166. Necesitan un hotel

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Gregor

Ya en el gimnasio, una hora antes de que comience el revuelo de gente, mis amigos y yo estamos tomando unas cervezas que Dan trajo clandestinamente.

—¿Y? ¿Para cuando el debut de la parejita feliz? —pregunta Tyrone que se sube el parche del ojo porque está disfrazado de pirata.

Enciendo un cigarro.

—No quiero hablar del tema.

—Seguro lo rechazó otra vez —se ríe el castaño y toma un sorbo de su botella.

—Necesitan un hotel —opina el morocho.

—Lo dice el que tiene sexo en cualquier parte —se burla el que está vestido de parca.

—Necesidades son necesidades —se ríe.

—Cierto, las cursilerías se las dejamos a Gregor, tírale pétalos sobre la cama, quizás funcione.

—¿Tirar pétalos sobre la cama? —levanto una ceja y luego reacciono —¡No me dejes consejos! Y no hago ningúna cursilería, idiota.

—Por eso necesitan un hotel —Tyrone toma un sorbo de su botella —un bonito ambiente para una primera vez —hace una pausa y sonríe —y después ya no importará dónde.

—¿Qué clase de consejos son estos? Mejor ni los escucho —ruedo los ojos.

—Apuesto a que si hubiera seguido con mi fachada de chico bueno, me la hubiera follado primero —aclara Dan y sin pensarlo dos veces apoyo la punta de mi cigarro en la herida que se hizo cuando golpeó la alarma de incendio —Auch ja, ja, ja —se ríe haciendo un gesto de dolor.

—Cabeza de tornillo, no olvides que Gregor enojado es peligroso —se burla Tyrone.

—Lo sé, lo sé —sigue riendo.

—Parece que se divierten —levanto la vista, visualizando a la rubia alta.

—Nadie te llamó, Adelaine —digo molesto.

Ella camina hasta mí y apoya sus manos en mis hombros.

—¿No me dejas divertirme a mi también? Hablaban de Lía ¿no? Tu novia.

La empujo y miro a Tyrone.

—¿Qué le cuentas todo a esta tipa?

Él frunce el ceño.

—Yo no le conté nada.

—No necesito que él me cuente, yo tengo mis métodos —mueve su cabello.

—Ves —me reclama mi amigo —que mierda, me voy —exclama indignado y veo como se retira.

Ya se le pasará.

—¿Y tú por qué no te estás yendo? —le digo a la molestia.

—Buscaba diversión, pero ya que no me la das y Tyrone me aburre —mira a Dan que ha dejado su botella y otra vez está con leyendo ese libro de psicología —¿Qué tal tú? ¿No quieres jugar conmigo? Pasemos un momento placentero.

Levanta vista a mirarla.

—No gracias, prefiero el disgusto ajeno, además ya tuve mi dosis sexual esta mañana —vuelve a su libro sonriente —y sé que pronto mi acción rendirá sus frutos.

Otro corazón roto, debe ser.

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