EQUIPO ESPECIAL

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CHRISTIAN GREY.

(Algunos meses después)

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Tuve un mal presentimiento desde el momento en que abrí los ojos esta mañana, pero deseché el pensamiento rápidamente eligiendo confiar en mis propias habilidades.

No soy supersticioso ni creo en la suerte. Para mí, todo llega con trabajo duro y esfuerzo. Así llegué a dónde estoy: A ser el jefe del departamento de Investigación más joven en la historia de la policía de Seattle.

Aparto la mirada del tráfico y giro hacia Ethan, que sale de la tienda de empeño con la laptop en las manos. Se sube a nuestro auto patrulla y sonríe.

—La tengo. Tan pronto como le dije que era robada y que era policía, la entregó sin problemas.

Excelente.

—Bien, entonces ahora llevémosla a la estación y veamos si tiene alguna información que nos lleve a los asaltantes.

Et deja el aparato en el asiento trasero y pongo el auto en marcha, cansado de buscar en cada casa de empeño los artículos de un reciente robo a oficinas. Un día aburrido sin duda.

Me detengo en un semáforo en rojo, solo esperando cuando una voz irrumpe en nuestra frecuencia de radio. Un reporte.

—Atención a todas las unidades, evento en progreso. Entre la 94th street y Roosevelt Way, restaurante. Se reporte al menos un tirador con rehenes.

—Mierda. —susurra Ethan.

Sin perder tiempo enciendo la torreta del auto y doy un giro amplio para dirigirme a la escena. Estamos cerca, podríamos ser los primeros en llegar y verificar la situación.

Conduzco rápido y estaciono media cuadra antes de esa esquina, luego ambos nos colocamos los chalecos antibalas que cargamos en la cajuela. Nuestras armas están abastecidas y listas.

—Ten cuidado. —estiro el brazo para detener al rubio—. Dijo al menos un tirador, no sabemos si hay más.

Ethan se inclina más mientras nos acercamos al edificio, viendo a las personas correr de un lado a otro y a un grupo de mirones en la otra esquina. Por fortuna, una patrulla de los azules está aquí y alguien está acordonando el área para resguardar.

—Hey, ¿No es ese el viejo Billie? —Ethan lo señala.

Carajo.

Una mujer se aparta de la multitud de curiosos y puedo distinguir un uniforme azul y una coleta castaña que se balancea cada vez que la oficial da instrucciones.

—¡Ana! —me dirijo a ella, echando vistazos al lugar del evento—. ¡Ana! ¿Qué carajos estás haciendo aquí?

Ella se gira con el ceño fruncido.

—Mi trabajo, detective Grey. —el ajustado uniforme azul no puede ocultar más su vientre de 5 meses de embarazo—. Mi compañero y yo estábamos en la zona cuando recibimos el reporte.

Busco al viejo Billie con la mirada y lo encuentro hablando con Ethan, él señala hacia el restaurante de comida tailandesa y luego a la otra cuadra.

—Bien, lo entiendo. Pero ya estoy aquí, así que puedes regresar a la estación.

—No, no puedo. Tengo que cumplir con mi deber. —se asegura de mantener la voz baja—. Recuerda que aquí no soy tu esposa, sino la oficial Grey.

—Cerecita, no puedes exponerte. ¡Estás embarazada, por Dios santo!

Ana pone los ojos en blanco.

—Como si pudiera olvídalo. Comí un sándwich de jamón esta mañana y tu bebé me hizo vomitarlo todo.

La mención de mi bebé me hace sonreír como idiota.

—Entonces sabes lo peligroso que es que estés aquí. Vete.

Abre la boca para responder, pero dirige su mirada a algo detrás de mí y me rodea. Cuando giro para mirarla, ella está con el capitán Abernathy que lleva una radio en cada mano y gruñe instrucciones.

—¡Si! ¡El puto equipo especial ahora mismo! ¡Y quiero que resguarden todos los accesos! —nos saluda a ambos con un movimiento de su cabeza—. Grey. Ana.

—Estás aquí. Dile que se vaya. —la señalo.

Mi obstinada mujer me lanza una mirada furiosa.

—Estoy haciendo mi trabajo, y solo acepto órdenes de mi jefe.

—Soy tu esposo, eso es mucho más que ser tu jefe.

—¡Christian! —chilla—. ¡Aquí no eres mi esposo! ¡Ni mi jefe!

Ambos miramos a Abernathy, recordando que está ahí, pero él no nos presta atención porque escucha por el radio cómo el equipo especial de la policía está en otro trabajo.

—¡Carajo! ¿Y ahora qué?

Tengo una solución si eso hace que mi Cerecita regrese al trabajo administrativo que le fue asignado el mes pasado.

—Puedo hacerme cargo, tengo el equipo necesario.

Le toma unos pocos segundos analizar la situación y asentir lentamente.

—Hazlo.

Tomo el móvil del bolsillo y marco el segundo número en el llamado rápido. Contesta al primer timbre.

—Me estoy durmiendo aquí, ¿Cuánto tiempo les toma a ustedes dos encontrar una laptop?

Imbécil.

—Cierra la maldita boca y ven aquí, trae tus juguetes especiales. Tenemos una situación de rehenes en la 94 y Roosevelt. Te necesito como último recurso.

La voz de Sawyer se torna seria cuando responde.

—Estaré ahí en 10.

Gracias Dios. Ethan se detiene a mi lado, y eso es todo lo que necesito para saber que Ana se alejó.

—El capitán Abernathy está hablando con el hombre, no quiere entregarse. Al parecer, es un robo que salió mal cuando los empleados del restaurante le cerraron el paso y uno de ellos llamó a la policía. Ana y Billie estaban a dos cuadras en la primaria.

—Mierda. ¿Hay heridos?

—Uno. Pero todos siguen vivos. —Ethan presiona los labios en una mueca—. Las cosas lucen complicadas.

La sirena de un auto se hace más ruidosa conforme se acerca, y puedo ver nuestro otro auto detenerse en medio de la calle. Luke sale con un maletín largo y Leila detrás de él, su vientre redondo ligeramente más pequeño que el de mi Cerecita.

—Pero qué... —gruñe Et, pero lo interrumpo.

—¿Qué carajos les pasa a ustedes dos, mujeres? ¿No tienen en absoluto el instinto de supervivencia? —Lay frunce las cejas e inmediatamente Ana está a su lado.

—Somos policías, jefe. ¿Se supone que nos quedemos atrás de todo? —pregunta la rubia.

—¡Si! —gritamos Ethan y yo.

Sawyer saca un cigarrillo del bolsillo y lo pone en su boca sin encenderlo, lo balancea de un lado a otro.

—Una vieja costumbre. —mira alrededor y señala las oficinas de construcción en la esquina—. Iré a prepararme.

Toma el móvil del bolsillo y lo pone en mi mano. Lo tomo, confundido, y lo guardo en mi bolsillo sin saber lo que quiere decir con esto.

—No quiero interrupciones. —levanta el estuche y lo palmea—. Conozco a mis rojas, van a llamar para saber si estoy bien. Diles que lo estoy.

Le hago una seña a Ethan para que lo siga, pero aún fulmina con la mirada a su esposa.

—Oye Luke, apuesto a que no tuviste este problema con tu esposa, ¿Verdad? Ella sabe que no debe ponerse en riesgo. —Ethan se quita el chaleco antibalas y se lo pone a Leila sobre los hombros.

—¿Bromeas? —Luke se ríe—. Mi mamita podría cortar órganos vitales si le digo qué puede o no hacer.

Y con eso él se aleja de nosotros, Ethan corriendo detrás de él hasta la oficina para obtener un buen vistazo del interior.

Hago lo mismo que Sawyer y pongo el chaleco sobre los hombros de Ana, luego señalo el rincón de los curiosos y ordeno de forma silenciosa a ambas mujeres que permanezcan detrás de la línea.

Y me importa un carajo si se molestan.

Abernathy está volviéndose loco tratando de convencer al chico con el arma, pero no lo consigue. El hombre amenaza con matar a los rehenes si no le conseguimos una vía rápida de escape. No va a lograrlo.

—¿Tu equipo está listo? —pregunta.

Un único destello de la mirilla en el rifle de Sawyer sobre el techo me indica que están en posición.

—Si.

—Bien. —se pasa las manos con frustración por el rostro—. Hazlo.

Comprendo lo difícil de su situación, y no me gustaría estar en sus zapatos. Soy feliz exactamente dónde estoy. Levanto mi móvil y llamo a Ethan.

—¿Lo tienen?

—Afirmativo, jefe.

—Dispara.

Cuelgo la llamada y un solo silbido atraviesa el aire, personas aterrorizadas salen del local segundos después y azules entran para asegurar la escena.

—No puedo esperar para retirarme. —Abernathy suspira.

Lo veo ir a dónde Ana está, señala algunas cosas y palmea su hombro con suavidad. Luego se dirige a su propio auto.

Espero nunca, nunca cansarme de mi trabajo. Si tan solo encontrara la forma de hacer que dos obstinadas mujeres embarazadas dejaran de ponerse en riesgo, mi vida sería más sencilla.

Una vibración dentro de mi bolsillo me saca de mis pensamientos, y meto la mano para tomar el móvil de Sawyer y mirar la pantalla.

El nombre Mamita Roja destella con cada movimiento y me queda claro que no solo somos un equipo de trabajo. También somos familia.

Dios me ayude con eso.

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