Capítulo 21.

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¡Estamos de vuelta!


Capítulo 21.

Había que reconocerlo. Todavía no terminaba de creerse lo que había sucedido: Había besado a Julen. A Julen. ¡Julen!

¡Con lengua!

Y, por supuesto, lo más impresionante de todo era lo muchísimo que le había gustado ese beso. Nunca había llegado a preguntarse (al menos conscientemente) cómo sería Julen con el género femenino, pero Melissa imaginaba que sería algún lunático repelente al que ninguna chica se habría acercado jamás por temor a contraer alguna enfermedad venérea, o peor aún, a contagiarse de esa extraña fascinación por el heavy metal que él presentaba de adolescente. Ahora sabía lo equivocada que estaba; Julen era un experto besando y además lo sabía; lo cual indicaba que tenía mucha experiencia.

Mientras llegaba a la puerta de las oficinas de C.O., Mel se sonrojó pensando en otras cosas en las que Julen podría ser experto... ¡Maldición, Melissa Ortiz sonrojada de nuevo!

Cuando entró a la recepción de la oficina, pasando por el hall, Mel se dirigió directamente a las escaleras para subir al cuarto piso (ni loca volvería a meterse en ese ascensor en toda su vida), pero Víctor, uno de los chicos de la recepción se acercó a ella corriendo.

—Mel, será mejor que no subas —le aconsejó—. Alexia estaba enfadada y ha estado buscando a Julen por todas partes.

—¿Y lo ha encontrado?

Melissa frunció el ceño ligeramente mientras observaba al chico rubio de ojos color miel asintiendo afirmativamente. No tenía que preguntar a qué se debía el interés de Alexia porque estaba totalmente claro, pero por mucho que esa mujer la detestara no podía tratar de controlar a su hijo. Julen era un adulto.

—¿Dónde están?

—En el despacho de Julen.

Mel suspiró, dirigiéndose rápidamente a las escaleras.

—Gracias, Víctor. No te preocupes, no voy a exponerme a la furia de Alexia... —bromeó—, por hoy pretendo seguir con vida.

Con una brillante sonrisa por parte del joven como despedida, Mel subió hasta el cuarto piso rápidamente. Por una parte quería saber qué demonios le ocurría a la madre de Julen y, a la vez, tenía mucha curiosidad por saber qué explicación le daría él ante su enfado. Los gritos llegaron hasta ella en cuanto llegó a la cuarta planta.

—Creía que ya no hacías esas tonterías, Julen. ¿Te crees que tienes dieciséis años?

Mel sintió un salto al corazón y caminó lentamente por el pasillo, hasta llegar a su pequeña mesa, situada frente a la oficina de Julen. Las paredes de esta eran de cristal, por lo que podía observar a Alexia, situada de espaldas, hablando con su hijo mientras hacía aspavientos con las manos.

—No es una tontería, mamá. Ambos somos adultos y son cosas que ocurren constantemente, no somos ni los primeros ni los últimos.

Alexia bufó y Mel trató de obtener una mejor vista de la discusión, prácticamente pegándose al cristal y escondiéndose de forma muy pobre tras una planta más alta que ella, era elegante y presentaba un sinfín de copiosas hojas verdes.

—¿Eres esa clase de hombre, Julen? Tu padre y yo no te educamos para que hicieras esto.

Melissa sintió una especie de golpe en el estómago. No podía creerse que esa fuera la reacción de Alexia por tan solo un beso. ¿Cómo podía odiarla tanto? Ella ya le había dejado claro que no era especial por ser hija de Francisco y ser parecida a su madre físicamente, pero Alexia la conocía desde que era una niña pequeña. ¿De verdad la consideraba tan poca cosa para su hijo? Ese pensamiento le dolió. Ella pasaba cada momento de su vida tratando de demostrar que era alguien. Cada fiesta hasta el amanecer, cada escándalo en las revistas, cada novio pasajero... Melissa no era solo la hija de un gran empresario y una it girl... ¿Verdad?

—Todo esto no es de tu incumbencia —respondió Julen, fríamente—, así que te pido que no te inmiscuyas más.

Alexia caminó unos segundos por el despacho de Julen. Los tacones resonaban sobre el mármol y un enorme escalofrío recorrió a Mel, que se puso de puntillas tratando de ver a la mujer, que se había alejado un poco de su campo de visión.

—Ya la has visto, Julen. ¡Es una impresentable! No tiene educación, ni respeto, ni modales... ¡Precisamente por eso Francisco la ha mandado aquí! —gritó Alexia, parecía fuera de sí—. Es sólo una niña caprichosa, todos lo sabemos...

Julen se llevó las manos a los ojos, exasperado y se frotó el puente de la nariz. Su madre iba a acabar con él si seguía así.

—Eso es lo que todo el mundo quiere ver de ella. ¿Y qué pasa si a mí no me importa? Sé que no debería, pero no puedo controlar mi forma de pensar y para mí Melissa siempre ha sido algo más que todo eso. Lo siento, pero no puedo cambiar mi forma de ver las cosas.

El corazón de Mel estaba en un puño mientras se aferraba a las ramitas de la planta que tenía enfrente. Sus piernas temblaban y su equilibrio era bastante precario. De hecho, cualquiera habría sabido que el Karma (o cualquier otra fuerza misteriosa) haría de las suyas de un momento a otro...

—¿Acaso la quieres? —exigió saber Alexia.

Melissa no sabía qué demonios estaba pasando en su interior, pero su pulso estaba completamente acelerado y no pudo evitar morderse el labio. Necesitaba saber qué iba a responder Julen, simplemente lo necesitaba.

¿Él la quería? ¿Ella quería que él la quisiese?

A Mel siempre le había encantado gustarle a los hombres, pero en ese momento era distinto... ella detestaba a Julen, o al menos lo hacía hasta hacía unas semanas. ¿Pero qué sucedía ahora? Julen le sostuvo la mirada a su madre con gravedad. ¿Qué demonios podía contestarle? Ni siquiera él podía definir lo que sentía por Mel. Simplemente sabía que era una locura y que hacía que se comportara como un idiota, sin preocuparse de ninguna consecuencia de sus actos. Sólo podía pensar en Melissa, en su pelo, en sus labios...

—Yo... —trató de decir, pero volvió a cerrar la boca.

Su madre lo miraba con severidad, sabía que se estaba jugando mucho con esa respuesta cuando de pronto... Un enorme ruido hizo que ambos se giraran hacia una de las paredes de cristal, que fue golpeada con fuerza por... ¿la planta del pasillo?

Melissa ahogó un grito cuando empujó la enorme planta y ésta cedió bajo su peso, volcando la maceta y haciendo que ella perdiera el equilibrio.

Estuvo a punto de golpearse la pierna con el duro tronco, pero por suerte éste sólo la rozó, rompiendo completamente sus medias transparentes, por supuesto. Cuando Mel volvió a abrir los ojos tras el horrible susto que se había llevado, se encontraba tirada en el suelo, con tierra oscura dentro del vestido y de sus zapatos y dos pares de ojos, pertenecientes a Julen y a Alexia, mirándola con la boca abierta a través del cristal.

Julen reaccionó rápidamente al acercarse a ella para ayudarla a levantarse, pero Alexia se quedó en el sitio, con los labios fruncidos mientras contemplaba a su hijo mayor tomar suavemente la mano de la joven para que ésta se incorporara. Curiosamente, había hablado hacía pocos minutos sobre la falta de educación de Melissa y en ese momento se la encontraba escuchando una conversación ajena detrás de una planta. ¿Podía ser que su hijo no se diera cuenta de cómo era esa muchacha en realidad? Con sólo observar los ojos azules de Julen al encontrarse con los de Mel, Alexia supo que, efectivamente, Julen se había vuelto ciego y tonto al mismo tiempo. Y eso iba a pasarle factura porque esa no era la chica indicada para su hijo. De hecho, Alexia ya tenía totalmente claro quién era la única merecedora de las atenciones de Julen. Chasqueando la lengua con molestia, le dirigió una última mirada de desagrado a Mel, que aún no se había recuperado de la impresión del golpe y decidió no montar ningún número allí.

—Seguiremos hablando, Julen.

Se dio la vuelta, dirigiéndose a su oficina.

—No tenemos nada más de lo que hablar.

Alexia se dio la vuelta, completamente sorprendida. ¿Desde cuándo su hijo se atrevía a responderle de esa manera?

—No, Julen. La conversación ni siquiera ha comenzado.

Y antes de que él volviera a mostrarse maleducado, Alexia se fue. Melissa sintió cómo sus piernas temblaban, y no solo a causa de la caída.


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