Capítulo 20: Algo importante

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Luego de haber hablado con Lizäri un rato, el joven vampiro se retira de la cabaña de la joven cazadora y se dirige al castillo. Los aldeanos lo miran mal, unos hablan a sus espaldas, otros simplemente lo observan fijamente, algunas chicas se embelesan por su físico. Él hace caso omiso y sigue su viaje para llegar rápidamente al palacio del Rey Peters.

En la entrada del castillo está el príncipe Edmund hablando con unos guardias, percatándose enseguida del joven vampiro, deja de hablar con el sujeto y camina lentamente detrás del Denathal.

—Es increíble que, desde tu llegada, todo esté empeorando —dice Edmund despreocupado y con un poco de cizaña.

—A veces, solo es casualidad —responde con calma el joven vampiro.

—Demasiada diría yo —dice—. Y la que más sufre es Liza, pobre de ella.

Denathal no responde, pues él sabe que todo lo que ha ocurrido, ha afectado muchísimo la estabilidad de la joven cazadora.

—Que bien, tu silencio afirma todo.

—¿Preferirías que fuese peor y que ella saliese gravemente lastimada? —pregunta el vampiro, deteniéndose en el pasillo largo, del interior del castillo.

—¿Cómo lastimada? ¿Qué es lo que ocurre, porque no pueden decirlo? —cuestiona el príncipe

—Solo ella puede contarlo, no puedo faltar a su palabra —dice Denathal y sigue caminando.

—Solo tienes pocos días aquí y ya te crees el mejor...

—Príncipe, no tengo nada en contra suyo, tampoco me creo nada, no sabía que... —el joven vampiro se detiene, pues casi dice algo que no debe.

—¿No debes qué?

—Olvídelo, iré a ver a su padre, debo contarle algo.

Edmund lo sigue hasta el recinto del Rey, en donde este está sentado en su silla, detrás de una mesa y pensando en su pasado, sus amigos caídos. Lázaro, Delmas y Walter, escucha tocar la puerta, por lo que sale de sus pensamientos y alza su voz para permitir el acceso a la recamara.

—Adelante.

Denathal es quien entra al recinto y saluda cortésmente al Rey, este se alegra de verlo y también le recuerda a su entrañable amigo. Detrás del joven, está su hijo Edmund quien ha seguido al vampiro.

—Padre, le dije que estaría ocupado, pero no escuchó.

—No te preocupes hijo, no estaba ocupado —dice el Rey—. Ven Denathal, siéntate y háblame de los últimos tiempos de Delmas.

Denathal asiente y procede a sentarse, Edmund también lo hace al segundo y se sienta en una de las sillas cercanas.

—¿Qué puedo contarle?, mi padre era excepcional, muy hábil y poderoso, aunque jamás pude llegar a ver su poder al cien por ciento.

—Créeme hijo, tu padre era maravilloso con el manejo de la esencia arcana, el poseía el origen eléctrico y daba gusto verlo manipularla.

—Me alegra, él me enseñó todo lo que sé, incluso me llegó a entrenar en sellos y como romperlos o crearlos —dice mientras rememora esos días en que su padre lo exhortaba a entrenar duro.

Edmund, que está presente, solo escucha las palabras de ambos, sabe que es entrenar duro con su padre, él también es entrenado por el Rey en sus tiempos libres.

—¿Así que te enseñó sellos...? —cuestiona pensando en la esencia que una vez cayó en el mundo Archan, poder que consumió a todos y que a no ser por él y por Flora, todo fuera sido destruido.

—¿Cómo fue que empezó el caos en el Oeste Sombrío? Mis amigos Delmas y Walter, ¿como terminaron? —pregunta el Rey, con un tono de voz bajo y melancólico, siente impotencia por no haber hecho nada.

—La verdad es que no sé cómo empezó todo, pero si estoy seguro de que vienen por algo, ellos quieren o más bien, Helthas...

—Ese canalla de Helthas, jamás cambiará —habla el Rey Bryan con enojo—. Lo que no entiendo, porqué hay humanos y enanos aliados con él. Si pudiésemos saber quiénes son

—Mi señor, sabemos quiénes...

En ese momento tocan la puerta, por lo que el Rey da la orden que entren y resulta que el comandante de los magos, Tyron Ibars es quien interrumpe al joven.

—Señor, espero no molestar —menciona el mago Tyron, fijándose en el joven vampiro.

—No amigo, ven siéntate —dice el Rey.

—Majestad, me retiro debo ir a entrenar... —comenta el joven Denathal, haciendo una reverencia—. Comandante, con su permiso —Sale rápidamente del recinto.

—Padre, yo también me retiro.

—Está bien, hijo mío.

Edmund camina rápidamente para alcanzar a Denathal, pero al salir del lugar, no lo ve por ningún lado.

—¿Quiénes serán los traidores? —susurra para sí y camina hacía el campo de entrenamiento para conseguir algún amigo.


Mientras tanto en el Oeste...

—¿Cuándo podremos avanzar con lo que deseamos? —dice una voz ronca y ruda que está en la sombra sin poder distinguir su aspecto.

—Pronto iniciaremos, señor Helthas. Muy pronto debilitaremos esa barrera —dice uno de sus secuaces

—Ja, espero que estés preparado, Peters, me darás lo que me robaron, tú y ese estúpido vampiro—. ¿Qué esperan?, preparen todo... ¿no hay noticias de Tyron?

—No ha podido venir, para no levantar sospechas.

—Bien... iré al calabozo, debo ver a alguien.


Nuevamente en la aldea Claro Este...

Lizäri se encuentra sentada en la orilla del rio, cerca del bosque Claro Este, contemplando el lugar y tratando de no agobiarse más con todo lo que sabe que debe hacer.

—Con que aquí estabas

—Este lugar me llena de paz, me ayuda a pensar con claridad...

—Preciosa, debemos empezar a entrenar cuanto antes —dice Denathal, sentándose a un lado de la joven.

—Lo sé —responde, mientras lanza una piedra al rio, haciéndola rebotar varias veces.

—Vaya, tienes talento, me recuerdas a mi hermanita.

Lizäri se gira a mirar a Denathal mientras se le iluminan los ojos.

—¡¿Tienes hermana?! —exclama

—Si. Mi pequeña es una traviesa vampiriza, es una de mis razones para restaurar el orden en Oeste Sombrío.

—¿Cómo se llama? —pregunta curiosa la joven Lizäri.

—Se llama Vidia.

—Quisiera conocerla —dice haciendo un gesto tierno que gusta a Denathal.

El joven recuerda las travesuras de su hermana y sus miles de vivencias, a pesar de ser una vampira sin poder dominar la esencia, tiene otras muchas habilidades, que casi nadie conoce.

—Espero que, algún día lleguen a conocerse.


Nuevamente en el Oeste Sombrío...

Alguien de cabello blanco y largo, escucha las conversaciones de los hombres y secuaces del ogro Helthas, nadie la siente pues, su habilidad la ayuda a cubrir su ser, sin llegar a revelarse.

—Debemos iniciar con el trabajo —dice uno de los ogros al mando de Helthas

—Pronto derribaremos esa barrera y así, ese estúpido Rey, no sabrá que o cómo reaccionar —agrega un hombre lobo de cabello rojizo.

—Ja, ja, ja, ja, ja. —Ríen ambos.

La chica se marcha, tratando de no ser descubierta, llega hasta su hogar, un lugar muy bonito y sencillo...

—¿Dónde estabas Vidia?, no hagas esas cosas que nos asustas —dice una huargen llamada Rudi.

—Ru, nadie me vio, pero... debo decirle algo urgentemente a mi hermano.

—Y, ¿cómo piensas hacer eso?, tu hermano no está, recuerda —dice Folch un joven ogro amigo de la casa.

—Puedo cruzar, recuerden que mi hermano y yo somos los únicos que podemos pasar la barrera.

—Como si tu madre te fuese a dejar.

—¡Debo hacerlo, es muy importante!

Folch, que está apoyado de una valla, se acerca a Vidia con curiosidad para saber la noticia.

—A ver Vidia, ¿qué pasa?

—Mejor entremos en casa, para que nadie escuche... —dice y camina hacia el interior de su cabaña, esta es grande, pero un poco deteriorada por los sucesos cuando su padre murió.

Una vez dentro de casa, Rudi y Folch esperan que Vidia revele lo que está ocultando

—El Rey, la aldea Claro Este, mi hermano... todos están en peligro, escuché que... derribarán la barrera

—¡¿QUÉ?!

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