. Un aire frío y familiar lo reemplazó. Confundido, el periodista se miró a sí mismo y luego a sus cercanías. Ya no estaba vestido de soldado. Ya no oía el canto de los batallones, ni el rugido de las balas de cañón, o el chasquido de los incendios. En la habitación vacía en la que había ido a parar solo había silencio.

Me engañaste otra voz, de esta vez mucho más familiar y querida, le habló. Él entonces se vio forzado a girar sobre sus talones de nuevo, solo para dar de cara con su hermano mayor.

¿Bernard?

¡Me engañaste!... ¡Tú me engañaste con Régine!

Espera, ¿cómo...?

Raoul tenía razón el hombre lo empujó lejos de sí. Theodore tambaleó, pero no se cayó—. Tenía toda la razón al decir que no vales la ropa que llevas, o el cuerpo que tu alma habita.

¿Has hablado con Raoul?

Bernard avanzó hacia él y lo tomó del cuello, levantándolo del suelo mientras lo ahorcaba. Aterrorizado y perplejo, el señor Gauvain no logró defenderse de manera alguna.

Y pronto tú también lo harás, ¡Maldita alimaña!

La presión fantasma en su garganta lo hizo despertarse con un salto y un gruñido. Asustado por la naturaleza del sueño, tan desorientador como violento, Theodore corrió una mano por su rostro y miró a la habitación de Janeth con los ojos bien abiertos, buscando por un enemigo inexistente. Con la respiración entrecortada, el torso sudado y el corazón latiendo a su máxima velocidad, él se acomodó sobre el colchón y apoyó su espalda contra el respaldo de madera de la cama.

—¿Estás bien? —su amante le preguntó, pese a su cansancio.

—Sí... v-vuelve a dormir.

—¿Seguro?

—Hm —tragó en seco.

Janeth estaba muy somnolienta para discutir con él, así que tan solo se giró hacia su cuerpo, puso una de sus manos sobre su muslo y se volvió a quedar dormida. Él apreció el gesto, pero no logró hacer lo mismo tan rápido.

¿Estaría volviéndose loco? ¿O de verdad Bernard se sabía enterado de todo lo que había pasado con Régine en el más allá? ¿Sería todo esto apenas una pesadilla? ¿O un mensaje ominoso de parte de un ser querido? No sabía cómo responder a estas dudas o siquiera si debía, en lo absoluto.

Por ello rezó, soltó un exhalo arrepentido y se volvió a acurrucar junto a Jane. Por ahora, tendría que ignorar su miedo y seguir adelante. Ella lo necesitaba.


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*"Monseigneur":Título de eminencia francés usado para referirse a príncipes, generales,autoridades religiosas, etcétera. 

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