Duerme todo lo que necesites

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Llovía. Elizabeth hacía sus cuentas mensuales en el comedor, y debía admitir que no le había ido nada mal. Aún tenía cosas por pagar y pendientes por cumplir, pero nada que no resolvieran unas horas más de tiempo extra. Estaba considerando adelantarlas cuando Meliodas se acercó.

—¿Qué haces?

—Trabajar. —Un corto silencio, y el rubio añadió.

—Pero es sábado.

—Sí. —Tecleó en su calculadora.

—No tienes planeado salir hoy.

—No —dijo anotando algo. Entonces reparó en la mirada del felino, y hasta la cuenta perdió. Su sensualidad estaba a todo vapor—. ¿Por qué?

—Prrr. —contestó, y las hormonas de la albina entraron en combustión.

—¿Mel? —Su mano tomó la suya, tiró de ella para ponerla de pie. Luego comenzó a empujarla. ¿Por qué? No lo sabía. Solo sabía que quería seguir sintiendo esa presión en su pecho, justo a la altura del corazón. No paró hasta hacerla caer tendida en el sofá.

—Ahora sí —ronroneó seductoramente—. Eres mía.

—Meliodas... —El muchacho se acostó sobre ella, puso una pierna entre las suyas, apoyó la cabeza en sus senos...

Y se puso a roncar.

—¿Meliodas?

—No has dormido bien en días —respondió con voz soñolienta—. Hoy lo harás.

Elizabeth no sabía si estaba enojada o feliz por lo que hizo. Solo sabía que tenía razón, y que de verdad quería una larga siesta, justo como las que él solía tomar antes de transformarse. Como los gatos felices hacen. Durmieron abrazados toda la tarde. Fuera seguía lloviendo.


***

De nuevo, una disculpa por una navidad diferente a la planeada UwU Felices fiestas a todos, les mando un beso, un abrazo, y espero sigan conmigo disfrutando del maratón de invierno. 



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