Pat nos contó cómo había ido su cita con Alicia.

Al principio se mostró molesto porque lo habíamos plantado, pero se olvidó rápidamente lo que fue una buena señal.

Nos dijo que hubo un problema con la reservación así que terminaron yendo a un puesto de comida rápida, el lugar era como un pasillo y servían comida latina, pero dijo que el techo era hermoso. Había muchas luces navideñas, focos o lámparas de todos los colores que alumbraban el lugar como si estuvieras debajo de un estanque de flores.

Alicia se había retocado, pero Pat no dio muchos detalles al respecto porque no se fijó en eso. Dijo que estaba guapa, aunque yo sabía que hubiera dicho lo mismo si ella se hubiera presentado con un saco de arpillera.

Mencionó que se rieron mucho contado historias de pequeños, en la mitad de las historias de Alicia aparecía yo, pero había hablado de mí con ternura y añoranza, pero no con tristeza. Luego fueron a los bolos, ella ganó, más tarde se dirigieron a un parque, se sentaron en las hamacas y platicaron de películas y libros hasta que el sol salió.

—También fantaseamos un poco —informó Pat—. Hablamos de viajar a países, visitar lugares juntos. A ella le gustaría visitar el trópico, a mí algún lugar frío. Pensamos todo lo que haríamos en otro lugar y nos permitimos pensar que de verdad estábamos.

Caminaron hasta la casa de Alicia pateando una lata que habían encontrado en el camino, inventaron un juego y de vuelta ganó ella.

Pat habló como si fuera un sueño hecho realidad y yo lo escuché atentamente como si fuera un sueño.