Capítulo 9

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Flashback

James llegó al hospital lo más rápido que pudo y como era de esperar, encontró la sala de urgencias repleta de familiares y enfermos que esperaban su turno, en cuanto vio a Nia y a Ontari en una de las sillas junto a las máquinas expendedoras de chocolatinas y sándwiches caminó dando grandes zancadas, casi ignorando a su madre, alzó del mentón a la joven y ladeo su cabeza, tenía un trapo con una venda presionando la brecha que se había hecho cerca de la ceja, no era grande apenas le darían más de dos puntos, pero era de las que sangraban mucho, por eso le resultó alarmante al chico:

— ¿Qué te ha pasado?— preguntó con enfado— ¿Ha sido él? Lo voy a matar…

Ontari que estuvo durante un buen rato desorientada por el traumatismo, negó con la cabeza:

— No, no, él no ha tenido nada que ver

— No lo defiendas

Dijo James entre dientes, miró a su madre, esperando que ésta le contara la versión de los hechos, sin embargo, para sorpresa del chico, Nia corroboró las alegaciones de su hermana:

— En esta ocasión él no ha tenido nada que ver, estaba yo con ella en la cocina, de un momento a otro se mareó y cayó al suelo.

James sonrió con ironía, esa excusa de la caída ya no se la creía, siempre era lo mismo “tropecé y me caí” “sin darme cuenta me di con tal mueble” estaba cansado. Ontari al intuir lo que estaba pensando su hermano, le agarró de la muñeca para atraer toda su atención:

— Es cierto, últimamente no me encuentro bien y tampoco desayuné ni comí, debe ser eso, andaré falta de energías— tiró de él para que se sentara a su lado— solo quiero que me curen e ir a casa.

El chico se metió la mano en el bolsillo y sacó un puñado de monedas, fue hasta la máquina expendedora y sacó un par de Sándwiches y le entregó uno a cada una:

— Toma, comer te ayudará a recomponer fuerzas

— ¿tú no quieres?

Preguntó la joven dispuesta a darle la mitad, James sonrió y negó con la cabeza mientras pasaba su mano por su pelo:

— No, yo ya comí

En el resto del tiempo que tocó esperar con los brazos cruzados, James, no dejaba de pensar, no es que entendiera de leyes ni de abogacía, pero un detalle sabía y es que en esos momentos lo que pasaba por su mente se le llamaba asesinato premeditado y alevosía. Aunque otra parte del tiempo la dedicó hacer cuentas, las facturas del hospital, eso iba a ser una odisea, ya lo eran por los constantes ingresos de su madre, aunque sintiéndolo mucho, él solo estaba dispuesto a pagar los de su hermana.
Cuando les atendieron tardaron más tiempo de lo que esperaban, pues no solo hicieron las curas y le pusieron los puntos, en cuanto la chica les dijo que se había mareado y que llevaba días sintiéndose mal, le hicieron mínimo una analítica para descartar nada grave y tardaron bastante, ya que el medico mando repetir las pruebas. Mientras tanto les tocó esperar en la sala compartida con otras camillas separadas con cortinas y daban gracias a dios porque en algunos había mucha sangre. En cuanto el médico apareció, prefirió hablar primero con Nia y James a parte sin que la muchacha les escuchara:

— En el primer análisis nos apareció que tiene disminuidos los glóbulos rojos, debido que anda baja de hierro, pero también vimos que tenía la velocidad de sedimentación globular alta— Aquello les sonó a chino, a mí también me lo sonaría— para asegurarme hice otra prueba más específica.

Se quedó callado y miró a la chica, alertando a ambos familiares:

— ¿qué prueba es esa?

El doctor había dado noticias como esa, e incluso de jóvenes, pero siempre rondaban en la edad en el que se dejaban llevar por el affaire del baile de fin de curso, le resultó perturbador hacerlo con una chica tres años más joven que esas adolescentes:

— Dio positivo en la prueba de embarazo.

Ontari hasta el momento estuvo mirando curiosa a su alrededor, habría pasado días en los que apenas se había alimentado y algún que otro catarro, pero nunca había estado en la parte de urgencias de un hospital, sentada en la camilla, balanceando las piernas le resultó fascinante observar las continuas idas y venidas de los trabajadores sanitarios. A lo mejor se planteaba ser enfermera o doctora, torció el gesto Dra. Fisher sonaba bien, hasta que recordó que sus notas no eran dignas de una doctora, ni siquiera para una universidad mediocre, no, ese destino era para su hermano James. Entrelazó los dedos y ladeó la cabeza al ver las caras que pusieron su madre y su hermano al escuchar al doctor. No auguraban nada bueno:

— Podemos aconsejarles que acudan a planificación familiar y tratándose de una chica tan joven— carraspeó algo incómodo al hacer la siguiente propuesta— el aborto…

Nia pareció ofenderse mucho más al escuchar esa última palabra:

— No, ¿Cómo cree? No le voy a arrebatar la vida a ese pequeño.

James miró estupefacto a su madre:

— Es menor de edad— y le hubiera gustado hablar de que no fue concebido con consentimiento y para más inri, era de su propio padre— está en el instituto, empieza a mejorar sus notas, no le puedes hacer eso…

— Ese niño no tiene culpa de nada

Le discutió la mujer, nuevamente miró al doctor:

— Iremos a planificación familiar, nosotros nos encargaremos de darle la noticia.

— Veréis me temo que de momento voy a tener que hacer unas preguntas rutinarias a la chica, a solas, por favor
— Señaló al otro pasillo— solo serán un par de minutos.

Le costó mucho a la mujer alejarse de la chica, sobre todo por la expresión que tenía el doctor, ya la había visto con anterioridad, estaba sospechando y los médicos estaban obligados de avisar a los servicios sociales, todo era posible y en cuanto le llegaron los resultados de embarazo ya había dado aviso. Todo dependía de lo que dijera Ontari. En cuanto se alejaron Nia se acercó a James para hablarle en voz baja:

— Hay que convencer a tu hermana de que no diga nada…

James estaba mirando al médico que se había sentado enfrente de su hermana, parecía estar rellenando un formulario:

— ¿Qué no diga nada?

— A los de servicios sociales, debemos tener una historia que les convenza o evitar a toda costa que investiguen a tú padre…

— Que le investiguen en precisamente lo que quiero

Le contestó con dureza:

— No solo le meterían a él a la cárcel, puedo acabar presa también o mínimo me quitarían vuestra custodia.

James se puso con los brazos cruzados:

— Empiezo a pensar que eso sería lo mejor— Nia puso expresión afligida— En el fondo no eres mala, pero tampoco eres apta para ser madre y yo tengo dieciséis años puedo buscarme la vida, pero ella tiene trece y se merece algo mejor que esto.

El médico le hizo muchas preguntas, ella no entendía porque tanta pregunta, se quería ir a casa, hasta que el doctor ya entró en detalles que le hicieron caer en la cuenta:

— Ahora que estamos solos, no debes temer por decirme la verdad— dijo amigable— estoy aquí para ayudarte ¿alguna vez tú mamá o tú papá te han llegado a pegar?— miró dirección a su madre, ésta tenía cara de preocupación— No la mires a ella, no nos está escuchando contéstame a la pregunta

— No— obviamente quería gritar a los cuatro vientos, sí, mi casa es un infierno, pero ¿y si la alejaban de James? No quiso arriesgar y comenzó a comportarse como lo hacía con él, guardando todos sus sentimientos a flor de piel en una cajita dentro de ella y pensar frívolamente— No me han pegado nunca.

El doctor se pasó la mano por la cara:

— ¿alguna vez alguien te ha forzado u obligado a hacer algo que tu no quisieras?

“constantemente” hubiera sido la respuesta adecuada y que pasó primero por la cabeza de Ontari:

— No, nunca me han forzado a nada

El doctor Camerón dejó la carpeta sobre la camilla y se cruzó de piernas, mirándola más fijamente a los ojos:

— Eres consciente de los riesgos que hay cuando se mantienen relaciones sexuales sin protección ¿alguna vez te han dado una charla de educación sexual?

Ontari se puso tensa y preguntó con un hilo de voz:

— ¿Por qué me pregunta eso?

— Practicar sexo sin protección conlleva riesgos de contraer enfermedades venéreas y embarazo

— ¿Tengo una enfermedad rara?

La joven agarró bien fuerte las sabanas de la camilla, temiendo escuchar la siguiente respuesta, claro que tratándose de una chica tan joven, ni ella misma se planteaba la idea de que pudiera convertirse en mamá, el cubo de agua fría lo recibió cuando lo que parecía imposible, se hizo en una realidad infernal para la ojos castaños:

— Estás embarazada

Estupefacta, atónita, patidifusa y todos los sinónimos habidos y por haber, válgame cuanta redundancia en una misma oración, así quedó. Intentando procesar aquello, pero ella aún seguía viendo los dibujos, ella seguía riéndose con el correcaminos y el coyote, ella era una niña, las niñas no tienen bebés, lo tienen las mamás casadas. La siguiente y llamémoslo conmoción, le resultó difícil de ocultar, no había cajita tan grande en su interior para guardar tal sentimiento. Las lágrimas brotaron de sus ojos, una tras de otra mientras negaba con la cabeza:

— No, no quiero doctor— y su frialdad se convirtió en suplicas— no lo quiero, sáquemelo.

El doctor puso expresión afligido ante los desconsolados llantos de la muchacha:

— Lo siento pequeña, pero sin el permiso de tus padres no podemos hacerlo.

El hombre se levantó de la banquita intentando permanecer profesional, ya que no podía implicarse tan emocionalmente con los pacientes, pero ver como esa joven que apenas empezaba a vivir se derrumbaba sobre la camilla, desconsolada ocultando sus llantos en la almohada. Se giró para ver a sus familiares que miraban la escena ansiosos e hizo un gesto con la cabeza para que se acercaran.

Fin del Flashback

La ausencia de Nia fue breve y en cuanto regresó en sí, se comportó como si nada hubiera pasado. Echo se debatió preguntar, pero analizó las posibles respuestas, había un cara o cruz, verdad o mentira y se inclinaba por lo segundo, todo el mundo haciéndola creer que Nia Fisher era su madre ¿eso quería decir que tampoco lo era su padre? ¿Ontari no era su hermana? ¿Quién era su familia? ¿Cuáles eran sus raíces?
Después de estar ausente gran parte de la mañana, por fin Ontari apareció en el hospital, cuando entró en la habitación quedó parada mirando a la camilla vacía, en una silla que había junto a la ventana estaba Echo, esperando a que trajeran de vuelta a su madre:

— ¿Dónde está?

— Se la han llevado hacer unas pruebas

Respondió a la morena mayor, la adolescente del cabreo eterno recorrió con la mirada a su hermana, siempre tan elegante, con su traje de dos piezas color negro, la blusa amarilla de cuello redondo, los zapatos a juego con el traje y un moño bien recogido, aunque se había maquillado, aun se notaba que había estado llorando, pero lo que más le confundía a la chica, se parecía a sus dos hermanos, tenía parecidos con James y con Ontari, entonces si cabía la posibilidad de compartir el mismo padre ¿su padre había tenido una aventura con otra mujer?
Fish se pasó la mano por la frente, no sabía cómo proceder en esas situaciones era algo que siempre se le había escapado de sus manos, palpó unos segundos la mesilla auxiliar con la yema de los dedos, hasta que miró a Echo:

— ¿has…? ¿Has desayunado? — Señaló la puerta de la habitación— Podemos esperar en la cafetería…

— Estoy bien— respondió con sequedad— prefiero esperar aquí, por si regresa y que me vea.

Ontari hizo un gesto con la mano en plan “haz lo que tú quieras” se quitó la americana y se sentó en la silla del lado opuesto de la habitación, se cruzó de piernas y se perdió en sus pensamientos. Echo apoyó los codos en sus piernas y achicó los ojos:

— Cuando yo nací James tenía 16 años ¿no?

Fish miró de reojo a Echo y extrañada por esa pregunta, respondió asintiendo con la cabeza. Bueno, ahí sacó la otra posibilidad, que su padre pudiese ser James y que su madre no lo hubiera querido, Nia al ser su abuela la habría acogido o, el desvarío de Nia solo hubiera sido eso, un desvarío cuya información de su cerebro era errónea y estaba sacando especulaciones donde no las había. Intentó ir con pies de plomo con Ontari, siempre que trataba de intimar o profundizar sobre temas personales, solía responder alejándose:

— Él antes de entrar en la cárcel ¿tenía novia?

— No que yo sepa

Ontari miró curiosa a la chica, que pareció reaccionar con decepción:

— Pero ¿podía ser una posibilidad?

Ontari retiró la mirada, manoseó los reposabrazos de la silla y se encogió de hombros:

— Cabía la posibilidad, él era muy guapo, inteligente y muy buena persona— Curvó la comisura de los labios— seguro que tenía a más de una chica loca por sus huesos, pero era un caballero y no era de esos chicos que rápidamente alardeaba de su vida privada— Echo torció el gesto con los labios, Ontari tomo aire y miró al pasillo, la chica se dio cuenta de ese detalle, ya sabía de su tic, sus tics pues cuando estaba de pie daba patadas a cualquier cosa incluido el suelo, parece ser que a su hermana o posible tía le ponía de los nervios cada vez que lo hacía— te voy a pedir por favor que no vuelvas hacer eso

Echo miró como retando a su hermana:

— ¿el qué? ¿Mi tic?

— Sí, ese— Fish sacó el móvil e hizo que miraba unos mensajes— No queda bonito para ningún trabajo, por si quieres trabajar en alguna empresa— le decía sin enfrentarla en ningún momento— tendrás que quitarte esa costumbre.

— Ese mundo lleno de pedantería es tu especialidad no el mío

Ontari llenó sus pulmones de aire, expandiendo su tórax y lo expulsó lentamente tratando de controlar su genio, pensaba que la edad del pavo se pasaba a los catorce años o quince, debe ser que cada nueva generación se alargaba más:

— ¿Y qué es tu especialidad?— se puso muy seria— Espero que no sea vaguear

Echo la miró fulminante:

— Quiero ser profesora de historia, podría trabajar en una buena escuela y por las tardes ser voluntaria para ayudar a los estudiantes que no pueden permitirse unos buena educación, todo el mundo merece una oportunidad

Ontari asintió con la cabeza rápidamente, frunció el ceño y tragó saliva antes de mover la mano para enseñarle el móvil:

— Si me disculpas tengo que hacer una llamada

— Claro

Musitó Echo apoyando la espalda en el respaldo de la silla y apartó la mirada de la morena. Fish salió de la habitación y se alejó unos cuantos pasillos hasta que se apoyó en una columna de mármol que había cerca de las escaleras y cerró los ojos, intentó controlar sus emociones, una y otra vez se repetía mentalmente “la cajita” “mantenlos en la cajita” pero cuando se trataba de Echo no había cajita que valiera, siempre le tocaba hacer lo mismo, huir antes de derrumbarse. Le hacía experimentar todo tipo de sentimientos, era producto de una aberración y nacida de una larga cadena de Fisher malditos. Ella nunca estuvo cualificada para ser madre.
Desbloqueó la pantalla del móvil para encontrar a alguien para que se quedara en la noche con ella, cuando sin querer le dio a la galería, siendo la primera foto en aparecer la instantánea que se sacó con Sam justo en Checkpoint Charlie, justo esa en la que salió haciendo burla, ni si quiera supo cuánto tiempo estaría mirando aquella foto, simplemente no podía dejar de mirarla. Hasta que una gota impregnó la pantalla del móvil, entonces se dio cuenta de que estaba llorando, pasó la palma de la mano por la pantalla y se retiró la humedad de sus mejillas. “Coraje” se repetía, porque nuevamente debía enfrentarse a Echo.
Después de hacerla las pruebas les dijeron que no obtendrían resultados hasta el día siguiente, pero que debían de reunirse para encontrar un diagnostico acertado. Así que tocaba esperar un día más. Ontari no andaba muy cómoda pensando que Echo estaría sola en su apartamento, aunque después de mantener una charla con Nia, le dijo que apunto estaba de cumplir diecisiete, parecía rebelde pero en el fondo era una buena chica y responsable. Así pues, a regañadientes le dio dinero para que comiera algo, para el taxi y por si tenía alguna urgencia. No le hacía mucha gracia quedarse en el hospital y más si al día siguiente se reincorporaba al trabajo, pero que más remedio, no iba a dejar que la adolescente se quedara en el hospital.
En cuanto Echo entró en el piso, se encontró con algo inesperado, una pequeña bola de pelo de patitas cortas apareció por el pasillo meneando el rabito, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para ver que no era su dueña, justo en ese instante le enseñó los dientes y le gruñó:

— Cuidado— dijo Echo sin inmutarse— yo puedo tener más malas pulgas que tú

Iba a adentrarse en el piso cuando el timbre sonó. La chica dejó caer sus hombros y abatida se giró para abrir la puerta, sin mirar por la mirilla antes. Una chica rubia de ojos azules se quedó paralizada con gesto de sorpresa y seguidamente volvió a mirar el número del piso para verificar que no se había equivocado:

— Pues sí que te rejuvenece Carolina del sur zorra implacable

Echo frunció el ceño e hizo una mueca:

— ¿Disculpa?

— Busco a Ontari ¿está en casa?

— No

Respondió la adolescente con sequedad. La ojiazul arqueo las cejas, pues sí que tenía el mismo mal genio:

— Soy Samantha Clifford— dijo ofreciéndole su mano— Una amiga de Ontari ¿tú eres?

Echo miró la mano, aunque no se atrevió a estrechársela:

— Echo Fisher, su hermana

Sam la miró sorprendida, una hermana esa sí que no se lo esperaba, ya sabía la existencia de solo un hermano y ahí estaba la famosa Echo de la que hablaba por teléfono:

— Ya decía yo que tenías mucho parecido.

Comentó Sam curvando la comisura de los labios y mirándola con muchísima curiosidad. 

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