Capítulo 36

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Capítulo 36


Se reprendió a sí misma mil veces mientras salía de su habitación del hotel, veinte minutos tarde de la hora a la que se supone que debía haber comenzado a trabajar. Melissa se preguntó hasta qué punto era ético llegar tarde al trabajo por haber pasado la noche con su jefe... y comprendió que lo más probable era que el hecho en sí mismo de haberse acostado con él no fuera ético en absoluto.

Saludó a Diana con una brillante sonrisa al pasar junto al mostrador del hotel, donde su amiga se encontraba. La joven intentó detener a Mel, probablemente para preguntarle sobre el artículo que la noche anterior le había enviado en un mensaje, pero la muchacha rubia negó con la cabeza, mientras salía corriendo sobre sus altos tacones.

—Hablamos luego, ¡tengo mucha prisa!

Diana suspiró y la despidió con la mano, volviendo a sentarse un instante después con la mirada clavada en la pantalla de su teléfono y preguntándose por qué Iker no le contestaba a ninguno de sus mensajes, a pesar de haberse conectado varias veces durante esa mañana.

Corriendo por el asfalto del parking, Melissa ya pensaba en que se tomaría un buen café en el momento en el que entrara a la oficina; eso de ser una mujer adulta y responsable seguía sin ser exactamente su costumbre favorita.
Cuando llegó al enorme y moderno edificio de las oficinas de C.O., no tardó en reparar en que todos parecían observarla más de lo habitual. Bufó, preguntándose por qué era tan difícil para las personas en general encontrar una vida más interesante en la que inmiscuirse que en la suya, pero no halló respuesta.

Se dirigió al ascensor que la conduciría a las oficinas de la planta superior, pero una voz la llamó de forma insistente antes de que las puertas de acero se abrieran. La joven se giró con curiosidad y encontró a Víctor, al otro lado del enorme hall, haciendo aspavientos desde el mostrador de recepción.

Mel enarcó una ceja, acercándose lentamente, y cuando al fin llegó, contempló cómo el atractivo joven parecía realmente nervioso.

—¿Estás bien, Víctor?

Él tomó aire, mirando hacia el ascensor.

—No vayas a la oficina, Mel —le aconsejó—. Ha ocurrido algo... mira, ¡tienes que verlo! —De debajo del mostrador, Víctor sacó una revista rosa y Melissa ni siquiera necesitó ver la portada para saber a qué se estaba refiriendo—. Lo sabe todo el mundo, Alexia está más enfadada de lo que la he visto jamás...

Mel se estremeció, pero aun así no bajó la vista. Alexia no tenía nada que decir; eso era entre Julen y ella y era hora de que esa mujer comprendiera que no podía odiarla eternamente simplemente porque Julen quería estar con ella.

—Está bien —dijo—, gracias, Víctor. Aprecio realmente que te preocupes tanto.

Se dio la vuelta, dispuesta a dirigirse de nuevo al ascensor, pero entonces Víctor pareció reaccionar y no tardó mucho en salir del propio mostrador de recepción, caminando con rapidez tras la esbelta figura de Melissa.

—Espera, espera, ¡Mel! —le repitió—. Te he dicho que está enfadada, ¡más que eso! Nada bueno va a ocurrir si subes ahí, te lo garantizo...

—Sé cuidarme sola, no te preocupes —le dijo, tratando de tranquilizarlo y finalmente posó una de sus manos sobre el hombro del chico con un gesto cercano y sonrió suavemente—. Víctor... sé que Alexia puede resultar aterradora, pero el dueño de todo esto sigue siendo mi padre y eso no va a cambiar por ninguna publicación en una revista del corazón, te lo aseguro.

El joven pareció algo más tranquilo tras esas afirmaciones y sus ojos claros se entornaron.

—De acuerdo... —murmuró—. Buena suerte.

Después se dio la vuelta para regresar a su puesto de trabajo, pero justo en el momento en el que Mel se dirigía de nuevo al ascensor, se chocó con un nuevo personaje en la escena. ¿Es que acaso no iban a dejarla de ningún modo ir a trabajar?

—Melissa, te estaba buscando —dijo el hombre con el que acababa de colisionar—. Hace días que quiero hablar contigo...

Ella gruñó por lo bajo.

—Bernardo, ahora mismo estoy MUY ocupada —le comunicó—, te llamaré después, te lo prometo.

—Pero, niña... —comenzó el hombre.

Aun así, Melissa se alejó, tratando de apuntar en su mente que no podía olvidarse de nuevo de hablar con Bernardo.

—¡Te lo prometo! —dijo.

Y un instante después se coló entre las puertas abiertas y metálicas de ese ascensor, suspirando. Se sentía extrañamente positiva ese día; la noticia de Julen y ella en las revistas era algo horrible y verdaderamente vergonzoso, pero no podía olvidar de ningún modo hasta qué punto él había sido encantador la noche anterior, así como el viernes por la noche, aunque no se acordara de cómo él le había confesado que seguía queriéndola después de tantos años. ¿Cómo no iba a derretirse con eso?

Su sonrisa permaneció pegada en su rostro hasta ese momento en el que se dirigió a su escritorio, situado frente a la oficina de Julen. Fue en ese instante en el que reparó en que él estaba dentro de su despacho, sí... pero no estaba solo.

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Hola chicas y chicos

Perdonad la larga ausencia y muchas gracias por vuestras palabras de ánimo. Quiero seguir avanzando con esta historia, así que retomaré el ritmo poco a poco.

¡Mil besos y nos vemos pronto!

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