Capítulo 30: Quiero ser tu as.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Suputamadre, ando caliente.

Estocolmo.

Siempre fui una persona con los pies sobre la tierra. Incluso la primera vez que tuve relaciones sexuales con una chica mayor, cuando yo era nuevo en Savant, experimenté lo que era liberar el estrés. No hubo nada más allá de eso.

"Lucías retraído. No, más bien, alguien en quien se puede confiar. No pareces el tipo de persona que se propase o no se detenga cuando se lo pides", me aclaró ella.

No volvimos a hablar desde entonces. Yo solo caminé a casa, un tanto ido, quizás solo deprimido por volver al hogar donde mi hermano ya no estaba. Actué sin pensar.

No sé, al chile, hice muchas cosas extrañas a mis 16 años.

No pensé que un simple beso, por no hablar de la persona que me lo dio, me tendría despierto las últimas noches. Como si cada vez que el sol se ocultaba, en mi cabeza se reprodujera una y otra vez la forma en que nuestros labios intercambiaban silencios.

Cuando mis manos palparon su pecho, su nuca, junto a la respiración que compartimos en un lugar tan estrecho.

Quería morderlo, pero seguro lo hubiese asustado.

El pecho comenzó a dolerme, pero en mi cabeza seguía reproduciendo los eventos de hace unos días con Hipocondríaco. El beso a mi mejilla, su expresión de tonto, descubrir que cada vez que volteaba él tenía los ojos sobre mí como si no le apenase besarme sin ser nada. El sudor en mi frente seguía tratando de borrar mis pensamientos.

—Es un imbécil, pero uno muy lindo. —Hablé para mí mismo. Me di cuenta de que estaba jadeando.

Bajé la cabeza hacia el registro de la caminadora. Llevaba casi dos horas corriendo. Miré la velocidad, sentí el descalabrar de mis piernas por el tiempo sin detenerse. A mi alrededor las miradas abundaban.

Qué carajo, me voy a morir a este ritmo.

Estiré mi mano para tratar de bajar la velocidad progresivamente, pero mis piernas no soportaron el peso de mi cuerpo. Yo sabía que necesitaba hacerme una limpia.

Cubrí mi rostro con ambos brazos para evitar golpearlo contra la cinta desgastada. El estruendo hizo a los chismosos gritar del susto.

—DIOS, PENSÉ QUE TE ESTABAS PREPARANDO PARA UN NUEVO TIPO DE MARATÓN. —Gritó la chica a mi costado, apagando la máquina antes de que la cinta me tirase por completo al piso.

La gente alrededor se había sumado a observarme cuando veían la rapidez y el tiempo que llevaba corriendo. Yo pedí la hora, aturdido, antes de darme cuenta de que perdí todo mi domingo corriendo en el gym en lugar de completar mi rutina.

Las actividades de atletismo están suspendidas por el PLJ, hoy era mi único día para entrenar, mierda.

La chica de top me pasó una toalla para limpiar mi sudor. Sacudí mi cabello, sin poder levantarme del piso, solo observando las gotas de mi botella de agua fría caer sobre mis rodillas. Inhalé, exhalé, culpando por mi caos mental a Hipocondríaco.

—No es justo que me pongas así, ni siquiera te gusto. —Me repetí.

¿Le atraeré solamente?

Le gusta mi cabello.

¿Será porque soy atleta y le prende eso?

Bien, me volveré sedentario, ahuevo.

La chica frente a mí se rió, sin comprender de qué hablaba. Le miré confundido, después me reí para no volver incómodo el ambiente debido a mi mal hábito de abrir la boca sin pensar. Me acordé del tiempo que llevaba desperdiciado en el gym.

—OH, TENGO QUE IR POR MI HIJO. —Grité, levantándome de golpe—, gracias por el recordatorio, ¡nos vemos la próxima semana!

—¡Suerte con tu bendición! —Me despedí como un buen papá joven.

Cuando me uní a este gym le dije que Sábado es mi hijo porque sentí que me coqueteaba, y me da miedo la gente que me coquetea.

Fui el último en recoger al niño, los demás padres ya se habían llevado a sus pequeños. Sábado no hablaba mucho, solo demostraba su molestia al azotar sus juguetes contra el suelo cuando su profesora le llamaba. "Tiene problemas de ira", me decían, pero según su pediatra solo le divertía ver cómo reaccionaban los adultos.

—Toma, juega algo. —Le di mi celular al sentarlo en la parte trasera del vehículo. El morenito tenía tres años, casi cuatro, pero sabía utilizar el teléfono mejor que yo.

—¿Pue abril Disne? —Me preguntó. Yo asentí antes de cerrar la puerta.

Me senté, antes de arrancar el vehículo le pregunté si no quería ir a caminar antes de volver a casa, pasar por un helado o visitar a una anciana que paseaba perros cerca de la casa. No me gustaba tener al niño solo con mis papás, era someterlo a constantes observaciones y un ritmo sedentario ya que no les gustaba la idea de que se lastimara jugando.

Creo que está en la mejor edad para jugar con tierra.

—Quielo corer. —Tan pronto dijo esas palabras, mi vista se nubló debido al dolor de cabeza.

Si escucho otra vez "correr" creo que vomitaré.

~•~•~•~

Ni siquiera disfruté el domingo debido a mis pensamientos. Me acostaba, observaba el techo, luego temía cerrar lo ojos. Comenzaría a pensar en tantas cosas, sueños, hechos, instantes.

Hipocondríaco no podía permitirse el entrar a mi mundo una vez más; mi deber era encerrarlo dentro del pedazo de carne al que llamaban corazón. Porque tal vez estaba jugando conmigo, quizás solo quería experimentar con alguien fácil que tuviese sentimientos por él, probablemente fue cosa del momento.

¿Pero cómo puedo dudar de sus sentimientos cuando me besó de esa forma?

Cuando volteo a verlo y encuentro sus ojos sobre mí.

Porque la forma tan sincera en que me habla me hace creer que es un pecado dudar de él.

—No es un mal tipo, quizás solo experimentó conmigo —murmuré, pasando las puertas de Savant tras mostrar mi identificación—. Lo más seguro es que me lo comente después, él resuelve esas cosas rápido.

Y me dio un besito durante la comida, ow.

—Qué asco doy. —Me retorcí al atraparme ilusionado.

Antes de pasar por el segundo filtro, Impostor chocó contra mi espalda. Giré para decirle que tuviera cuidado, pero ni siquiera estaba viendo a mi dirección, sino que hablaba con alguien más mientras tiraban de su uniforme. Decidí dejarlo pasar, imaginé estaba ocupado.

Me agaché para recoger un pin que se desprendió de mi mochila. Lo vi rodar hasta el césped. Impostor de fondo le rogaba a una chica que se desprendiera de su hombro, quizás una visitante pues no llevaba uniforme y su cara de completo desánimo combinado con mal sueño no parecía el de alguien que estaría en el PLJ.

—Anemia, ya, solo pueden entrar visitantes en la tercera semana. —Él trataba de desprenderla pero los cabellos claros de la chica parecían envolverse alrededor de él.

—Solo quiero observar. —Comentó ella sin reparar en él. Su tono de voz cansado, sus ojos caminando entre alumnos como si buscase algo—. No sé cómo conseguiste entrar a Savant...

—Por favor, ya vete.

Recogí mi pin. Ambos bloqueaban la entrada, Imp con las manos sosteniéndose de las puertas, ella apenas haciendo presión para que él no se tropezara. Aunque me dio curiosidad si eran amigos, me importaban poco, solo les pedí que cedieran el paso pues tenía prisa.

—Est —dijo mi nombre de golpe, Impostor. Le sonreí por cordialidad.

—Buen día. —La chica bajó los ojos para verme de pies a cabeza. Volvió su cara al otro antes de apartarse.

Entré con la mochila en manos para que la revisaran, ya así estar por completo en el primer día de la segunda semana del PLJ. Detrás de mí Impostor aún le rogaba a la chica que se retirara, incluso que dejara de verme porque era extraño; desvié los ojos algunas veces pues se me hacía familiar, de algún lado.

—Espera, ¿Hipocondríaco también está aquí? —Oí una pequeña risa antes de que la distancia creciera con los pasos que di al interior.

Me reuní con el club de atletismo, les escuché hablar sobre alternativas para nuestras prácticas. Una vez terminamos de discutir, pasé al club de Marfan para dejarle unas cosas junto a Tourette. Entonces volví a mi grupo asignado, donde escucharía anécdotas sobre otros padecimientos mientras tratábamos de no hacer comentarios irreverentes.

—Los niños con Hidrocefalia son sometidos a eutanasia, ¿no? —Hablaron los de primer año.

—Depende de un estudio y también se somete a juicio, creo.

Mi cabeza trataba de estar sobre la conversación, pero no podía concentrarme con Exin a un lado, pasando fotografías del diario vivir de Hipo. Hipocondríaco recién bañado, en ropa casual, sentado frente a la computadora, entre clases, incluso una donde estaba banqueteando a media noche junto a Exin y el otro chico rubio.

—Sale bien en todas, ¿no? —Exin no me quitaba el ojo de encima.

Aparté su celular con una mano.

—Se vería bien contigo, igual.

Recorrí mi silla para que no hablase tan cerca de mí. Fingí no escucharlo.

—Le pregunté a Hipo qué pasó después del beso que te dio en la mejilla —pronunció, giré la cabeza en su dirección para escuchar sus murmullos—. Quería saber lo que pensó.

—¿Qué pensó? —Pregunté curioso.

—No lo sé, se desmayó de la emoción. —Rodé los ojos al imaginar que estaba inventando cosas.

—Wey, los cojos son inmortales porque no pueden estirar la pata. —De repente escuché cómo la conversación pasó de ser informativa a cuestionable moralmente. Tuve que levantarme para hacer que cambiaran de tema.

Exin pasó toda la tarde tratando de hablarme sobre Hipocondríaco. Durante la cena, no pude comer, lo aparté para serle claro con mis intenciones, quizás así se rendiría en lo que sea que intentara hacer.

Esto es frustrante.

—¿Te han dicho que das asco después de declararte? —Espeté, cruzado de brazos, elevando el rostro para que me pudiese observar en el pasillo poco iluminado.

—Oh, wey, gallito, tú sabes que fue un malentendido, él no quería...

—A pesar de que lo fue, afectó por completo mi confianza.

Le vi apretar los labios junto a los puños. Yo solo bajé los ojos al piso, pulido, donde podía permitirme recordar a mi yo de hace algunos años. Era difícil quitarme el recuerdo de las noches que lloré, sintiéndome asqueroso por amar a alguien; como el chico del que podían burlarse diciendo "mira, ahí va tu novio."

Hipocondríaco había sufrido acoso escolar. Yo, mi primer rechazo romántico, mi primer corazón roto, por más repulsivo que suene.

Me asustaba volver a llorar así.

—Dudo que lo entiendas.

—Sí, la mera neta, no lo entiendo. —Exin fue sincero, se encogió de hombros sin ocultar su ignorancia. Dijo que simplemente le parecía que complicaban mucho las cuestiones del amor, era cosa de "atraerse".

—No creo que seas el más indicado para hablar...

—Bueno, ya, me voy antes del toque de queda, quiero dar una vuelta por Ecate y el autobús ya no sale más tarde. —Me contó sus planes como si me interesaran, aunque me llamó la atención el lugar al que iba; bastante famoso por balaceras y algunos pedillos.

—¿Qué vas a hacer a Ecate? —Contuve mis risas.

—No sé, pero por algo la gente que va nunca regresa.

—Al menos te ahorras el pasaje de vuelta. —Lo despedí, definitivamente no lo extrañaría. Me parecía un malandro de pies a cabeza, Hipo frecuentaba con gente rara.

La hora de la cena estaba por terminar, así que en lugar de comer decidí tomar una ducha, cenaría en mi habitación al terminar, después vería alguna serie en mi teléfono. Al menos para empezar una buena semana, o improductiva, lo que sea.

—La secadora está rota. —Bufé tras abandonar las duchas.

Fui detenido antes de entrar a mi habitación. Pasé la toalla detrás de mi nuca para remover algunas gotas de agua, también oculté mis ojos debajo del cabello por el mal aspecto que sentí tener. Aunque olía bien debido a la ducha, tomé mi distancia para escuchar a la persona.

—¿Te acabas de bañar?

—No, sudé mucho —le sonreí a Hipo, él correspondió la sonrisa por el comentario—. Claro que me bañé. ¿Necesitabas algo?

Ya es tarde, debe irse antes de que no le permitan volver.

Sí, am, quería hablar de algo contigo —tosió un poco, bajando la cabeza como si le preocupara no escucharse debido a su altura. Sentí mis manos resbalar detrás de mi espalda.

¿Va a decir que lo olvidemos? Sería lo mejor.

Tal vez se disculpe, aunque ya lo hizo ese día.

Si me quiere lejos, me alejaré. Yo tampoco quiero volver al mismo lugar.

—No soy particularmente fan del cine, me parece literal una sala llena de gente que no presta atención a lo que ven, pero no lo considero malo. Ex dijo que sería bueno que usara un cupón que me entregó. Pero no quiero que sientas que te lo comento como si no tuviese otra persona con quien ir; te lo menciono porque eres el único en quien pensé. Pareces ser alguien que respeta el orden natural del cine, o que lo disfruta. Pero si ya te vas a acostar, mejor me voy, no quiero irrumpir tus planes. No te preocupes, más bien, no le des importancia. Me iré ya. Dios...

Le miré de arriba abajo. Hipocondríaco tenía la mano en su boca, como si tuviese miedo de abrirla otra vez.

—¿Por qué no me callo? —Dijo, perturbado.

—¿Quieres que vayamos al cine? —Ladeé la cabeza.

—Por favor, si estás libre.

Le pedí que me diera unos minutos para cambiar mi ropa, yo llevaba puesto lo que usaba para dormir. Abrí la ventana, moldeé mi cabello, traté de escoger las mejores prendas que tenía pero dudaba de que fuese a importar ya que toda mi ropa se parecía; después recordé lo observador que era Hipocondríaco así que traté de vestirme bien.

—Me invitó para hablar, seguro sí. —Traté de calmar mis nervios.

Tomé mi billetera antes de salir. Hipocondríaco estaba sentado en el pasillo, le ayudé a levantarse. Ambos intercambiaremos breves palabras durante nuestro trayecto a la salida. No le dije que ya no me volverían a dejar entrar, lo pensó él cuando ya habíamos tomado la línea azul.

Igual ni he comido.

—Lo siento mucho, no lo pensé —habló frustrado, apenas sosteniéndose del tubo del metrobús. Yo traté de despreocuparlo.

—Tomaré un taxi para mi casa, seguro mi mamá estará contenta de que duerma allí. —Hipo bajó sus ojos negros a mí, la diferencia de altura era mayor pues él me cedió el único asiento libre. Muchos volvían a casa para descansar, no creo que salieran entre semana—. ¿Escogiste alguna película que quieras ver en cartelera?

—No, quería saber qué te gusta ver. Puedes escogerla tú cuando lleguemos allá. —Desvió la mirada. Un Hip que no planea demasiado las cosas fue nuevo para mí.

—Escojámosla juntos.

—No creo que te gusten mis gustos. —Admitió, apoyando su mano en el otro tubo para inclinarse en mi dirección. Tuve que estirar más el cuello para poder vernos de frente.

—¿Demasiado excéntricos?

—Algo.

—Te vi un fin de semana entrar a ver la película de una banda de pop, ¿crees que cumplió tu expectativa?

—Por favor, cambiemos de tema. —Apretó los párpados.

—Me gusta cualquier cosa siempre y cuando sea buena, o muy mala. No debe tener puntos intermedios, quiero la mejor basura o la mejor película —hablé emocionado de mis gustos. Él asintió, concordando en que a veces las películas más malas de terror le parecían buenas. Pensamos que escoger algo así sería bueno.

—Igual lo disfrutaré contigo. —Soltó de repente—, parece que podemos concordar en algunos gustos así que...

—¿Por qué dices esas cosas como si nada?

—¿Qué cosas? ¿Te he ofendido? —Lo desorienté con mi pregunta.

—Eres inteligente, deberías darte cuenta solo.

Me levanté tan pronto llegamos a la estación. Hip quiso preguntarme camino al cine, pero le repetí que pensara solo, así que no volvió a insistir. Realmente se sumió en sus pensamientos, ni siquiera lo vi prestar atención a la película que veríamos.

Hipocondríaco se había peinado de una forma distinta esa noche. Llevaba el cabello partido en dos, un costado acomodado detrás de su oreja, el otro lado de su cabello caía aún sobre su piel. Me preguntó si había escogido algo, yo señalé la única película que vi más cercana a la hora, no quería irme tan tarde.

Salir sin planes puede ser un desastre.

—¿Son pareja? Estos boletos solo son válidos para parejas —explicó la señorita en el mostrador, señalando las normas pegadas en la entrada.

Jódete Exin.

—¿Y cuál es el problema? —Hipocondríaco se apoyó como si fuese a amenazar a alguien, de poco buen humor. La chica le pidió fotografías de nosotros juntos.

¿Funcionarán las de Savant?

Saqué mi teléfono para intentar buscar en los grupos, pero no tenía datos. Hip me miró con la esperanza de que hubiese algo, pero nada. Nos excusamos diciendo que estaban en la nube pero no teníamos cómo mostrarlas por falta de internet.

—No creo que sea correcto pedir pruebas a las personas, entiendo que es un evento especial pero la intimidad también depende de cada uno —él suspiró, explicando pacientemente, dando un largo discurso solo para que le dejaran ver UNA PELÍCULA GRATIS—. Literalmente, ¿solo son dos horas en la sala después de demostrarle una relación a alguien? Creo que es de mal gusto.

—Pues no entren y ya. —A la señorita le valió verga.

—Amor, solo vámonos... —Tallé el hombro de Hipo, erizándolo de golpe. Me miró por el rabillo del ojo, yo insistí llamándole de forma cursi.

—¿Estás seguro? —Me tomó del brazo. Yo asentí, desanimado, eso le hizo verse más decidido así que insistió—. Haría lo que fuese por él. No soy amante del cine pero realmente queremos ver la película, quiero verla con mi novio.

La señorita elevó una ceja.

Escalé mis manos hasta atraer la cabeza de Hipo. Apenas posé mis labios en su mejilla. Creo que entendí lo que él sintió con algo tan simple; yo no podía hacerlo sin sentir mis piernas débiles.

—¿No es suficiente? Él se está esforzando para cumplir mi capricho, de verdad no le gusta el cine. —Me mantuve sonriente, cuerdo, aferrado al brazo de él. De alguna forma intentó abrazarme para obtener credibilidad.

—Como sea, ya pasen.

—Lo siento, cariño. —Hip fue el último en decir algo, caminando con su brazo rodeando mis hombros hasta perdernos en la oscuridad de la sala.

Fua, nos pusimos de acuerdo telepáticamente.

Hipocondríaco se sentó conmigo sin apartarse. Le pedí que me soltara cuando la película estaba por comenzar. A ninguno le gustaban las palomitas ni los refrescos debido a las calorías, así que estuvimos quietos durante los comerciales.

Mis ojos seguían reparando en su perfil. Se veía bien desde cualquier ángulo, incluso con cualquier estilo de cabello, o con esas camisas blancas que usaba como si siempre estuviese listo para un evento formal. El corte abierto que creaba un pequeño pico en su frente, mientras el resto de fleco cubría sus cejas, parecía sacado de alguna revista.

Le vi mover la mano con sutileza para tocar el respaldo, entonces también me miró de reojo solo para preguntarme:

—¿Te sientes cómodo en estos asientos? —Mis ojos se fijaron en sus labios.

—Yo, am...

El gemido en la película nos hizo apartar la mirada. Él levantó la mano del respaldo, posándola sobre su pierna. Traté de centrarme en la escena que acontecía.

Oh, pensé que la película era un thriller por el nombre.

Las eróticas me dan risa.

El comienzo de la película se centraba en intercambios de saliva, manoseos, frases vergonzosas. Imaginé lo comentarios que tendríamos al final, sobre las actuaciones pésimas, el nulo desarrollo de personajes, las tomas que aunque querían aparentar ser la cúspide del arte no eran más que pretenciosas.

—Será divertido. —Murmuré, girando mi rostro para hablarle a Hip sobre aquello.

Él no estaba viendo la película, sino que se centraba en los asientos del frente. Toqué su hombro para llamar su atención.

—¿Estás bien?

—Sí. —Ni me miró.

Wey, no leo mentes como tú.

¿Quieres que me ponga a adivinar? ¿No te gustan los asientos? —No se inmutó a mi pregunta—. ¿Tienes hambre? ¿Algo te incomoda? ¿No te interesa la peli? ¿Tienes algún pedo con las escenas sexuales?

Volteó a verme. Sus cejas estaban ligeramente fruncidas, como si tratase de comunicar algo pero las palabras no salían. Apenas pude escuchar su leve voz.

—Me desagrada mucho ver estas escenas. —Trató de no mostrarse avergonzado.

Tomé su mano para ayudarle a salir. Al final no hubo comentarios acerca de la película, aunque él insistió en volver pero yo preferí solo retirarnos. Salimos de la plaza para caminar en el parque del frente, que lucía bastante solitario debido a la hora, ni siquiera había alguien vendiendo botanas.

Pensé que me pelearía con Hipo en cualquier momento.

—No había necesidad de salir de la película si tú la estabas disfrutando.

—No había necesidad de quedarse si no la querías ver, aparte es mejor antes de que se me haga más tarde para irme.

—Bueno, supongo que no querías estar más tiempo conmigo. —Sonó como un reproche. Me detuve a la mitad de la vereda.

—Sí, supongo, ¿por qué me quedaría con alguien a quien le parece desagradable algo tan natural como las relaciones sexuales?

—No sabes de lo que hablas. —Bufó, rodando los ojos al mismo tiempo que yo.

—Tal parece, pero claro, yo puedo entender a la perfección tus palabras —destaqué, consiguiendo que me mirara con sorpresa y preguntase de qué hablaba. Me crucé de brazos, manteniéndome bajo la luz de algún farol amarillo—. Me desagrada la forma tan mamadora en la que hablas y no te das cuenta de las cosas que insinúas. ¿Por qué rayos me invitas al cine si solo es para portarte como si intentaras formalizar una relación de negocios?

—Literalmente no te estoy hablando de una forma...

—LITERALMENTE, CIERRA LA BOCA. WEY, SOLO BASTA.

Tiró de su chaqueta, acalorado. Yo tenía los nervios alterados, no me enojaba con él, no, por supuesto que me enojaba. Habían pasado días desde que me besó, comportándose como si no supiera qué hacer pero tomando la iniciativa. ¿Qué putas quería de mí? ¿Matar el rato?

No soy adivino.

¿No quieres salir conmigo? —Elevó la voz, incluso la paloma que andaba sobre una banca se asustó antes de volar. Supe que se refería a salir al cine, pero ahí estaba otra vez, usando las palabras equivocadas—. Soy inteligente, sé comportarme, me veo físicamente bien. ¿No soy la mejor compañía para salir?

—Eres un narcisista. —Contuve mis risas al verlo presumir de sí mismo.

—¿Lo soy?

Detuvo su mano que trataba de llegar a mí. Me pidió que repitiera las características de los narcisistas, supe que se estaba autodiagnosticando. Eso me hizo sentir culpable.

—Olvídalo, ya me voy.

—Espera, reconozco mi error —su mano llegó a mis hombros, solo sus dedos fueron iluminados por la luz que caía sobre mí, el resto de su cuerpo yacía en oscuridad—. Admito que no lo planeé bien. Déjame invitarte otro día, hoy no hice itinerario, pero puedes decirme tus gustos y buscaré algún lugar al que te guste ir. Mi intención era disculparme contigo pero creo que solo te ha causado más estrés.

Creo que el problema soy yo, no tú.

Como si intentara negarme a decir lo que siento por ti.

¿De qué querías disculparte? Puedes hacerlo ahora.

Me puse frente a él. Los mechones de mi cabello cubrieron mi vista, traté de acomodarlos para poder verlo rascar su nuca mientras pensaba en las palabras adecuadas. Dije que no tenía prisa, lo esperaría, así tuviera que esperar toda la noche.

—Lo siento por todo.

—¿Qué es "todo"?

—Por haberte lastimado, incluso si me sentí presionado, la decisión era mía y no medí mis palabras —habló del pasado, cruzándose de brazos como si intentase protegerse del frío—. Tú te disculpaste, pero siento que yo no terminé de hacerlo.

Tomó aire antes de continuar.

—También por lo que pasó hace unos días, incluso si aceptaste mis acciones, literalmente te besé sin tu consentimiento. Y perdón por ahora arruinarte la película, es solo que la primera vez que experimenté una erección creí que estaba enfermo, pensé que era un tumor; aquello me causó mucho terror en la adolescencia.

Hipocondríaco.

Ansiedad por su salud.

—No sé cómo expresarme muchas veces, siento que no vale la pena disculparme o agradecer, o siquiera hablar. Pero contigo quiero hacerlo, quiero hablar mucho. —Serio, lento, en calma, habló como si supiese que eso me gustaba—. No quiero confundirte ni molestarte.

—Me confundes.

—¿Qué deseas que aclare? Lo haré.

—Lo que sientes por mí, o siquiera escuchar lo que realmente sientes, sin presión.

Me miró como si fuese lo único que no podía decir. Retrocedió con cada paso que di, se sostuvo de mi muñeca cuando apoyé mi mano en su pecho, quedando ambos bajo la oscuridad. El farol que debía iluminarnos quedó cubierto por los árboles.

La brisa le despeinó.

—Si no vas a decir nada, déjame hacerte una promesa —pedí.

Escuché el tragar de su saliva.

—Déjame ser tu as, la carta que ocultas; sé que estás metido en demasiadas cosas y quiero ayudarte —hablé despacio, sosteniéndome de su mano que trataba de hacer contacto con la mía—. Incluso si no nos vemos en años, si discutimos, o estamos en bandos contrarios, lo prometo. Llámame cuando lo necesites, pero a cambio, no sobrepienses cuando estés conmigo.

—No pides demasiado, puedo hacerlo. —Soltó una risilla, entrecerrando los ojos hasta crearse unas pequeñas ojeras que más que cansancio, me permitieron ver el momento en que bajó la guardia.

—Mentí —le confesé—, me gusta demasiado cuando hablas como si hicieras negocios.

Mierda, si me rompe el corazón estaría feliz.

Puede hacerlo las veces que quiera, no lo justificaría, solo lo asumiría.

Di un paso al frente, pero mis manos alrededor de su nuca evitaron que se tropezase o me empujara al besarle.

Con Hipocondríaco siempre fui alguien honesto, en cómo me sentía, en mi forma de reaccionar, incluso dejando escapar comentarios vergonzosos cuando estaba a su lado. Él era lo opuesto, siempre guardando sus sentimientos bajo llave, como si exponerlos fuese a matarle.

Pero si él podía besarme, dejando ver una parte suya que quizás le avergonzaba, yo no tenía ese terror. Lo que yo sentía podría ser confundido con mi síndrome, el desear que alguien que no me aprobaba me quisiese, pero en ese momento lo olvidé por completo o no me interesó pensarlo.

Solo quiero besarlo, es una razón tonta, pero soy débil a esas cosas.

Llevó sus manos a mi espalda, al inicio pensé que tiraría de mi chaqueta hacia atrás para alejarme, pero parecía hacerlo para acercarme más a su cuerpo. Una de sus manos subió por mi cuello hasta detenerse en mi cabello. Mi rodilla se abrió paso entre sus piernas ya que su altura amenazaba con hacerme caer.

Sentí el calor en mis manos, el ardor de las suyas desapareció de mi nuca. Mis labios cubrían los suyos, pero él ya no se aferraba a mí, sino a la tela de su pantalón como si peleara contra esta. Sus puños apretados, su mirada suplicante cuando tomé distancia, esos ojos suyos que yo nunca veía con claridad.

Creí que lo asfixiaba. Mi corazón dolió ante la idea.

—No estoy pensando en nada. —Balbuceó. Cumplió la promesa.

El bulto en su pantalón lo tenía aferrado como un niño a sus ropas, mirándome con vergüenza, incluso sus orejas ardían. A pesar de su estado, me pareció que el crujir de los árboles eran los latidos de su corazón; rama por rama, haciéndome desearlo aún más.

• • •

Parecía imposible que alguien fuese más rápido que Exin para avanzar con la persona que le gusta, pero llegaron estos dos.

Hipocondríaco es alguien que no ha experimentado muchas cosas, siempre ha vivido en un estado reprimido debido a su situación familiar, también su condición física. Está viviendo por primera vez lo que es una adolescencia tardía.

Estocolmo, bah, no tengo mucho que decir de él, toda su familia está llena de gente que ama el doble sentido y están acostumbrados a ver Juego de tronos en familia GAHSHAHS.

Dios mío, échenles agua. No quiero ver.

¿Comentarios? ¿Predicciones? ¿Emociones?

Esto puede acabar de muchas formas... TENGAN UNA BELLA SEMANA. Actualicé veloz.

~MMIvens.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro