Capítulo 39: Me está poniendo nervioso.

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"¿No te da vergüenza ser una víctima?", fue una de las preguntas dirigidas a mí, en un foro anónimo.

Entendí la desesperación tras esa pregunta. Y le di la razón, porque igual que la cola de los cigarrillos, yo como víctima no merecía más que ser pisoteada.

DesDes.

Había una diferencia infinita entre mi trastorno y yo: él era más fuerte, tanto que ni siquiera mis pastillas podían manejarlo.

Sin embargo, eso no significaba que debía desalentarme, ya que creo que la despersonalización no era tan fuerte como aparentaba, sino que yo era demasiado débil. Débil para ponerme un alto tras consumir contenido tras contenido en internet, débil para no disociarme al escuchar a alguien hablar, débil para funcionar. Eso era todo.

Ni siquiera sé decir no.

Te van a funar si discursas.

¿Qué puede salir PEOR?

Que te funen dos veces.

—Quiero leche —solté, sorprendido de mi capacidad para distraerme tan rápido. Llevé mi mano al vientre, arranqué mis ojos del techo, y me reincorporé en la cama.

Mareo.

Suena a Mateo.

Oh, estoy dopado. El piso se mueve.

Até mi cabello en una coleta baja. Me puse mis pantuflas y salí de la habitación sin hacer mucho ruido. Pasaba de la media noche así que mi hermano menor ya estaba en su cama, no lo despertaría después del trabajo que me costó que durmiera.

Me arrastré por las escaleras hasta llegar a la cocina, donde encendí la pequeña lámpara del centro. Abrí la nevera, pescando el galón de leche fría.

—Me faltan unas kukis. —Susurré, desviando la mirada hacia los estantes.

Están las que le habías hecho a Exin.

Cómetelas. Luego le haces otras.

Pero eran para cuando me pidiera ser su pareja.

Cómetelas.

Ok.

Saqué las galletas con chispas, sentándome en el desayunador junto a mi vaso de leche. Los geckos de casa que albergaban los alrededores, hicieron su sonido característico, siendo los únicos que me acompañaron en el silencio de la amplia cocina. Yo bebí, ajeno a aquellas lagartijas que seguro se escondían entre las paredes.

Aunque el sabor de las galletas era ligero debido a la siesta que tomé minutos antes, tomé mi tiempo para disfrutarlas, esperando que el sabor volviera entre más comiera. Estas se terminaron antes de que hiciera efecto mi táctica.

—No puedo seguir otra mañana más en el PLJ... —Murmuré, dejando caer mi cabeza sobre la barra.

Llego a casa cansado.

Y tienes que salir todas las mañanas, muy temprano.

Tengo muchos rostros que recordar.

E historias que aprenderte.

—Solo faltan unos días más, tu nais...

Sentí que el sueño estaba por vencerme otra vez debido a mi medicamento que producía esa rancia somnolencia. Me apoyé para levantarme, pero no me pude mover, sentía la cara aún pegada como mi vaso con leche lo estaba a la superficie.

Aún así, vi mi nuca echarse a caminar.

Todo yo, mirando a los alrededores como si intentase recordar dónde estaban las escaleras. Mis brazos se sentían aún colgados, al igual que mis piernas sentadas. Supe que solo estaba disociando, aunque no podía confirmar si seguía sentado o estaba de pie.

Mierda, se supone que aumenté mi dosis.

No deberías hacer eso.

Cállate y vuelve a acá.

¿A dónde?

—Hey, espera, te estoy hablando —balbucí, levantándole la voz. No volteé a ver—. Des, por favor, concéntrate.

Tú puedes.

Me levanté de la barra. Al elevar mi cabeza, los colores e imágenes alrededor trataron de unificarse, pero estaba viendo dos cosas distintas a la vez: las escaleras, y a mí siguiéndome por las escaleras. Metí mi mano al bolsillo por una vibración que me distrajo. Era casi la una en la pantalla de mi teléfono, así que debía estar en la cama.

—Ya, iré a dormir, a eso voy. —Me afirmé a mí mismo, suponiendo que eso es lo que veía. Me apresuré a subir las escaleras, siguiéndome con más velocidad.

A mimir.

Eso harás.

¿Por qué lo repites?

No estoy seguro.

¿No lo puedo confirmar?

Corrí hasta alcanzarme, tirando de mi propia sudadera para detenerme. Apenas vi mi rostro en tercera persona, solté todo el aire que retenía, aterrándome al ser golpeado por el frío del exterior.

Giré en mis propios pies. Levanté ambas manos, comprobando que estaba en mi propio cuerpo, pero el terror de que aquello era así me hizo retroceder hasta golpearme con un árbol. Comencé a sentir que el aire me faltaba, y me abracé a mí mismo en las prendas tan ligeras, en el exterior de mi casa a merced de la noche.

Ten miedo.

Son las tres de la mañana.

Es más fuerte que tú.

Golpeé entre gritos la puerta de mi hogar, rogando porque mi madre se despertara para abrirme. El sonido de las lagartijas nunca me pareció tan aterrador como esa noche.

~•~•~•~

—Hijo, debiste quedarte al menos por hoy en la casa —habló mi mamá, soltando un suspiro antes de seguir—. El estrés empeora todo y lo sabes. Ya no te salías de casa sin darte cuenta.

—Te juro que estoy mejor, dalai, dalai. —Moví mis manos como si calmara las aguas, a pesar de que no nos podíamos ver al otro lado de la llamada—. Es solo que he estado pensando mucho en el incidente y sabes cómo me pone esa madre. Y mira, eran las tres de la mañana, y estaba en tu ventana. Buscándote...

—No, nada de relajarse. Vas a agendar con el psiquiatra terminando el PLJ, porque sabes lo peligroso que es terminar en la calle sin saber cómo llegaste ahí, Des.

—Que siii. Te voy a colgar —informé. Siguió insistiendo así que solo me agobió—. QUE SÍ. Ya, te quiero. BAI.

—DES, ESTOY HABLANDO EN SERIO. No es solo por tu bien, sino por el bien de otr...

Colgué. Reaccioné demasiado tarde al darme cuenta de que seguía hablando y aún así le había cortado la llamada. Me mataría al llegar más noche. Solo me quedaba rogar que se le olvidara, o ir pensando en qué postre nocturno le haría para que no me metiera una putiza.

—Cada día más jodido... mentalmente hablando. —Bufé, retomando fuerzas para ponerme de pie. Me dio escalofríos recordar a quienes me llamaron esquizofrénico sin tener ni idea de mi condición.

Saqué mi trasero de las escaleras. Vi mis agujetas atadas antes de echarme a caminar por el pasillo, dirigiéndome al final donde se escuchaban los sonidos de las pelotas de tenis con las que practicaríamos. Teníamos un juego más tarde, dúos de L.A. contra dúos de Savant.

Entrecerré los ojos al ser golpeado por las luces blancas del gimnasio. Casi me resbalé en la entrada por el piso encerado, pero recuperé mi compostura al reconocer la nuca de Exin, quien estaba parado junto a la entrada.

Parloteaba con Hipocondríaco. Ambos con la ropa deportiva y sus respectivas raquetas en mano.

Qué bonito se ve de blanco.

—Oigan, ¿ustedes van a hacer dúo? —Me acerqué por detrás. Posé mi mano en la espalda de Exin, quien giró de inmediato a verme.

—Entonces Des... —Hipo paró de hablar al toparse con mi rostro. Hizo una pausa, giró por completo su torso para no darme la espalda, y habló—: Hola. Me comentaba Exin que vas a cerrar el PLJ con un discurso. Mucha suerte.

Elevó ambos pulgares. No sonrió pero tampoco lucía antipático.

—¿Estaban hablando de mí, perros? —Traté de mantenerme sonriente cuando dijeron que sí. Aunque según ellos era sobre el discurso, solo eso.

Y nada más, sí.

Pero Hipo parecía apunto de decir algo más.

Tal vez Exin le contó lo que pasó en el baile, es todo.

Pero Hipo sabe lo que hiciste, Dios.

¿Que me lo besuqueé?

Hablo de la secundaria.

—Pero se ve feliz, nah. —Hablé bajito, caminando algunos pasos lejos de ambos.

Me agaché para tomar una de las pelotas verdes que rodaba por el suelo. Observé el contenedor cerca de la entrada donde estaban las raquetas de uso libre. James dijo que podíamos tomar la que fuera, practicar con la pared o algún estudiante antes de que comenzaran los juegos dentro de dos horas.

En el gimnasio habían varias personas ya practicando. Algunos eran conocidos, otros nunca los había visto, pero todos estaban sumidos en sus respectivos lugares. En las esquinas era donde más se apilaban las personas, quizás por ser poco sociables.

—Los atletas andan compitiendo a esta hora... —Supuse por los vítores lejanos.

—Papá, yo creo que me voy a cambiar los zapatos porque me voy a resbalar con estos. —Oí a Exin dirigirse a Hipo. Después sentí su mirada sobre mí antes de volver a hablar—. Rollito, échate unas prácticas con el Hipo en lo que vuelvo. Hay que ponérnosla bien dura para el juego.

—Qué gracioso, ja, ja. —Hipo mantuvo la cara de culo.

—Se los encargo —dijo Ex, señalando sus ojos y después a ambos, como si nos fuese a vigilar de lejos. No supe si realmente se fue lejos o solo se salió al pasillo en el que yo estaba para cambiarse.

Bueno, solo soy yo y el cabeza de jícara.

Nos van a aplastar más tarde.

Intercambié miradas con Hipocondríaco. Verlo siempre serio, con esos hombros que rara vez se encorvaban, me resultaba intimidante en ocasiones. Al no ser alguien que buscara hablar para romper el silencio, por el contrario, parecía apreciar esos momentos sin palabras vagas que intercambiar; completamente opuesto a mí, quien revelaba todos sus secretos con tan solo dar una mirada.

Quizás la sensación de ser expuesto me hizo desviar los ojos hacia las gradas. Algunos alumnos yacían ahí, aunque otros chicos no llevaban un uniforme puesto así que no estaba seguro de quienes estudiaban aquí o eran sólo visitantes.

Saludé a la única chica que reconocí, pues ella me saludó primero. Hipo me devolvió el saludo, pensando que era para él.

—Literalmente Exin me dejó —alzó la voz, tratando de que lo escuchara, pero no me acerqué. Solo le sonreí—. Toma una raqueta. Para practicar.

Su piel era bastante blanca por la falta de exposición al sol. Sus manos lucían delicadas cuando peinó su cabello oscuro hacia atrás, aguardando a que yo me acercara o hiciera algún movimiento.

Hipocondríaco era como un maniquí de ojos negros; solo cuando parpadeaba, podía confirmar que se trataba de una persona.

Me distraje por completo, mirándolo. No era simplemente el estándar de Exin al pie de la letra, sino que era atractivo incluso para mí. Seguro él se robaba más la atención aunque yo estuviese parado a un costado.

—Es porque soy guapo —respondió, como si pudiese leer mis pensamientos.

—¿Qué? —Solté, riendo.

—Digo, Exin lo dice todo el tiempo. —Esbozó una sonrisa que borró la mía. Estaba por responderle, cuándo cambió de tema—. Acércate, vamos a practicar.

—¿Qué es lo que dice Exin exactamente?

—¿De qué? —Hipo se acercó con su pelotita, dejando la raqueta en el suelo. Lució confundido por la pregunta, pero no añadió más, solo me esperó.

¿Se está haciendo el tonto?

—Bueh, como sea... —Decidí ignorarlo. Estiré mi espalda antes de dirigir mis pies al contenedor.

Solo ando paranoico.

—Dice que siempre confía en mí.

Lo que salió de su boca me detuvo. Volví a centrarme en él.

Su rostro inocente cambió, era más del tipo que soltaba acertijos en la entrada de L.A, la misma actitud que ponía cuando iba a revisar mochilas o sacar libretas con espacios secretos. Me congelé al imaginar que abriría la mochila de mi pasado, ahí, a plena luz del día.

—Él sabe todas las cosas que hice, y aún así somos mejores amigos. No se alejó de mí —suspiró, jugando con la pelota entre sus dedos—. Aunque, no sé si Exin pueda hacer lo mismo con lo que hiciste. Digo, literalmente no tiene punto de comparación. Cometiste un delito gravísimo.

Se lo contaron.

Te dije.

No me podía mover de donde estaba. Pero no mostré pánico en mi rostro. Solo le miré, como si escuchara a un extraño hablar solo en la calle; incluso observándolo por sobre el hombro.

¿Está lunático?

¿Piensa hablar de eso aquí?

—Cuando me dijeron que ibas a discursar, pensé que era el momento correcto para que lo hables. Deberías hacerlo, es una gran oportunidad, Des —dijo con amabilidad, o cinismo. Dio algunos pasos como si intentase acercarse a mí, pero se detuvo a dos metros de distancia—. También sabrás si Exin puede manejarlo. O los chicos del club de baloncesto. Los de nuestra clase. Ya sabes, tus demás amigos.

¿Por qué? ¿Por qué me dice esas cosas?

Me está poniendo nervioso.

Se rascó la nuca, dejando ver el hueso de su muñeca y sus brazos tensarse con el movimiento. Ligero, pero de apariencia débil. Alto, pero no tosco. Frágil. Las luces parecían solo iluminarlo a él, dejándome a mí en la parte oscura del gimnasio.

¿Por qué él sí?

No lo sé. Él hizo cosas horribles también. ¿No me he esforzado más que él en arreglarlo?

En hacer amigos.

¿Es mejor que yo?

—Veremos si realmente son tus amigos. Aunque no los puedes culpar cuando te dejen botado, porque estoy seguro de que se alejarán tan pronto sepan las cosas asquerosas que hiciste. —Se encogió de hombros tras decir aquello.

¿No soy suficiente?

Exin me quiere más que a él.

¿No es suficiente?

El sonido de las pelotas siendo golpeadas contra la pared fue aumentando en mi oído. Su pie comenzó a sacudirse, mientras esperaba sonriente, lo que fuera. Tenía el rostro de un niño impaciente, como quien prendía cerillos solo para verlos consumirse.

Me pareció oírlo gritar pero estaba inmóvil. Pensé que se estaba cubriendo el rostro para fingir que no moría de risa, pero estaba serio. Pensé que me habló por mi nombre, pero realmente me provocaba.

Juega contigo.

Dejen de tirar las pelotas.

Lo sabía. Él realmente es un bully.

Maldito psicópata.

¿Todo bien, Des? —Bufó con ironía—. ¿O crees que me equivoco?

Lo voy a poner en su lugar.

Mis pies se movieron a la velocidad en que arrojaban las pelotas contra la pared, y arrojé un puñetazo con la misma fuerza en que se golpeaba una, doblando sus altas piernas hasta hacerlo tropezar y caer sobre su propia muñeca. Escuché su hueso tronar.

El estruendo detuvo los golpes alrededor, pero en mi cabeza continuaron las risotadas que había pegado momentos antes. A pesar de que su oscuro cabello le cubría los ojos, estaba seguro de que se burlaba.

—¡¿QUÉ TE HACE PENSAR QUE NO ME QUIERE MÁS A MÍ QUE A TI?! —Bramé, sacando del contenedor la primera raqueta que hizo contacto con mi mano—. ¿POR QUÉ TE BURLAS DE MÍ?

No sé de qué me hablas...

—Tú... —Le señalé con el equipo—. Eres una mierda, Hipo. En serio.

—Ya somos dos.

Me arrojé a clavar su cabeza en la raqueta, pero esta se rompió el hacer contacto con el brazo. El impacto sacudió mi mano, obligándome a soltarla por el dolor.

—¡¿Qué demonios te pasa?! —Exin fue quien se interpuso antes de que le abriera la cabeza a su puto amigo—. ¡¿QUÉ RAYOS HACES GOLPEANDO A ALGUIEN?!

El ardor del golpe enfrió mi cabeza un momento. Miré la raqueta destrozada, al igual que su brazo herido por haberme detenido. Me alarmó haberlo lastimado, pero no me salían palabras para disculparme, ni podía comprender cómo en esos momentos pudo haber protegido a Hipo con su propio cuerpo.

—No lo protejas, él comenzó a burlarse de mí y a provocarme... Exin. —Balbucí, retrocediendo.

Vamos, Hipo, sonríe.

El chico detrás de Ex yacía aterrado, con la mirada perdida. Abrí la boca y arrugué el entrecejo al notar que se haría la víctima, esa asquerosa víctima que prefería dejarse pisotear antes que defender una causa digna. El solo verlo me provocó náuseas.

—TE JURO QUE TE MATO, BASTARDO. —Grité exaltado, siendo detenido por Exin y James, quien corrió al oír los gritos de la discusión—. Exin, tienes que creerme. Él comenzó a...

—SOLO ME CAMBIÉ EN EL PASILLO, DES —me gritó, callándome de golpe. Sus cejas se hundieron tanto que parecían crear grietas en su rostro—. No te dijo nada. Los estaba escuchando y en ningún momento te habló, solo llegó a pedirte que te acercaras.

—Te lo juro, él dijo que tú lo querías más que a mí... —Apartó mis manos que intentaban tocar las suyas.

—¡¿ESTÁS LOCO?! —Escupió, vaciándome la helada realidad.

Se volteó alterado, echándose al suelo para preguntarle a Hipocondríaco si se hallaba bien. Escuché a James preguntarme lo mismo, pero no pude apartar los ojos de aquellos dos, quienes se sostenían e intercambiaban roces solo para levantarse, como si hubiesen sido heridos por un gran grupo de acosadores.

—Si quieres me lo puedes explicar en el salón de profesores. Pero voy a tener que llamar a tus padres. ¿Me oíste? ¿Des? Por favor, Dios, responde.

¿Estoy loco?

Dijiste que jamás me gritarías.

—Como sea, voy a marcarle a tus padres. No te muevas de aquí, ¿me entendiste? Malditos problemas cargan ustedes, puta madre. SOLO PIDO UN DÍA DE PAZ.

Y lo escogiste a él.

James abandonó el gimnasio, junto a algunos alumnos que se echaron a caminar mientras hablaban de mí a sus espaldas. Aunque sabía que algunos eran mis amigos, me mantuve en silencio viendo cómo cada uno salía, mientras los restantes seguían practicando en más silencio.

Un silencio lleno de desprecio y desinterés. La sonrisa se me escapó, al igual que se me escapaba de las manos lo que sostuve por tantos años, en cuestión de minutos, por los pasos que alejaron a Exin de mí.

—Qué puta sorpresa...

¿De verdad acaba de botarme?

¿Por quien inició el problema?

—¿Ese era Hipo? —Me interrumpió la chica a la que había saludado momentos atrás. Parecía haber bajado de las gradas solo para hablarme, pero no tuve la fuerza para responderle—. No estás loco, hombre. Yo lo vi. Quería molestarte, y lo hizo bastante bien. No debiste ceder a su provocación con tanta violencia.

Es Anemia.

¿Ves? Hay testigos.

Ya da igual.

—Debes pensar con la cabeza fría. Más cuando se trata de él.

La miré de reojo. Sentí que mis dedos estaban pegados a mis palmas, ya que no entendía porqué mis manos se empeñaban tanto en mantenerse cerradas en puño. Me sentía tan alterado que la habría empujado solo para que se callara, pues yo necesitaba silencio a gritos.

—¿Vas a discursar no? Aprovéchalo —me dio un empujón—, amigo. Es más, yo te echo la mano. Porque en serio no se vale que siga molestando a todo el mundo. Parece que su cerebro se quedó pequeño en la secundaria.

De repente, vi un rayo de esperanza. Mi semblante se relajó al pensar que un amigo estaba de mi lado.

—¿Me ayudarías a arreglar las cosas? —Pregunté ilusionado.

—¡Sí, yo te cuento todo! Hipo y yo éramos compañeros de clase así que lo conozco mejor que nadie. Yo vi en primera fila cómo abusaba del pobre Estocolmo, un síndrome de otra clase. —Se echó sobre mi hombro, sonriente. Su largo cabello cayó en mi torso—. Venga, para eso estamos los amigos, ¿no?

Ni siquiera sé si tengo amigos. Nunca nadie ha estado de mi lado.

• • •

Oh,
No.

Permaneceré aquí. Siento que si me muevo, me van a funar.

Creo que jamás hay que subestimar un padecimiento. Desde que comenzó la novela, Des siempre se ha mostrado a merced de lo que padece, pero más que pelear contra ello parece darle libertad, y solo piensa en tratarlo aumentando sus dosis.

¿Qué dijo Hipo realmente? ¿O solo estaba calladito, esperando a que Des se le acercara para jugar?

Exin claramente apoya a Hip. ¿Qué creen que pase con eso? Fue en cuestión de segundos que lo defendió de Des, sin dudar.

¿Comentarios? ¿Cosas curiosas? ¿Mi funa?

Falta un capítulo para que termine la primera parte. El siguiente capítulo va a ser un poco más largo; a ver qué procede.

Me retiro, la verdad, me puso muy triste GAHSHAHAHA. Perdón de antemano.

Des.

~MMIvens.

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