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Manuel Neuer miraba su muñeca casi por inercia, aunque ya hacía años que había dejado de esperar algo.

El marcador digital en su piel seguía avanzando con cada cumpleaños, imperturbable, señalando "36 años".

Para él, esa cifra era solo un recordatorio de lo improbable, algo que ya no significaba más que el paso del tiempo. Había aprendido a ignorarlo, a vivir sin la expectativa de encontrar a su otra mitad. Era un concepto bonito para los jóvenes o para los soñadores, pero Manuel no se consideraba ninguno de los dos.

En el vestuario, sus compañeros a veces hablaban sobre el tema. Algunos con emoción, otros con decepción. Pero a él ya no le interesaba.

Ya está, no es para mí.

Se decía cada vez que la conversación salía.

—¿Aún sin cambio en tu marcador? —Preguntó Thomas tirando de su camiseta, listo para salir al campo.

—Nunca hubo, nunca habrá —Respondió Manuel con una sonrisa irónica mientras se ajustaba los guantes. Thomas asintió, pero no insistió. Sabía que, en temas de almas destinadas, Manuel prefería el silencio.

Lejos, en España, Gavi miraba su muñeca todos los días con una mezcla de nerviosismo y esperanza. El marcador en su piel brillaba con "20 años", y aún no se había detenido.

Cada vez que salía al campo, cada vez que conocía a alguien nuevo, no podía evitar echar una mirada fugaz a su muñeca, esperando que el número finalmente se congelara, que la cuenta llegara a su fin y el destino tomara el control.

—Te estás obsesionando con eso, Gavi.—Le dijo Pedri mientras ambos se preparaban para entrenar.

Era algo que había notado en los últimos meses, la forma en que su amigo miraba con más frecuencia de lo habitual su muñeca.

—No puedo evitarlo.—Admitió Gavi, soltando una carcajada nerviosa.

—Sé que es estúpido, pero… Quiero saber quién es, quiero que pase ya.

Pedri lo miró con simpatía, aunque él mismo no le daba tanta importancia al marcador en su muñeca.

—El marcador se detendrá cuando sea el momento adecuado. No te apresures.—Dijo, mientras pasaba una mano por su propio conteo, que también seguía sin detenerse.

—Lo sé, lo sé… —Respondió Gavi con una sonrisa.

—Pero no puedo dejar de pensarlo. ¿Y si ya conocí a esa persona y no me di cuenta? ¿Y si está en otra parte del mundo?

Pedri le dio un golpecito en la cabeza y le guiñó el ojo.

—O tal vez te espera aquí, y simplemente no ha llegado el día aún.

Gavi suspiró, volviendo la vista al marcador en su muñeca, como si por la fuerza de su mirada pudiera hacer que el número se detuviera.

Pero el "20 años" seguía ahí, impasible, sin signos de querer cambiar.

Al otro lado de Europa, Manuel no tenía ni siquiera esa expectativa.

Para él, el marcador en su muñeca era como una sombra, un reflejo de que el destino quizás no funcionaba de la misma manera para todos.

Los años habían pasado, las personas entraban y salían de su vida, pero el número seguía contando. ¿Y si ya había pasado de largo su oportunidad y ni siquiera lo había notado?

Esa noche, mientras se preparaba para otro partido importante, no podía evitar pensar en lo irónico que era que a sus compañeros más jóvenes les quedara esa chispa de esperanza, mientras él, con cada minuto en el campo, parecía estar más lejos de su destino.


Pasaron dos meses, y para desagrado de muchos culés, el Barcelona tenía que enfrentarse al Bayern de Múnich en la final de la Champions League.

La temporada había sido intensa, llena de altos y bajos, pero ambos equipos habían demostrado ser los mejores de Europa. Bayern había derrotado al Real Madrid en semifinales, una victoria que les aseguraba su lugar en la final.

El estadio estaba lleno, las gradas vibraban con la emoción de miles de aficionados que coreaban los nombres de sus equipos.

El ambiente era eléctrico, cargado de expectativa y tensión. Los jugadores de ambos equipos se alineaban en el túnel, listos para salir al campo.

Gavi sentía los nervios retorcerse en su estómago, pero también una extraña calma. Era su primera final de Champions, y estaba decidido a dejarlo todo en el campo.

—Vamos, chicos, esto es por lo que hemos trabajado todo el año.—Dijo el capitán del Barcelona, Marc, con determinación.

Todos asintieron, cada uno en su propia burbuja de concentración.

Al otro lado del túnel, Manuel estaba igual de concentrado. Había jugado muchas finales antes, pero cada una tenía su propio peso, su propia importancia.

Ajustó sus guantes y echó un vistazo rápido a sus compañeros, todos listos para la batalla que se avecinaba.

Finalmente, el árbitro dio la señal, y ambos equipos salieron al campo. La multitud estalló en aplausos y vítores. Los jugadores se alinearon para el tradicional saludo previo al partido. Gavi se encontraba al final de la fila del Barcelona, justo frente a Manuel.

Cuando llegó el momento del saludo, Gavi extendió la mano con una sonrisa nerviosa. Manuel hizo lo mismo, y en el instante en que sus manos se tocaron, el tiempo pareció detenerse.

Ambos sintieron un extraño zumbido, una corriente eléctrica que recorría sus cuerpos desde la punta de los dedos hasta el corazón. Sus ojos se encontraron, y por un momento, todo lo demás dejó de importar.

Gavi miró su muñeca, y su respiración se detuvo al ver que el marcador había cambiado.

El número "20años" se había detenido y se había vuelto blanco. Miró a Manuel, con los ojos muy abiertos.

—¿Tú…? —Susurró Gavi, apenas audible por encima del ruido del estadio.

Manuel, con el corazón latiendo con fuerza, miró su propia muñeca. El "36 años" había cesado su conteo y brillaba en un blanco radiante.

Levantó la vista y encontró los ojos de Gavi, llenos de la misma mezcla de sorpresa y comprensión que él sentía.

—Sí… —Respondió Manuel, apenas creyendo lo que veía.

—Parece que… Finalmente ha sucedido.

El resto de los jugadores comenzaron a notar la demora en el saludo y las miradas curiosas empezaron a dirigirse hacia ellos. Pedri, que estaba cerca, frunció el ceño al ver la expresión en el rostro de Gavi.

—¿Estás bien, Gavi? —Preguntó, sin saber lo que acababa de ocurrir.

Gavi asintió lentamente, sin apartar la mirada de Manuel.

—Sí, solo… Necesito un momento.

Manuel, sintiendo la misma necesidad de procesar lo que acababa de pasar, asintió.

—Nos vemos en el campo, Gavi.—Dijo, soltando su mano con suavidad.

Gavi asintió de nuevo, todavía en shock, y se dirigió a su posición inicial. El partido estaba a punto de comenzar, pero su mente seguía dándole vueltas al encuentro inesperado.

Manuel tampoco podía dejar de pensar en ello mientras tomaba su lugar bajo los tres palos. Habían pasado tantos años sin prestar atención a su marcador, y ahora, en el momento menos esperado, sus destinos se habían encontrado.

El silbato del árbitro resonó, dando inicio al partido.

Ambos equipos querían dominar desde el primer minuto, y la presión en el campo era palpable. Gavi intentó concentrarse, enfocarse en el balón, en las jugadas, en las estrategias que habían practicado.

Pero no podía quitarse de la cabeza lo que había pasado minutos antes durante el saludo. Cada vez que levantaba la vista hacia la portería del Bayern, sus ojos se encontraban con los de Manuel, y el peso de lo que significaba lo golpeaba como una ola.

—¡Vamos, Gavi! —Gritó Pedri, intentando captar su atención mientras le pasaba el balón.

Gavi reaccionó tarde, apenas logrando controlar el pase antes de que un jugador del Bayern se lo quitara. Se maldijo en silencio. No podía permitirse perder la concentración. No en la final.

En medio del caos, llegó la primera entrada peligrosa.

Kimmich hizo una barrida dura contra Pedri. El canario cayó al suelo con una mueca de dolor, sujetándose el tobillo.

—¡Pedri!—Gritó Gavi, corriendo hacia su amigo. Al ver a Joshua retroceder sin remordimiento, algo se encendió en su interior.

Sin pensarlo dos veces, Gavi fue directo hacia el alemán, su sangre hervía de rabia.

—¿Qué te pasa, idiota?—Le espetó, empujándolo ligeramente en el pecho.

—¡No lo toques así!

—Relájate, chico.—Respondió Joshua, sin inmutarse.

—Es fútbol, no una clase de ballet.

Gavi estaba a punto de lanzarse sobre él cuando el árbitro intervino, separando a los dos jóvenes mientras los capitanes de ambos equipos se acercaban rápidamente.

—Gavi, ¡Basta!—Le ordenó Marc, tomándolo por el brazo.

—No te metas en problemas.

—No puedo dejar que lo ataque así, ¡es Pedri! —Replicó Gavi, su respiración entrecortada por la rabia.

—Lo entiendo, pero te necesitamos en el campo, no en el banquillo con una tarjeta roja —Dijo Marc, tratando de calmar la situación.

Manuel, por su parte, no apartaba la mirada de Gavi. Lo había visto correr hacia Joshua como si estuviera dispuesto a todo por defender a su compañero.

Pero había algo más en su reacción que lo preocupaba. Manuel se acercó a Joshua mientras el árbitro seguía hablando con los capitanes.

—Joshua, cuidado con las entradas.—Advirtió Manuel con voz baja pero firme.

—No necesitamos eso.

Joshua lo miró, algo sorprendido.

—Solo fue una entrada, Manuel. No es para tanto.—Respondió Joshua, encogiéndose de hombros.

—No lo hagas otra vez.—Replicó Manuel con una seriedad que Joshua no estaba acostumbrado a ver en él. El alemán se quedó en silencio, sin saber qué responder.

El juego continuó, pero la tensión no bajaba. Los jugadores del Bayern seguían con entradas agresivas, presionando cada balón, y Barcelona respondía con la misma intensidad.

Los minutos pasaban y, tras varios intercambios, llegó la segunda falta. Esta vez, Joshua volvió a ser el protagonista, y su objetivo fue Gavi.

Gavi, que había recibido el pase de Pedri, intentó girar con el balón, pero Joshua llegó tarde y lo derribó con una entrada dura. Gavi cayó al suelo, sintiendo el dolor agudo en su pierna, pero antes de que pudiera levantarse para encararse con Joshua, escuchó una voz firme y grave.

—¡Joshua!—Gritó Manuel, corriendo hacia su compañero con una expresión de enojo poco habitual en él.

El estadio entero pareció contener el aliento. Era raro ver a Neuer reaccionar de esa manera, y mucho menos en defensa de un jugador rival. Los aficionados, jugadores y hasta el árbitro quedaron atónitos.

—¿Qué te pasa? —Le espetó Manuel, acercándose a Joshua, Kimmich levantó las manos, incrédulo.

—¿Qué? Solo fue otra entrada, Manuel. No es para tanto, está exagerando.

—No, estás exagerando.—Respondió Manuel con dureza, señalando a Gavi, que se levantaba con la ayuda de Pedri.

—No necesitas jugar así, no es necesario.

Gavi, que había escuchado cada palabra, miró a Manuel con sorpresa. La mirada en los ojos de Manuel no era solo de preocupación, era algo más profundo. Algo que ninguno de los dos sabía cómo explicar, pero que ambos sentían.

El árbitro llegó rápidamente al lugar, intentando mantener el control del partido, mientras Joshua levantaba las manos en señal de inocencia.

—¡Falta, pero no hay tarjeta!—Dictó el árbitro, volviendo a la acción.

Gavi caminó lentamente hacia su posición, pero antes de hacerlo, echó una última mirada hacia Manuel. Había tantas preguntas en su mente.


El segundo tiempo había sido una guerra en el campo, pero no como la que Gavi esperaba librar. Después de la segunda entrada de Joshua, el dolor en su pierna no se había ido, y por más que intentaba seguir jugando, cada paso le recordaba la lesión que había sufrido antes; una ruptura de ligamentos cruzados que lo dejó fuera por meses. No podía arriesgarse a volver a pasar por lo mismo.

Miró a Pedri desde la distancia, ambos compartiendo una mirada. Sabía que no era el momento de hacerse el héroe; su cuerpo le pedía descanso.

Levantó la mano, pidiendo el cambio, Hansi lo vio de inmediato y, aunque sabía cuánto significaba este partido para el joven, no dudó en llamar al reemplazo.

Gavi salió del campo, apoyado en su propio orgullo, caminando con una mezcla de rabia e impotencia. La ovación de los culés le dio algo de consuelo, pero no era suficiente para borrar la frustración de su rostro.

Desde el otro lado del campo, Manuel observaba a Gavi mientras se dirigía a la banca. Sentía un nudo en el estómago. Algo no estaba bien. El portero había estado inquieto desde el momento en que Joshua había hecho esa segunda entrada, y ahora, ver a Gavi dejar el campo confirmaba sus peores temores. ¿Estaba herido? ¿Había sido grave?

El partido continuó, pero para Manuel, cada minuto que pasaba era una eternidad. Apenas se fijaba en el marcador, ni siquiera cuando Barcelona finalmente anotó el gol que sellaría su victoria.

El pitido final resonó en el estadio, una mezcla de gritos de alegría y lamentos, pero para Manuel, nada de eso importaba. Su mente estaba en otra parte.

Mientras los jugadores del Barcelona celebraban, abrazándose unos a otros en una nube de euforia, Manuel solo tenía un pensamiento.

¿Cómo está Gavi?

Decidido a descubrirlo, apenas esperó a que terminaran las formalidades del final del partido.

Pidió disculpas a los aficionados del Bayern con un gesto rápido y luego caminó con prisa hacia el túnel de vestuarios del Barcelona.

Su mirada se paseaba entre los rostros de los jugadores y el personal del club que ya empezaban a dirigirse al vestuario, pero no veía a Gavi por ningún lado.

Cuando finalmente llegó al túnel, vio a Marc.

—Marc.—Dijo Manuel, con una urgencia que sorprendió a su compatriota.

Marc levantó la vista, claramente desconcertado por la aparición de Manuel justo en ese momento.

—¿Qué?—Respondió Marc, digamos que la relación de ambos no era la mejor..

Manuel negó con la cabeza, haciendo un gesto rápido con la mano, no era momento para sus desacuerdos.

—Necesito saber cómo está Gavi.

La sorpresa en el rostro de Marc fue palpable. No esperaba que esa fuera la razón por la que Manuel había venido a hablarle.

—¿Gavi? —Repitió, todavía procesando.

—¿Por qué te interesa Gavi?

Manuel apretó los labios, buscando las palabras adecuadas. No podía explicar la conexión que sentía con el joven jugador, esa chispa de algo más profundo que había surgido en el instante en que sus manos se habían tocado.

—Lo vi pedir el cambio después de la entrada de Kimmich. Se le veía mal. Solo… necesito saber si está bien.—Dijo finalmente, con una honestidad que lo sorprendió incluso a él mismo.

Marc lo observó por un momento, tratando de entender la situación. Sabía que algo raro había pasado en el campo, especialmente cuando Manuel había reprendido a Joshua de esa manera.

No era típico de Neuer, y ahora estaba claro que había más en juego.

—No sé exactamente cómo está.—Respondió Marc finalmente, suspirando.

—Pero parecía preocupado por una lesión, tal vez algo relacionado con su antigua ruptura de ligamentos cruzados. No quiso arriesgarse, así que pidió el cambio. Está en el vestuario ahora mismo con los médicos.

Manuel sintió un nudo en el estómago al escuchar eso, ruptura de ligamentos. Sabía lo peligrosa que podía ser una recaída de ese tipo de lesión.

—Gracias, Marc.—Dijo Manuel, girando para irse rápidamente hacia el vestuario de Barcelona.

Marc lo observó marcharse, todavía confuso por la situación. No entendía por qué Manuel estaba tan interesado en Gavi, pero había algo en la urgencia de su compatriota que lo dejó pensativo.

Manuel llegó a la puerta del vestuario del Barcelona, y antes de que pudiera entrar, fue interceptado por un miembro del personal del equipo.

—Disculpa, solo personal autorizado.—Dijo el hombre, deteniendo a Manuel.

—Necesito hablar con Gavi.—Replicó Manuel, su tono firme pero sin ser agresivo.

El hombre lo miró con incredulidad, ¿Qué hacía el capitán del Bayern Múnich pidiendo ver a uno de los jugadores del Barcelona justo después de la final?

—Lo siento, pero no puedes entrar.—Repitió el personal, sin moverse.

Manuel apretó los puños, sintiendo la frustración crecer dentro de él. Pero antes de que pudiera insistir, una voz conocida llegó desde el fondo del pasillo.

—Déjalo pasar.

Manuel levantó la vista y vio a Hansi, que se acercaba, hizo un gesto al miembro del personal para que se apartara.

—Si viene por Gavi, puede entrar.—Añadió Hansi mirándolo directamente a los ojos.

Manuel asintió en agradecimiento y pasó al vestuario. Sabía que tendría muchas preguntas que responder más tarde, pero por ahora, solo había una cosa en su mente.

Gavi.

Dentro del vestuario, el eco de las celebraciones del Barcelona seguía retumbando en los pasillos.

Pero para Gavi, sentado en la camilla con hielo en su pierna, todo parecía desvanecerse. Solo podía pensar en lo que había pasado en el campo, no solo por su lesión, sino por esa extraña sensación que había sentido al tocar la mano de Neuer. Había algo más en ese contacto, algo que no podía ignorar.

El médico del equipo seguía revisando su pierna cuando la puerta se abrió. Levantó la vista, esperando ver a uno de sus compañeros, pero lo que encontró fue la imponente figura de Neuer en el umbral.

—¿Qué haces aquí?—Preguntó Gavi, con sorpresa en la voz.

Manuel no respondió de inmediato. Parecía tan sorprendido como él de estar allí. Después de años de ignorar el marcador en su muñeca, de evitar pensar en el destino, ahí estaba, frente a su otra mitad. Respiró hondo y dio un paso adelante.

—Tenía que saber si estabas bien.—Dijo Neuer finalmente, su voz más suave de lo que Gavi había esperado.

Gavi asintió, todavía intentando procesar lo que estaba sucediendo. No sabía qué decir, pero podía sentir la conexión entre ellos, como un hilo invisible que se había tensado con ese primer contacto en el campo.

—Estoy bien, solo… —Gavi hizo una pausa, miró su muñeca donde el marcador se había detenido.

—¿Y tú? ¿Tu marcador…?

Manuel levantó su muñeca, mostrando el número congelado en blanco.

—Sí, lo vi. Justo cuando nos tocamos.

El silencio entre ambos era denso, cargado de preguntas que ninguno de los dos sabía cómo formular.

Gavi comprendió lo que significaba. Este era el momento que había estado esperando, el que tantas veces había imaginado en su cabeza.

—No sé qué hacer con esto.—Admitió Gavi, rompiendo el silencio.

Manuel se acercó un poco más, quedando frente a él.

—Yo tampoco lo sé.—Respondió con honestidad.

—Pasé años sin esperar que esto sucediera. Pero aquí estamos.

—Supongo que tendremos que descubrirlo.—Dijo Gavi, con una pequeña sonrisa.

—Supongo... Lieb.

Manuel asintió, y por primera vez en mucho tiempo, sintió algo parecido a la esperanza.

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