ꗃ xlii. oh no, bang chan.

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written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO CUARENTA Y DOS ❜🗞️ೃ∗
today we present: Oh no, Bang Chan.

Al entrar en el despacho del Presidento Bang Chan, me quedé en la puerta, observándolo mientras movía unos papeles sobre su escritorio. Parecía completamente absorto en lo que está haciendo, su expresión era de concentración absoluta. Cada movimiento que hacía era preciso y metódico, como si cada papel en su escritorio fuera una pieza de un rompecabezas que solo él podía resolver. Entre que lo observaba, sentí un nudo en el estómago. Desde que Jung Kook nos encontró demasiado cerca el uno del otro, no hemos tenido la oportunidad de hablar.

Y luego, de repente, me había dado el día libre, dejándome aún más desconcertada sobre cómo debía comportarme con él. ¿Era mi superior? ¿O algo más? Las emociones me abrumaban, un torbellino de nerviosismo y ansiedad que amenazaba con consumirme. Podía sentir mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho, cada latido parecía resonar en la habitación silenciosa. Mis manos estaban sudorosas, y tenía que luchar para mantenerlas quietas. Cada parte de mí se halla en alerta, preparada para cualquier cosa que pudiera suceder en los próximos minutos. El Presidente finalmente levantó la vista de los papeles que tenía delante, sus ojos encontraron los míos con una mirada intensa y penetrante. Su expresión era tan inescrutable como siempre, un enigma que parecía imposible de descifrar.

—Sasaki—llamó, su voz resonaba en la habitación con una autoridad innata que me recordaba nuestra diferencia de posiciones—. Estamos a punto de lanzar una nueva línea de automóviles en nuestra empresa.—explicó—Quiero que revises los contratos, que te asegures de que todos los términos y condiciones estén en orden antes de que procedamos con la firma.

Continuó hablando, entrando en detalles sobre los aspectos técnicos de los automóviles, las proyecciones financieras y las expectativas de mercado. Cada palabra que pronunciaba está  únicamente centrada en el negocio, en la empresa automotriz. No hubo ningún indicio, ni la más mínima referencia a lo que ha sucedido el sábado por la madrugada. Era como si hubiera construido un muro entre nosotros, un muro hecho de palabras y tareas profesionales que mantenía a raya cualquier recuerdo incómodo o indeseado.

Y yo, por mi parte, no tenía más opción que seguirle el juego, aunque era lo menos que quería hacer, tenía un par de dudas pasando por mi mente en estos momentos. Miré al Presidente Bang, estudiando su rostro. Los moretones en su piel eran evidentes, signos claros de una pelea reciente, y cada tanto, una mueca de dolor cruzaba su rostro, revelando que las heridas eran más profundas de lo que parecían. Quería preguntarle qué ha pasado. Quería saber quién lo había lastimado y por qué. Pero algo me detenía. La forma en que estaba ignorando deliberadamente lo que sucedió entre nosotros en la fiesta, ese beso, me hacía dudar.

Ese beso... habría jurado que había cambiado algo entre nosotros.

Sentí una conexión, una intimidad que nunca antes he experimentado. Empero, ahora, parada frente a él en su oficina, parecía que ese tiempo nunca había ocurrido. Como si fuese solo un sueño, un recuerdo borroso que se desvanecía con cada palabra que decía sobre la empresa y los contratos. Así que, en lugar de preguntarle sobre sus heridas, me limité a asentir y a tomar notas sobre lo que decía. Sin embargo, a pesar de mi aparente concentración en la tarea, no podía evitar que mi mente volviera una y otra vez a ese beso, y a las preguntas que seguían sin respuesta.

A medida que el Presidente Bang Chan continuaba hablando, me encontraba luchando por mantener mi concentración en sus palabras. Cada mención de la empresa, cada detalle sobre los contratos, parecía un intento de borrar la intimidad que habíamos compartido. No obstante, a pesar de sus esfuerzos, no podía olvidar ese beso, ni siquiera siendo consciente de que no sabía nada de mi mejor amigo.

—Sasaki—dijo de repente, su voz me sacó de mis pensamientos—. ¿Tienes alguna pregunta sobre lo que acabo de explicar?

Me sobresalté, dándome cuenta de que había estado demasiado ensimismada en mis pensamientos. Por lo que no sabía exactamente lo que debería de responder ante su inquisición. Pasé saliva, asintiendo.

—No, Presidente.—respondí rápidamente mientras que daba pasos a la salida—Todo está claro.

Pero aunque mis palabras decían una cosa, mi mente seguía en otro lugar, reviviendo una y otra vez aquel instante que tuvimos y las preguntas sin respuesta que lo rodeaban. De todos modos, era mejor marcharme de su despacho para continuar con mi hora laboral, solo que en el tiempo en que crucé la puerta otra vez podía ver la imagen de Jeon Jung Kook. Recordándome que no sabía nada de su persona, y que no hay ninguna forma de que pueda saber sobre él, capaz era momento de que vuelva a entrar al despacho de mi jefe para preguntar si sabía algo, empero, preferí por hacer todos los mandados que me ha pedido el CEO antes de que le dé uno de sus ataques.

Martes por el mediodía.

«¿En qué estaba pensando? ¿Por qué no puse un alto en ese preciso momento?» Mis pensamientos me atormentaban, una tormenta interna que no me permitía hallar la calma.

No podía dejar de contemplar su figura, una sombra de tristeza que se cernía sobre ella, y esos ojos, inundados de lágrimas saladas. Verla sumida en tal desolación me desgarraba el corazón, y lo peor era saber que yo era el responsable de su pesar.

Fue un error monumental sugerirle que se uniera al espectáculo. A pesar de todo, en algún rincón de mi mente, solo quería que comprendiera que no era el hombre adecuado para ella, que no podía ofrecerle la relación que merecía. Porque lo único que podíamos compartir era un encuentro carnal, un lazo efímero que no iba más allá del deseo físico. Me encontraba sumido en un mar de emociones contradictorias. Sentía una culpabilidad aplastante, una pesada losa que amenazaba con hundirme.

No obstante, a la vez, una profunda tristeza por el dolor que había causado a alguien a quien apreciaba. Pero también hay una dosis de realismo amargo, la aceptación de que no podía ser el sujeto que Sasaki Miharu necesitaba. Todo esto se mezclaba en un cóctel emocional que me dejaba agotado y confundido. Exhalé un suspiro profundo y pesado, dejando que mi cabeza se recline hacia atrás, acomodándose en el respaldo de mi silla giratoria. Una silla que, a pesar de su comodidad, no podía aliviar el peso de los problemas que revoloteaban en mi mente.

Sin embargo, hay una preocupación en particular que prefería evitar, al menos por ahora.

Decidí levantarme, estirando las piernas y liberando la tensión acumulada. Le pediría a mi asistente que me ayudara con unas copias, pero al girar la cabeza cuando salí de mi despacho, noté que su escritorio estaba vacío. Ni rastro de él, ni de mi otra nueva asistente Shin. Así que, con un suspiro resignado, me dirigí a la sala de copiado. Después de enviar el archivo a la impresora, opté por dirigirme al salón donde se hacen las copias. Solamente que al entrar, una visión me detuvo en seco. Ahí se encontraba mi primera asistente, vestida con un nuevo atuendo formal y apretado. El atuendo, formal y a la vez sugerente, se ceñía a su figura de una manera que me resultaba imposible ignorar. Un calor repentino recorrió mi cuerpo, una reacción física que no podía controlar.

La tentación de acercarme y envolverla en mis brazos era casi abrumadora, ansiaba sentir su calor y algo más. Sencillamente que la memoria de los eventos recientes servía como un recordatorio frío y contundente, obligándome a reprimir esos pensamientos. No obstante, mis impulsos eran tan fuertes que, cuando ella giró la cabeza y se sobresaltó, supe que mi presencia ha pasado inadvertida.

Supongo que había sido tan sigiloso que no escuchó mis pasos ni el suave clic de la puerta al cerrarse. Al mirarla a la cara, pude discernir que algo más está rondando por su mente. No era necesario ser un genio para deducir que tenía que ver con su hermano adoptivo. Pero en ese preciso momento, eso no era lo que realmente me importaba.

En su mirada, pude observar un brillo deslumbrante que me desarmaba y me volvía loco. No entendía por qué. No quería sentir algo más por ella, solo quería que nuestro vínculo se limitara al deseo carnal. Solo que cada vez que la miraba a los ojos, se volvía más difícil mantener esa línea.

Me di cuenta de que era el único que se encontraba en esta frecuencia emocional. Sasaki, con los labios temblorosos, se dispuso a hablar, interrumpiendo mi maldito instante de deseo intenso. En ese segundo, ansiaba silenciarla con un beso apasionado. Pero, una vez más, tuve que reprimir ese impulso, luchando contra el torrente de deseos que amenazaba con desbordarse.

—Presidente..., no quiero parecer inoportuna, pero me gustaría saber si tiene alguna información sobre mi hermano...—indagó. El tono de su voz era apenas un susurro, sus ojos estaban clavados en el suelo y sus dedos jugueteaban nerviosamente con la fotocopia recién hecha.

Empero, la mención de su hermano hizo que toda la tensión sexual, e incluso romántica, que había estado acumulándose en mí se esfumara de inmediato.

«¿Por qué, Sasaki...? ¿Por qué diablos tuviste que traer a colación a Jeon?» Ese fue mi primer pensamiento, un pensamiento cargado de irritación y frustración. No tenía ningún interés en hablar de otra persona, mucho menos de otro hombre ahora mismo. Lo único que quería era que me mirara a los ojos y me dijera que me deseaba tanto como yo a ella.

Mi rostro se endureció, una expresión de disgusto se dibujó en mis facciones y comencé a rascarme la mejilla, un gesto inconsciente que revelaba mi incomodidad. Mi mirada se desvió hacia la puerta de salida, una señal inequívoca de mi deseo de evitar la conversación. Pero sabía que debía responderle.

—No, no sé nada.

—Oh... Entiendo.—respondió Sasaki, volviéndose para atender la impresora.

Aproveché esa oportunidad para acorralarla, extendiendo mis brazos a cada lado de la impresora, acercando mi cara al lado izquierdo de su cuello. Podía sentir su fragancia, una mezcla embriagadora que me hacía desearla aún más. La reacción de su cuerpo fue inmediata en el momento en que me acerqué de esa manera, tan íntima y transgresora. Estoy convencido de que podía detallar con precisión la manera en que su anatomía se ha endurecido al sentir mi cercanía.

La tensión se apoderó de ella, como una corriente eléctrica que recorría cada centímetro de su ser. Su espalda se enderezó, su respiración se volvió superficial y rápida, y sus hombros se tensaron, como si estuviera preparándose para una lucha. Podía sentir cómo su fisionomía se resistía a la proximidad, como un imán que repelía al otro. Esas manos suyas, que antes jugueteaban nerviosamente con la fotocopia, ahora se agarraban con fuerza al borde de la máquina, como si buscaran un punto de apoyo en medio de un terreno inestable.

Y su cuello, antes relajado, ahora estaba rígido y tenso, como si estuviera tratando de alejarse de mi presencia. A pesar de la tensión, había una vibración subyacente, una corriente de anticipación que no podía negar. Era como si, a pesar de su resistencia inicial, una parte de Sasaki Miharu estuviera esperando, quizás incluso ansiando, ver qué sucedería a continuación.

—Tenemos un asunto pendiente, tú y yo...—susurré, mi voz era un murmullo cargado de promesas y expectación.

Ella no respondió, su cuerpo temblaba ligeramente bajo mi cercanía. Deslicé su cabello a un lado, despejando su hombro y acercando mi rostro a su cuello. Pude sentir cómo su piel se erizaba ante mi aliento, y deposité un suave beso en su piel expuesta.

Fue entonces cuando mi primera asistente se giró bruscamente hacia mí. Su mirada está llena de inquietud y confusión, sus faroles reflejaban una mezcla de nerviosismo e incertidumbre.

—Pre-presidente...

Sencillamente, esta vez no le permití terminar su frase. Mis manos se deslizaron a su cintura y la levanté, apoyándola sobre la impresora de una forma tan veloz que me sorprendió. Silencié sus palabras con un beso apasionado y voraz, un encuentro de labios que hablaba más que cualquier palabra.

Inicialmente, no respondió a mi beso, permaneció inmóvil y sentada, como un cervatillo asustado en la quietud del bosque. Pero luego, sentí cómo sus labios comenzaban a moverse suavemente contra los míos. Una sonrisa juguetona se dibujó en mi rostro, porque eso era todo lo que necesitaba en este momento.

Mis manos se deslizaban por su cuerpo, trazando el contorno de su figura como un pintor que recuerda su obra maestra. El roce de nuestras lenguas encendía una llama en mi interior, una llama que se traducía en una tensión palpable en mi entrepierna que se endurecía y quería únicamente penetrarla brutalmente. Sin embargo, como todas las cosas buenas, este instante también llegó a su fin abruptamente.

Sasaki nos separó rápidamente, colocando sus manos en mis hombros como una barrera física, marcando la distancia que deseaba mantener entre nosotros. Era como si un río caudaloso se hubiera formado entre nosotros, un río que ella no estaba dispuesta a cruzar. Eso me confundió ciertamente debido a que hace un instante me había demostrado de que quería seguir haciendo esto, simplemente que ahora mismo puedo darme cuenta de que fue un error.

—Por favor, Presidente Bang, trate mi corazón con delicadeza...—suplicó, su voz era apenas un susurro lleno de emociones contenidas.

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