Capítulo 12: Larguémonos de aquí.

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Las relaciones de mutuo acuerdo, pero sin compromisos a largo plazo, me mamaban. Era bueno compartir intereses por algunos meses y NUEVO TUBO.

Dicen que así son los daddy issues, no me voy a burlar porque sí pasa, por desgracia.

Exin.

De pequeño, todo lo que existe a tu alrededor se normalizará. Esa será la realidad que te tocó vivir; ¿pensar en cambiarla? No podías desear lo que no conocías, solo verlo de lejos y aceptar.

Mis padres y yo. En algún momento ellos se convirtieron en solo "padres", yo me distancié. Apellidos, sangre, mismo techo, pero la lejanía era abismal.

Corta la astilla del palo: el palo sigue siendo imponente, la astilla por sí misma solo aprendió a causar dolor.

—Lo siento por no responder... —murmuré, leyendo el mensaje para Albin como disculpa por dejarle en visto la noche anterior—, he estado ocupado.

Evitándolo.

Wey de la albercada: Solo te escribo para pedirte el número de Hipocondríaco. ¿Me lo pasas antes de que te desconectes?

Me dijo que debía comentarle algo del club. Aunque lo pensé bastante, incluso le escribí a Hipo para que me permitiera pasar su número, todavía no asimilaba que solo me escribió para eso. Al final, tan pronto pasé el número, Albinismo se desconectó.

O quizás solo me bloqueó.

El changarro estaba abierto en domingo. No había mucho movimiento así que trataba de reforzar mi conocimiento sentado en la barra frente a la calle.

Volví mi vista a la libreta para centrarme en los estudios y cronograma que Hipocondríaco me preparó. Consiguió ejercicios para estudiar algunas clases, no sabía cómo los obtenía pero era alguien muy aplicado e investigaba a fondo lo que podría venir en los parciales.

—¿Epidermis, Dermis e Hipodermis? —Los acomodé en base al orden. Muchos se confundían con los dos primeros, creían que la dermis era la primera capa de la piel pero era en realidad la epidermis, la cual se dividía en 5 capas.

El estrato corneo y la capa clara se comprende, en promedio, de unas 20 subcapas de células muertas, aplanadas e indistinguibles la una de la otra. Suelen desprenderse por descamación y hacen la piel resistente en su exterior. Después se hallaba el estrato granuloso, la capa 3 de la epidermis: producen gránulos duros que se vuelven queratina y lípidos; en pocas palabras, son la energía que te da movimiento.

El estrato espinoso, cuarta capa, es quien produjo la fibra de proteína, los queratinocitos. Todo se origina del estrato basal, la capa más profunda que garantiza la continua regeneración de la epidermis, según las notas de Hipo que brillaban en una esquina como si fuera estúpido y necesitara recordarme.

—La dermis tiene vellos, ajá, vasos sanguíneos y nos hace sudar, ajá. —Me apresuré a responder, el resto era más sencillo.

Quiero leer mi cómic, quiero leer.

—La hipodermis está cargadísima de grasa para proteger los órganos y brindarles calor. ¿Nombra una afección que padezca problemas en la hipodermis? —Miré la pregunta, forzándome a responder con todo lo que me quedaba de consciencia—. Creo que el síndrome de Marfan.

Tan pronto escribí lo último, aparté la libreta y saqué el celular para entrar a alguna página ilegal en búsqueda de mis lecturas actuales. Subí mi pierna al mueble donde hacía las cuentas, me puse cómodo y presioné el último capítulo actualizado.

Una alerta saltó a mi pantalla de forma repentina:

UN PIRATA ESTÁ OBSERVANDO TODOS TUS MOVIMIENTOS. TU TELÉFONO SE ENCUENTRA EN RIESGO DE ATAQUE.

Fruncí el ceño. ¿Cómo demonios iba a ser que me piratearon? Las páginas solo te lanzaban aquellas advertencias para que hicieras algo al respecto y allí, en efecto, hackearte. Yo solo me reí y presioné el buscador para recargar la página.

Se abrieron otras dos paginas de golpe, con anuncios, advertencias y la misma nota del inicio.

—AY, SÍ ME PIRATEARON. —Casi me fui de boca—. ¿Cómo tapo la cámara? Por los doctores...

Cerré las páginas que se abrieron y volví a la del cómic. Me sentía observado pero después de unos segundos de pensar en qué haría solo me rendí.

—Ay, ay, ya pues. Nada me va a detener de leer mi GL. A ver si le gusta al hijo de su puta pinche perra madre del pirata.

—EXIN, PÁSAME LAS HERRAMIENTAS.

Mis ánimos se desplomaron como si hubiesen cortado algún cable de mi cerebro. Apagué el teléfono y aguardé una segunda llamada, la cual estuvo presente, así que no me quedó de otra mas que despegarme del asiento. La lectura que usaba como recompensa tras estudiar se pospuso.

Caminé por el corto pasillo hacia el segundo garage. Hacía bastante calor así que me quité la playera, quedando solo en el pantalón de chándal.

Visualicé a mi padre quien llevaba una playera de tirantes y tenía parte de su cuerpo casi dentro del cofre de su auto. Le gustaba repararlo, hacerle cambios, comprarle piezas. Me dio instrucciones para pasarle todo lo que requería, mientras me preguntaba si estudié para los parciales.

—Voy bastante bien, supongo. —Apenas respondí.

—¿Qué te han dicho en clases? —Le miré de reojo, no supe a qué se refería. Cambió un poco la pregunta—. ¿O qué te dicen en el club?

—¿Qué me van a decir o qué? —Le pasé una llave inglesa.

—No pues, ¿no te han dicho que estás más alto, o que tienes más rendimiento que los demás? —Esperó sonriente, ladeando esa sonrisa que mostraba la diferencia entre el lado de su cara que no sufría parálisis después de chocar el carro hace unos años—. ¿O que te va bien con las chicas?

—Nop, nada.

Le di la espalda para buscar una botella de agua entre las herramientas de su mesa metálica. Lucía sediento, el sol le pegaba en el sitio donde estaba, y la sensación ardiente en mi pierna que también estaba expuesta a los rayos de sol me recordaron las quemaduras que producía el sol de medio día.

—Ex, ¿qué es eso en tu espalda? —Me congelé un momento, dependiendo de todo el peso que balanceé en mi pierna derecha—. ¿No te basta con haberte chingado el brazo, imbécil?

—Fuiste tú.

—¿Qué?

Alcancé la botella de agua, se la aproximé pero no la tomó, me dejó con el brazo suspendido mientras me miraba con las cejas juntas. Insistí en que lo tomara, pero él seguía en la conversación sin terminar de entenderla. Tuve que repetir.

—La cicatriz, me la hiciste tú.

Tenía una cicatriz que comenzaba desde mi omóplato izquierdo hasta terminar en mi última costilla del lado derecho. La marca de un cinturón, hace unos cuatro años mi piel era lo suficientemente blanda para marcarme de por vida. Le expliqué esto, como si fuera cualquier charla casual que se puede tener con un padre.

—¿Qué hiciste para que te diera con el cinturón? —Chasqueó la lengua.

—Nada, estabas borracho —hablé, rodeándome con mis propios brazos para protegerme de las corrientes de aire. Él lo negó—. Nunca te acuerdas de nada cuando bebes.

—Nah, nah, no me acuerdo.

Iba a añadir algo más pero me callé al percatarme del ruido a mis espaldas. Miré por la cola del rabillo a mi madre, quien acomodaba refrescos para mi papá y supuse uno para mí. Ella llevaba el cabello amarrado en una cola de caballo, pantalones holgados y esa mirada de agotamiento que ponía tras bajar algunas escaleras; rara vez abandonaba la habitación si no era para comer algo.

—Ma, ¿verdad que estaba borracho ese día? —Traté de que me apoyara.

—No me acuerdo, la verdad. —Sirvió los refrescos en vasos con hielos, sin echarme ni una mirada.

—Fue en navidad, se enojó porque olvidaste la cena en...

Caminó al interior de la casa, distraída, quizás en búsqueda de su teléfono para seguir trabajando desde su habitación. Decía que su cabeza siempre iba a mil por hora así que le costaba distinguir cuando le hablaban, a diferencia del cerebro de mi padre que según se estancaba y no recordaba nada a largo plazo. Ambos tenían esa forma de librarse de cualquier cuenta a entregar.

Le dije a mi padre que debía darme una vuelta por el changarro y volvía para ayudarle. Y sí, pasé a ver si puso huevos la gallina, pero también le respondí en corto los mensajes a Hipo que decían estar cerca de mi casa pues iba a una reunión en la escuela.

—Sácame de este cuchitril, papá. —Le rogué, enviando gran cantidad de mensajes hasta que simplemente dejó de verlos.

Aguardé unos segundos. Sonreí cuando oí el teléfono de mi papá sonar a lo lejos, una canción de los 70s como su tono de llamada hasta que respondió. Mi padre adoraba a Hipocondríaco porque me levantó las notas, Hipo lo odiaba a él pero era buenísimo para manipularlo.

El admin Hip: Alcánzame en la avenida. Ya tienes permiso.

Yo: Mágico cuando el administrador decide tocarme el corazón y no las bolas.

El admin Hip: Quítame ese nombre.

Yo: Eres un corderito tierno en el fondo de ese negro corazón tuyo.

Piqué otra notificación por accidente. El mensaje de DesDes me cubrió la pantalla.

El niño de mis ojos: Perro, perdón por dejarte en visto. Ando jugando con unos amigos.

Yo: Perdonado.

El niño de mis ojos: ¿Así de fácil?

Yo: Soy un fácil contigo.

Me reí por lo chingón que quedó el último mensaje. Pensaba alcanzar a Hipo y tomar una ruta distinta, pero supuse que Des estaba igual en la escuela pues los domingos se reunía en las canchas a jugar quemados con otros compañeros suyos. No le dije que lo pasaría a ver, solo me apresuré a cambiarme de ropa.

—Tardas más que una anciana.

—¿Tu abuela? —Hipo meditó. Aproveché esos segundos para atar mis agujetas y correr a su lado. La angosta calle nos esperaba.

—Algo así.

—Llaves y candados.

—Qué mierda es eso.

—"Ya ves que sí". —Le dediqué mi mejor sonrisa, arrojándole un codazo que le quitó la expresión rígida.

Tomamos un taxi para que no se le hiciera tarde. Él tenía unas cosas que ver con el comité disciplinario, también planes que discutir con Albinismo; me volvió a agarrar en curva que Hipocondríaco le respondiera los mensajes a alguien más que no fuera yo o Des, con suerte sus papás o quienes le ordenaban lo que debía hacer para arruinar el PLJ.

—¿De qué tienen que hablar?

—Quiere que ayude en algunas sesiones del club de consejeros. Dijo que necesitaban "ojos". —Asentí sin hacer más preguntas, él siempre era jalado de un lado a otros por algunas temporadas debido a que, en resumidas cuentas era alguien inteligente.

Hacemos buen duo porque soy más de práctica que de conocimiento.

Salí disparado del taxi al llegar porque yo no traía dinero, tampoco iba a pagar, nada más me colé. Mi mejor amigo me maldijo entre balbuceos, tan solo solicitando cinco pesos porque no quería pagar con billete. Tuve que cederle la moneda que brillaba más porque era la única que tenía, lo demás eran centavos.

Hipocondríaco me dejó su lunchera, esta traía dos divisiones porque dejar algo en mis manos significaba que yo me comería la mitad. Entonces me dejó en las canchas, él ingresando como si fuese mi papá listo para tener la reunión de padres y maestros.

—TÚ PUEDES, JEFE. —Lo alenté.

Me senté en el césped que parecía más una montaña pequeña con un árbol haciéndole sombra. Abrí la comida y degusté un poco de los aperitivos que tenían una nota con mi nombre; siempre alimentos balanceados. Mis ojos buscaron en automático a Des entre los grupos de fondo, no tardé en encontrarlo pues estaba en el centro de los sociables.

Des se carcajeó como si se ahogara, lanzando algunos manotazos a la chica con quien se reía, después se aferró al brazo de un tipo más alto y comenzó a sacudirse como si hiciera una imitación. Alguien le arrojó un balón, al cual reaccionó con tal velocidad que no pude ni parpadear cuando le vi devolver el balonazo. Su energía era mayor que la mía.

—¿Me das una papa? —Un compañero de clase me hizo señas. Tardé en darme cuenta de que se sentaba frente a mí, pero ni idea de su nombre.

—Nooo, esas son de Hipo. ¿No quieres un elote chiquito? —Le ofrecí lo que me comía, estaba babeado así que me dijo que no.

Se sentó a mi lado, usando su teléfono. Habían otros estudiantes a un poco de distancia pero en la misma zona, ocultos en las sombras por temor a quemaduras o simple comodidad. Eran amigos e incluso parejas de quienes estaban animados jugando bajo el sol, empapados de sudor.

—¿Esperas a alguien? —Le pregunté al tipo, invitándole una zanahoria bebé.

—Tenía una actividad adentro pero salí para ver a Des —explicó, aún atento al Tik Tok en su teléfono.

—¿Quieres preguntarle algo? Dime a mí, yo lo estoy esperando —comenté, aunque Des no sabía eso, claro—. Soy su amigo, lo sabrás.

Somos los que jotean del salón, todos nos conocen.

—¿No son pareja de verdad? —Su pregunta casi me atraganta con la comida. Tosí un poco y sacudí mi playera negra sin comprender, al parecer solo buscaba mi confirmación así que se la di—. Ah, bueno. Pues solo me gusta verlo de lejos. Me parece lindo.

Sonreí al escucharle. Me crucé de brazos y elevé una ceja en espera de que me contara más, pero mantuvo el silencio. No éramos cercanos como para que me echara todo el chisme.

—¿Lo estás intentando ligar? —Le di un empujón, solo para provocarle alguna reacción—. Si te sirve, está soltero y es bisexual. Es a toda madre, nada mas ten confianza y ves cómo se darán las cosas.

—No quiero salir con él, Ex —me habló por mi nombre, riéndose con esa confianza que le dije que tuviera. Me alejé un poco al escuchar su tono—. Todos saben que Des es rarillo, a todos los toma de amigos y siempre va de un lado a otro así que con suerte consigues hablarle entre tanta gente que conoce. Parece presidente, no mames, es pesado después de un rato andar con gente tan sociable.

—Entonces si no quieres nada pues no andes dando vueltas a su alrededor, papá. Eso solo te afecta a ti.

—La verdad no me afecta, es alguien lindo y ya —se encogió de hombros.

Le pregunté qué veía en él; yo le iba a llevar el chisme a Des, por su puesto, me costaba guardar cosas de ese tipo y era mi oportunidad para tocar el tema con él. Me gustaba hablar de algo que no fueran mis relaciones amorosas, también quería escuchar los pedos de otros.

—Sus ojos. Son súper claros, pero no azules ni verdes que te quitan la atención; sino que en los suyos puedes ver los colores que observaba. Si llevas rojo o azul verás el color reflejado en ellos. Es adictivo cuando te saluda y piensas en eso.

—¿Y su personalidad?

—No lo conozco bien la verdad, solo sé que habla mucho.

—Qué ojete —bufé, él lo tomó a broma pero se lo dije en serio. Yo era bueno reconociendo una actitud ojete porque las tenía a menudo.

La mitad de la comida se terminó durante mi tiempo de silencio, con los ojos cerrados para que el sol que se asomaba entre las hojas no me cegara por instantes. Todo fue guardado, así que corrí a las canchas en búsqueda de los brazos de Des para jalarlo hacia mí.

—¿¡Les parece si después vamos a los tacos de la vuelta, mai friends?! ¡Los de sudadero están buenísimos!

—Oye, estás gritando. —Su compañera de inglés apoyó la mano en el hombro izquierdo del wero wero.

—Mejor vamos por pasta, así aprovechamos a ir a la plaza. —Otros debatieron.

—Grítame a mí, cariño —le pedí, haciendo presencia al tomarle de la mandíbula para que me mirara.

A veces sus amigos lo callaban porque su tono de voz era alto, aunque solo era su emoción, así que no comprendía porqué callarlo aún estando en un sitio abierto. Traté de que pensara solo en mi saludo, pero retrocedió de inmediato al reconocerme.

—Jai jai —saludó en inglés, pasando sus manos por mi cabello para despeinarme—. No sabía que venías, ¿quieres jugar?

—Nop, te vengo a secuestrar.

—Oye, pero está jugando con nosotros. Siempre te lo llevas cuando estamos por terminar. —Se opuso a mí la chica de inglés. Otro wey la secundó.

Les miré, me limité solo a eso. Aunque trataron de sostenerme la mirada por varios segundos al final se organizaron en solitario, yo no iba a soltar a Des y ellos no iban a discutir conmigo.

—Larguémonos de aquí. —Insistí.

El rubio palpó mi espalda para tranquilizarme y decir que fuésemos al interior porque tenía sed.

—No peleen, sabes que igual les habría dicho que volvía en un rato pero solo para escaparme contigo. —Sus pasos eran felices mientras decía eso.

Abrí la doble puerta que daba a los pasillos de la escuela, esperé a que entrara para cerrar y continuamos en pequeños pasos. El sol había calentado el lugar así que era tibio, a diferencia de las mañanas heladas. Se percibía apenas un mover de sillas lejano en algunos salones, producto de alumnos en reuniones, o quizás sí era real el rumor del payaso muerto y la bailarina.

—¿Quieres algo? —Me preguntó Des, deteniéndose frente a la máquina dispensadora. Le dije que recién comí.

Sacó una bolsa de papas, una bebida de kiwi con fresa y un chocolate. Le hice señas para que nos sentáramos en el piso. Sus botanas le dieron más energía para contarme de unos conciertos que venían, pero se desvió de la conversación cuando habló de algunos artistas, entre ellos una cantante funada por comentarios homofóbicos y machistas. Incluso sacó su celular para mostrarme las entrevistas.

—Verga, sí se mamó. Con razón nadie la está apoyando.

—¡También le tiraron tierra en un programa! La laif te hace pagar, cariño —canturreó.

Enfocó su teléfono para tomarle foto a sus tenis junto a la botella de Arizona que compró. Observé la gran cantidad de fotos que tomaba, él tenía afición por tomarle foto a cualquier cosa, excepto personas. No teníamos ni una fotografía juntos.

—¿Ya me vas a tomar una foto? También te pedí una en la albercada y te negaste.

—Te quiero pero no, qué hueva.

—Dame. —Le arrebaté el teléfono. Toqué el botón repetidas veces así que todas salieron borrosas pues Des forcejaba para que lo soltara. Mi acción le molestó más de lo que esperaba así que se lo devolví.

Comenzó a eliminarlas todas, aunque solo era mi rostro borroso con una sonrisa indistinguible. Ni siquiera Hipocondríaco borraba las fotos que me tomaba con su celular, le daban igual. Le pregunté al rubio si tenía poco espacio, pero dijo que solo no le gustaban.

—Pensé que querrías una foto de tu amigo, digo, no tienes fotos con nadie.

—¿Y que se enojen después cuando vean esas fotos? —No fue una pregunta pero sonó como tal. Su tono destilaba irritación.

—Oye...

—Perdón, solo no hagas eso —suspiró al verme inflar una mejilla y mordérmela internamente—. Lo siento, soné grosero. Si tú tomas fotos con tu celular no me enojo.

—¿Entonces sí quieres fotos?

Quité mi molestia falsa para inclinarme hacia él, tratando de buscar un por respuesta. Des se balanceó hacia atrás, casi chocando su espalda con la máquina dispensadora pero sostuve su cabeza; sentados en el suelo era difícil mantener el equilibrio del torso al movernos.

—Quédate quieto, estoy comprobando algo.

—¿En mi cara? —Levantó una ceja y la mandíbula, poniendo cierta distancia aunque eso no evitó que casi rozáramos narices.

Quiero verlo.

Vi mi reflejo en sus ojos, pero también el negro de mis prendas, las luces que se extendían por el pasillo como rayos de sol que marcaban la figura de las ventanas. Incluso el reflejo de su propio cabello, todo en pequeño, el alcance de toda su vista y el límite de la misma.

Palpé su mejilla para indicar que había terminado de observarle.

—¿Ya te alejas?

CIERTO.

Me eché para atrás como si tiraran de mi cuello. Me disculpé por haberlo acorralado así. Bajé mis manos pero toqué su espalda accidentalmente, lo que incluso a mí me dio la idea de que le estaba coqueteando.

Hipocondríaco, don respetuoso, apareció en mi mente con un regaño: ¿Ahora manoseas amigos, cerdo?

—Por cierto, terminé con mi novia anoche —mentí, rogando porque no se supiera a voces que lo hice hace semanas.

—¿Para poder salir con el primo del capitán? —Des se puso curioso.

—Nah, no traigo nada con él.

Imitó mi pose, colando su cabeza entre los brazos que hacían casita, sobre las rodillas. Una pose cómoda para ocultarse del sol. Apenas parpadeábamos al vernos, en lugar de intercambiar palabras, como esperando el momento adecuado para romper ese silencio.

—¿Entonces?

—¿Te acuestas en mis piernas?

Me miró extraño. Yo solo me aproximé a él para poner su cabeza sobre mis muslos y poder peinar su cabello. Tenía nudos por el viento y un poco de sudor en la nuca, aunque se oponía a que sintiera ese sudor yo sacudí su cabello mientras le soplaba para secar las pequeñas gotas.

—Siempre quise que me hicieran piojito, pero es igual de lindo hacerlo.

—Luego te hago piojito yo.

Quería mucho a Des, yo no era alguien de muchos amigos así que disfrutaba la compañía. Por eso decidí calmar la voz de mi mente que se molestaba por no poder hacerle caso a Hipocondríaco sobre guardar distancia.

Algunos merecemos el beneficio de la duda.

• • •

HOLA, Exin se parece mucho a Hipo con eso de no profundizar en sus sentimientos. Solo que Hipo no profundiza porque quiere evitarlo, Ex de plano es muy simple HAHAHA.

Qué decir de este capítulo. Se ve una dinámica más clara de la casa de Exin, parece que nadie discute lo que se dice.

Des es popular en la escuela y cómo interés romántico, pero nadie se le declara porque "qué hueva salir con alguien así".

Albinismo consiguió el número de Hipocondríaco, no se va a rendir en insistirle sobre el club.

¿Cómo andan? ¿Tienen algún comentario?

Hice una ilustración de Hipocondríaco con fiebre, ya más tranquilito en el capítulo 10. Siempre quise verle la frente así que aproveché GAHAHA.

ESPERO TENGAN UN LINDO DÍA, SE LES QUIERE.

~MMIvens.

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