Capítulo 6: Hijo de la luna.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Las personas no eran más que individuos de poca fe. Poco o nada había en ellos para creer a ciegas.

Apostar por alguien era condenarte a la decepción.

Al decepcionarme, me entristecía más el haber confiado.

Albin.

La relación con mi padre nunca la tomé apecho, personal, ni cercana. Así que nada de lo que hiciera en su toma de decisiones influía severamente en mí.

Lo que hacían sus parejas era distinto. Me veía orillado a cambiar mis rutinas o mi forma de hacer las cosas con cada nueva mujer que llegaba a casa. El caso más reciente era despertar temprano para no tener que llevar a su pareja al trabajo; salir directo a la escuela y perder tiempo en el estacionamiento.

Me ha faltado desayunar esta semana.

La noche anterior había llegado bastante tarde así que en lugar de cenar me eché a la cama incluso sin desmaquillarme. Mi estómago me gritó cuando estaba por abandonar la casa, así que maldije a mis adentros mientras volvía de puntillas a la sala.

Una manzana y un pan, eso me va a calmar.

Sostuve mis aretes para que estos no sonaran al moverme. A esa hora mi papá y su pareja desayunaban antes de arreglarse, así que yo evitaba toda la zona. Me dije que podía esperar en la puerta auxiliar a que se terminaran el ponche de frutas y después asaltar la cocina.

Mientras aguardaba, varias cosas pasaron por mi cabeza; principalmente relacionadas a Hipocondríaco. Me preocupaba a menudo su bienestar, si se alimentaba bien o si había algo más que pudiese arruinarle.

Entrar al consejo no sirvió de nada ya que no se hizo una nota estudiantil ni se habló al respecto. Revisé cada mañana el foro estudiantil; pero no hubo comentarios. No supe si fue intencional que nada se supiera. Ni el porqué había alguien más esa noche.

Una persona atlética, alta y de gran fuerza.

No sé si quiero saber quién es o ser esa clase de persona.

—Aún me sorprende que tengas un hijo de esa edad y apariencia... ¿A qué edad lo tuviste? Si no te molesta contarme.

—21 años —oí la voz de mi papá, antes de tomar otro sorbo de su taza.

—Wow, eras un niño, bebé. —Ella asintió.

Mantuvieron el silencio unos segundos en los que solo escuché mi propia respiración irregular. Me costaba respirar porque dormí con la ventana abierta así que me dolían mis fosas nasales.

La muchacha preguntó por mi madre. Erik, mi padre, reflexionó un momento antes de contarle cosas que yo jamás había escuchado por mi poco interés al respecto.

—La madre de Albin apareció un día en mi puerta —contó mirando de reojo hacia el picaporte, pero no se encontró con mis ojos—. No la cuestioné y me ahorré las preguntas; solo asumí mi responsabilidad.

Suspiré. Ella se aferró a su brazo como si intentara incitarlo a continuar.

—Mi padre nunca me dio ni un peso, así que me había prometido a darle estabilidad económica a mi hijo si es que llegaba a tener uno —aclaró, haciendo señas hacia el ostento que nos rodeaba—. Ella era de buen rostro, buen cuerpo, buenos genes; antecedentes clínicos bastante decentes en sí. Supongo que por eso se horrorizó al ver un niño de cabello blanco y sin color en los ojos.

Llevaba puesta mi peluca castaña; el color más natural para pasar por las puertas de L.A. sin ser detenido, y lo suficientemente tolerable para que los alumnos me ignoraran. Mi yo natural no era aceptable desde mi nacimiento, así que no lo tomé a mal.

—Cuando lo vi también me sorprendió; no hay genes de albinos en mi familia y desconozco si los había en la suya —declaró. La chica le preguntó si le habían encajado al niño—. La última vez que la vi fue solo para quedarme con la potestad del niño, ninguno de los dos tocó el tema de porqué nació así; gracias a los médicos no tenía mayores dificultades, así que no lo vi como una carga. Yo quise conservarlo.

Sostuve mis dedos, brindándome calor aunque sentía poca sangre correr en mis extremidades. Solté vapor sobre mis palmas y estuve por retirarme, no sin antes tener el deseo de despedirme y quizás llevar esta vez a su pareja.

—Me gusta pensar que Albin nació para heredar lo que puedo darle. Como un milagro de la naturaleza, sin padres, sin cuestionarme si tiene mi sangre o la de ella. —Aquello último me detuvo.

Bueno, yo también dudaría de si es mi padre.

—Eso me ha ayudado a sobrellevar las dificultades de su condición y el dinero que he tenido que invertir en él; como si fuese el Hijo de la luna que apareció en mi puerta y tengo que cuidar —rió, apartando la taza para rodearla a la mujer con sus brazos—. Es mi misión. Yo sé que si Dios existe me lo compensará.

Mis manos se deslizaron por los costados de mi abrigo. Sentí que el pequeño destello de luz que se escapaba del picaporte me lastimó.

—Es un buen niño, le quiero bastante, Jenny —suspiró, brindándole calor en las manos—. Pero temo ser más su hermano que un padre para él. Dudo que eso cambie algún día, y... que no me vea como un padre de alguna forma me consuela.

Los huesos comenzaron a dolerme, quizás por el frío. No sentía mi propio calor para confirmarlo.

Pensé que no tenía fé en quien dijo ser mi padre durante la infancia. Creo que por eso me enojé tanto al abandonar la casa, no tanto por la sensación de ser defraudado, sino por saber que algo dentro de mí confió en que me veían como un hijo, y no un animal al que arrojaron en su puerta.

Una criatura que era mejor ver como hijo de extraños, no propio.

Ojalá Dios te pague todo lo que has hecho por mí.

~•~•~•~

Mi estómago revuelto logró que perdiera toda fuerza para salir del vehículo. Golpeé el tablero en busca de adrenalina que me levantara. Sostuve mis cosas y entré a la escuela.

Ocultar tu condición en un mundo donde todo era expuesto, se asemejaba a usar un disfraz todos los días del año. Consiente de las miradas, el juicio, el rechazo, cuando se percataban de que usaba peluca o llevaba pupilentes. Y aunque en muchas ocasiones lograba que nadie lo notara; no evitaba sentirme ridículo algunos días.

Hoy es uno, por ejemplo.

Cuando la hora del club llegó, Hipo me ayudó a bajar algunas cajas de mi vehículo con papeles que imprimí en casa. Pensé que lo más difícil del día sería lograr que me acompañara y no se retirara antes de tiempo; pero eso fue lo de menos. Hipo activamente estuvo allí.

Como mi amigo.

Quise contarle lo que escuché en la mañana, hablarle un poco de lo que era mi relación familiar y lo que sentí. Pero no encontré el momento con TDHA allí; el momento tampoco llegó después, sino otro comentario que nubló mi día:

—No necesito eso de un albino, ¿sí?

Albino.

Traté de sonreír y actuar políticamente con la chica que pidió consejo en el club. Me apenó que incluso Hipo me defendiera, pero yo no tuviera las palabras para objetar su punto; no había nada que pudiera hacer por cambiar lo que era. Me centré en su problema y no lo demás.

Quiero abrirme de estas cosas con Hipo, me dije una vez terminada la sesión.

Ya sé que a mí no me quieren ni los dioses, pero se mamaron al hacer que temblara.

Mientras aguardábamos en la zona segura, la conversación se desvió por los otros dos miembros del club. A Insomnio no lo toleraba desde un inicio, pero tenerlo allí junto a la pelona le quitaba peso a mi conversación con Hipocondríaco. Lo único bueno de su presencia fue la gorra que me dio para protegerme del sol.

—Aprecio el detalle, aunque aplaste mi peluca... —Musité.

—Lo que te cuestaaaa agradecer. —Rodó los ojos.

La pelona le miró fijamente, bajo el reflejo del sol. Soltó un comentario inmediato, que yo traía guardado pero tenía todavía un poco de pudor.

—Se te está corriendo un poco el maquillaje, pay, ¿es por el sol?

Insomnio me arrebató la gorra. Le dijo a la pelona que hacía calor, solo eso. No supe si se avergonzó, pero Hipo solo se encogió de hombros cuando le hice caras, tipo: ¿Y este de qué se apena?

—Por cierto, ¿cómo se encuentra Exin...? —Le pregunté a mi amigo. Aunque le agarré desprevenido con la pregunta, dio algunos pasos para acercarse a mí. Su sombra me dio alivio.

—Ocupado —dijo, ocultando sus manos en el bolsillo de su saco.

La pelona e Insomnio hablaron bajo de otras cosas banales. Imaginé que no querían meterse en una conversación que sonaba íntima.

—El estúpido de este wey no pensó ni un poquito en él —mascullé, desviando los ojos hacia Despersonalización-Desrealización.

El rubio a varios metros de distancia giró su cuello. Pensé que solo nos rodaría los ojos, o se limitaría a hacernos alguna seña obscena. No esperaba más de alguien a quien le valía tres hectáreas de mojón haberle jodido la vida a otros sin razón aparente.

Pero no, el güero gritó. Gritó con tanto escándalo que me hizo pegar un brinco.

—NO QUIERO SABER NADA —exclamó.

¿Nada?

Apreté mis puños. Su mirada confundida tratando de enfocarnos, pero esos dientes que se le torcían como si el enojo fuera solo suyo.

Yo era experto manteniendo la calma cuando de mí se trataba, pero si se metían con quienes me importaban, me desconocía por completo. Llámenle complejo de salvador o miedo a defenderme a mí mismo, pero me prendió rápido la mecha.

—¡¿Ahora dices que no quieres saber nada?! —Respondí golpeado, tronando mi muñeca mientras giraba—. TÚ TAMBIÉN TE COLASTE EN SAVANT, IMBÉCIL. ESTUVISTE ALLÍ.

Hipocondríaco se aferró a mi hombro, evitando que caminara hacia el rubio. Apliqué más fuerza pero me mantuvo pegado a mi sitio. Quise empujar su brazo pero su mirada me detuvo.

—No hagas esto, por favor. No necesito esto.

Me suplicó, aplastando su palma contra mi hueso. Quise abrir la boca pero no podía formar palabras. Sus ojos me rogaban parar, así que mi cuerpo se retuvo.

Des se volteó, dándonos nuevamente la espalda.

—No empiecen algo aquí... —Insomnio puso sus manos sobre nuestros hombros, tratando de separarnos.

—Esto no te incumbe. —Yo le aparté.

—¡Ya pueden volver a entrar! —Nos dieron la orden.

La pelona insistió en que entráramos. Hipocondríaco entró tras soltarme, no sin antes decirme que iría al baño así que no lo vería en el club. Lo vi enfermo, cansado, no quería verme; lo podía ver en su rostro.

Hice una maldita escena.

—Dios, no puedo ni siquiera ayudarle —suspiré, dejándome caer de cuclillas con las manos en el rostro.

El pantalón del uniforme se me arrugó, pero yo no tenía ni fuerzas para moverme del sol al interior. Había hecho lo mismo que le pedí que no hiciera por mí.

Mi mañana ya era mala.

—Solo me estoy desquitando.

—Se nota.

—¿También eres metiche? —Levanté el rostro hacia Insomnio, quien seguía allí parado como si me esperara para entrar.

—¿No te regañaron a ti por serlo? —Se cruzó de brazos.

—YO TENGO DERECHO —grité, devolviendo mi vista al piso—. Yo sé mejor que otros lo que está pasando Hipo. Sé lo que es vivir así, solo quiero que le sea más sencillo.

—No estás resolviendo nada, no se va a acostumbrar como tú, ¿sabes? —Oí su voz más cerca. Por su sombra intuí que se agachó—. No es normal que uno nazca en ese estado.

—No sabes nada.

—Poco me interesa lo que esté pasando entre todos ustedes, pero lo hacen más grande y es inevitable no enterarse.

El bullicio se convertía en silencio con cada segundo. Los pasos en algún momento se detuvieron, pues todos ingresaron al edificio. Insomnio tiró de mi brazo para levantarme, pero no quise descubrir mi rostro porque se me había corrido la máscara de pestañas.

—No te pongas a llorar por estas tonterías...

—No es una tontería, es la única persona a la que le importo de verdad.

—¿A ese sujeto? —Arrugó el entrecejo, confundido—. ¿Por qué? ¿Te gusta?

—Yo tengo pareja.

—Así que te gusta, eh... —Inso bufó, quitándose su gorra otra vez para clavármela en la cabeza—. Perdón, tiene sentido que también te enojes si ves sufrir a quien quieres. Pero déjale respirar.

—Me gustaba, ahora solo le quiero —admití, suspirando.

Acomodé su gorra para que esta no me arruinara la peluca. Él solo asintió mientras me veía, medio ido. El sudor en su frente me hizo creer que le daría un golpe de calor, pero lucía frío de la cabeza, sin mostrar molestias.

Ya tenemos que volver.

—Deberías mojarte la frente, no te ves bien. —Acerqué mi mano a su rostro—. Si necesitas maquillaje yo traigo un poco...

Retrocedió, agarrándome de la muñeca.

—No hagas eso —sentenció, soltándome de golpe.

—Ok. —Levanté ambas manos.

Volvimos al club. Hipo tardó en unirse pero no pasó más. Le expliqué el propósito y su rol a Insomio, ya que era el cuarto miembro; aunque también le aclaré que poco había por hacer en ese lugar. Quizás para el próximo año ya no existiría el club.

—Pero yo aún soy de segundo año, estaré el próximo —mencionó TDHA.

—Igual no creo que dure. —Me encogí de hombros.

Insomnio y TDHA me miraron con tan poca ilusión. Hipo por su parte no estaba haciendo nada, parecía adormitado y con ganas de ya irse a su casa.

—Bueno, como parece que no hay chamba aquí, les propongo una actividad —aplaudí, captando la atención de todos—. Hagamos un cuadro de investigación. Hace unas noches, me topé en la escuela a una persona...

—Hay dos cosas mal en esto —objetó Inso, levantando la mano—. ¿Qué hacías de noche aquí? ¿Y por qué nos vas a poner a resolver cosas personales?

—No me quejo del abuso de poder si al menos es entretenido. —Tenía bien en el tema a TDHA.

—¿Puedo salir a tomar aire? —Hipo quiso escapar, pero se lo negué—. Dejemos morir esto, no vamos a llegar a ningún lado.

—Esto lo hago por mí, ¿no puedo tener curiosidad de la persona que me aventó por una ventana? —Pronuncié, golpeando mi mano sobre el escritorio.

—Perdón, no estoy entendiendo... —La chica nos miró desorientada.

—No hagan esto otra vez —Insomnio nos interrumpió—, no van a llegar a un acuerdo. E Hipo, no es por meterme en tu vida, pero deja a Albin hacer lo que quiera con su tiempo.

Inso me señaló, dándome la palabra. Suspiré antes de contarles lo que pasó hace poco, a detalle, sin guardarme el porqué había entrado al lugar.

—El año pasado hubo un infiltrado, o varios, no sabemos, en el PLJ. Temo que se trate de las mismas personas...

—Sigo sin comprender cuál es el problema y cómo les afecta. —Insomnio fue sincero.

—¿No lo ves?

—No.

Inhalé y exhalé.

Paciencia, Albin.

—Hipo le estuvo pisando los pies, y al menos los que estuvimos involucrados. Temo que ahora esté acá pisándonos a nosotros. Eso y solo quiero saber de quién se trata, mera curiosidad. Si se gana algo en el camino sería mejor.

—¿Y cómo planean encontrar a alguien que no saben ni si es un estudiante?

—No es tan difícil si consideras que el presidente ya tiene una referencia de su altura, y que si no habla es porque alguna vez le habrá oído, quizás demasiado —TDHA le contradijo, Inso la miró de reojo—. Aunque puede que sea alguien con quien ya no tiene cercanía, la lista ha de ser larga...

—¿Ya comenzaste una lista? —Inso me miró, poniéndose de pie. Parecía listo para ayudar.

—Sí, incluí incluso a Hipo pero ya lo taché porque dudo que pueda correr así.

Mi lista iba desde algunos ex novios, el perro de Exin, profesores que conocía por mamados, e incluso el interés romántico de Hipocondríaco. No descarté a alumnos mudos, tal vez se trataba de eso.

—¿Cómo planeas irlos eliminando?

—Haré que me abracen. —Me rodeé con mis propios brazos.

—No juegues —me miró incrédulo.

—Sería bueno llamar algunos a sesión, ¿no? Así aprovechas a... bestia, ¿hubo hora del almuerzo? ¿O fue durante el sismo? Me muero de hambre. —TDHA se apartó del escritorio. Su atención ya se había dispersado.

—Lo había pensado. Otra cosa que no he mencionado, es que he estado haciendo guardia en las noches.

Hipocondríaco me miró desde su silla como si fuese a asesinarme. Le sonreí, sabía que estaría molesto por saber qué mis desvelos recientes eran causados por ello. Pero yo no podía quedarme de brazos cruzados.

—Entró este viernes por los baños. Ya van dos viernes. Puede que sea alguien que debe levantarse temprano así que va los viernes, o tiene algo específico que hacer, no lo sé, pero puede que se repita y dudo que cambie su rutina porque no me he mostrado.

—Me perturbas... —Inso solo negaba con la cabeza.

—Quiero entrar este viernes. Solo deseo confirmar que no es la misma persona del PLJ.

—Dijiste que está mamado, ¿no es peligroso? —TDHA dio media vuelta por la habitación, rascando su nuca.

Hipocondríaco descruzó las piernas. Apenas formó una oración para introducirse en el tema:

—Si literalmente te vas a meter, hazlo conmigo.

—Ni loco —me reí—. Antes mejora tu condición física.

—Lo haré —prometió, decidido.

Esto lo hago por mí también, no confío en nadie más.

—Más te vale. —Le señalé con el dedo, como si fuese amenaza.

• • •

HOLA HOLA, FELIZ ÚLTIMO DÍA DEL AÑO.

Nos vimos acá pronto. Traté de preparar mi regalo de Año Nuevo para despedir este 2024.

¿Cómo se la están pasando? ¿Con frío? ¿Calor?

¿Qué piensan de cómo está Albin? Siempre trata de ignorar todo lo que trae encima y centrarse en otros. Escuchó algo bastante fuerte y aún así le restó importancia.

Hijo de la luna...

¿Insomnio les es agradable o todavía hostil?

Ya dejé mis mejores deseos en mi tablero aquí en WP, así que me limitaré a agradecerles por llegar hasta aquí un año más. Les amo demasiado.

Tenía este dibujo de Albin en Insta.

NOS LEEMOS EN 2024 <3 <3

~MMIvens.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro