Capítulo 7

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Pike se encontraba en su despacho, entreteniéndose en tirar dardos al poster de sus antiguas conejitos, mayormente al objeto de su obsesión, Miss Cocos. No había abandonado la industria, sacó a lo que él llamaba al estrellato, a nuevas Miss Conejitos Pike, claro que el sueldo de estas era lo justo, el resto se iba para lujos propios, como su nuevo BMW o la bañera hidromasaje. Su política era mantenerlas necesitadas de dinero para que siguieran a su lado y si alguna se planteaba trabajar para otros, bueno, tenía zapatitos de cemento para muchas y dependiendo, siempre podía venderlas para ciertas películas únicas y que solo se vendían en el mercado negro, carnaza para las películas Snuff, daban mucho dinero, solo que eran demasiado arriesgado, si la policía irrumpía pidiendo contratos y edades de sus actrices, no había problemas, sus contratos eran una mierda pero los tenían en regla. Pero las Snuff, eso era otra liga y más enfermiza.

Un joven entró en su despacho y tuvo que esquivar el dardo, pues por casi acababa en su ojo. En cuanto cerró la puerta vio el poster de la actual reconocida Clarke Griffin, Raven y la difunta Niylah... pobre Niylah esa sí que duró poco la pobre... El chico sus piró e intentó controlar los latidos del corazón que se habían acelerado. Seguidamente se acercó a Pike que le miraba serio:

— Le traigo todo lo que pediste— dijo dejando un sobre grande sobre su escritorio— Los horarios que suelen seguir, cuando están juntas, cuando se separan, si hacen alguna actividad o si ella sale sola.

Pike se encendió un cigarro y sacó todo las fotos y todo lo que fue apuntando el espía que había contratado:

— ¿este mocoso quién es?

Preguntó el hombre señalando una foto de Alex junto a Aden jugando a lanzarse la pelota en un parque:

— El hijo bastardo de Lexa Woods, aunque por lo que tengo entendido él no lo sabe.

Pike puso cara de sorpresa:

— Otro, esa sí que donde pone el ojo pone la bala— sonrió cuando leyó algo interesante— o preciosa, creo que tú y yo nos volveremos a ver más pronto de lo esperado.

Dijo mirando una foto en la que salía Clarke con Diana en los brazos.

Fueron las horas más largas de toda su vida, le tocó contactar a Roan a través de Raven y para contactar a Raven tenía que llamar a Lexa y cuando llamó a ésta acabó discutiendo, sobre todo amenazándoles con denunciarlas por maltrato animal si Clarke Griffin volvía a poner un dedo encima de su perro. El caso es que después de hablar con la policía, encontraron a Nia desorientada, aunque después de un rato volvió en sí, al estar más cerca Roan fue el primero en llegar a la zona de bushwik. Ya no había peros que valiese, las arrastró hasta un hospital, al ser menor de 68 años la mujer aun no podía disponer de salud pública, así pues, en lo que Ontari tardaba en llegar, todos los gastos corrían por cuenta de Roan:

— Ha tenido que ocurrir un susto para que moviera su culo hasta aquí— se quejó Echo mientras daba patadas al suelo— seguro que estará molesta por haber interrumpido su estúpida vida lujosa.

Roan estaba mirando una revista, mientras que pensaba una y otra vez "adolescentes" pero que remedio, Ontari era así cuando la conoció, una rebelde:

— Tú madre ha querido llevar esta vida— dijo sin mirarla aun— podía permitirse cualquier barrio de Brooklyn, incluso Brooklyn Heights, no culpes a tu hermana de las decisiones de tu madre— En ese momento miró a la joven de ojos castaños— algún día cuando seas mayor lo entenderás— volvió a mirar la revista— por ahora preocúpate por tus estudios.

— ¿Cómo es que te enamoraste de ella?— preguntó curiosa— es decir, cuando la conociste, eras mayor de edad y ella ¿Cuántos tendría? ¿Quince? — Torció el gesto en plan que asco— ¿no crees que es un poco enfermizo?

Roan en un principio puso cara de enfado, hasta que poco a poco fue cambiando su expresión a una más divertida, pero como le recordaba a Ontari a su edad:

— En un principio no fue así, simplemente quise ayudarla y con el paso de los años, el cariño hizo el roce— luego se perdió en sus pensamientos mientras seguía hablando— pero no fue suficiente, no fui lo suficiente.

— ¿quiere a alguien con más dinero?

Roan cerró de golpe la revista, le daban ganas de cantar las cuarenta a esa niña insolente, mejor dicho, gritarle muchas verdades, pero claro, él no era el indicado. El ruido de unos tacones chocar contra el suelo con fuerza acercándose les llamó la atención. Fish tenía el pelo alborotado, los ojos hinchados y rojos de llorar, tenía un vestido gris oscuro con mangas largas, cuello clásico, botones y cinturón, el abrigo era de lana color beige y en su mano tenía un vaso de café. Roan se levantó preocupado y se puso delante de la morena para contemplar sus ojos:

— ¿qué te ha pasado? ¿Estás bien?

— Eso no importa ahora— miró de reojo a Echo unos segundos y nuevamente prestó atención a Roan— ¿Han dicho algo?

Echo chasqueó la lengua mientras sonreía con ironía, como siempre le había ignorado. No entendía que le había hecho, algunas ocasiones pensaba que se trataba de envidia, ya que no había vivido las crueldades de su padre, le habían hablado de lo cruel y horrible que era su padre, una forma de justificar el asesinato de James, al cual no había ido a ver nunca a la cárcel. Luego tenía una tercera teoría, ella era joven pero no estúpida, pero claro, prefería descartar esa posibilidad a toda costa, ya que aún desconocía ciertos detalles del pasado. A ella solo le contaron que él era malo, él pegaba a Nia y a tus hermanos, no le contaban más:

— No, le está haciendo pruebas el neurólogo— Fish contrajo su expresión cuando escuchó esa palabra "neurólogo" le recordó a Sam, aunque en el viaje se dio cuenta de muchas cosas le recordaba a ella, las chicas con acento inglés que iban sentadas dos filas atrás, la película que habían puesto gravada en parís, hasta el pelo rubio de la azafata tan amable que le había atendido y siempre que había algo que le recordara, era como si le apretaran con fuerza el corazón, había experimentado toda clase de dolores y hasta el momento ese le resultó el peor de todos— en cuanto tengan los resultados, nos lo dirán

La morena se sentó justo donde había estado Roan momentos antes, dejó el vaso de café en la mesilla que había al lado y se pasó las manos por la cara, volvió a mirar al abogado, esté sin decir ni mu, hacía pequeños gestos con la cabeza dirigidos a Echo. Ontari dejó escapar un suspiro y miró a su hermana pequeña, ésta trató de ser todo lo cálida posible y se le notó muy forzado:

— ¿Y tú? ¿Qué tal te estás?

Preguntó mientras acercaba una mano para acariciar su pelo moreno, pero no le llegó a tocar ni un solo pelo, ya que recibió un fuerte manotazo mientras respondía:

— Sí, estoy bien

Ontari, miró con expresión tensa a Roan y señaló a la adolescente en plan "ves" negó con la cabeza y agarró la revista que estaba leyendo Roan, minutos antes. El abogado dibujó una sonrisa y se sentó al lado de Echo:

— Agradezco ser hijo único.

— Eso que tú sepas— dijo Ontari sin dejar de mirar la revista— a saber cuántos hijos mandó adoptar tu madre.

— ¿Cuántas hijas es capaz de dar la espalda a su madre? O toda su familia cambiando parte del apellido.

Acusó nuevamente la adolescente. Ontari no apartó la mirada de la revista, aunque si lo aferró con fuerza, intentando controlarse para no dar una buena bofetada a esa malcriada, método de contar hasta tres, uno, dos, tres... y maldijo su inconsciencia cuando la imagen de una rubia sonriente enfrente de un plano se coló por su mente, tragó saliva y contuvo la amenazante oleada de llantos:

— Familiares de Nia Fisher

En ese momento Ontari se levantó como un rayo para plantarse enfrente del médico. Era alto, muy delgado, comenzaba a tener canas y vestía muy elegante, claro, le había llevado al hospital de la parte rica de Brooklyn:

— Soy su hija

En ese momento Echo se puso a su lado:

— Yo también

El doctor miró a la adolescente un tanto desconcertado, luego miró el historial de Nia y preguntó más específicamente:

— ¿Ontari Fisher?

— Soy yo

Volvió a responder la morena rápidamente. El medico asintió, cerró el historial y se dirigió a ambas, aunque mayormente a la morena mayor:

— La mayoría de las pruebas que le hicimos dieron resultados normales— claro que las chicas ya se quedaron pensativas es ese comienzo "la mayoría"— hasta que vimos ciertas anomalías en las Tomografías, nos han mostrado que tienen algunas partes del cerebro que han perdido función, queremos hacerle más pruebas para descartar tipos de demencia.

— ¿Demencia?

Preguntó algo aturdida Ontari:

— Bueno, no es muy común que aparezca tan pronto, pero tampoco hay que descartarlo, porque está en la edad sexagenaria.

— ¿Cuánto se tardan en hacer esas pruebas?

— Esperamos que en un par de días ten...

— No, mandad el historial a Myrtel Beach, voy a solicitar el traslado

El medico frunció el ceño:

— Señorita Fisher...

— ¿Su estado le impide viajar?

Preguntó tenaz:

— No, prepararé los papeles.

El medico se dio media vuelta y se marchó. Ontari miró a Roan:

— Lleva a Echo a casa, que recoja sus cosas...

— ¡Eh!— Se quejó la chica— tú no eres quien para dar órdenes, te recuerdo que yo también soy hija de mamá, lo más lógico era que me consultaras también si quiero o no que la trasladen— se puso con los brazos cruzados, muy digna ella— y no quiero que la trasladen, fíjate tú.

Roan agachó la cabeza y ocultó su sonrisa, pues sí que tenía carácter la pellejo y que narices enfrentar a Ontari, la conocía lo suficiente, que estuviera en silencio mirando a su hermana de una forma tan calculadora no era buena señal, si no, todo lo contrario. Apretó la mandíbula dio un pasó hasta Echo, momento en el que la adolescente se amedrentó un poco:

—Tienes dos opciones, te lleva el tío Roan a casa para que recojas tus cosas o, te llevo yo y te aseguro que no seré tan encantadora como él.

— Te odio

Le dijo entre dientes y completamente roja:

— puedes seguir odiándome de camino a casa para recoger tus cosas

Echo gruñó y dio una patada al suelo antes de girarse para salir de aquel infierno, mejor dicho, alejarse de aquella hermana odiosa. Ontari miró suplicante al ojiazul:

— Ve detrás, no vaya a ser que quiera escaparse— se masajeó las sienes— no tengo cabeza para los berrinches de la niña. Mejor— dijo alzando la cabeza— llévatela ya a carolina del sur, que te dé la brasa a ti...

— Vaya, tus agradecimientos son únicos— le miró más preocupado— ¿las cosas con Sam...?

— No menciones a Sam— dijo con enojo— No quiero que me la menciones nunca más, para mí Samantha Clifford está muerta

— Muy típico de Ontari Fisher, evadir los temas y hacer como que no existen, como tú medio hermana.

Ontari se dio la vuelta para darle la espalda y se cruzó de brazos. Roan alzó las manos en son de paz, aunque esta no le viera y se marchó para seguir a Echo. Lo cierto es que todo estaba siendo demasiado, Sam, Mia, Roan, Echo... No le había dado tiempo a llorar por una cosa cuando se le acumuló con otra, se sentó en una silla, con una mano en la fría pared y la otra en el pecho, rompiendo a llorar nuevamente.

Flashback

La chica para evitar que su hermano cometiera el "error" de entrar en el salón y enfadar nuevamente a su padre, cerró la puerta con pestillo. ¿Mia pudo dormir? No, estuvo en la cocina consternada, intentando pensar ¿en qué momento comenzó? James tampoco pudo dormir ¿Cómo? Se curó las heridas y caminó de un lado para el otro, con los puños apretados, a lo lejos miraba a su madre, en su decisión lo mínimo estaba el abandonarlo. Claro que el culpable era él, claro que él monstruo era otro, no su madre era una víctima, pero por mucho que empleara esa palabra "victima" había conseguido arrebatar la inocencia de su hermana. Nia miró a su hijo abatida, nuevamente sintió otra ola de calor por la ira, se giró arremangándose para derribar esa maldita puerta, cuando fue la misma Ontari quien abrió y salió. James quedó varado al ver la impasibilidad de su hermana, el chico gruñó:

— Lo voy a matar

Ontari caminó hacia él y lo empujó alejándolo del salón, en esos momentos estaba dormido y despertarlo solo empeorarían las cosas:

— Para

Le suplicó entre susurros:

— No, Ontari tienes trece años maldita sea, esto es— se pasó la mano por su pelo moreno— enfermizo ¿qué clase de hermano sería si lo permito?

La chica le aferró de las mejillas:

— Dos años James, dos años para que puedas ir a la universidad y podamos huir, si lo matas irás a la cárcel, eres lo único que tengo.

— ¿Cómo se te ocurre pedirme tal cosa?

Ontari endureció el gesto:

— Dos años lo puedo soportar, una vida de esclavitud como la suya— señaló con la cabeza a su madre— no— se quedó pensativa mirando a Nia, tomó aire y fue hasta la cocina, con decisión sacó un cuchillo grande y lo dejó de golpe encima de la mesa, enfrente de su madre, la morena se inclinó para hablar entre dientes— No te pega menos porque esté cambiando, simplemente le dejaste de ser de interés hace mucho tiempo y lo peor de todo, es que en ocasiones siento que me estoy convirtiendo como él, ahora mismo me cuesta mirarte con amor— Le acercó el cuchillo— demuéstrame que no eres como la abuela, demuéstrame que no eres de las que miran para el otro lado y que eres esa clase de madres que hace todo lo posible por proteger a sus hijos.

Agachó la cabeza y regresó junto a James:

— Ontari...

Dijo la mujer entre llantos. La morena torció el gesto sin mirar a su madre. James pasó su brazo por encima de los hombros de la joven y depositó un beso en su frente:

— Conseguiremos escapar, trataré que sea lo antes posible.

Ontari quería que su hermano llegara lejos en la vida, quizás de los dos era el que más posibilidades tenía, ella lo había perdido todo y aunque no lo dijera en voz alta, también había perdido hasta las ganas de vivir. Nia agarró el cuchillo y en silencio se acercó a ese cerdo que dormía boca abajo en el sillón, pero no fue más allá, no fue capaz hacerlo. No obstante, James hizo creer a Ontari que le haría caso, con su rol de hermano mayor cuyas notas le abrirían las puertas a una buena Universidad. Dobló sus turnos en el almacén, vendió las pocas pertenencias a una tienda de empeños. En cuanto tuvo dinero suficiente, dio con un contacto, Queens, ¿qué no se puede encontrar en los ghettos de Queens? Hizo lo impensable, compró en pequeño revolver, con las suficientes balas como para convertir a su padre en un colador. El asunto es que tenía que pensar, como y hallar el momento adecuado. Así que siempre que estaba en la casa, no se separaba de su hermana, no solo eso, se sentaba a su lado y le ayudaba a estudiar y hacer los tres deberes que les mandaban, total en su clase nadie los hacía, al menos el presentarlos le valía puntos positivos.

Una tarde, James estaba ayudando a colocar unas cajas por enumeración en el almacén, cuando el en cargado apareció por el enorme pasillo y cuando estuvo lo suficientemente cerca, le gritó:

— ¡Eh! Fisher— el chico miró al hombre— tu madre ha llamado, tu hermana está en el hospital.

James, alarmado dejó la caja en el suelo y sin decir nada más salió corriendo, temiendo que el desgraciado de su padre hubiera hecho eso, jurándose y perjurándose que esa noche acabaría con la vida de ese hijo de puta.

Fin del Flashback

Sam se encontraba en el puente Weindendammer con un cuchillo de para untar mantequilla que había robado de un restaurante y... para ser sinceros, llevaba una cogorza muy grande, tanto que le costó el triple de tiempo para encontrar el candado en el que ponía esa A.Woods & E. Lex. Mientras gritaba al mundo que el amor eterno era un cuento inventado por los comerciales para vender, intentaba "serrar" el candado con el cubierto para untar mantequilla:

— Normal que Shakespeare estuviera osesionado— decía con lengua resbaladiza— en matarlos a todos, el amor no es bonito, el amor es un trauma

Decía serrando y serrando, siendo en vano porque lo máximo que hacía era arañar el metal:

— No desistas rubita— dijo una larguirucha apoyada en la valla del puente— a ese paso conseguirás romperlo cuando las canas hayan poblado tu melena

Clifford achicó los ojos para enfocar bien, lo cierto es que le costó mucho reconocer a la mujer, había llovido desde entonces:

— ¿Señorita Lindgren?— bajó la mirada hasta ver cierta barriguita que empezaba a notarse— y compañía.

— Hola bomboncito ¿otro desamor?

— La hecatombe— se señaló así misma olvidándose que tenía el cuchillo en la mano, menos mal que era de punta redonda, si no, ya se hubiera apuñalado, pero por la rudeza se hizo daño, lo miró y acto seguido lo tiró al agua— yo quería vivir al máximo, quería experimentar todo menos enamorarme y ¿qué ocurre? El universo es tan hijo de puta, que me pone en mi camino a la zorra más sexy— fue bajando los hombros como si fuera desinflándose— más misteriosa y más dulce que he podido conocer, ha sufrido demasiado, Anya— Puso sus manos en los brazos de la larguirucha— ¿Y si me muero sin previo aviso en sus brazos? Sufriría

— ¿y ahora no lo hace?

Preguntó así sin más:

— sí, pero así me olvidará

— ¿Y llegado el momento? ¿No conseguiría olvidarte?— Anya se encogió de hombros— todo las respuestas que me das me suenan a excusas ¿a qué tienes tanto miedo?

Los ojos azulados de Clifford se humedecieron:

— Porque no quiero morir y cuando estoy con ella es el momento que más quiero vivir.

— Pues vive, no soy la indicada para hablarte del amor y todo ese royo, pero cariño, solo se vive una vez y ahí si te puedo aconsejar, mejor bien acompañada que sola.     

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