Capítulo 11: Supéralo.

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Hacen falta solo dos gestos para hacerme perder la cabeza.

Primero, voltear los ojos. Curiosamente, lo hacía a espaldas de los demás, pero si era dirigido a mí, el corazón se me detenía.

El segundo gesto... Bueno, tenías que mirarme fijamente sin decir nada. Me desquiciaría por completo.

DesDes.

Exin me observaba con frecuencia cuando cursábamos el primer año.

En silencio, con esa leve sonrisa que parecía burlarse de mí. A su lado Hipocondríaco, quien giraba los ojos al verme porque sabía que discutiría con su mejor amigo. Ambos ya me habían dado las señales para mantenerme alejado, pero como ya he dicho, me hacían perder la cabeza, para bien o para mal.

Extrañaba eso, la amenaza a mi persona, el descaro. Estaba consciente de que aquellos dos eran más sinceros que cualquier otro a mi alrededor.

Me contradigo yo solo.

Bueno, tampoco es que seas la persona más...

Cállate.

Eres la contradicción andante.

No sé porqué de repente me pones patas.

LET JIM KUK.

—¿No has pensado en volver al equipo? —Anemia se sentó junto a mí en las escaleras que daban al gimnasio. Él fue mi compañero de equipo por dos años, aunque ahora pensar en su nombre me llevaba irremediablemente a pensar en la chica Anemia, conocida de Hipocondríaco.

En mi teléfono recibía mensajes ocasionales de ella. No quiero decir que la ghosteba, pero...

La ghosteo.

Así bien culero.

Nah, nah, sí le respondo uno que otro mensaje.

Pero ganas de bloquearla y fingir que no la conoces, y cambiarte de país, de nombre y teñirte el pelo y vender galletas no te faltan.

Ajá...

Sin darme cuenta, había dejado de responder también a Anemia, el morillo pálido que siempre fue el único compañero que me transmitía paz en el equipo; siempre tranquilo, meibi por la falta de vitaminas, falta de sueño, fatiga, o quizás era naturalmente así. No supongamos nada.

—No, siento que todos de forma individual me han tratado distinto; no me siento cómodo por ahí... —Hablé, con una mano en la nuca y los ojos fijos en el piso.

Mis zapatos negros contrastaban con el blanco del piso. Allí vi mi reflejo, y el de Anemia mirarme con lástima. Él tampoco me trataba igual, ya nadie que conociera a Exin también se atrevería a bromear y reír conmigo; a mi suerte, tenía un grupo social más amplio que él.

—Pero fue solo un malentendido, ¿no? Tú no tuviste nada que ver con el video, no le harías eso a los chicos —afirmó, con una palmada a mi espalda que se sintió como un puñal contra mis huesos—. Igual los de tercer año se callaron, pero todos sabemos que lo que estaban haciendo era para toda la escuela. Hipo realmente no tenía opción, Exin y tú se unieron por no dejarlo solo. Creo que eso fue bastante valiente, así que cuando hablan de lo que pasó, me pone muy tris...

—Mia —le interrumpí, con mi mano sobre su rodilla—, lo que pasó ese día fue con toda la intención de exponer a Hipocondríaco. Por eso no desmentí nada, de lo contrario hubiera hablado con los del equipo, ¿no crees?

El chico me miró con los ojos encogidos. Al inicio me hallé calmado, con la luz dorada del sol a mis espaldas, el olor de cítricos en el piso, y el calor que generaba mi saco. Pero comencé a sonreír cuando me incomodé a mí mismo por sincerarme; últimamente estaba sintiéndome tan mal que decía cada mamada que YO sabía que era mejor no decir.

—Nah, pélate. —Se carcajeó, apartando mi mano con un golpe a modo de broma—. Me estás tomando el pelo. Solo vuelve al club, Des.

—¡Anemia, te toca dirigir el ejercicio! —James gritó desde el interior, levantando de golpe al paliducho.

Anemia quiso despedirse de mí, pero cuando se estaba volviendo a agachar para hacerlo, James abrió la puerta emputado; nada nuevo de su parte, siempre nos estaba gritando durante las prácticas. Aunque su traje era distinto al del año pasado, me dirigió esa mirada usual de desprecio. A mi entrenador nunca le gustó que supiera tanto de su vida amorosa-sexual.

—Ya voy, ya voy. —Mi amigo se adentró relajado en su andar.

James me miró de brazos cruzados. Agarré mi botella de agua y me puse de pie, con una mano dentro de mi bolsillo para sostener los únicos 20 pesos que cargaba. Quería comprar algo en la máquina dispensadora, pero quizás lo haría en otro pasillo, no frente a la cancha.

Le di la espalda a James, pero me detuve en seco al ver a Bipolar cruzarse en mi camino. Parecía también tener la intención de comprar algo en la máquina, y por su uniforme sin rastros de básquetbol, supuse que él también dejó el equipo.

—Me bloqueas el paso, wero —expresó, yo me aparté de inmediato. Su rostro palideció al ver a James detrás de mí.

—Ora, ¿y tú qué haces aquí? —El entrenador le levantó la voz—. ¿Aún no te gradúas, marrano?

—Es mi último...

—Is mi iltimi iñi. —James ni lo dejó terminar. Escuché las puertas del deportivo azotarse.

—COACH DE MIERDA.

Pasé por mi mochila al salón que el resto de alumnos estaban evacuando. Un grupo de amigos me dijo que los acompañara a una fiesta después de clases, a la cual pensé negarme por el cansancio en mis ojos, pero de alguna forma encontré energía acumulada en mis piernas. Sonreí bobamente, tan solo descolgando mi cabeza del desdén que me colmaba.

Te hace falta un bueeeen vaso de alcohol.

No todo en esta vida es alcohol.

Bueno, un jugo.

Así me gusta.

Fue en el trayecto a la fiesta que quise sacar mi teléfono de la mochila para tomar una última foto al atardecer antes de que le cubrieran de cinta en el sitio, ya que no nos permitían grabar donde hubiera alcohol y menores. Pero me quedé helado cuando no estaba en el bolsillo donde solía ponerlo.

Me levanté del asiento. Mi amiga se me quedó viendo, mientras yo revisaba desesperado entre las distintas bolsas por mi celular.

—Fuk, dejé mi teléfono en la escuela —solté.

—¿En el pupitre?

—No tengo ni idea, pero usualmente lo dejo ahí —expresé con lástima, sosteniéndome del barrrote para no tropezar con el movimiento. Alcé la vista hacia los extraños que nos rodeaban, detrás otros compañeros míos con el mismo destino—. Juraría que sí lo guardé.

—Tú no puedes jurar eso. —Se carcajeó un moreno detrás, del cual olvidé su nombre, pero era un amigo, en algún punto...

—Sí, sí, sori sori. —Rodé los ojos.

El chico detrás solo me era familiar porque fue en diciembre conmigo al concierto que quería. Había comprado dos boletos para ir con Exin; él dijo que me pagaría el suyo el siguiente mes después de la preventa; cosa que no pasó, la clausura del PLJ no permitió que nuestro plan se concretara.

¿Por qué le regalé el boleto al imbécil de atrás? Ya ni siquiera recuerdo quién es.

Son amigos desde el primer año.

¿Vamos a la misma clase?

Des, tienes amigos de todas las clases.

Estás hablándome bastante tranquilo.

Medicación regulada.

Llegué a la fiesta con preocupaciones por mi celular. Temía que lo robaran, pero también tenía fe en que fui de los últimos en salir. Me tranquilicé con la idea de llegar muy temprano a la escuela, y pedirle al guardia que me dejara pasar; total, yo le caía bien.

El sol ya se había extinguido para esa hora. Observé solo el azul del cielo que aún no se transformaba en completa oscuridad, sino que mantenía la luz suficiente para caminar por el área verde sin tropezar con algún arbusto. Pisé el camino de tierra y entré a la casa con la mochila siendo arrastrada a un costado. Mis amigos se detuvieron afuera a charlar.

Demostré que no tenía teléfono a las dos personas que cuidaban la puerta. Me informaron que si quería beber algo de alcohol, cooperara con 50 pesos, pero di solo 20 por el jugo. No planeaba beber en un tiempo después de haber salido del anexo.

—Si quieres fumarte algo, ve hasta el fondo. —Señaló el fondo del pasillo, apuntando en dirección al jardín trasero.

Cuando escuché eso, me aferré a la mochila. Miré de arriba abajo la estructura, percatándome de que nunca había ido a beber a ese lugar anteriormente; desconocía de quién era la casa, supuse que alguien de nuevo ingreso. La música y el ambiente eran un poco más densos de lo que me era costumbre, con algunos sujetos haciendo beso de tres el sofá de la sala, música en otro idioma, y el olor de algunas sustancias hundirse en mis fosas nasales.

—Estás muy wero para estar acá, ¿o qué? —Chocó contra mí el moreno del autobús, riéndose mientras caminaba de espaldas sin quitarme los ojos de encima—. Relájate, hay uno que otro de Savant, pero es fiesta de los de abajo.

Señaló el piso, pero mi expresión se torció al comprender que hablaba de personas de escuelas públicas. Pese a que no me sentía cómodo con el ambiente, no quise retroceder a quedarme allí. No sé la razón, quizás orgullo o mero coraje.

Me aproximé a la cocina que no se dividía de la sala, agarrando un vaso transparente para servirme del dispensador con jugo de mango que parecía intacto. El de uva lo andaban mezclando con alcohol.

Rasqué mi nariz, tosí un poco mientras esperaba a que se llenara. Mis ojos estuvieron atentos hasta que este llegó al tope, y suspiré con el vaso en mano al girar hacia mi derecha.

El panorama fueron los ventanales, la puerta abierta que daba al jardín lleno de humo, el árbol frondoso en cel centro. Y junto a la puerta, Exin apoyado en el cristal, fumándose un cigarro mientras charlaba con algún extraño. Pese a que sus palabras no eran dirigidas a mí, sus ojos me seguían, vagos.

Caló antes de regresar su vista al sujeto.

Sentí que me golpearon. Tan fuerte que me ataron con cuerdas al piso para no permitirme reaccionar.

La música de fondo era intensa, en inglés, con un sonido de fondo que parecía golpear contra madera. El piano, teclas que quemaban al ser tocadas. Mi respiración fue lenta, como si evitara respirar para no ser visto, atrapado, cazado. Pero mi cerebro no caía en cuenta de que ya me había encerrado a mí mismo desde que pisé el lugar.

Supongo que debí marcharme desde un inicio.

Supones, supones, supones.

Me aferré al vaso de jugo. Bajé la vista al piso, sintiendo mis labios temblar. Tenía casi un año sin ver a Exin, ni siquiera de reojo, se había esfumado y no tenía ni siquiera fotos suyas para recordarle. Su cabello negro que parecía estar hecho para lastimar a quien lo tocara por la forma tan violenta en que lo peinaba, las playeras oscuras que usaba ceñidas a su cuerpo debido a su complexión, las muñequeras y los dientes que mostraba con cada expresión desagradable.

Esa imagen tan peligrosa que daba me asustó, porque me había olvidado por completo del sonriente Ex que jalaría mi mano para sacarme a bailar. A quien yo le gustaba; quien me gustaba tanto.

—DES, ¡cuánto tiempo! —Waar se prensó a mis hombros tras hablarme con lengua de señas. Elevé un ojo para verlo a través de mis cabellos rubios—. ¿Cómo has estado?

Apreté mis dientes, contraje mis cejas. Supliqué internamente que no levantara tanto la voz.

No me expongas así, por favor.

Un poco hipócrita lo que pides.

—¡Nunca te había visto por acá, siempre veo los mismo culos de mi colonia! —Continuó alzando la voz. No lo pude culpar, era medio sordo. La luz naranja sobre su cabeza destacó más sus lunares, pintándolos del mismo color. La noche a nuestras espaldas me oscureció su rostro.

—Seh, me invitaron al salir de clase, its a niu thin. —Me encogí entre risillas.

—Por cierto, no me vas a creer...

Me agarró por los hombros nuevamente, tirando de estos y empujándome en dirección opuesta a donde deseaba marchar. Quise plantarme sobre mis pies pero el bajito era tan fuerte que me arrastró hasta posarme frente a Exin y los chicos que le rodeaban, sintiéndome como un cabrito que apenas podía mantenerse de pie.

Exin echó el humo en mi cara, quizás por accidente. Espero que por accidente.

—Este cabrón —lo señaló, consiguiendo que el otro solo desviara la vista al techo con un suspiro—, es una máquina para los golpes. Traigo un pinche moretón que parece el Godzilla en mi espalda porque la otra noche, en casa de Paco, el que vendía en la esquina, nos pusimos a partir maderas en las espaldas del otro. Pero Ex de puro puño me jodió. ¿Quieres ver?

—No, cómo crees... —Extendí mis manos para detener a Waar de sacarse la playera.

—Hey, ya deja de hablar de Paco, sabes que... —El sujeto que estaba con Exin solo le hizo una seña para que se callara. Parece que no era el único que lidiaba con la bocota de Waar.

—AH, sí, solo quería...

—Déjate eso puesto. —Exin le ordenó. Su actitud era de completo hastío, sin hacer contacto visual conmigo.

—Tengo que hacer una llamada, Waar. Hablamos luego, ¿sí? —Añadí. Era hora de retirarme, no quería ocasionar una discusión ahí.

—La excusa perfecta.

Me detuve al escuchar su voz. Giré en mis talones solo para volver a encontrar a Exin riéndose amargamente mientras la ceniza de su cigarro caía sobre el piso.

—¿Es en serio? —Respondí, sin poder borrar su sonrisa. Apreté mis puños, que aún llevaban las mangas largas y el saco de mi uniforme—. No hables cuando estoy dando la espalda. No te tengo miedo.

—Deberías —escupió, levantando el rostro—. No solo ladro.

—Sabes que yo tampoco.

—¿El anexo te sacó garra?

—No tienes derecho a hablar de un anexo —espeté. El jugo en mis manos no lo tiraría, mucho menos mi mochila. Pero si no estuvieran en mis manos, cuánto me habría gustado confrontarlo.

—No tienes ni idea de lo que es estar realmente mal —habló, con tal claridad y fuerza en su tono, que pareció una amenaza—. Sigue tu camino, recorre la casa si quieres. Pero no vuelvas acá una vez te marches, ¿entendido?

—Debí imaginar que estarías metido en esta mierda... —Suspiré, desprendiéndome de la tensión en mis hombros.

—No me hables de mierda cuando te estás pudriendo acá arriba. —Su mano se estiró hasta presionar mi sien.

Exin se detuvo al sentir mi bebida golpear su rostro. No levanté la cabeza a verlo ya que por la cercanía solo su pecho cubría mi vista. Vi sus manos retirar el exceso de jugo, después con un pequeño golpe a mi costado se abrió pasó. No dijo más.

El cigarro que llevaba estaba a mis pies.

Waar tenía sus manos recogidas, tenso. El resto de personas ignoraron lo sucedido como si fuese costumbre que las personas discutieran ahí, pero solo quienes conocían nuestra amistad en el pasado se vieron asombrados por el fatídico encuentro.

—Perdón, no sabía que ustedes... —El tono de Waar fue neutro, no gritó en esta ocasión—. De verdad lo siento.

Ya no somos esos amigos.

Volví en mis pasos, abandonando la casa para buscar en el exterior a Exin. Él solo caminaba recto, así que mis pasos rápidos que lo perseguían me hicieron alcanzarlo, pero no pude aproximarme tanto pues se percató de mi presencia.

—Lárgate, Des —exigió, sin voltear a verme.

El ambiente oscuro, sumado a los terrenos baldíos que rodeaban la zona sin calle pavimentada, me harían creer que íbamos subiendo un cerro. No conocía el lugar así que tampoco sabía a dónde me dirigía. Si me caería al continuar o subiría hasta perderme.

—Exin, yo no quería arruinar esto. —Empujé una rama, y sacudí mis manos para apartar los insectos.

—Des.

—De verdad lo siento —di más pasos, tambaleándome entre el follaje—, pensé que Hipo...

—DES, QUE TE LARGUES.

—ACTUÉ COMO UN IMBÉCIL PORQUE ME GUSTABAS, NO SÉ REALMENTE POR QUÉ LO JODÍ TANTO —grité, parando en seco al igual que él—. MI CABEZA SOLO PENSABA EN TI Y EL MIEDO QUE SENTÍA.

Pisé una rama. El crujir me hizo bajar la vista antes de volver a enfocarme al frente, con esa figura que apenas distinguía de Exin. Pasé tantos años amándolo, que cuando pude hacerlo, le arrojé mi mierda encima, todo ese resentimiento por no haber sido correspondido antes, por no ser tan especial como deseaba serlo, por el simple hecho de poseerlo. Y peor aún, miedo a que supiera lo que hice.

Independientemente de si Hipo hizo algo mal, ¿qué tenía que ver con nosotros?

—¿Fue mi culpa? —Preguntó, con la mano en su nuca. Llevaba una venda debajo de la playera—. ¿Dices que fue por mí, en alguna parte de tu cabeza?

No supe qué respuesta buscaba. Es más, no quería ocasionarle esa duda.

Exin se rió, esa fue la primera y última vez en meses que escuché su risa.

—Ojalá desaparezcas de una vez por todas —dijo, como si él no hubiese desaparecido todo este tiempo.

Mis piernas se desplomaron, haciéndome caer con el peso de mi mochila. Llevé mi mano al bolsillo mientras trataba de extraer mi medicación ante crisis; no podía respirar, no sentía que mi visión fuera buena, y aunque me pasé con solo saliva el medicamento, no corrí a tiempo para buscarlo. Fue demasiado tarde.

Perdí todo de él ese día.

• • •

Hola...

Un escenario bastante distinto a lo que es la escuela en que se desarrolla la historia. Nos fuimos al monte.

Espero no haya culpas en este capítulo por lo que ambos se dijeron. Realmente me da mucha pena la situación de Exin, quien parece estar viviendo una vida bastante diferente. Des por su parte no siente que embona en ningún lado.

Irremediablemente, Des consiguió que los tres vivieran de la forma en que vivía Hipo.

¿Opiniones? ¿Comentarios?

Ya se desapreció el teléfono de Des.

Ah... bastante triste por este capítulo. Pero tarde o temprano pasaría un encuentro entre esos dos.

Dibujé algo bonito por el cumple de Karo, Hipo y Est:

NOS VEMOS PRONTO. Les quiero mucho <3.

~MMIvens.

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